Aquella noche de verano parecía diferente, tranquila y apacible. En Marjal Salino solo había tres tipos de clima: la niebla era insoportable; la lluvia, peor, y la lluvia gélida, lo peor de todo. Pero muy de cuando en cuando llegaba una noche despejada, y se podían ver las Lágrimas de Selûne en el cielo límpido. El mar se extendía negro, veteado por las anaranjadas luces de los farolillos que los barcos de pesca llevaban a bordo. La cálida brisa del mar traía el aroma a salitre de la marea baja.
Habías pasado el día en el estuario con la cuadrilla, pescando y escarbando en la falda de los arrecifes, expulsando a puntapiés a los cangrejos más atrevidos, mirando y tentando las húmedas rocas con barbadas de algas caídas, en busca de las ásperas colonias de crustáceos y de moluscos. A última hora de la tarde habíais vendido la captura en el Mercado Semanal, y como había sido un buen día de pesca, os habíais tomado algo en El Rompeolas hasta bien entrada la media noche. La comidilla del día era que una cofradía local de marineros había intentado reclamar una isla cercana de importancia estratégica, pero no habían podido desembarcar en la isla debido a la amenaza de una horda de muertos vivientes.
Umari, la semiorca, había insistido en acompañarte al Templo de Valkur.
—Es tarde —había zanjado, achispada, depositando en tu hombro una mano endurecida por el salitre, llena de marcas de las redes y los sedales—, y quiero asegurarme de que no te pase nada de camino a casa.
Las sombrías calles de Marjal Salino podían ser peligrosas de noche.
Al llegar al templo te encontraste a sus puertas, dubitativo, a un joven pescador del pueblo que se llamaba Rewan. A aquellas altas horas de la madrugada estaba cerrado, por supuesto, y tus padres adoptivos dormían. El muchacho giró sobre sus talones y se dispuso a marcharse, dándose por vencido. No parecía haberos visto ni a Umari ni a ti.
Oona había pasado el día un poco aburrida. La jornada de trabajo había sido como siempre, a pesar de que un cangrejo se había colgado de su oreja dejándole un buen moratón. Esos bichos podían llegar a ser muy molestos cuando intentabas arrancarlos de sus piedras y arrecifes para meterlos en la red. Debido a su piel azulada, su oreja derecha tenía en el lóbulo una tonalidad rosada a juego con las escamas de Gary, que descansaba sobre su cabeza como una estrella de mar tirada sobre una roca. Durante la subasta tampoco había pasado nada interesante: los gritos eran los mismos, los precios iguales, las protestas y berrinches de los marineros en contraste con la asertividad de los compradores. Ni siquiera habían pescado algo más grande de lo habitual, cosa que solía animar mucho a los pescadores, como si en lugar de una lubina hubiesen pescado un tiburón -eso sí habría sido interesante-. Tampoco se había ahogado nadie, ni nadie había pescado más de la cuenta.
Lo único que llamó su atención un momento fue la noticia de los marineros expulsados de un islote lleno de muertos vivientes, pero ¿a quién le podía preguntar por eso? Y de todos modos, ¿qué podía hacer, nadar hasta allí a ver si era verdad?
Mientras bebía de la jarra de cerveza junto a sus compañeras y Vorli tiraba la caña a todo el que quisiera acercarse a ellas, Oona se preguntaba por qué seguía en Marjal cuando nada la ataba allí realmente. Gary lamía la espuma del borde de la jarra y miraba a Oona de tanto en tanto, sintiendo la angustia de su ama, que se sumía otra vez en esos negros sentimientos causados por el cruel abandono de un alfeñique que había jugado con su corazón sensible. Quizá era su familiar el único que la conocía de verdad y sabía que la genasí era un ser sintiente, a pesar de la frialdad que mostraba siempre, y por eso sabía que Oona estaba sumida en la tristeza debido al abandono. De todos modos, el familiar ni podía darle consejos, ni conocía los sentimientos humanos, ni sabía cómo ayudarla. Solo podía esperar a que se le pasara y soportar estoicamente esas emociones que se le desbordaban a la genasí cómo el agua de una red cuando se alzaba del agua tras una captura.
Oona regresó a casa con Umari en silencio. Gary había bebido demasiado e iba colgado del brazo de la semiorca, con las alas desplegadas colgando por los lados como una cortina y haciendo ruidos extraños. Oona en cambio no había probado más que un trago y volvió a pensar que a lo mejor era el momento de marcharse de Marjal para que el dolor dejara de entumecerla cada vez que se despertaba por la mañana.
De modo que la presencia de Rewan, que normalmente era una molestia menor o le resultaba indiferente, ahora le causaba una picazón irritante. Furiosa, habría sido el término si Oona hubiese sido capaz de expresar alguna emoción. En lugar de eso, se acercó hasta el chico y lo enfrentó.
-¿Qué haces aquí a estas horas? -espetó, en su línea de siempre.
Motivo: Sigilo
Tirada: 1d20
Resultado: 12(+8)=20 [12]
El mucho no te oyó llegar, y dio un brinco en el sitio cuando lo espetaste de forma tan abrupta.
—¡Ah!
Cuando se dio cuenta de que eras tú se llevó una mano al pecho, como si así fuera a controlar los latidos de su desaforado corazón, y soltó un sonoro bufido.
—Menudo susto me has dado.
Se pasó una mano por la cara en un gesto de cansancio.
—Sé que es muy tarde. Quería entrar al templo para poner una vela y rezar una plegaria a... —abrió la boca y observó como si viera por primera vez la cara de malos amigos que tenías. Miró al suelo —. No importa. Puedo rezar en mi casa...
Se metió las manos en los bolsillos, sin mirarte.
—...Y encender la vela mañana. Siento haberte molestado. Ha sido una tontería venir.
Se rascó la coronilla y sonrió forzada y fugazmente.
—Venga, nos vemos.
Oona alzó una ceja, extrañada. Sí que eran horas intempestivas para venir al templo a encender una vela y rezar una plegaria a quién fuese. Gary saltó del brazo de Umari para trepar por la pierna de la genasí, transmitiéndole sentimientos de empatía hacia el muchacho. A veces, en mitad de la noche, es cuando los pensamientos se desbordaban y uno necesitaba desahogarse, porque era cuando más solo se podía sentir alguien. Oona no entendía de horarios, sin embargo, lo mismo podía estar triste de buena mañana que al mediodía, pero no era dificil suponer que el chico había sentido una urgencia espiritual que lo había hecho ir hasta el templo a esas horas.
-Está bien, Rewan, puedes entrar si quieres -dijo Oona, intentando ser algo más amable. Gary gorjeó y movió la cabeza afirmativamente-. Vamos, te abriré la puerta. Buenas noches, Umari. Gracias por acompañarme.
Sacó la llave de la puerta trasera, la que ella usaba para entrar y salir de las dependencias de sus padres y las celdas de los demás acólitos, y permitió que Rewan entrase para poner todas las velas que quisiera.
—Gracias por tu paciencia, Oona. Solo me llevará un momento.
La fachada del Templo de Valkur estaba enmarcada por altas columnas de madera férrea que recordaban a los mástiles de un barco, y estaba adornada con velas de colores vibrantes que ondeaban y aleteaban día y noche, en un susurro interminable o una cacofonía atronadora según como soplara el viento. La barandilla que rodeaba las escaleras que conducían a las puertas principales tenía numerosas manchas de salitre. Tu padre adoptivo había pintado en ellas el símbolo de Valkur: unas nubes oscuras con tres relámpagos cayendo desde ellas.
Umari se despidió con un gesto de la mano y guiaste al pescador por el costado del templo hasta la puerta trasera, cerrándola con llave detrás de ti. Te apoyaste en la jamba y observaste a Rewan recorrer el interior del santuario que recordaba a la bodega de un barco. Estaba construido íntegramente en madera y había grandes mirillas circulares donde normalmente estarían las ventanas. Tus padres habían tendido hamacas entre los pilares para que cualquier marinero cansado pudiera echarse un sueñecito durante el horario de apertura del templo. También permitían que los barcos dejaran allí parte de su cargamento a cambio de una limosna para el templo, de modo que había grandes cajas de carga, cabos de soba y toneles de brea de calafatear amontonados a lo largo de las paredes. Olía a pescado, aceite, alquitrán y sal.
Esperaste casi con impaciencia a que Rewan diera rienda suelta a su urgencia espiritual. Siendo consciente de que estaba haciéndote esperar, el joven se apresuró. Encendió una vela, se arrodilló frente al altar y recitó una plegaria apresurada. Hizo una última genuflexión en dirección al símbolo sagrado de Valkur y se dirigió hacia ti.
—Nos la encontramos en nuestra red —te soltó de golpe, en un murmullo, sin atreverse a mirarte—. Una mujer. Joven, hermosa. Estaba muerta. Ember dice que nadó hasta la extenuación y que se ahogó cuando le fallaron las fuerzas. Que manera más horrible de morir.
El pescador se frotó los brazos, como si de pronto le hubiera dado frío.
—Ember también dijo que tenía marcas de haber estado maniatada —dijo bajando aún más el tono de voz—. Piensa que murió tratando de escapar de un barco esclavista.
Rewan se masajeó las sienes.
—No sé si voy a poder pegar ojo esta noche. Se me ha quedado grabada la cara de la muchacha y no hago más que darle vueltas a la cabeza. ¿Cómo se llamaba? ¿A qué se dedicaba? ¿A quién dedicó sus últimos pensamientos? ¿Tiene amigos o familia que la estén buscando? —suspiró—. Perdona. Estoy abusando de nuevo de tu tiempo y de tu paciencia. Gracias de nuevo por permitirme entrar al templo a estas horas y rezar por ella. Me he quedado más tranquilo.
Oona bostezó sin disimulo mientras Rewan rezaba sus plegarias, tenía ganas de meterse en la cama y no salir de ella ni siquiera para ir a trabajar. Gary se había quedado dormido en una de las hamacas, con una burbujita en una de sus fosas nasales, que se hacía más grande o más pequeña según su respiración. La genasí se quedó mirando la Iglesia como si fuese la primera vez que la veía. ¿Esa imagen de un ancla tallada en el extremo de la tabla siempre había estado ahí?
La voz del muchacho la sacó de su estado contemplativo, más que sus palabras, porque no escuchó nada de lo que decía. Hasta que "barco esclavista" no quedó flotando en el silencio del templo, Oona no prestó atención a lo que estaba diciendo y tuvo que recrear sus palabras anteriores para sacarle sentido a la frase. ¿Ember? Ah, el mediano. ¿Su red? Ajá, cuando estaban faenando aquella noche. Marcas de ataduras, ahogada, extenuada por haber intentado salvar su vida. Cada nueva revelación le revolvía el estómago, de modo que las cuitas finales de Rewan le pasaron totalmente inadvertidas. Oona estaba demasiado furiosa para pensar en dormir, la burbujita de la nariz de Gary explotó cuando la perturbación de su dueña lo despertó. Bostezó y voló hasta ella.
-Bien, antes de irte, ¿dónde habéis llevado el cuerpo? -¿Por qué ella no se había enterado de algo tan importante? - ¿Está Fireborn al tanto? No se puede hacer nada por ella, pero puede haber otros en su situación, de modo que lamentarse ahora no sirve nada. ¿Dónde anda Ember?
Rewan pareció un poco aturullado por tu repentino interés.
—Lo llevamos a la garita de la guardia, en el astillero, donde se registran los barcos que llegan a la ciudad. Una pareja de guardas se encargaron de llevarla a los cuarteles. Fireborn se enterará, como muy tarde, mañana por la mañana. Si es que no está de guardia hoy.
Se rascó la frente en un gesto pensativo.
—No sé dónde estará Ember. Dijo que iba a sacar a pasear a Compadre1, pero no dónde. ¿Por qué lo preguntas?
Puedes hacer una tirada de Inteligencia para aventurar dónde ha podido ir Ember.
1: Compadre es el perro de Ember, un mastín más grande que él. Literalmente.
Quizá se había precipitado al hacerle las preguntas a Rewan, él no era el indicado para saber estas cosas, y era demasiado curioso. Además encontrar muerta a una chica joven podía haberle impresionado como a ella le impresionó en su momento. Debía entender también que él era humano y no podía respirar bajo el agua, pero Oona sí, así que la genasí no sabía lo angustioso que eso podía resultar para una persona. Había rescatado a mucha gente del agua y a decir verdad hubiese preferido salvar a esa chica que pelearse por un puñetero cangrejo.
Estaba haciendo el imbécil en Marjal Salino, lamentándose por la marcha del estúpido Eved; ojalá se ahogase. Gary resopló, estresado por el batiburrillo de emociones de Oona.
-Si se ha llevado a Comprade habrá ido a... -Las Redes Vacías. Es el único lugar dónde podía intentar averiguar algo tan turbio como unos esclavos fugados. ¿Y si había sido un naufragio? ¿Y si el barco había caído en alta mar? Tenían que averiguar todo eso-. Deberías descansar, Rewan. Quédate si quieres aquí, si te sientes más seguro y tranquilo.
Dicho aquello fue hacia su habitación, se cambió de ropa y se puso la armadura, cogió el estoque, los guantes y su mochila. Primero iría a ver a la guardia, necesitaba echar un vistazo al cadáver para determinar que había sucedido. Pero si Ember se había llevado al perro a la taberna es que estaba convencido de que la muchacha era una esclava. Tendría que reunirse con él lo más pronto posible.
Motivo: Int
Tirada: 1d20
Resultado: 15(+4)=19 [15]
Quiero activar Hilo cambiante para ponerme el traje de Guardia de Marjal, pero solo si Rewan no me está mirando (y asumo que me seguirá, como buen zagal curioso que es)
Te despediste de Rewan, despachándolo precipitadamente, y te dirigiste a tus aposentos. Te ataviaste con tus ropajes de hilo ilusorio y saliste a las oscuras calles de Marjal Salino luciendo el uniforme de la guardia. Recorriste la calle hasta desembocar en el delta del río del Martín Pescador, el corazón de Marjal Salino. Pasaste al lado el sólido edificio de piedra de la Sala del Consejo y la plaza del Mercado Semanal, por la que sopló la cálida brisa del mar que traía el aroma a salitre de la marea baja, y te dirigiste hacia el norte.
Los cuarteles de la guardia estaban construidos en piedra y se levantaban sobre una colina. Los guardias te saludaron con familiaridad, y cuando les dijiste el motivo de tu llegada te dirigieron directamente al despacho de Eliander Fireborn. Al parecer, estaba despierto.
—No ha pasado ni una hora desde que tenemos noticias de que los esclavistas están actuando de nuevo en Marjal Salino y aquí te tengo, cuadrada en mi despacho esperando órdenes —dijo Eliander, arrojando un montón de papeles sobre el escritorio—. No podía pedir una soldado más eficiente y valerosa que tú.
Eliander se quitó los quevedos que utilizaba para leer y los depositó cuidadosamente en su escritorio. Se levantó, cogió su muleta y cojeó por la habitación con su pata de palo hasta situarse delante de ti. Se recostó en el escritorio, se cruzó de brazos y soltó un suspiro.
—No estamos en guerra, soldado. Eso es bueno, en su basta mayoría. Pero también significa que no puedo hacer lo que para ti y para mí es imperativo hacer. Me debo a la política en la que me he visto atrapado.
Expresó su parecer en un suspiro.
—Debo esperar a mañana para convocar una reunión e informar al Consejo de lo acaecido esta noche y sus, para ti y para mí, obvias repercusiones sobre la población de Marjal Salino.
Se mesó el poblado e impresionante mostacho.
—No te quepa duda de que voy a llegar hasta el fondo de esto —dijo, agitando un dedo en el aire—, y necesito algo de ti aunque ya no estés a mis órdenes. Pídele a tu padre que prepare un hechizo para hablar con los muertos. Quiero contar con la declaración póstuma de esa mujer para presentar pruebas concluyentes al Consejo de la gravedad de la situación.
Te miró intensamente.
—Pero sobre todo quiero que te prestes voluntaria a una investigación ulterior. Si haces eso por mí, Oona, te estaré personalmente agradecido. Quiero contar contigo. Eres valiosa para la Corona de Tethyr, pero sobre todo, para mí.
Así que los esclavistas estaban actuando.
Oona no cambió el gesto, pero rebulló inquieta y malhumorada. No le gustaban los esclavistas y cuando no le gustaba, se ponía de muy humor, especialmente si el tema a tratar era ese. El pobre Gary estaba exhausto, solo quería dormir agusto y calentito en su nido, de modo que cabeceaba sobre el hombro de la genasí, a punto de escurrirse por su brazo y quedarse dormido en el suelo del despacho de Fireborn. Oona lo reprendió y el dragoncito se despejó sacudiendo la cabeza.
Siguió escuchando a Fireborn y recibió su halago -ella lo consideraba así- con orgullo. Sus palabras llegaban muy hondo en el corazón de la genasí, saberse apreciada y valiosa para alguien era extremadamente importante. De modo que la vehemencia de Fireborn la impulsaba no solo a obedecer, sino a actuar con diligencia y efectividad.
-Solo tiene que decirme lo que necesita que haga, capitán, y se hará -aquella declaración era la más apasionada que Oona iba a hacer jamás-. Tendrá el conjuro que solicita mañana por la mañana, antes de su reunión con el Consejo. Así que dígame, ¿qué debo hacer, señor?
Eliander no contestó inmediatamente.
—Hay alguien...
Se mesó el impresionante bigote en un gesto meditabundo.
—Que se sentirá tan iracundo como tú en el devenir de los acontecimientos. Pero sus métodos son diferentes a los tuyos. Él no se presentaría ante mí aguardando instrucciones. Él actuaría por su cuenta, y creo que sabes a quién me refiero.
El nombre de Ember flotaba en el aire.
—Es un buen soldado también, a su manera. Estoy seguro de que habrá iniciado la investigación por su cuenta, los Dioses saben dónde. Tú eres más inteligente. Que él, que yo, que todos. Cuida de él. Mantenlo vivo y reportadme todo lo que hayáis descubierto al alba, antes de que comience el Consejo.
-Por supuesto, señor. Así se hará -decidió Oona al instante. No es que le gustase mucho hacer de niñera de Ember, pero como bien había dicho Fireborn, estaba tan implicado como ella en aquel asunto y el mediano era demasiado apasionado, lo que lo hacía poco sigiloso y bastante menos sútil que, por ejemplo, ella misma.
Además, estaba más tranquila sabiendo que el capitán se lo había ordenado y, sobre todo, que estaba al tanto de la situación.
-Seguramente habrá ido a Las Redes Vacías. Quién me ha contado lo ocurrido es un chico de su barco, que son quiénes han encontrado a la víctima. El chico me ha dicho que se ha llevado a Compadre. Veré qué es lo que está suciendo. Capitán, ¿puede decirme qué más sabe usted sobre esto?
El capitán de la guardia se mesó el impresionante mostacho.
—Las Redes Vacías, ¡por supuesto! ¿cómo no he pensado en ello antes? —meditó al capitán de la guardia—. Si es así, se encuentra en peligro. No es el sitio en el que me gustaría meter a uno de mis soldados.
»Poco más, aparte de que esto es la prueba fehaciente de que este sitio necesita más mano dura —admitió en referencia a tu pregunta—. Pensaba comenzar la investigación mañana, interrogando a la muchacha con la ayuda de tu padre. Es la pista más fiable que tenemos. Hasta entonces, solo podemos esperar a que Ember consiga algo de utilidad revolviendo entre la basura.
-Sacaré a Ember de allí y trataremos de averiguar algo que sea de utilidad para el Consejo de mañana, señor -aceptó Oona. No sabía mucho más que ella, solo que el cadáver era prueba de que seguían opertando los esclavistas por la zona-. Le informaré de todo lo que encuentre. ¿Tiene tinta y pergamino?
El capitán le informó que estaba detrás de su escritorio y Oona fue a buscarlo. Escribió a su padre informándole que habían encontrado un cuerpo que podía ser de una esclava que había muerto mientras escapaba y que el capitán requería de un conjuro para hablar con los muertos. Se despidió con un afectuoso abrazo, firmó y esperó a que se secara la tinta. Se cuadró ante Fireborn y cuando el capitán le dio permiso para salir, abandonó el despacho con paso firme, no si antes lanzar una última mirada intensa hacia aquel hombre que tanto la valoraba y confiaba en ella.
Una vez en la calle, cogió a Gary con las manos para bajarlo al suelo. Enrrolló el pergamino, derritió un poco de cera y le puso su sello. Se lo entregó al familiar.
-Por favor, Gary, vuela hasta el templo y entrégale este mensaje a papá -le dijo. El dragoncito cogió el pergamino con sus manitas y sacudió las alas para alzar el vuelo hasta quedar a la altura del rostro de la genasí-. Ten cuidado, ¿vale? Reúnete conmigo cuando hayas terminado, por favor, en la esquina de Las Redes Vacías.
A las Redes Vacías.