Partida Rol por web

Detener la violencia le pareció por un momento, sensato al Avestita.

La verdad es que tener que luchar por un sitio, por asentarse y conquistarlo y después, defenderlo de los ataques enemigos, le resultaba divertido. Sin embargo, la llamada Madre tiene algo de razón en sus palabras.

Kisereth se lo había demostrado hace algún tiempo.

No somos muy distintos.

- ¿Quiénes se aprovecharon de ellos? - Dijo el acólito cuando la voz terminó de hablar. - Y lo más importante, ¿son los mismos que han destruido Estigma? ¿Qué queréis que haga? Si necesitáis mi ayuda, sólo tenéis que pedirla. -

Un Avestita ayudando a un Simbionte.

Sí, era algo raro.

Pero Travis debía un favor, un favor de vida a Kisereth.

Y un Casmir siempre paga sus deudas.

 - Necesitamos un mensajero. Alguien que puede hacerle llegar a tu gente que al igual que vosotros sois diferentes según raza y nacimiento nosotros también lo somos. Necesitamos un heraldo en el que confíen.

Hubo un silencio antes de que la criatura concluyese:

- Si bebes del agua comprenderás el alcance de la Red Vital. Entenderás lo que somos y lo que tememos. No te volverás uno de los nuestros... no queremos un improntado. Queremos un humano que comprenda la verdad.

Ahora es cuando toda la Fe, cuando todo en lo que creía Casmir reaparece en su mente.

Una lucha cruenta en lo que siente que debe hacer y en lo que realmente quiere hacer.

Le debe un gran favor a Kisereth y ha demostrado que es alguien de fiar...

¿Pero si todo esto es una simple estratagema para infiltrarme entre los humanos como uno de ellos?

Casmir sacudió la cabeza.

Pero no sería justo, necesitan ayuda y si son buena gente, como hasta ahora lo han demostrado... ¿por qué no confiar en ellos?

Aunque también, beber el agua sería algo... extraño... yo...

- Muy bien. - Dijo el acólito al final de sus cavilaciones. - Lo haré. Confio en ambos. -

Y diciendo esto, Casmir se acercó a beber del agua que le habían ofrecido.

 Casmir había escuchado las leyendas sobre los primeros saltos a través de los Portales, cuando las naves no contaban con protección anti-satrha. Decían que la sensación era tan intensa, tan increíble, que muchos pilotos simplemente saltaban una y otra vez hasta agotar el combustible, para poder sentir de nuevo aquella comunión con el universo. Habían desarrollado incluso una religión, el Satrhaismo, basada en aquella sensación. Por supuesto aquellos herejes ardieron con su propia religión. Los motores de salto se protegieron para evitar que emanase aquella energía alienante y el asunto se vio resuelto.

Probablemente la sensación sería como lo que ahora mismo atraviesa los nervios de Casmir. Por un momento lo ve todo, lo comprende todo. Es una locura: siente cada poro de su piel pero, a la vez, puede sentir las raíces de la Madre enmadejadas en el agua. Y siente la mirada de Kisereth. Siente cada átomo del aire. La energía que mantiene unidas las cosas. El calor de soles menguantes. El poder de la tierra y el dolor de las montañas violadas por la maquinaria humana. Las estrellas brillantes. La mente global. Siente el odio de mundos agonizantes y la belleza de nuevos parajes descubiertos. Toca el universo con sus manos. Y en medio de todo aquello siente, por primera vez, a los simbiontes como parte de un todo, no como enemigos. Y sabe que no está solo. Que en el universo hay fuerzas superiores en guerra, fuerzas malignas, terribles, que quieren romper la Red Vital bien sea por desconocimiento o por puro miedo. Y fuerzas benignas que buscan la unión, la cura de un universo en decadencia. Por un momento se siente como si el Pancreator hubiera acariciado su pelo. 

La comunión es tan poderosa que Casmir se desmaya. 

Cuando despierta se da cuenta de que su rostro estaba cubierto por lágrimas. 

Luego todas las sensaciones son olvidadas. Pero algo queda en su memoria: una parte del planeta está siendo modificada genéticamente para producir más simbiontes... bajo el control humano.

Travis se despertó y acto seguido, se sentó en el sitio.

Con su mano palpó el cañón de su arma... aún estaba allí...

Pero tras la experiencia, no podía recordar nada de lo que había vivido. Sabía que era algo intenso, místico, impresionante, pero en su mente sólo había retazos fugaces de lo que su mente había vivido hace sólo un momento.

Solamente un recuerdo permanecía fresco... y ese recuerdo hizo que su cuerpo se estremeciera una vez más.

Con su manga, se secó las lágrimas que le recorrían las mejillas y se incorporó con ayuda de Kisereth.

- Somos nosotros. - Dijo sin más. - Estamos destruyendo todo... son humanos. Simples humanos, pero... ¿por qué? ¿Por qué lo hacen? -

 - Eso quizás nos lo pueda decir tu raza.

La respuesta no vino de Kisereth sino de la Madre. 

- Parte ahora con tu visión Casmir... y averigua que es lo que se está fraguando en este mundo. Kisereth te ayudará a reencontrarte con los tuyos.

Travis simplemente asintió.

Miró a La Madre y después, a Kisereth.

Era él la persona que lo iba a llevar de nuevo con los suyos.

¿Cómo lo recibirán?

Si el estuviera del otro lado, lo primero sería una breve pero intensa sesión de interrogatorio. Aunque tampoco estaba tan seguro, apareciendo con la compañía del Simbionte.

- Tú dirás, Kisereth. - Dijo al fin. - ¿Qué tenemos que hacer para reencontrarme con los míos? Espero que me reciban con los brazos abiertos... ¿alguien sabe que aún continúo vivo? -

Kisereth negó con la cabeza:

- Son preguntas a las que no tengo respuesta, pero mi misión no es dejarte con los humanos a los que llamas compañeros. Debo conducirte ante otro humano que sabe de nuestra existencia. Nosotros le llamamos Sharian, que en tu idioma podría entenderse por 'El que Guía al Sueño', pero su nombre de raza es Curtis Molan.

Mientras charlan ya están fuera de la caverna, avanzando en dirección al bosque y alejándose de la cabaña.

Curtis Molan.

Su nombre me suena... y me suena demasiado...

La verdad es que no sé que esperar de todo esto, ni del viaje, ni de el reencuentro con los humanos.

Lo que es bueno, es que ellos, el grupo con el que me voy a encontrar conoce la existencia de estas criaturas y al parecer, luchan codo con codo para evitar la destrucción del mundo.

Aunque me habría gustado hacerles una visita a los que nos metieron en todo este embrollo.

- Te sigo, Kisereth. - Dijo el soldado mientras se acomodaba sus armas para estar más cómodo. - Iré dónde quieras, pero dime... una vez allí, ¿qué haremos? -

Travis estaba completamente descentrado en este momento.

No tenía el control de la situación y esto era realmente complicado para él.

Sin embargo, no podía dejar de seguir al Simbionte.

Quería conocer la verdad.

- Sharian fue quien descubrió lo que querían hacer los de tu raza. Fue él quien nos encontró siguiendo el rastro de la perdición que traían los humanos. Al principio nos encontramos como enemigos pero pronto nos dimos cuenta de que teníamos enemigos comunes.

El simbionte avanza por la selva seguido de Travis:

- Él te hablará de lo que han hecho los tuyos. Luego deberás escoltarlo para llevarlo hasta tu gente, hasta los que de verdad pueden detener la perversión de la Red Vital. Las esperanzas de ambas razas están puestas en vosotros.

Bien, ya va tomando forma.

Trabajo de escolta.

- En pocas palabras, tengo que hacer que llegue sano y salvo hasta mis compañeros, ¿no es así? - Dijo con una sonrisa Casmir. - ¿Cuantos saben de esa misión? Supongo que será una misión secreta... ¿o no? -

Lo mejor de todo es que seguramente seremos atacados.

Los enemigos irán a por él, y allí estaré yo para protegerle.

Para protegerle y poder hacer caer la furia de Pancreator sobre los enemigos.

- Kisereth, ¿puedo hacerte una pregunta? Los Simbiontes... ¿compartís de alguna manera vuestra consciencia? Quiero decir, tú sabes lo que sienten tus hermanos, ¿no? -

Kisereth asiente:

- De alguna manera cada Colmena sabe parte de lo que les sucede a los demás... todos estamos conectados en el universo. Incluso los humanos, aunque no os deis cuenta. Es la Red Vital.

El simbionte calla cuando alcanzan un claro. Hay un hombre sentado en una piedra, afilando una espada. En su espalda lleva un fusil y una mochila. No se alarma cuando aparecen Kisereth y Casmir: está claro que los espera. Su larga melena negra va recogida en una cola y el rostro barbado muestra una fiereza que confirma su mirada.

- Curtis Molan: éste es el sacerdote del que te hablé.- Kisereth se vuelve hacia Travis - Nadie sabe de nuestra misión. Curtis es perseguido por tu gente... aunque lograse llegar a vuestra base allí no lo escucharían... salvo si va contigo.

El alienígena se aleja hacia el bosque:

- Nos volveremos a ver. Espero que nuevamente como aliados.

Travis sonrió y le agradeció con la mirada a Kisereth.

- Sí, no te preocupes. La próxima vez que nos veamos, será como aliados y por supuesto, aún te debo mi vida... amigo. - Dijo el religioso con un dejo de alegría en la voz.

Estaba claro que no eran más enemigos.

Los Simbiontes, por lo menos, los de la especie de Kisereth era lo más parecido a un humano que había visto nunca.

La Red Vital nos une. Repitió en voz baja para si mismo.

Cuando el simbionte se retiró, Travis se giró hacia Curtis Nolan y lo saludó con un ademán de su cabeza.

- Así que tendremos que regresar, y yo seré algo así como el embajador, ¿no? - Dijo sonriente. - Bueno, espero que no nos reciban con una salva de balas de grueso calibre. -

Se acomodó la mochila de viaje en el hombro y su rostro volvió a ser serio como al principio.

- Tú sabes el camino, tú guias. -

Molan enfunda su espada y mira al avestita. Asiente y comienza a caminar hacia la espesura.

- Estamos a menos de una hora de Cañón Esperanza.- dice mientras se interna en la selva - Los Decados quieren verme muerto pero todavía tengo amigos leales en el campamento. Puede que consigamos algún medio de transporte.

Travis lo sigue a través de la selva.

- Supongo que Kisereth te habrá puesto al día ¿no? 

- Pues, me ha hablado sobre los Simbiontes, la Red Vital y de las atrocidades que un grupo de humanos está haciendo para montar una buena guerra. Además, de que se están cargando todo por lo que hemos luchado. - Dijo Travis con semblante serio.

¿Cañón Esperanza?

¿No hubo una misión allí?

Todavía tenía la mente confusa y no podía hilar bien sus pensamientos, pero Casmir sabía que en algún momento un grupo de Estigma había estado allí.

- ¿Me he perdido de algo? Quiero decir... ¿hay algo que tengas que contarme? -

La verdad es que quería saber más.

Todo lo que había pasado le había abierto los ojos y toda información sería bien recibida.

Aún así, no quitaba los ojos de la espesura del bosque... siempre pueden estar acechando.

- Los Decados tienen ahora Cañón Esperanza. Y me temo que ha sido por culpa mía. Tragué el puto anzuelo hasta el fondo.- Curtis habla sin rabia en su voz, como si ya hubiera asimilado su falta - Yo pensé que un mecenas había comprendido mi mensaje... menudo imbécil. Hice todo el trabajo sucio y lo hice de maravilla. Mis manos están manchadas de sangre por mi estupidez. Pero eso no es lo peor: por mi culpa el Emperador les ha cedido el control de la zona y ahora pueden proteger sus cultivos.

Se para un momento para mirar a Travis a los ojos:

- Están cultivando superguerreros. Tal y como suena. O al menos los elementos necesarios para convertir en superguerreros a sus cobayas. Es una atrocidad de tales dimensiones que no puedes siquiera imaginarla.- mira el lanzallamas del avestita - Tu Pancreator tendrá que darte poderes divinos para quemar todo lo que hay que quemar en este lugar.

Se gira y continúa avanzando a través de la selva.

¿Quemar el lugar?

¿Pero no era sólo una misión de custodia?

- Una cosa, Curtis, ¿quemar que cosa? Quiero decir, me han dicho que te tenía que mantener con vida, nada más, nadie ha hablado de quemar cosas y demás. - Dijo el Avestita frunciendo el ceño. - ¿Cual es el plan, entonces? -

Aunque lo de los supersoldados caló hondo en el alma de Travis.

Están mezclando DNA humano con DNA simbionte para crear esa especie de híbridos con las que nos hemos enfrentado... ¿por qué? ¿No tienen suficiente con nosotros?

- Dejemos los superguerreros para luego, ahora mismo, mi misión es escoltarte sano y salvo con los demás. Después, si hay tiempo, ya nos encargaremos de esos cultivos haciendo llover fuego divino desde el cielo. -

Curtis se rió ante la ingenuidad del sacerdote:

- Hablaba figuradamente amigo. Estoy seguro de que tu Orden será la primera en poner el grito en el cielo ante tamaña aberración. Dices bien: ahora lo que debemos hacer es regresar a Cañón Esperanza y de allí a Gulliver.

Se detuvo un momento y levantó una mano:

- Espera... oigo voces.

Se adelantó unos pasos hacia un claro cercano. Travis se detuvo a su vez. De pronto escuchó a Molan que hablaba con alguien:

- ¿Y por qué quieres buscarme, Lucas Sailor? 

Al escuchar ese nombre Travis arqueó una ceja... ¡Lucas Sailor! El mercader con el que había compartido alguna misión en Estigma.

Travis no podía creerlo.

Era una cara conocida...

¿Pero podría ser un impostor?

Corrió hasta donde se encontraba Curtis con el lanzallamas preparado y se asomó hasta dónde escuchó las voces apuntando al hombre que estaba allí de pie...

¿Era él?

¿Podría ser un infectado para parecerse a él?

- Hola. - Saludó con una media sonrisa apoyando el dedo en el gatillo. - ¿Te acuerdas de mí? -

Al asomarse Travis vio al sorprendido Sailor sentado en un tocón. A su lado un tipo enorme y melenudo, con un hacha a sus pies, parecía estar charlando con él antes de la súbita interrupción. Ambos se volvieron sorprendidos ante los recién llegados.