Partida Rol por web

Y por fin llegaba la pregunta que William había estado esperando desde que salieron de la mansión. ¿Qué harían con el niño? Era una pregunta delicada. Al fin y al cabo, convenía recordar que ninguno de sus compañeros era agente de la ley. Para ellos, rescatar a ese chico no era cuestión de trabajo. Querían ser héroes, encontrar a Adam y salvarlo de la pesadilla que consideraban sería criarse con los Cornelisz. Se habían implicado. Se había convertido en algo personal.

- Por ahora - suspira William, haciendo una larga pausa - centrémonos en localizar al chaval. Lo que hagamos después, aún está por ver.

Mientras divagáis acerca de los conflictos morales surgidos tras el rescate del crío, los dos policías tratan de esposar a Tommy Galiano, que todavía se resiste en el suelo. Ya han dispersado al gentío y desalojado la balconada. Sin embargo, muchos curiosos siguen mirando, parados en la zona principal.

Os dirigís hacia la zona de los andenes y, aunque buscáis a Kennedy, no conseguís dar con él, con ningún maletín ni con nadie sospechoso. Nadie excepto el crío que ha realizado la entrega, que se encuentra sentado un poyete, moviendo feliz esas piernecillas que mucho distan del suelo y devorando, como si no hubiera nada más en el mundo, un gigante perrito caliente.

Tratas de seguir al hombre pero, al torcer una esquina de la estación, lo pierdes de vista. Mucha gente está subiendo en contradirección hacia el andén para coger el siguiente tren con destino a Manhattan.

El deber se enfrentaba al valor en el rostro de William Bennet. Jamal asintió en silencio, sin ánimo de ahondar en el dilema. Al menos, de momento.

Su compañero tenía razón en una cosa: el asunto aún no estaba zanjado. Tenían una pista muy buena y el rastro del chaval, antes etéreo y algo vago, había cobrado forma sólida y nombre propio: Shavertown.

Ambrose estaba detrás del secuestro, ya no había duda. Era el cerebro de la operación y se había apoyado, al menos, en Tommy y en el tal Al -¿El de la mano mutilada?-. Resultaba curioso que no hubiese surgido el nombre de Ambrose cuando el propio Jamal inquirió a Jacob Cornelisz y a su esposa por algún enemigo de la familia. El tal Ambrose -sin apellido de momento- era una especie de fantasma que aparecía justo ahora para darle al caso otro giro -otro más- hacia el misterio que acechaba alrededor de los Cornelisz. Y es que si en algo estaba de acuerdo el alienista con la profesora Walker es que la familia ocultaba algo turbio y siniestro, como había traslucido tras su visita hacía dos días desde el instante en que Olga Lesek aseguró haber colaborado en el secuestro para "sacar al niño de la casa del Diablo".

Vista la actitud de Tommy, Jamal se alegró de haber salido armado de la casa para ayudar a Will dado el caso. Rezaba porque no tuviese que utilizar su Colt, pero su intuición le advirtió de que las cosas iban a ponerse tensas pronto. Y rara vez erraba la intuición del doctor J.

* * * * *

Ni rastro de Kennedy en los andenes.

-¿Es posible que se haya subido al tren tras el tipo que ha cogido el maletín...?-, susurró Jamal a sus compañeros con un halo de preocupación. El joven periodista le resultaba un buen ejemplo de periodista vivaz e intrépido, el tipo de prensa que le gustaba al alienista. Seguir al tal Al en solitario era tremendamente peligroso visto el cariz que había tomado el asunto.

Advirtió entonces el buen doctor al crío al que habían visto transportando el maletín y con un gesto de cabeza le indicó su posición a sus compañeros. Se acercó a él calmado, sin intención de amedrentarlo.

-Hay hambre, ¿eh? Menuda dentellada. Con un par de esas te habrás terminado el almuerzo. ¿Cómo te llamas, campeón?-, inquirió Jamal con tono amigable mientras tomaba asiento al lado del muchacho. -Oye, quizás puedas ayudarnos. Estamos buscando a un tipo que creemos que ha cogido un tren hace poco. Creo que un chaval espabilado como tú puede darnos alguna indicación útil. Y a cambio...-. El doctor mostró un par de billetes en su mano mientras alzaba una ceja. -...te dejo elegir la merienda. ¿Qué me dices, figura? ¿Trato?

Totalmente concentrado en devorar su perrito caliente, el chico se sobresalta al oír la grave a la par que aterciopelada voz del doctor Jamal. El alienista no está utilizando un tono agresivo ni mucho menos, pero su interlocutor es pillado con la guardia bajada mientras se limpia la mano de grasilla y mostaza en sus mugrientos pantalones.

- Ho-hola... señor. Me llamo Morty -se presenta mientras examina al resto del grupo, algo avergonzado-. Pues no lo sé, señor, A esta hora sólo han salido dos trenes. Si me compra otro perrito, puede que le diga que en ese andén de ahí acaba de salir uno hacia Nueva Jersey ahora mismo, ¡y si me compra también un helado, le diré que en este andén de aquí ha salido otro hacia South Ferry Station!

Aunque parece un vagabundo, al fin y al cabo no es más que un niño. Intenta regatear, pero termina dando duros a cuatro pesetas. Valorando la distancia a la que se encuentran ambos andenes y las totalmente precisas horas de partida anunciadas por Morty, pensáis que, probablemente, Kennedy se haya subido en el de South Ferry Station -en caso de haberse subido-.

Sin embargo, todavía faltan diez minutos para que salga el siguiente tren hacia allí.

Jamal soltó una alegre carcajada ante las dotes de negociador de Morty.

Ni él recordaba cuándo fue la última vez que se había reído así.

-Morty, tengo que confesarlo. He visto negociadores duros en mi vida, pero jamás a uno tan hábil como tú-. El doctor J. le dio una palmada amistosa en la espalda al chaval y le introdujo dos dólares en el bolsillo de la chaqueta. -Un trato es un trato-, dijo Jamal mientras le guiñaba el ojo en un gesto de complicidad y se ponía en pie. Iba a decirle algo a sus compañeros, pero se detuvo un instante.

-Oye, Morty... Si quieres un helado alguna vez...-. Jamal tendió su tarjeta personal al crío. -Ven a verme. Quizás pueda echarte un cable. A los buenos negociadores hay que cuidarlos-.

No era cuestión de presionar al único testigo que tenían de que Galiano había dispuesto al tal Al en la estación Grand Central para coger el dinero, pero el alienista sintió sincera debilidad por aquel huérfano y tenía posibilidad de ayudarle. Él sabía bien lo que era una infancia dura en Nueva York.

-Creo que de las dos opciones que nos ha dado el chaval, la salida del tren a Nueva Jersey nos deja una sola alternativa. ¿Qué tal si cogemos el tren a South Ferry y tanteamos la suerte?

-Sabemos quién es la madre de Adam gracias al diario de María Dabrowsky. En cuanto al padre...-. Inspiró con calma antes de expresar su parecer. -No descartaría que María Dabrowsky fuese violada por el propio Jacob Cornelisz, profesora Walker. Pero reconozco que es una hipótesis que barajo desde la lectura del mencionado diario. No tengo prueba alguna. En su opinión, ¿quién si no habría de ser el progenitor?-

-Alguien que se dedica a hacer no se qué rituales con un niño de tan corta edad... podría ser que el niño ni siquiera fuera suyo. Podrían haber obligado a María a yacer con cualquier otro miembro de esa extraña secta de la que María habla en su diario. Ya no sé que pensar Dr. todo esto me tiene muy confundida.- Digo compungida.

-Vayamos pues a south ferry Jamal. Miedo me da en lo que se haya podido meter Kennedy.

Morty no puede evitar sonreír cuando el doctor menciona South Ferry Station. Eso os hace pensar que Kennedy ha cogido el tren hacia allí. El crío se despide y se marcha, dando saltitos con las renovadas fuerzas de ese perrito. Un trabajo bien hecho, sin duda. Ojalá haya más secuestros de infantes para que chicos como Morty Jenkins puedan crecer sanos y con la tripa llena.

Sin embargo, todavía quedan unos minutos para que llegue el próximo convoy. Mientras esperáis, caéis en la cuenta de que, aunque creéis saber la dirección a la que se ha dirigido el secuestrador, Manhattan es enorme y no os va a estar esperando en la estación. ¿O sí?

Bennet cae en la cuenta de algo: a juzgar por los procedimientos policiales en cuanto a detenciones de personas violentas o que oponen resistencia, con un poco de suerte, Tommy Galiano seguirá en la estación. Si se apresura, al agente le da tiempo de sacar una confesión a Tommy, volver, subirse al tren y que este, con total seguridad, le conduzca a la victoria.

Tommy Galiano, entre dientes, cuenta que su banda tiene una pequeña base de operaciones en una casita en el puerto de Nueva York. No dice mucho más, puesto que la arrogancia, los dientes rotos y los transeúntes indiscretos impiden que el boxeador siga hablando antes de que los agentes del cuerpo de policía consideren que ya es suficiente.

Con nueva información bajo su poder, el agente Bennet vuelve al andén al trote cochinero, en el momento justo en que el tren abre sus puertas. De él se baja una tremenda cantidad de personas. Al fin y al cabo, se trata de Grand Central, la estación más concurrida de Nueva York. Gente que va a trabajar, gente que va de tiendas, gente que va a pasar el rato.

Os subís al tren y enseguida os encontráis de camino al sur de Manhattan. Por el camino, Bennet os cuenta lo que ha sonsacado del boxeador. Omitiendo, por supuesto, los detalles escabrosos.