La casa ya no era segura, era en lo único en lo que coincidían las cinco hermanas y los dos hombres recién llegados, el resto eran gritos, discusiones y argumentos sobre donde deberían ir.
A pesar de las protestas de Qüenya, cogieron camino a Duvik a entregar al prisionero a Héctor Bralim, el paladin que gobierna la aldea "Debimos haberle cortado el cuello" decía la Elfa una y otra vez. Pero Duvik no era un lugar seguro para el clérigo y su acompañante, si había un precio sobre sus cabezas, era cuestión de tiempo para que asesinos y caza recompenzas dieran con su paradero. Era hora de dividir caminos... O al menos eso era lo lógico y lo que normalmente hubiera pasado.
Sin embargo, algo en el corazón de Lía y de Xanthe las hizo reaccionar, por algún extraño e incomprensible motivo creían en Dim y en el clérigo, creían que esa daga significaba algo más que el dinero que algún mercader pudiera dar por ella. En un acto impulsivo una de las Elfas, seguida por su hermana ofrecieron su ayuda. La furia de Quenya no tardó en desatarse, evocando descalificativos imperdonables en contra de la pareja aparecida que había sido la causante de su exilio-
- No permitiré que mis hermanas sean arrastradas por estos herejes sin dios, los asesinaré antes de permitir que su lengua venenosa arrastre al abismo a cualquiera de las mías- Decía con vehemencia.
Se generó una fuerte discusión, un escándalo en medio de una aldea tranquila donde todos fueron testigos de lo que ocurría, al propio Héctor le tocó intervenir. Pero la decisión estaba tomada: Lía y Xanthe ayudarían a Dim y Adonai en su viaje a donde quisiera que se dirijieran.
La despedida fue emotiva. Como era de esperarse, Quenya no se despidió y observó desde la distancia como sus dos hermanas partían y así dividían su familia. Ella se haría cargo del resto de hermanas, y sin duda quedarían en buenas manos. Luego de promesas de reencuentros y lágrimas de despedida, las dos mujeres y los dos hombres emprendieron su camino hacía el sur.
Su destino se empezó a esclarecer poco a poco a medida que viajaban: Irían al Valle de la sombra, a contactar con Elminster, el mago más poderoso de Faerûn, sin duda alguna el sabría el significado de la daga y sabría que hacer con ella. Cuando menos allá estarían a salvo de peligros.
El camino era obvio: Coger al sur por el camino de Tethyamar hasta la intersección con el camino norte que los llevaría directo a la torre de Elminster.
Pero así como era obvio para ellos, también lo sería para los enemigos que los persiguieran; En la noche del 20 de Alturiak, mientras acampaban fuera de las murallas de la posada el cruce de caminos (no querían ser reconocidos y evitar lugares concurridos) decidieron que la mejor opción sería atravesar las colinas de la Daga. Se sabía que existía un sendero oculto que las atravesaba. Era el camino más directo y menos pensado hasta el valle de la sobra, pero también era el más peligroso. Aún así, emprendieron su camino sin mirar atrás.
Un día y medio atravesaron la pradera del valle hasta llegar al terreno cada vez más ondulado, las colinas parecían apacibles y agradables pero las apariencias engañaban, las historias contaban que en un risco habitaba un poderoso dragón y que el castillo de la daga ahora era residencia de un caudillo orco con un ejército que podría amenazar el valle entero.
Un par de días pasaron sin la suerte de encontrar el sendero oculto, aún así siguieron deambulando, sin rumbo y con la certeza de que se encontraban perdidos en medio de las verdes colinas, pero esperanzados en que todo saldría bien.
La suerte estaba del lado de los cuatro viajeros, otro par de días pasaron sin encontrarse con peligros o amenazas y eso era algo muy raro dadas las historias y rumores escuchados, las colinas eran peligrosas, pero empezaban a pensar que recibían ayuda divina para pasar inadvertidos.
Fue cuando el sentimiento de confianza se apoderó de todos, cuando ocurrió la catástrofe: En la noche del 25 de Alturiak, un puñado de orcos emboscaron al grupo mientras descansaban.
Todo ocurrió de repente, sin tiempo ni siquiera de pensar. El sacrificio del clérigo fue lo que los sacó con vida de ese lugar, valientemente atrajo la atención de los orcos para dar tiempo de que sus compañeros huyeran, Dim ya iba corriendo cuando las Elfas aún dudaban en quedarse a pelear, pero era una pelea perdida. Eran muchos orcos y de nada servía suicidarse siaún conservaban el objeto que servía a una causa mayor que la vida de Adonai. O al menos así lo hacía ver el clérigo.
En el sitio de la emboscada habían dejado todas sus pertenencias a excepción del arco y la daga de Xanthe, el camisón y la espada corta de lía y la daga negra que la portaba Dim. Una flecha había alcanzado al ladrón en su pierna, y eso le causaba inconvenientes al viajar.
La siguiente noche alcanzaron a percibir a los orcos a la distancia, se dieron cuenta que estaban siendo perseguidos y sin duda los alcanzarían si se quedaban con Dim y su pierna coja. El ladrón supo que hacer y entregó la daga negra a una de las hermanas -Por Adonai- dijo mientras la entregaba en las manos de la Elfa, con la tristeza abrazando sus ojos, propios de una persona que ha perdido la esperanza de seguir viviendo. Siendo un ladrón oportunista y ventajoso durante toda su vida, Dim decidió hacer un acto noble y desviar a los orcos de la daga, tomando un camino diferente al de las Elfas, pero sabía que iba a morir.
La comida era inexistente y el cansancio se reflejaba en las caras y en las piernas que no querían seguir andando, pero debían si no querían caer a manos de un grupo de orcos que les pisaban los talones porque ¿qué haría un grupo de orcos con un par de mujeres Elfas capturadas? Sin duda era un mejor destino la muerte.
Su viaje continuó sin rumbo, con más determinación y voluntad que fuerzas y con solo un par de armas para defenderse, sabían que los orcos les pisaban los talones y sabían que no tendrían oportunidad de combatir en ese estado.
Fue cuando en medio de la noche las dos hermanas tuvieron un encuentro que cambiaría su infortunio: Se toparon de frente con una criatura, un hombre podría llamarse o un Enano o un Orco, no se sabía que era, era muy bajo y ancho, robusto y de altura de un enano, pero no poseía más barba que unos insipientes pelos incoloros. Sus brazos eran gruesos y poderosos, pero muy largos en proporción a su cuerpo y sus piernas musculosas pero cortas.
Su cara era la de un semiorco, colmillos salían de sus fauces y con una piel tostada y quebradiza, como la de un anciano. Sus ojos albinos expresaban una mirada fiera y a la vez noble y la ausencia de nariz desconcertaban sobre su verdadera naturaleza. Sin duda alguna era una criatura única, un cruce entre un Enano y un orco.
Lo sorprendieron mientras descansaba y como un resorte se levantó del suelo con una enorme hacha intimidante dsipuesto a utilizarla contra las dos mujeres...
Noche, 27 Alturiak
Frío y despejado
100 px a todos por reiniciar
- Xanthe (4/10pg): - casi todo el equipo [+130px]
- Lía (3/8pg): - casi todo el equipo [+130px]
Aquella noche no quedó más remedio que huir...
La velentía del salvaje fue remarcable, una valentía que superó el propio instinto de conservación, pero sus habilidades, tan grandes como eran, no fueron suficientes para vencer a ese poderoso rival. Algún día volvería, algún día lo cazaría y llevaría su cabeza a su guarida como trofeo, pero no por ahora.
Ahora su camino era al sur, a Hondosauce a iniciar una vida nueva, habiendo perdido algunas pertenencias de valor sentimental.
Las peligrosas colinas no suponían un obstáculo para Manethek, era un viaje largo, pero lo disfrutó. Viajaba pocas horas al día, no tenía afán de llegar a su destino y si de disfrutar las cañadas y arroyos que bañaban todas las verdes colinas, parecía un niño disfrutando de las cascadas y cazando animales inofensivos para liberarlos después. El desprendimiento de su amiga le había dado una libertad que no hubiera gozado, escalaba riscos y exploraba cavernas poco profundas.
Prefirió evitar un grupo de orcos que acampaban a cielo abierto y pasó cerca del penacho blanco con la esperanza de ver el vuelo del Dragón (sin ganas de encontrárselo de frente).
Decidió acampar a cielo abierto, cocinar en una fogata escondida una liebre que había cazado pero algo lo sorprendió:
Dos mujeres llegaron de repente, parecían exhaustas y agotadas, dos elfas con poco más que unas armas incipientes, eran pres fácil si resultaban siendo enemigas. Como un resorte, Manethek se levantó de su posición y enfundó su hacha, presto para atacarlas, pero algo en su interior no las veía como amenaza sino como indefensas perdidas...
Noche, 27 Alturiak
Frío y despejado
100 px por reiniciar
Pierde: 5 abrojos, espejito de acero, contenedor de mapas, equipo de escalada, Muda de viajero, Herramientas artesano G.C, red de pesca, cuerda de seda 15m, Pala, 2 sacos, pata de cabra, grilletes.
Urkaim* como era conocido por los hombres aquella criatura huérfana, producto de la violación de un orco con a una Enana, masculló entre dientes en un idioma incomprensible.
Gruñó antes las dos Elfas mientras sostenía el hacha firmemente con sus manos callosas. Las vio debilitadas y ciertamente no supondrían gran amenaza para él, pero no era de los que corría a ayudar a los necesitados. Además lo habían tomado por sorpresa.
Se limitó a esperar la reacción de las muchachas con la guardia firme y dispuesto a utilizar el hacha de ser necesario.
*Significa cazador de orcos en idioma Enano.
Cansancio, cansancio y sed, eso era todo lo que Xanthe sentía paso tras paso de inacabables colinas, pero aún así su voluntad de seguir adelante y no rendirse la empujaba a dar el siguiente paso. A veces apoyaba su mano en la cadera de la otra elfa, tanto para ayudarla como para mantener ella misma las fuerzas. Sabia que no podían seguir así eternamente, que debían descansar y alimentarse pero no tenían tiempo, no les daban respiro.
De repente llegaron hasta lo que sus ojos cansados no habían visto, un ser robusto y bajo se levantó de golpe ante la irrupción de las dos mujeres en lo que debía ser su campamento. Masculló algo entre dientes y la elfa no lo pudo entender, pero la familiaridad del hacha en sus manos decía que estaba habituado a usarla.
Después de un instante de tensas miradas durante el cual la hembra sopesó sus posibilidades, Xanthe elevó las manos en un gesto universal de no querer problemas. Algo en la mirada de aquel varón hizo que confiase en su naturaleza buena, a pesar de su aspecto, a pesar de descender de dos de las razas con las que no quería tener nada que ver. Al fin y al cabo supuso que, como todo mestizo, en realidad no se parecería a nadie y sería único.
-No queremos problemas. -dijo en común -Nos persiguen orcos.
La información breve y concisa, no hacían falta mas palabras para alertar de lo que pasaba. Su tono neutro, informando de la situación sin aspavientos. Su gesto serio, preocupada por seguir viva y proteger a su acompañante.
El Enorco sopesó las palabras de la mujer por unos instantes. Abrió de par en par sus ojos al escuchar la palabra "orco"
-Madre decir que nunca confiar en orejas largas, pero Manethek odiar orcos más que todo.
Bajó su hacha y con un gesto se acomodó donde estaba. -Cena estar casi lista.
Señaló a un pequeño fuego encendido y escondido donde una liebre muerta yacía empalada y cocinándose. De su cinturón desgastado colgaba un pellejo que contenía algún líquido. Lo desató y con una mirada fría ofreció el pellejo a las recién llegadas.
-Si querer comer, beber, dormir. Manethek vigilará en noche-. Se rascó la cabeza con sus uñas que parecían garras. -Nombre de yo ser Manethek, pero hombres conocer a Manethek como Urkaim. Mañana ir a Casas de hombres.