Cuando Luna cuestiona mi plan me siento nerviosa al principio, incluso mareada. Pero Heli sale rápidamente en mi defensa. Lo agradezco con un leve suspiro y un asentimiento.
Esbozo de nuevo una sonrisa forzada.
- Todo saldrá bien - prometo.
Luego, Heli me dice que ella y sus hermanas irán a buscar a Alabastro.
Una misión complicada, sin duda, pero… ¿quién soy yo para detenerlas? Yo, que he sellado mi destino. Ellas, que han hecho lo propio con el suyo.
- Por supuesto. Debéis encontrar a vuestra hermana y llevarla de vuelta a Santuario. Allí podremos vivir todas juntas - sonrío -. Parece que nuestro pequeño refugio va a albergar ahora a muchas gemas - comento mientras doy un último vistazo a las gemas que van entrando en las cápsulas de escape.
Me encojo de hombros mientras doy un paso atrás.
- Espero poder organizarlo todo una vez esté de vuelta. ¡Habrá que encontrar sitio para todas!
Un nuevo paso me separa de las hermanas.
- Cumplid con vuestra misión, yo lo haré con la mía. Nos vemos en Santuario. ¡Buena suerte! - grito antes de marcharme corriendo.
Sin una despedida como es debido. Ni un abrazo, ni un solemne asentimiento. Eso solo lo haría más difícil…
Corro hacia las células de energía con los ojos llorosos y la determinación más férrea que la de un Diamante.
A medida que te alejas de ellas, sientes cómo algunas miradas se clavan en tu nuca. Sin embargo, oyes cómo la mayoría de las cápsulas de escape se ponen en marcha: el sistema de evacuación está activado, los compartimentos se abren y los vehículos de emergencia salen despedidos hacia el espacio, con suerte tomando rumbo hacia la Tierra.
Sabes que una de esas cápsulas no irá a la Tierra. Al menos, no hasta que Alabastro sea encontrada. Sabes que tú misma tal vez no puedas llegar a la Tierra después de este plan. Santuario estará más poblado que nunca... pero no todas sus salvadoras originales estarán allí.
La estación espacial es suficientemente simple como para encontrar fácilmente la sala de máquinas, cerca de las celdas ahora vacías. Al acercarse a la puerta, Citrino descubre que las instalaciones están bien cuidadas; la puerta puede abrirse manualmente, aunque pesa bastante, ya que está pensada para gemas ingenieras, no aristócratas. Citrino tarda más de lo que le gustaría en abrir la puerta, pero ésta cede finalmente emitiendo un quejido grave.
Al entrar, el ruido de las células de combustible llena el lugar. Es tecnología antigua, de la época de Citrino o incluso anterior. Se nota que Morganita se ocupó de mantenerlo todo funcional. No hay nadie por allí, por suerte, así que podrá hacer lo que haga falta.
Tras abrir la puerta a duras penas, ando lentamente por la Sala de Máquinas. Respiro hondo mientras examino las células de combustible, buscando aquella situada en una posición más céntrica, desde la que la reacción en cadena pueda destruirlo todo.
Me siento agotada, tanto física como emocionalmente. Mi vida ha sido una absoluta locura durante estas últimas semanas. Ha cambiado por completo mi manera de ser y mi objetivo. Antes sólo deseaba formar parte de los engranajes del Planeta Natal, y ahora… Sólo quiero salvar Santuario, y la Tierra.
Quién lo diría…
Comienzo a reír levemente por la ironía de mi destino, mientras espero la señal de Piedra Lunar. Una vez todas las gemas hayan abandonado la estación…
Mi gema comienza a brillar, de un modo que no lo ha hecho nunca. Mi Rayo de Luz quizá no es suficiente, necesito esforzarme de verdad. Una luz ambarina se proyecta desde mi antebrazo, y comienza a envolverlo por completo.
Con un tañido metálico, mi propia arma de gema se materializa. Un reluciente cañón de fotones, un arma apropiada para mí. Alzo el brazo, ahora más pesado, hacia la célula de combustible central. El cañón comienza a ronronear a medida que la luz se acumula en su interior, preparando el disparo definitivo que terminará con todo.
Sigo esperando la señal, en paz.
Citrino oye una voz en su cabeza que le indica que está todo preparado. Y, así, empieza el final.
El cañón de Citrino, hasta ahora inexistente puesto que una gema aristocrática no tendría por qué materializar armas, aparece alrededor de su brazo, remarcando el hecho de que ya no es la misma gema que cuando despertó hace semanas. Empieza a emitir un zumbido y un brillo amarillento, cargándose para disparar. Ella tiene luz verde para acabar con todo esto. Los Diamantes nunca conseguirán encontrar esta estación si está destruida, y probablemente ignoren el mensaje pensando que se trata de un error.
Citrino está sola ante el final de esta historia.
Sabiendo que todas las gemas están a salvo escapando de la estación, acciona el cañón de su brazo para disparar el haz de luz más potente que haya disparado hasta el momento. Mientras la luz sólida sale despedida del cañón, parece que todo se ralentice. Es más fácil reflexionar sobre la vida cuando se sabe que está acabando, sobre todo si se trata de un sacrificio que salvará a tantas gemas. Ella sola las salvará a todas.
Por desgracia o por suerte, ahora ya no está sola.
Cuando oye el impacto de su disparo, nota un tirón desde la cintura y el mundo a su alrededor se acelera y se difumina. De repente siente cómo está siendo arrastrada a gran velocidad. Un ruido ensordecedor proviene de la sala de máquinas, donde todo está estallando... y donde ya no está Citrino. Mirando a un lado y otro, se da cuenta de que Esme, la guerrera velocista, la ha agarrado y la está llevando a toda prisa, gracias a su habilidad especial, lejos de allí.
- ¡Te tengo, Citrino!- jadea Esme.
Pero esto no ha acabado; la explosión es demasiado poderosa ya que acabará con toda la estación. El fuego y la onda expansiva se acerca peligrosamente a ellas. Citrino, que está siendo arrastrada, puede ver con sus propios ojos cómo todo se desmorona a su paso y la muerte les pisa los talones. Esme intenta acelerar, pero está al límite de sus capacidades. Están llegando a la salida de la estación, donde todas las gemas habían evacuado, pero está demasiado lejos...
De repente, otro tirón. Una mano gigante y verdosa las rodea a ambas, la mano de Esmeralda. La guerrera la aferra con fuerza. Su brazo ocupa todo el pasillo; es más grande que Esfena o cualquier fusión que hayan visto hasta ahora. Nunca había alcanzado estas dimensiones. Rápidamente, tira de ellas hacia el puerto espacial, pasando el umbral y dejando atrás la explosión. La gigante salta hacia la única cápsula de escape que queda allí, y mientras lo hace reduce su tamaño. Las tres caen mientras chillidos y ruidos de explosión llenan el aire. El suelo tiembla y el metal de la estación se deforma tras ellas por la destrucción inminente.
Ónice extiende sus brazos para recoger a Citrino, aunque a duras penas se mantiene en pie cuando logra rescatarla de la caída. Las tres guerreras se internan en la cápsula, donde Jade ocupa el asiento de piloto. Sin siquiera tener que recibir una señal, aprieta el botón de propulsión. La pequeña compuerta se cierra y la cápsula sale despedida hacia el espacio exterior.
Se hace el silencio.
Y entonces todas estallan al unísono en un grito de emoción, alivio y jolgorio compartido. Esmeralda abraza a Citrino tan fuerte que podría evaporarla.
- ¡Idiota!- le chilla al oído.
Detrás de ellas, la estación espacial se parte en pedazos mientras las explosiones de su interior se desencadenan una tras otra. La sonda tiembla y se tambalea, pero habéis logrado escapar de allí por los pelos. Todas se giran para comprobar el estado de Citrino y sonríen al ver que está sana y salva, aunque la confusión de la situación siga flotando en el ambiente.
- Citrino... No estás sola- dice Esmeralda mientras vuelve a fundirse en un abrazo con ella.
Y así, mientras los peligros de Morganita y los Diamantes van quedando atrás y dispersándose por el infinito universo, la sonda viaja hacia la Tierra. Hacia Santuario. Hacia su hogar.