Tras esta pequeña parada reanudáis el camino, con pequeños retrasos al tener que evitar túneles mas o menos inundados. Glenda apenas te dirige la mirada de cuando en cuando, como si estuviese segura de que puedes manejarte tu solo a la perfección y seguir su ritmo, aunque tampoco evita la mirada.
En el último tramo no queda más remedio que sumergirse entre el lodo y los demás desechos menos agradables para poder salir, aunque el soplo de viento fresco que te recibe bien ha valido la pena. Antes de partir, os laváis bien y te aplican mas ungüento para evitar infecciones.
Para salir de la isla no queda más remedio que atravesar el puente, por el que viene y vuelve gente de la ciudad. Muchas miradas se clavan en vosotros, pero al parecer no descubren el engaño y a medida que la ciudad se va alejando y no hay señales de persecución os vais relajando paulatinamente. Glenda no ha dado la menor señal de miedo o nerviosismo, a pesar de ser ella la que más tiene que perder si la atrapan.
Esa noche no os queda mas remedio que acampar sin haber comido, pues el pueblo más cercano todavía está a un par de horas y Glenda te prohíbe caminar en esta noche sin luna. Tampoco es que quisieses, te notas bastante febril y tu cuerpo anhela un buen reposo. Y así, arropados por el follaje de unas ramas, termináis el día, vuestro primer día como fugitivos.
FIN DE ESCENA