Era una noche tranquila de verano, y una docena de botes pesqueros empezaba a recoger las redes. Tú te afanabas en uno de ellos cuando uno de tus admiradores, un zagal llamado Rewan, te presionó para que contaras de nuevo la historia de cómo atrapaste al contrabandista llamado Berothio Leofheard.
—Si escucho esa historia una vez más, voy a ponerme a llorar —dijo Fink meneando la cabeza.
—¿Es que no te sabes ninguna historia nueva? —preguntó Wyllam, suspirando sonoramente.
—Por eso te asentaste aquí en Marjal Salino, ¿no? —preguntó Rewan, el único a bordo interesado en tus historias—. Emprendes una aventura completamente nueva ¿verdad?
—¿Dejarse bigote? —inquirió Fink, escudriñando inquisitivamente la pelusilla que crecía bajo tu nariz.
—No. Más grande —replicó el zagal en tono ofendido.
—¿Barba? —preguntó de nuevo Fink, inspeccionando esta vez los pelillos que nacían de tu mentón.
Wyllam se echó a reír y Fink no pudo evitar curvar sus labios en una sonrisa.
¡Bienvenido a la partida! Vamos a empezar a calentar motores mientras tus compañeros terminan sus PJ.
Colibrí trabajaba en silencio normalmente. Aunque era un bebedor empedernido y había quien diría que un alborotador, el solaza que encontraba en la pesca y su rutina le hacía entrar en un estado de tranquilidad que a veces incluso echaba de menos. Conocía bien a los muchachos con los que trabajaba, Wyllam el eterno pesimista, Fink el listillo y por último pero no menos molesto, Rewan el preguntón, que nunca tenía suficiente con oír las historias una sola vez.
Se había quitado el cinto para trabajar, y sus pequeños sables colgaban de una pica cerca del montón de redes; casi agradecía no tenerlos encima, porque podría haber cedido a la tentación de haber pinchado el trasero a al menos dos de los tres chicos. Eran pescadores, gente sencilla que no se las habían visto cara a cara con los piratas de las Nelanther, y como tal hablaban de cosas serias de manera desenfadada.
- Fink, la mayor aventura que has vivido en tu vida es afeitarte por las mañanas y creo que para eso aún usas un palo, porque ni te sale barba... En cuanto a ti, Wyllam, no reconocerías una aventura ni aunque te raptaran los piratas... Así que menos risas, grumete de agua dulce.
Aventuras... cosas molestas que interrumpen el desayuno y le dejan a uno comiendo frío y con poca bebida a mano, ¿quién las necesita? Mi mayor aventura a hora mismo, Rewan, es tratar con una sarta de botarates como vosotros a diario, ¡a mí me parece bastante arriesgado! -
El enjuto halfling era un tipo malhumorado de normal; su humor mejoraba después de un par de jarras, pero esas no las conseguiría hasta que no acabara la jornada. Se pasó su apagada pipa de espuma de par por los labios mientras murmuraba algún improperio por lo bajo. No la había encendido aún, placer que dejaba para cuando acabara el asunto de las redes.
—¡Eh, eh, eh! ¡Tranquilo, lobo de mar! —dijo Wyllam, alzando las manos como si le estuvieras apuntando con uno de tus sables.
—¡Buf, el burro hablando de orejas! Aguantarte a ti es peor que aguantar a mi parienta. ¡Y ya es decir! —respondió Fink.
Rewan gruñó, no por el rumbo que había tomado la conversación, sino por el esfuerzo. El joven había empezado a tirar de la cuerda para recoger la red, imitando al resto de embarcaciones, pero no podía subirla. Señaló el segundo cabo.
—¿Podríais echarme una mano aquí? ¡Esto pesa un montón, debemos de tener la red llena!
Os levantasteis de vuestros asientos y comenzasteis a halar al unísono, dos de cada una de las cuerdas. Tras unos cuantos briosos tirones, la red emergió de las aguas. La titilante luz de los farolillos que llevabais a bordo os permitió ver que estaba, efectivamente, llena. Mas cuando la abristeis para comprobar la captura, derramando peces que aleteaban sobre la cubierta del barco, visteis que habías atrapado algo más: un cadáver.
Tus compañeros se quedaron en silencio, contemplando el cuerpo de la mujer ahogada. Estaba vestida únicamente con una camisa de arpillera.
Wyllam hizo un gesto apotropaico, que imitaron Fink y Rewan.
Con la pipa entre los labios aún, tiró con fuerza de las redes que pesaban como si la carga hoy fuera excepcional. Colibrí era un tipo fuerte para su tamaño, al menos tanto como lo podían ser sus compañeros de bote.
Los esfuerzos del cuarteto descubrieron algo que nadie quiere encontrar: Un cadáver. Ember se guardó la pipa en el cinto mientras hacía el gesto apropiado contra el mal fario (todos los marinos son supersticiosos), tras lo cual se acercó a una de las lonas impermeables apiladas, tomando una. Se arrodilló al lado de la fallecida y murmuró una oración por su alma.
- Que tu viaje te lleve a la otra orilla, pequeña. Valkur te guarde. -
Procedió a tapar a la chica de manera ceremonial ,momentos en los que observó si había algo extraño en su cuerpo o si había muerto realmente ahogada. Seguidamente se puso en pie mirando a sus compañeros.
- Hemos acabado la pesca por hoy, hay que avisar a Eliander Fireborn tan pronto como lleguemos al puerto. Querrá sabe sobre esto. En marcha. -
Guiado por un instinto indefinido, Colibrí se acercó al gancho donde colgaban sus sables, los cuales ajustó al cinto. Tras ello, puso rumbo de vuelta a Marjal Salino.
Motivo: Percepción
Tirada: 1d20
Resultado: 2(+8)=10 [2]
Motivo: Sanar
Tirada: 1d20
Resultado: 19(+6)=25 [19]
Percepción: 10 // Sanar: 25
Antes de echar una lona sobre el cuerpo de la mujer, en un gesto pudoroso, comprobaste que no había signos de violencia. Parecía que, realmente, había nadado hasta la extenuación y se había ahogado. Pero también te percataste de algo más: tenía marcas de abrasión en las muñecas y en los tobillos, como aquellas que haría una cuerda. Por último notaste que la camisa de arpillera era demasiado grande como para ser suya. Tras musitar una sencilla plegaria a Valkur por su alma, sugeriste a Wyllam que dierais la noche por terminada. El patrón del Mathilda asintió con gravedad.
—Será lo mejor —gruñó—. Fink, avisa al resto de resto de barcos que tenemos que irnos por una emergencia ¿quieres?
El marinero barbilampiño se fue a proa con el farol tapado y movió velozmente el obturador del farol, emitiendo varios parpadeos rápidos de luz visibles en la oscura extensión de mar. LARGO-LARGO-CORTO-CORTO. Una rápida ráfaga de luz procedió del resto de embarcaciones, informando de que habían recibido el mensaje.
Era una noche en calma, y no soplaba un viento suficiente como para hinchar las velas, de modo que tuvisteis que remar de vuelta a Marjal Salino. Atrás habían quedado las bromas y las puyas. Tras vuestra macabra captura, había caído un silencio denso y sombrío sobre vuestra embarcación, solo roto por el rítmico chapotear de los remos en el agua.
Media hora después, empapados de sudor, llegasteis al fondeadero con la marea alta. Rewan saltó sobre el muelle y amarró el Mathilda a uno de los postes de madera. Entre Fink y tú levantasteis el frío cadáver de la muchacha envuelto con la lona y se lo pasasteis al zagal, que lo depositó con cuidado en el embarcadero.
—Yo me encargaré del pescado —dijo Wyllan—. Vosotros llevadla a la garita del puerto, ellos se encargarán. Nos vemos mañana, chicos. Qué paséis... buena noche. Si podéis.
Por motivos prácticos evidentes, fueron Rewan y Fink los que cargaron el cadáver envuelto sobre sus hombros. Tú los guiabas en la oscuridad del muelle, por delante de varios almacenes que bordeaban el puerto, hacia la luz de las antorchas que brillaban sobre la pequeña garita de la guardia. Era un edificio pequeño de piedra, cuadrado, donde se suponía que los barcos que llegaban a la ciudad tenían que registrarse. Desde la ventana, un oficial marjasalino de rostro anguloso te dedicó un cabeceo de reconocimiento y después os siguió con la mirada mientras os acercabais, dedicando una ojeada inquieta al fardo que Fink y Rewan llevaban a hombros.
—Mierda —dijo el guardia cuando los marineros dejaron su carga en el suelo y abrieron la lona para descubrirlo. Aquello suponía el fin de una noche que el oficial esperaba tranquila—. ¿Dónde la habéis encontrado, Colibrí?
De regalo, el avatar de tu personaje con un marco dorado y un fondo, para que no parezca que se ha hecho una foto en el Plano Astral. También lo he retocado ligeramente para que aparezca más nítido.
Colibrí avanzaba a buen paso sosteniendo la antorcha con la que alumbraba el camino a sus compañeros de camino al puesto de guardia. Sólo el que estos últimos iban cargados con el peso del cuerpo hacía que pudiera encabezar la marcha, ya que de otra manera le hubieran dejado atrás. Las piernas cortas eran una lata.
Cuando el guardia salió a su encuentro, Colibrí alzó la antorcha para alumbrar el fardo que descansaba en el suelo sabiendo que les había aguado lo que podría haber sido una noche tranquila a los componentes de la guardia.
- Hola Randall, yo también me alegro de verte. Venimos de la zona de pesca, es allí donde nuestras redes sacaron a la superficie a esta pobre mujer. Parece que se ahogó cuando las fuerzas para nadar le abandonaron, por su aspecto.
Aunque su aspecto también me dice que había estado maniatada un tiempo y vestía una arpillera que no era de su talla. No me sorprendería que hubiera intentado escapar de un barco esclavista. -
Su historia no era mala, pero hacía algunas aguas. Los esclavistas usaban métodos más expeditivos que una cuerda para asegurar a sus esclavos, y que estuviera tan cerca de la costa querría decir que bien no venía de mar adentro, o que el barco del que provenía estaba cerca. Si hubiera pasado en alta mar el cuerpo estaría en mucho peor estado. Aunque esas cosas las cavilaba para sus adentros, pensado que eran cosas que eran competencia del capitán de la guardia de Marjal Salino, Eliander Fireborn.
¡Ya llegué del Plano Astral! Muchas gracias :)
El guardia se agachó sobre el cadáver de la mujer para comprobar los datos que acababas de darle. Torció el gesto y bufó.
—Malditos esclavistas... —gruñó, dando por buena tu teoría. Miró en dirección a la garita para gritarle a su compañero:—. ¡Gannon! Cierra el puesto y ven aquí. ¡Tenemos que cargar un fiambre a los cuarteles!
Se escuchó una colorida maldición desde el interior del edificio. Randall lanzó un hondo suspiro y se levantó.
—Gracias por traerla aquí, ya nos ocupamos nosotros —resolvió el agente de la guardia.
—De nada —respondió Rewan.
—Qué menos, pobre mujer —masculló contrito Fink.
El segundo guardia salió de la garita en ese momento, cerró la puerta con una gran llave de bronce y ayudó a su compañero a cargar con el peso muerto. Rewan se frotó los brazos.
—¿Y qué vais a hacer ahora? —preguntó el joven.
—Yo iré a emborracharme a El Rompeolas —declaró Fink—, o no voy a pegar ojo en toda la noche.
—Yo... creo que iré al Templo de Valkur a presentar mis respetos y rezar una oración —casi musitó Rewan—, y después trataré de dormir algo. ¿Y tú Colibrí, qué vas a hacer?
He marcado en el plano de la ciudad las localizaciones que pudieran interesar ahora mismo, aunque fuera remotamente, a Ember. Si tú tienes alguna otra idea, por supuesto, puedes plantearla.
Puedes hacer clic en el mapa para ampliarlo: es enorme.
Colibrí siguió a los guardias con la mirada mientras se iban cargando a la fallecida. Una vez se alejaron un tanto, los dos compañeros que le acompañaban declararon sus intenciones. Era algo tarde para el templo, si bien estaría abierto, y tenía la sensación de que beber no arreglaría nada sobre lo vivido, si bien estaba algo seco. Por último se decidió a un plan a caballo entre beber y hacer algo útil.
- Creo que iré a buscar a Compadre y daré un paseo. Descansad, mañana será otro día. -
Todo el que tenía cierta relación con Ember sabía quién era la montura en la que se solía mover. Un enorme perrazo que ejercía una protectora presencia sobre el pequeño halfling. Decidido a averiguar si había algún rumor digno de ser tenido en cuenta, Colibrí una vez hubo buscado a su fiel amigo canino, se dejó caer por Las Redes Vacías. Si algo escabroso era comentado, sería uno de los lugares donde más tiempo rondaría el rumor.
Bordeasteis la antigua mansión Oweland y os despedisteis de Rewan en la encrucijada. El muchacho se dirigió al templo de Valkur mientras Fink y tú caminasteis en silencio en dirección contraria. Dudabas de que Rewan hubiera ido allí únicamente a rezar una oración por la difunta; a decir verdad, siempre había sido más supersticioso que piadoso. Era más probable que el zagal buscara otro tipo de consuelo, pues en las últimas semanas no había dejado de hablar de Oona y de cómo algún día reuniría el valor para pedirle una cita. Tú, que conociste a la genasí en tu servicio en la marina de Tethyr, sabías que el chico no tenía la más mínima oportunidad. Pero no eras de los que se interesara en asuntos de faldas ajenas, y lo habías dejado correr.
Doblasteis la calle y desembocasteis en el delta del río del Martín Pescador, el corazón de Marjal Salino. Pasasteis al lado el sólido edificio de piedra de la Sala del Consejo y la plaza del Mercado Semanal, por la que sopló la cálida brisa del mar que traía el aroma a salitre de la marea baja. Fink se despidió de ti con un cabeceo y se dirigió al Rompeolas para que el alcohol le hiciera olvidar lo que acababais de ver. Tú continuaste hacia tu hogar, cruzando el puente de la Aleta de Tiburón, llamado así por sus peculiares pilares triangulares, y bordeando la costa por el acantilado.
Tu casa era muy humilde, pero tampoco podrías haberte pagado algo mejor con el sueldo de un pescador. Se trataba de un edificio de madera de tres plantas de aspecto destartalado e insalubre, en las que se apiñaban una docena de familias. Compadre te escuchó llegar, o quizá te oliera, y para cuando llegaste a la puerta estaba lloriqueando y raspando la madera con sus patas.
—¡Ya está otra vez ladrando ese chucho asqueroso! —escuchaste quejarse desde su casa, con su característico vozarrón a tu vecina, la señora Rose.
En cuanto abriste la puerta Compadre saltó sobre ti, tirándote a suelo y colmándote de lametones con su áspera lengua. Tras lograr salir de debajo del inmenso corpachón del mastín, volviste a cerrar la puerta y deshiciste el camino que acababas. Compadre te seguía, olisqueándolo todo y marcando su territorio con orín de tanto en cuanto.
Te dirigías a Las Redes Vacías. Estabas seguro de que si alguien sabía algo sobre esclavistas volviendo a las andadas, estaría en aquel antro de mala muerte, refugio de piratas y contrabandistas.
Motivo: Saber (Local)
Tirada: 1d20
Resultado: 16(+1)=17 [16]
La puerta se abrió de golpe y un marinero salió volando de la taberna para aterrizar en un charco de lodo. En el umbral estaba la enorme e imponente figura del posadero, Kreb Shenker, frotándose las manos en un ademán que decía: ya he sacado la basura.
—Y no vuelvas —gruñó. Exhaló una calada de su puro y entonces reparó en que estabas allí, dirigiéndote una sola palabra—. ¿Grog?
Aguardó tu respuesta antes de dirigirse a la barra para servirte un trago. La estridente música, las risas, los gritos y la algarabía se oían desde fuera. Lo primero que viste al asomarte al umbral de la puerta fue una daga volando de un lado a otro de la habitación para clavarse en una diana. La propietaria de esa daga era la actual campeona en el peligroso deporte cuando se mezclaba con el alcohol que se practicaba en Las Redes Vacías, una mujer llamada Jessie Ojoloco Brooks.
El ambiente estaba muy cargado. El humo de los pebeteros que iluminaban la taberna se unía al que desprendían el tabaco de las pipas y los cigarros. Olía a sudor, a perfume barato y a alcohol aún más barato. En una mesa Barney, el trampero, contaba la misma historia de siempre. Bitsy, una desdichada trasga, correteaba entre las mesas tratando de vender vornduir a los clientes y ganarse unas monedas con las que financiar su propia adicción. Edilane, la jovencísima cocinera de Las Redes Vacías, servía un plato de un aspecto delicioso para un antro tan inmundo; esquivaba las manos largas de los marineros como podía, y le soltó un bofetón a un semiorco que tentó su trasero a través de la falda. Rikken, el mendigo local, pedía unas moneditas a todo el mundo para tener lo suficiente como para pagarse una jarra de grog.
Saber (Local) te proporciona información adicional sobre Las Redes Vacías:
Las Redes Vacías era originalmente era una casa vieja, abandonada y rehabilitada muchos años después en una taberna por un hacendoso gnomo de cuyo nombre no te acuerdas. Sí que recuerdas que le costó mucho administrar el negocio en un barrio tan sórdido como aquel y, después de una serie de robos, vendió la taberna a su actual propietario, Kreb Shenker. Las circunstancias de esta adquisición habían sido objeto de cierto escrutinio por parte de la guardia debido a la desaparición del anterior propietario, pero la mayoría de la ciudad lo había olvidado ya. A nadie le importaba demasiado y el gnomo no tenía familia ni amigos que presionaran para seguir con la investigación.
Bajo la regencia de Kreb la taberna se había ampliado, agregando una cocina, un almacén, una terraza y un pequeño reservado. De dónde obtuvo el dinero Kreb es un misterio, pero has oído rumores sobre que Gellan Primewater, el hombre más rico del pueblo y miembro del Consejo, es el misterioso benefactor, ya que suele alquilar la habitación lateral para sus asuntos privados.
Compadre estornudó y zangoloteó enérgicamente la cabeza haciendo sonar sus orejas. Te dirigió un ladrido inquisitivo antes de sentarse y mirar ociosamente en derredor, jadeando con la lengua fuera.
Tras emprender el camino a casa y despedirse de sus compañeros de pesca, una idea que siempre le venía a mente rondó otra vez por ella. Tardaría menos en atravesar el canal a nado que usar el puente para llegar a casa, pero la desestimó como siempre. Andar chapoteando el resto del camino no era plato de buen gusto.
Al llegar a su hogar saludó a Compadre y tras llenarse los bolsillos con alguna de sus galletas, que horneaba él mismo con una mezcla de harina, pescado molido y vísceras secas, salió a dar ese paseo que todo can necesitaba forzosamente para evacuar sus necesidades. Colibrí torció el gesto cuando oyó a la vieja cotilla al salir.
- ¡Si estuviera dormida en vez de estar escuchando tras la puerta ni se enteraría, señora Rose! ¡Métase en la cama de una vez! -
Satisfecho y silbando una tonadilla se acercó a Las Redes Vacías. Había cogido algunas cosas de su casa, si bien no se había puesto la armadura. Aunque la taberna era un lugar peligroso a su manera, un parroquiano que se presentara así llamaría la atención más de lo debido.
Ya en la entrada echó un somero vistazo al marinero que había dado con sus huesos en el suelo, tratando de identificarle, pero cuando Kreb Shenker le interpeló, contestó en tono rasposo. - Grog. - Mientras inclinaba la cabeza y se dirigía a una mesa para instalarse desde un lugar desde donde pudiera oír lo que se comentaba en la taberna.
A pesar de los olores de la taberna, Compadre sólo arrugó la nariz un tanto. El mastín de guerra estaba acostumbrado a olores peores como las tripas y heces de los que se defecaban o eran eviscerados en batalla, así que que aceptaba el ambiente de la taberna con resignación, sabiendo que pronto algo le caería para picotear. Cuando le llevaron la bebida, pidió un par de cuencos de estofado que tan buena pinta tenían desde su posición, uno para él y otro para Compadre. También pidió una jarra de grog para Rikken a entregar tras una señal suya, y le hizo un gesto para que se acercara. Un mendigo pasaba inadvertido como si fuera parte del mobiliario, y la gente a veces comentaba cosas delante de él si darse cuenta.
- Salud Rikken, te he pedido una jarra. Pero antes me tienes que contar que se cuece por aquí esta noche. Luego podrás ir a bebértela a tu rincón al lado de la chimenea, ¿sí? - Había añadido un plato de estofado a la jarra de Rikken, al escuálido tipo le vendría bien algo que echarse al estómago.