Al ver como Glenda lloraba, me entró angustia. No soportaba ponerla en ese estado, mas aún no poder hacer nada por ayudarla. Alargué una mano libre para ayudarla a limpiar esas lágrimas.
-Eh, venga... Que no es para tanto mujer...- No sabía como hacer esto. No se me da bien animar a la gente. No estoy acostumbrado a ello.Instintivamente la bese en la mejilla tratando de borrar los rastros de lágrimas. No me gustaba verla llorar. Me partía el alma.- No estoy tan gordo.
Por lo visto estaba en casa de aquel muchacho. No hay mal que por bien no venga... Hasta que toca pagar la cuenta.
-Vaya, que suerte la nuestra. Tengo que darle las gracias... Pero no se por que no me apetece moverme.- Comenté sonriendo a la mujer que tenía a mi lado.
Por un momento Glenda se detiene, como si hubiera dado cuenta por vez primera de lo cerca que estáis el uno del otro, a unos centímetros, tanto que casi podéis notar el aliento del otro...
Y entonces se inclina y pone sus labios sobre los tuyos. Lo has visto otras veces, en humanos, en furrys, pero nunca habías podido imaginar que se sentiría tan bien, tan cálido. El momento se alarga y sus labios no se separan, como si quisiera prolongar el momento cuanto fuera posible.
Estaba pensando en que esto no podía mejorar, estaba tumbado descansando, al lado de Glenda y por lo visto ella estaba cómoda conmigo. Y ahora esto...
Me deje llevar por la furry al principio, rodeándola en un abrazo de oso mientras respondía con timidez a los besos para poco a poco ir ganando confianza y ahondar y profundizar con los labios, buscando los de Glenda con ganas.
Me gusta esta sensación. Es cálida y sabe a bosque...
Entonces la cortina se descorre y el rostro del joven gato asoma por un lateral. Parece que su humor apenas ha mejorado desde la tarde, su rostro aún permanece fruncido.
-La cena está lista. No quiero tener que esperaros, daos prisa.
Desde atrás podéis oír la voz de su madre, regañándolo por no respetar vuestra intimidad y por sus formas, pero el no se inmuta. Suspira hondo y vuelve a correr la cortina.
Tras un último beso, Glenda se separa de ti, con un suspiro que denota su descontento. De todos modos sonríe.
-Sera mejor que comamos, sobre todo tu, tienes que recuperar las fuerzas. Además quiero preguntarle a Fiona varias cosas. Y la verdad es que huele de maravilla, ¿no crees?
Y es cierto. El olor que flota en el ambiente es suficiente para encender tu apetito. Glenda tampoco se queda atrás, su estomago suena y ella enrojece, mirando hacia otro lado.
No presté importancia al crío, y si no llega a ser por que Glenda se separó ni habría reparado en lo hambriento que estaba.
-Comer... Eh... Si, sería buena idea, si...- La verdad es que podría comerme un caballo, sin embargo me las ingenié para abrazar a Glenda una vez más, besándola en la frente y oliendo su fragancia.- Una idea estupenda...
Con un quejido me levanté y le tendí la mano para ayudarla a levantarse.
-Me apetece algo de comida casera. Espero que no molestemos mucho a nuestros anfitriones.
Os colocáis como podéis alrededor de una pequeña mesa que evidentemente estaba pensada para menos gente, justo al lado del fuego. Junto a Fiona hay otro cachorro, un poco más joven que su hermano, cuya inocente cara se ilumina al verte. Es de lejos mucho más guapo que su hermano, con un precioso pelaje amarillo tostado. También puede tener algo que ver conque su expresión sea alegre y no hostil.
-Estos son mis hijos, a Oscar ya lo conocéis -el gato negro refunfuña- y el es Kelvin. No esperemos a que esto se enfríe, comed y disfrutad.
La comida resulta ser una exquisita sopa de verduras, acompañada con unos pedazos de carne asada y grandes hogazas de pan de trigo recién horneadas. No es la más opulenta de las comidas que te hayas servido, peros sin duda es de las mejores que ha conocido este hogar. Solo echando un vistazo alrededor se puede ver que esta familia no nada precisamente en la abundancia. Habría que ver si realmente pueden permitirse esta comida normalmente.
Hay silencio durante un momento mientras se toman los primeros bocados con mucho apetito, pero el cachorro más joven, Kelvin, no tarda en preguntar.
-¿De donde venís? ¿Habéis venido por el mercado? -pregunta a toda velocidad- Tú eres un guerrero, ¿verdad? ¿Has luchado en alguna batalla? ¿Como es?
Se le nota claramente entusiasmado y no se deja arredrar por el suspiro de exasperación de su hermano ni por la ligera reprimenda de su madre por su falta de tacto.
Sonrío ante la insistencia del pequeñajo mientras me tapo la boca.
-Que joven mas insaciable...- Lentamente me limpio la boca y trago lo que estaba comiendo, dejando el cuenco de sopa medio vacío en el suelo, con cuidado de no derramarlo.- A ver... Por orden. Venimos de lejos, de una ciudad bastante lejana.- Le guiñé el ojo a Glenda.- Bueno, a mi señora se le antojaba hacer unas compras, y no soy quien para negarle nada.
Dejo escapar una pequeña risa ante la idea de cómo reaccionará mi compañera mientras sigo con las contestaciones.
-No soy guerrero.- Digo lentamente tanteando las palabras. No se mentir muy bien, pero ahora simplemente omitiría los hechos menos agradables.- Aunque se manejar algún arma. No he luchado en ninguna gran batalla, así que no te puedo decir cómo es... Lo que si te puedo decir es que pelear es una pérdida de tiempo.
Me figuraba que la madre estaría mas contenta si le decía este tipo de cosas al pequeñajo. Algo me dijo que teniendo un hermano tan revoltoso, mis palabras no servirían de mucho, pero por intentarlo, no se pierde nada...
-Piensa esto. Cualquier bruto puede aprender a manejar una espada, por eso es fácil y barato conseguir soldados. Pero un chico listo que sepa leer y escribir, que entienda de leyes o que sepa como construir grandes edificios... Eso es raro. Sus servicios se pagan con muchas monedas. Y sus nombres se recuerdan.- Recogí el cuenco con el que señalé a Fiona.- Imagina toda la comida que podrías conseguir si te pagaran tanto. Sin prisa, sin pausa. Siempre con la tripa llena.- Sonreí agradecido de poder tomar algo caliente. El placer de la vida estaba en estos pequeños detalles.
Glenda te clava el codo en el costado, mostrando una cara mezcla de fastidio y diversión.
¿Como te atreves? Ni que yo fuera una de esas mujeres de alta cuna que no tienen nada mejor que hacer que ir de comprar con sus criadas y regresar a casa cargada de abalorios y vestidos. Vuelve a decirlo y sabrás lo que es bueno. -mira a Fiona con complicidad y añade.- Todavía tengo que disciplinar un poco a este hombre, ¿no crees?
Lejos de desanimarse con tus palabras, sonríe aún más y puedes ver como su cola se menea con ilusión. -Padre me decía exactamente lo mismo cada vez que se iba de casa, ¿lo recuerdas mama? -ella esboza un media sonrisa.- Ya se leer y escribir y cuando pueda iré a una escuela donde aprender más cosas, como le prometí a padre. Pero pelear no es una perdida de tiempo. Padre era guerrero, ganaba mucho dinero en sus batallas y nos protegía de los bandidos.-afirma orgulloso.
-Y ahora esta muerto.
Su sentencia se clava como un cuchillo con un golpe seco, destrozando por completo el buen ambiente que reinaba en al mesa. Continua hablando antes de que nadie pueda impedírselo.
-Oso, eres un estúpido si crees que dices la verdad. Los humanos nos toleran siempre que no molestemos, pero no consienten que les quitemos lo que creen suyo. Y los mejores trabajos lo son. Da igual cuan bueno sea mi hermano, nadie lo querrá. No voy a dejar que sigáis mintiéndole y dándole falsas esperanzas. Y para estudiar hace falta dinero. Nosotros no tenemos tanto como vosotros, que podéis venir de compras desde lejos.
Acto seguido te escupe en la cara mientras clava una mirada de inmenso desprecio sobre tu persona.
Sin perder la compostura me limpié el lapo de la cara.
-¿Eso crees eh?- Sonreí tranquilamente mientras me terminaba la sopa.- Que curioso que el hermano mayor sea el que diga las tonterias mas grandes. Te voy a decir algo chico. Y te lo diré con el poco tacto que me queda, en deferencia a la amabilidad que nos habéis mostrado tu y tu familia.
Antes de proseguir miré a Glenda y a Fiona con cara de resignación.
-Durante una temporada de mi vida, fuí un esclavo de las arenas. ¿Sabes lo que es ser un gladiador? Significa que cada día tienes que matar a alguien si quieres vivir. Significa que mientras las heridas que te han echo ayer, supuran y tratan de cicatrizar, tienes que seguir siendo más rápido, más fuerte y más listo que tu rival, si quieres seguir vivo.
Mientras hablaba les mostraba las cicatrices de mi cuerpo. En el biceps, en el torso, en los gemelos y en la cara.
-¿Sabes por que fuí a las arenas? Por tratar de escapar. Me gané la libertad matando hombres y furrys. A diario. Mientras en mi celda me servían la harina con leche a la que llamaba comida, cena y desayuno, veía en la calle a furrys libres. Furrys cuya unica ocupación era cumplir su trabajo. Leer lo que los nobles humanos no se molestaban en aprender. Atender a sus mujeres, asistiéndolas en sus quehaceres... Yo los veía reir desde su esclavitud, mientras los otros gladiadores y yo gritábamos de dolor en nuestra libertad.- Le miré fijamente.- ¿Sabes que fué lo que me dijeron cuando me llevaron, engrilletado, amordazado y apaleado a la arena? Lo recordaré toda la vida. Está grabado a fuego. Aquí dentro.-Dije dándome unos toquecitos en la cicatriz en la sien derecha. -Un gladiador es el único furry libre, pues puede elegir libremente si vive él o si vive su rival.
Me recosté en mi asiento, mirando al vacío entre mis manos, con la mente ida en mis recuerdos.
-Lo que habría dado por haber aprendido a leer... Tenía amigos que sabían leer. Ellos fueron como mozos a bibliotecas, como contables en tiendas... Y yo como carnicero en las arenas...
No hay duda posible, tus palabras han herido al pequeño furry, que aprieta los puños y la mandíbula con rabia. En contra de toda lógica, no se lanza a golpearte, sino que abandona la estancia y sube por las escaleras sin mencionar palabra. kelvin sale detrás de él, murmurando una disculpa apresurada ante de desaparecer también. Solo quedáis vosotros y su madre, quien lanza un largo suspiro.
-De veras siento todo esto, mi hijo lleva así desde...supongo que os debo una explicación.
Toda la alegría que mostraba segundo antes se transforma ahora en tristeza. Por algún motivo en ella resulta inmensamente descorazonador, como si fuese un rasgo ajeno que nunca te imaginarías en una persona.
-Todo empieza con Eudald...mi esposo. Desde muy joven lo habían adiestrado para la lucha en las arenas, pero tuvo suerte y fue vendido a una compañía de mercenarios. Cuando nos conocimos ambos eramos esclavos, pero me prometió que haría cuanto estuviera en sus manos para liberarme y que pudiéramos vivir juntos. Lo consiguió. No era el mejor, pero tenía mucha suerte -una lagrima se desliza por su mejilla- si, siempre tenía suerte. Pero nunca pudo dejar de luchar. No sabía hacer otra cosa y seguía luchando a pesar de ser libre. Oscar lo admiraba mucho, igual que Kelvin. Pero un día su suerte se acabo y...
Traga con dificultad y hace acopios para seguir hablando.
-No nos dieron ni los huesos. Y mi hijo no pudo soportarlo, nunca lo ha superado, no como Kelvin al menos. Desde entonces se volvió hosco y desconfiado. Ha dejado de ver las cosas buenas, solo vive viendo todo lo malo que nos rodea. He tratado de ayudarlo, pero...no me deja y cada vez me preocupa más. No es la primera vez que roba a los humanos. Y tengo miedo por él. Es mi hijo. No quiero que le pase nada...no podría soportarlo.
Las lagrimas salen a borbotones de sus ojos y ella rompe a llorar en silencio.
Miré a Glenda y respiré hondo.
-Me he pasado. No debería haber sido tan directo... Lo siento- Musito mirando a nuestra anfitriona. Cuando rompe a llorar mi animo decae aun más y me quedo quieto sin saber muy bien que hacer. No atino siquiera a poner la mano sobre su hombro.
Sumido en tu estupor, ves como Glenda se acerca a la desconsolada madre y la abraza, intentando transmitirle tranquilidad. En su rostro parece haber una extraña empatía, casi como si ella misma hubiera pasado por la misma situación, como si su corazón hubiese sentido el mismo dolor. Permanecen abrazadas largo rato, dándose mutuo consuelo hasta que finalmente se separan con una mirada de profundo entendimiento. Te das cuenta de que a pesar de viajar juntos todavía no conoces mucho de ella, al menos de su pasado.
-Los humanos son despreciables y algún día Gaia les hará pagar. -afirma con tal fuerza que por unos segundos casi parece cierto.- Hablaré con Oscar mañana, se que puedo ayudarle, te lo prometo. Consideralo mis forma de agradecer vuestra hospitalidad.
Fiona esta a punto de agradecérselo con nuevas lagrimas en los ojos, pero Glenda coloca un dedo en sus labios y la hace callar con delicadeza.
-Ve a dormir, ¿de acuerdo?, mañana todo será mucho mejor.
Ella asiente y tras una ultima mirada os deja a solas en la estancia, que empieza a estar un poco en penumbra al declinar el fuego principal del hogar.
-No te sientas mal por lo que has hecho -comenta súbitamente- pero no entiendes lo que el siente. Es una herida que no se cierra jamás. Y en el fondo, el siente envidia de que tu no la tengas.
Me quedé mirando a la madre irse asombrado de la habilidad de Glenda. Una vez se fue de la sala dejé escapar un bufido cansado.
-No se que decirte... No veo a la madre haciendo mucho por ayudar.- Comenté mientras dejaba escapar un suspiro de cansancio.
Las palabras que había dicho al joven seguían dando vueltas en mi cabeza. Eran palabras de aviso. Deberian darse cuenta de lo inútil que es pelear uno contra cien. Me levanté de mi sitio y me acerqué a Glenda, besandola en la frente.
-Tu sabes mejor que yo sobre leer mentes.- Dije tratando de aliviar un poco la tensión. La rodee en un abrazo, apoyando su cabeza sobre mi pecho.- Hay cosas que haces que parecen magia... Y yo quiero un poco de esa magia.- Terminé en tono mas bajo y completamente rojo.
-Yo creo que su madre hace todo lo que puede -replica, algo dudosa- aunque creo que también tienes parte de razón.
Se deja mecer en tu abrazo, descansando tranquilamente sobre tu pecho con una sonrisa, aparentemente satisfecha de la situación. Al oír tus palabras levanta un poco la mirada y se ríe al comprobar tu sonrojez. Sus brazos se deslizan sobre los tuyos y se libera de tu presa al tiempo que te empuja con dulzura para tumbarte sobre las pieles de la cama.
-No hace falta que seas tan comedido...casi parece que no hayas estado con hembra alguna.