Bueno, el 18 es para llegar rápidamente. Mientras no hagáis una pifia, podéis llegar, especialmente después de que Ónice haya sacado un crítico y esté dejando el teletransportador calentito para activarlo en cuanto lleguéis.
-¡CORRED!-grité a pleno pulmón.
Me quedé la última, esperando a que todas hubiesen abandonado la sala y asegurándome que no necesitaban ayuda.
Desde mi gran tamaño di un salto que me llevó hacia las escaleras. Una vez allí volví a mi tamaño normal y como hizo Ónice, salté desde el punto más alto de la escalinata.
Conseguí llegar a la plataforma de teletransporte.
-¡Corre, Heliotropo!- dije extendiendo la mano para que la alcanzara.
Motivo: Atletismo
Dificultad: 0
Habilidad: 4+10
Tirada: 4 5 9
Total: 5 +4 +10 = 19 Éxito
Las dos Esmeraldas se plantan rápidamente sobre la plataforma y miran a Heliotropo con gesto preocupado. La más grande extiende su mano y la anima a darse prisa justo cuando las paredes y el suelo empiezan a temblar. Podéis ver cómo se agrieta el edificio entero, primero con pequeñas fracturas, luego con grandes fisuras que amenazan con partir la Aguja en dos.
11, 10, 9
Heliotropo baja cada escalón a grandes zancadas, pero no es tan rápida como sus compañeras. Saltar al piso inferior sería demasiado arriesgado ahora que se está haciendo pedazos.
8, 7, 6
Llega a las últimas escaleras y decide saltar sin pensárselo dos veces: mejor tropezarse con una grieta que quedarse en la Aguja cuando sea totalmente destruida.
5, 4
Oís un agudo ruido y un fulgor cegador ilumina la parte superior de la Aguja Azul.
3, 2
Heliotropo se lanza hacia adelante, estirando el brazo. Vuestras manos se encuentran...
1
La luz os rodea. Durante un breve instante, sentís cómo flotáis en una especie de nada absoluta. Oís una explosión ahogada y una extraña calidez en vuestros miembros. Entonces abrís los ojos.
Ónice os ofrece la mano para ayudaros a levantaros del suelo. Miráis alrededor: volvéis a estar en la plataforma que está dentro de esa pequeña estructura. Eso significa que estáis cerca de Santuario. ¡Lo habéis conseguido y estáis enteras!
- ¿Estáis todas bien?- pregunta la gema guerrera con tono de preocupación genuina.
- ¡Vaya! ¡Eso ha estado muy, pero que muy cerca! ¡Qué miedo!- exclama Esmeralda levantándose de un salto.- ¡Podríamos habernos convertido en trocitos de gema!- se ríe, nerviosa, pero al pensar en ello su expresión se ensombrece.- Qué horror...
Ella se acerca a Heliotropo y también ofrece su ayuda.
- Heli, me alegro de que hayas llegado. ¡Qué suerte hemos tenido!
- En realidad, no creo que una explosión pueda acabar con nuestras gemas... A menos que sea muy, muy potente.- comenta Ónice.- Pero, claro, quién sabe qué hubiera ocurrido si hubiéramos perdido nuestras formas físicas y hubiéramos acabado en la intemperie, sin protección...
Se encoge de hombros y sonríe.
- El caso es que estamos bien.
Durante un segundo sentí el calor de la explosión detrás mío. Fue potente, extremadamente poderosa. Estaba en el suelo, tendida, revisé mi cuerpo.
-Piernas en su lugar, brazos en su lugar, cabeza en su lugar... Y mi gema, mi gema estaba en su lugar- suspiré aliviada abriendo despacio los ojos.
Frente a mí me extendían sus manos una pequeña Esmeralda y una enorme Ónice.
-¿Upsi?- pregunté levantándome lentamente con su ayuda. Noté luego que debajo de mi se encontraba mi compañera y reaccioné igual que las otras dos, intentando ayudarla a incorporarse.
-Y si... -empecé a decir.
Estaba sentada en la plataforma. Más bien por el susto que por el cansancio.
-¿Y si volvemos a la Aguja? -propuse.- Tal vez ha quedado algo que nos pueda servir.
Me rasqué la barbilla.
-Incluso puede que hayamos atraído a otras gemas. -miré a mis compañeras, esperando que les pareciese una buena idea.- Si son hostiles les zurramos y listo.
Esmeralda mira a su igual con renovado optimismo. Asiente con ganas y extiende los brazos hacia los lados.
- ¡Claro! Aún podemos recuperar lo que haya quedado. ¡Seguro que habrá algo que pueda dar energía a Santuario! Sea lo que sea...- ríe nerviosamente.
Permanece en esa postura y os mira a todas, asegurándose de que estéis dentro de la plataforma y no fuera. Dobla un poco las rodillas, cierras los ojos y gime, haciendo un esfuerzo invisible. Se pasa así unos segundos hasta que vuelve a abrir los ojos, confundida.
- ¿Eh...? ¿Por qué no se activa el teletransportador? ¿Lo he hecho mal? Es así como se hace, ¿no, Ónice?- mira a su amiga incluso más nerviosa.
Ónice empieza a reírse entre dientes y luego suelta una carcajada. Pone las manos sobre los hombros de Esmeralda y la mira fijamente, perdiendo su risa rápidamente.
- Nos hemos cargado el teletransportador de la Aguja.- afirma con un aire de desesperación.- Habrá explotado junto al edificio entero.
Ambas se miran largamente a medida que se dan cuenta de lo que pasará.
- Ámbar nos matará.- sentencia Ónice cerrando los ojos, dándose por perdida.
Esmeralda palidece un poco y se gira hacia vosotras, sonriendo para animarse a sí misma.
- Bueno, no ha sido para tanto... La Aguja ha explotado, pero... Bueno, no es que hayamos conseguido mucho... Pero al menos...- empieza a balbucear hasta que se rinde.- Ay... Es verdad que nos va a matar.- se lleva las manos a la cabeza y empieza a dar saltitos.- Si alguien pregunta, diremos que el teletransportador no funcionaba. ¡Que no hemos ido a la Aguja! ¡Así no nos culparán! ¡Ay, ay! ¡La hemos pifiado!
Acaricio mi coleta mientras pienso en alguna solución, al parecer la aguja había sido borrada con todo lo que había a su alrededor. Era un mal día.
Pensé durante un largo rato repitiendo aquella moción hasta que finalmente resolví algo.
-Creo que lo mejor sería buscar otra fuente de energía, así podríamos evitar el petricidio- miraba al suelo intentando tener alguna idea -¿No conocen de otro lugar así?-.
Ónice se encoge de hombros, desprendiendo una actitud mucho más indiferente de la que acaba de tener. Parece que los nervios no le duran mucho a esta gema.
- Eh... La verdad es que no sabría decir... No sé si lo hemos dicho ya, pero normalmente seguimos a Ámbar: ella tiene las ideas.- se frota el mentón.- Ya es curioso que esto de venir a la Aguja fuera idea vuestra. Podríamos echar un vistazo a los mapas que tuviera esa Petalita en Santuario... Pero eso significaría regresar a Santuario, obviamente.- sonríe y repite el gesto de indecisión.
-Pues volvamos al Santuario. -dije rapidamente. Miré con malicia a Ónice y sonreí.- Nos tendrá que echar la brona la jefa. Jeje.
Hice estiramientos con los brazos, más bien por costumbre y di una palmada.
-Ahora en serio, como ya sabe Esmeralda, -dije señalando a mi igual.- reconocer tus errores ante tu superior es uno de los valores más importantes de un soldado. Aunque "superior" no se aplique en este caso... Ella es... ¿Más o menos vuestra líder, verdad?
(Perdón por la tardanza)
Esmerlda suspira, avergonzada por haber reaccionada de esa forma y haber olvidado que no se trata de confesar un crimen sino de explicarle el error a una compañera. Asiente lentamente con los hombros caídos.
- Ahá... Bueno, nunca hemos decidido que lo fuera, pero actúa como nuestra líder. Es inteligente, sabe muchas cosas y siempre saca lo mejor de todas nosotras.- explica con una sonrisa sincera.- Además, fue la que nos "reunió", por así decirlo. Somos lo que somos por ella.
Se queda mirando a través de su igual y sonriendo como si ya se hubieran solucionado todos los problemas.
Ónice mira a su amiga de reojo y hace una una expresión burlona.
- En resumen: sí, Ámbar es como nuestra líder. Y tienes razón en eso de que tenemos que admitir el error, grandullona. Vamos.
Sin esperar más, abre la marcha de vuelta a Santuario por el camino de tierra. Esmeralda tarda un poco en reaccionar, y cuando lo hace sigue rápidamente a Ónice.
El camino de vuelta se os antoja distinto. Pese a las palabras que habéis compartidos, hay cierta tensión en el aire. La Esmeralda más pequeña parece algo nerviosa y constantemente intenta tranquilizarse a sí misma forzando una sonrisa. También mira a Heliotropo cada dos por tres, midiendo su actitud con curiosidad.
Ónice parece imperturbable: sigue igual que antes. La explosión ha sido lo único que ha alterado un poco su ánimo pero, por su expresión relajada, parecería que hubiera pasado hace días. La guerrera le da un codazo a su amiga para que también se tranquilice, diciéndole con un solo gesto que se preocupa demasiado.
Llegáis a Santuario al cabo de poco. Allí os espera la gran puerta de entrada parcialmente tapada por la vegetación salvaje. Se abre cuando os acercáis, igual que la primera vez que regresasteis. Es posible que Ámbar lo haya dispuesto todo para que la seguridad ya no sea un impedimento para vosotras.
Camináis por el pasillo y os dirigís al salón principal, el lugar central y donde es más probable que haya alguien. Esmeralda llama a Ámbar varias veces, esperando su respuesta.
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