Sobre los acontecimientos recientes que desencadenan los sucesos venideros.
Demasiado hermoso para ser cierto
Un día soleado en un mundo helado. Hermosos destellos de luz brillan en un lago congelado. Una joven pareja ríe mientras contempla el paisaje, idílico como los escasos mundos vergel del Emperador. Un seductor juego de colores acompasados del dulce olor de la civilización. Buenos presagios de un futuro mejor.
"Aquí en Vesper"
Ignorantes. Tan sabios y tan ignorantes. Los acólitos tenían aquel dibujo frente a ellos, un lienzo publicitario destinado a seducir a nobles de planetas vecinos, y tras cinco horas de viaje espacial resultaba difícil no mirarlo. Era mejor que la negra infinitud que se filtraba a través de los cristales de la Hielo, nave de comercio construida en Vesper hacía menos de una década. Todo en Vesper parecía nuevo: los edificios, las industrias, los ritos, la tecnología, incluso la lealtad... Era un planeta extraño, incluso para la magnitud de la galaxia; sin duda su actual situación se debía al hecho de haber sido ignorado los últimos siglos, sumado a un gobierno débil y poco autoritario: democracia lo llamaban los vesperianos. Les gustaba mucho a los vesperianos decir lo que sabían, o lo que creían saber y expresarlo; todos tenían una opinión para todo. En las placas de datos había gran cantidad de documentos de un número preocupantemente elevado de individuos entendidos en diversas materias de conocimiento, a menudo algunos de sus conocimientos eran de contenido censurable y otros rozaban la herejía. No era de extrañar que se hubieran rebelado.
El estudio de las placas de datos era lo único que se podía hacer en esa nave: la tripulación se había vuelto muda, además de invisible, en presencia de los acólitos. No les veían desde que llegaron a la nave. No era de extrañar, al fin y al cabo eran vesperianos y su lealtad sólo estaba garantizada mientras estuvieran al alcance de las armas de los leales al Dios-Emperador. Por curiosidad habían exigido ver la carga que la nave llevaba en el momento de ser abordada. Sólo objetos de valor y lujo, carentes de utilidad para la guerra por el alma de la humanidad.
Océanos levemente contaminados. Pureza de la atmosféra: A24. Condiciones de habitabilidad: óptimas. Nota: los polos del planeta son excesivamente fríos para su colonización. Sin rastro de plagas desde hace ciento sesenta años. Datos del año 991. M40. Sin amenazas de ataque. Ningún conflicto desde su colonización. Sólo seis operaciones de la Inquisición en los últimos dos siglos. Todo parecía estar bien en ese mundo.
El temor de un hombre sabio
Y así era. No podía estar bien. No cuando un Inquisidor pedía (casi suplicaba) ayuda a sus acólitos. No cuando una operación de la Inquisición se interrumpía para hacer frente a una nueva amenaza. Aquello era del todo inusual. Estaban asignados a una misión en Ybefe, investigar la posible implicación de destacados miembros del Adeptus Arbitres en una secta caótica que amenazaba con poner la cúpula policial al servicio de los Dioses Oscuros. Una tarea de enorme responsabilidad, y sn embargo, se les había retirado de la operación, iban a ser sustituidos. Una amenaza más peligrosa les requería. Jamás nadie habría pensado que pudiera suceder. Nada es posible, hasta que sucede. Informados por su contacto de que debían abandonar su misión y reunirse con su Inquisidor en persona. Un viaje a través de la Disformidad hasta un crucero inquisitorial asignado en una flota de guerra de la Armada Imperial. Aquello debía ser algo muy serio. Desde su transporte obervaban el interminable tránsito de cientos de pequeñas naves que desplazaban equipo o personal entre las principales naves de la flota. Preocupante, y cuando contemplaron el rostro del Inquisidor el terror invadió sus mentes y corazones.
Les hizo un amplio resumen de la clase de planeta que era Vesper y de su excepcional desarrollo tecnológico. En aquel planeta se recuperaban vestigios de la Edad Oscura de la Tecnología, e incluso era posible que muchos de los redescubrimeintos fueran realmente invenciones de sus habitantes. Tal situación sólo fue posible tras las duras negociones entre diversos elementos de poder de la misma Terra y del Adeptus Mechanicus. Se permitió experimentar un nuevo tipo de colonización en un planeta marginal, de reducido tamaño y mínimo aestimare.
Argumentando que sería aconsejable investigar si era posible destinar un pequeño mundo a la recuperación del valioso conocimiento arcano, los Señores de Terra en persona autorizaron el experimento. Lo cual era una prueba de la importancia del lugar. El resultado fue más que satisfactorio. La clasificación y valor de Vesper había incrementado exponencialmente en los últimos siglos y superaba a la capital de su sector más próximo: Eustis Majoris, Sector Escarus. La tecnología bélica había mejorado la eficacia de la Guardia Imperial de Calixis y Escarus, y de su planeta salían algunos de los mejores tecnosacerdotes de la galaxia. El comercio del planeta era vital para el abastecimiento de todo el sector, y no se reclutaban excesivos diezmos poblacionales para no perturbar la excelente producción de maquinaria del planeta. Ahora sus habitantes se rebelaban. Ese mundo no podía perderse. Los conocimientos que tanto esfuerzo, sacrificio y determinación habían costado no podían perderse, ni arriesgarse a caer en manos del Enemigo. El inquisidor había hecho hincapié en que algunos de los secretos de la tecnología de la humanidad estaban en peligro.
Había indicios. Se informaba con regularidad de los avances. Sin embargo algunas de las tecnologías desarrolladas nunca habían sido aprobadas, ni financiadas. Simplemente habían aparecido en el planeta. El gobernador planetario, el difunto Gaius Traius, había advertido de la posibilidad, no confirmada, de un comercio ilegal con algún tipo de organismo alienígena inteligente situado más allá del sector. En el Halo de Estrellas. No tenía pruebas, y se excusó afirmando que el excesivo comercio de su planeta impedía controlar todas las naves que entraban y salían. Aseguró investigar lo sucedido. Meses después el mundo se rebeló.
La Armada Imperial y una importante cantidad de tropas de la Guardia Imperial, que se preparaba para acudir a los mundos en guerra de Izoso y Bojio 12, habían sido desviados para hacer frente a esa rebelión. Una respuesta rápida que prometía segurar el éxito de la operación. El fracaso fue completo. Ahora se reunía una nueva flota, más poderosa. Pero ese no era asunto de la Inquisición, ellos tenían otras motivaciones. Las órdenes de los acólitos eran sencillas: abordar una nave.
Ejulve
La situación es delicada, muy delicada -la voz de Ravenor apenas era un susurro, su voz no encajaba con el aspecto otrora regio de su propietario-. Esa nave es nuestra, lo han confirmado, pero no debería estar aquí.
¿Y dónde debería estar? -el que preguntaba era Rox Hasting, General del 2º Ejército de Escarus, jefe de las operaciones militares en Vesper. Se hallaba en su nave, al otro lado de la flota, mientras su proyección holográfica, junto a la de su plana mayor, había quedado materializada en el despacho de Ravenor.
Aquí no. -contestó secamente Ravenor, el sudor le cubría el rostro y hasta al general Hastings le empezaban a temblar las manos viendo como aquel Inquisidor tenía miedo de algo que Hastings ignoraba. Maldiciendo en su interior lo poco a nada que le contaban y contagiándose del temor del Inquisidor, cuya reputación no encajaba con su aspecto, no eran las mejores condiciones para ganar una guerra-. La nave es la Ejulve, nave de investigación de la clase Atreus, desarrollo de medicina militar y sistemas energéticos de alto rendimiento -hizo una pausa antes de añadir- entre otras cosas. Por alguna razón estaba incluida en parte del sistema Dradis de Vesper para la detección de objetivos, por lo que fue clasificada en un primer momento como blanco prioritario en el nuestro ataque. Sin embargo cuando envió el mensaje de socorro se investigó el origen de la nave, y su estado: es poco más que un pecio espacial. Su fallo energético podría explicar el repentino fallo de los sistemas Dradis de los rebeldes así como otras interferencias electrónicas que afectaban a todo el planeta y su órbita. Si la nave estaba apoyando a las fuerzas imperiales que llegaron en el primer conflicto estaba en la situación idónea, bloqueando los sistemas electrónicos de Vesper, y facilitando la aproximación de la flota.
¿Qué hacemos con ella? -el que hablaba era un coronel de escaso pelo y nueve dedos, le faltaba el pulgar derecho- ¿Podría ser una amenaza para los nuestros?
No debemos descartar esa posibilidad, esa cosa tan grande -dijo el general señalando el enorme holograma de la sala, hablaba en voz baja como siempre, pero todos se callaban para escucharle- es una nave que se daba por perdida después de la Batalla Orbital.
La Batalla Orbital había sido el primer enfrentamiento entre los imperiales y los rebeldes, y su duración se había extendido durante varios días, cuando la rebelión distaba mucho de estar en buen camino. Finalmente las modernas naves vesperianas habían sometido a los ancestrales armazones del Imperio, naves veneradas pero de potencia y tecnología inferiores a las de Vesper.
Se declaró la consideró leal al gobierno de Traius -prosiguió Ravenor-, en los inicios del conflicto -aclaró. Pero Traius ya llevaba varias semanas muerto cuando lo hicieron; algunas horas después se declaró en rebeldía, no se pudo verificar. Su destrucción fue confirmada por el crucero Gaius, seis días después del primer ataque, antes de que se perdiera contacto con el Gaius. Se está investigando el mensaje que confirmó su destrucción, por si fuera un engaño. Dispone de un armamento muy superior al que están acostumbradas las naves civiles, así como dispositivos de guerra electrónica. Hace 14 horas ha emitido una señal de socorro, aunque la ha emitido en canal abierto. Sin especificar sus lealtades. Como pueden ver, está dañada por impactos de torpedos. No estamos seguros de que participara en el combate orbital como nave de combate, pues describe una órbita fija sobre el continente de Circa, donde no hubo demasiados enfrentamientos. Pero está siendo atraída por la gravedad del planeta y hay riesgo de reentrada, parece que nadie la controla y se limita a vagar. Lo cierto es que todo es muy confuso. No sabemos si es nuestra o de los rebeldes, aunque el Inquisidor Eisenhorn -al pronunciar ese nombre algunos miraron con desconfianza a Ravenor- me aseguró, durante la rebelión, que la nave es leal. -Añadió con una sonrisa tensa. ¿Leal a quién?-. La abordaremos con un equipo y evaluaremos su estado.
Un simple pecio espacial no valía una reunión de esa magnitud, demasiados silencios. Los oficiales del holograma se miraron unos a otros, de oficial de cubierta para arriba y todos mudos, preguntando con la mirada pero sin abrir la boca, los ojos del Inquisidor se detuvieron en uno de el coronel de los nueve dedos quien, nervioso, no tardó en balbucear una sola palabra.
¿Cuándo?
Hoy- monosílabo imperativo.
¿Hoy? -preguntó, como si no hubiera entendido bien- No tendremos tiempo para analizar los sistemas de a bordo. Tal vez no haya aire respirable, o el sistema de gravedad artificial no funcione, o mil cosas más, señor.
No me importa -dijo el inquisidor, desechando la opinión del oficial con un gesto de su mano-, esa nave va a estrellarse sino corregimos su rumbo y no me gustaría que ese armatoste se perdiera con todo su contenido. Mis hombres irán en esa misión, con órdenes que no deben ser alteradas. -Todos asintieron-. Bien, este señor de aquí -añadió señalando a un hombre que había permanecido ignorado- debe ir en ese equipo.
El otro
El inquisidor indicó al hombre que se acercara, mientras los hologramas seguían aportando pequeños detalles de la nave, por todo el casco podían verse sistemas de armas, así como pequeños marcas de explosiones. Algunos escombros se mantenían unidos a la nave por obra de algunas vigas que se mantenían intactas, pero estaba claro que en esas secciones el vacío había invadido la nave. Hasta era posible que toda la nave estuviera sometida a nulos niveles de oxígeno y presión, sin mencionar el frío espacial. Los hologramas de los oficiales desaparecieron y en el despacho sólo quedaron los acólitos, Ravenor y el otro hombre. Ravenor prosiguió con los detalles.
Ahora la verdad, el Inquisidor Eisenhorn está desaparecido. Se recibió un mensaje del astrópata Aegis en los últimos días de la rebelión. Los más destacados miembros de los Adeptus estaban siendo ejecutados y se dispuso la evacuación del personal relevante. Eisenhorn abandonó el planeta en un transporte civil que le debía llevar hasta el crucero Olba. Pero el Olba fue destruido por los vesperianos. Se dio por muerto a Eisenhorn. Sin embargo se detectó un mensaje codificado de protocolo inquisitorial con origen en la Ejulve. El mensaje tenía como destino el complejo científico de Geiser, ubicado en Circa, Vesper, lugar donde se encuentra el astrópata Aegis; en el que se pedía evacuación para Eisenhof. Dos días después la Ejulve emitió su llamada de socorro.
Lo que deben saber es que desconocemos por completo el estado de la tripulación, quién está a bordo, y más importante aún, si Eisenhorn sigue vivo. Linus, como miembro de los aólitos de confianza de Eisenhorn, les acompañará.
A mí -interrumpió el hombrecillo-, Inquisidor Ravenor, me han mandado aquí para que rescate a mi maestro, sin decirme más.
Estoy seguro -comentó desconfiado- por eso le asigno una escolta, para que cumpla su misión.
Cuando la reunión hubo terminado, y Linus hubo salido de la sala, el Inquisidor mantuvo una pequeña charla con sus acólitos, instrucciones adicionales. Sólo había una orden adicional.
Diga lo que diga Linus, aunque el propio Eisenhorn les impida realizar la tarea, aun cuando les enseñe una orden firmada por el mismo Gran Inquisidor del Ordo Xenos, aunque suplique o amenace, bajo ningún concepto este hombre debe vivir.
Ravenor extendió una placa de datos.
En lo demás, ninguna discrepancia. Linus debe acompañaros, será su "experto" en el tema.