El hijo de puta se avalanzó sobre mí a la velocidad del rayo, me pilló por sorpresa, y apenas tuve tiempo de apartarme. Por suerte, lo que pudo haber sido un tajo mortal acabó siendo una cicatriz en mi brazo izquierdo.
Aproveché, a pesar del dolor, el desequilibrio del tipo al errar la cuchillada para patear su gemelo, haciéndole perder el equilibrio y aprovechando la ocasión para arrancar el arma blanca de su mano y hacerla mía.
El frío acero rozó la piel de su cuello, provocando que un pequeño hilillo de sangre brotara de él.
-¿Quién... cojones... eres... Y qué quieres de mí?
- Me han contratado para matarte.- Te confiesa el asaltante, nervioso y comenzando a sudar abundantemente.- ¡Viva el Líder!- Exclama.
Suspiré antes de apartar la navaja y agarrar al tipo del cuello, levantándole del suelo. Luego me dirigí al dueño del local.
-Disculpe el espectáculo.
Me dirigí a la puerta trasera, la que daba al callejón donde los empleados del bar dejaban la basura para que fuese recogida. Por suerte, los muros ahogaron los gritos, y nadie del bar se enteró de lo que pasó allí.