Sonrió y acaricio la mejilla del muchacho -Son muchos años de pirateo y de practicar, pero eres muy amable, Daito... bueno su gran envergadura y fuerza juegan a su favor y siempre ha cazado bestias y esta curtido en batalla- suspiro -Zelandor, no era su turno, no aun- negó y unas lagrimas recorrieron sus blancas mejillas -era un elfo excepcional, leal, buen amigo, lo echare mucho de menos, solo espero que Dolfini cumpla su palabra y le de sepultura como se merece- dejo que la brisa mesase su melena roja -Si no hubiese estado yo aquí, nada de esto habría pasado, Patrick era a mi a quien quería matar, nunca debíais haberos visto involucrados, pero me alegro que estuvieseis, no manejas nada mal la espada- le guiño.
Tras el combate en el que Huesomuerto por fin encontró su final en el sable negro de Nadja, como no podía ser de otra forma y siendo el mismo escenario en que los poderosos brazos del norteño arrancaron la mandíbula de Garzajgar desfigurando su cadáver para que no pudiera ser reconocido ni por los suyos, llegó el merecido descanso a bordo de la Tormenta.
Sid Ben Jezheri había sido una vez más el más fiel aliado de Nadja. Podría ser que en otra vida, los dioses quisieran recompensar su lealtad haciéndole que encontrara en otra mujer, el amor que buscó en Nadja durante toda infancia y juventud, pero a decir verdad, lo que era en ésta vida se habían cebado con su mala suerte.
Aquel hombre, el Mestizo como se le conocía, había aceptado la derrota sin rencores. No obstante, no parecía dispuesto a seguir hasta el final a aquellos dos locos enamorados que perseguían a la que por edad y cercanía debía ser la esposa de Daito. Esos dos mismos locos que se habían unido con un gran trasgo perdidamente enamorado de Elsabeth y a un enano que sirvió ciegamente al raptor de Elsabeth, quien ahora era su aliado cargado de la ira de la venganza.
Sí, Sid era un buen hombre y aunque lo había dado todo por Nadja, no parecía dispuesto a dar mucho más que aquella última travesía al que podría ser el final precipitado de la capitana y no a manos de un pirata, como debiera ser, sino a manos de un extraño elfo que alejaba a la mujer por la que Daito había bebido los mares. La única mujer que podía comprometer su futuro y el del retoño que llevaba dentro.
Todo aquello le parecía un disparate al bueno de Sid Ben Jezheri, pues realmente no era otra cosa que una locura y un sinsentido. Sid no abrió boca más que para dirigir a su diezmada tripulación. No participaría activamente en aquel contrasentido. Realmente estaba dolido y no deseaba aparentarlo. Quería dar una imagen de entereza, aunque en su interior se hubieran resquebrajado sus más certeras creencias.
Esa noche se reunieron cuatro de los locos que iban a emprender aquella última misión. Una misión que Grudvik había catalogado de suicida, Ragnar de un imposible y Flajnagar de una soberana estupidez. Gorbagog no acudió a la conjura, estaba demasiado malherido. Si lo hicieron Kronan y Tulius, quienes habían jurado acompañar a Nadja y Daito hasta el final, también presentes.
Si bien Flajnagar había sembrado dudas durante el día acerca de si acompañaría a su hermano hasta el fondo del mundo en busca de Elsabeth, al final no se presentó en aquella reunión a la luz de Maahn. Lo cierto era que pese a la charla que Daito le había dado y que había logrado que despertara de su tristeza, no tenía claro su porvenir. ¿Marchar a una muerte casi segura en busca de un imposible? O bien… ¿Regresar a casa junto a Gruvik y Ragnar ahora que podía?
- ¿Cuál es el plan? – Preguntó Kronan nada más aparecer en escena y sentarse sobre un taburete.
La reunión nocturna estaba teniendo lugar en la cubierta, concretamente en la zona de proa. El casco de la fragata rompía las olas con ímpetu acercándose imparable hacia el destino de todos ellos. No había tiempo que perder, Maahn lo sabía, las estrellas también e incluso la hoguera entorno a la cual se sentaban Tulius, Daito, Nadja y ahora también el enano.
- ¿O es que no hay ningún plan? – Añadió con una sonrisa en los labios, de la que ninguno fue testigo debido a su barba de enano.
- Me extrañaría que no lo hubiera... - Intervino Tulius con una sonrisa más visible. - ¡Estamos ante una de las capitanas pirata más temidas de los océanos Oriental y Occidental y de todos los mares del sur! - Bromeó. - ¡Y por si fuera poco, esta acompañada por Daito el matatrasgos! ¡Quién hundió toda la flota del capitán Sangaku y dio muerte a su hermano Garzajgar con sus propias manos! - Tomó aire. - Seguro que hay un plan, por descabellado que pueda resultar...
-Bien-Dijo el norteño cruzando los dedos frente a su rostro.
-Algunas cosas tenemos claras... y son precísamente en ellas en las que debemos basarnos praa urdir el plan de acción-Se aclaró la garganta, preparándose para exponer el plan.
-Lo primero que deberíamos saber es donde se encuentra la entrada de Agnarkok. Si no me equivoco, el camarada Gorbagog conoce su paradero, ¿Verdad?- Su mirada se dirigió directamente al gran trasgo
-Por otro lado contamos con el factor sorpresa. Entiendo que a esta fecha el lugar tiene que ser un trajín de movimiento de tropas tanto humanas como trasgas si, como creemos , se está forjando un ejército para invadir Catán, no debería ser especialmente dificil colarnos entre ellos...
Se mesó la barba en pose pensativa
Torció los labios en un gesto pensativo -No las tengo todas conmigo que nuestro amigo Gorbagog pueda venir esta vez, se que querrá, pero en su estado....- negó con la cabeza -no dudo de él, ni de su resistencia, pero no esta del todo recuperado y temo que no pueda combatir como él querría y esperamos- miro al enano y a Tullius -Chicos esto no es un juego ya, no estamos hablando de trasgos, estamos hablando de una criatura inteligente, mucho de hecho y con, más importante, magia negra- instintivamente puso su mano sobre su ya crecido vientre -entenderé que aún os echéis atrás, no querría que ninguno perdiese la vida por una causa que no es la suya- miro al enano, sabía que él quería venganza, pero igual no era lo más inteligente, sabía como la venganza podía envenenar los corazones, incluso lanzar a la gente a hacer cosas que los llevarían rápidamente a la muerte, con respecto a Tullius.... seguiría a su amigo, lo sabía, pero quería darle a ambos la posibilidad de replanteárselo.
- Gracias, pero no... - Respondió Kronan. - Mi vida está a disposición de lo que el destino tenga dispuesto. - Afirmó con rotundidad el enano y entonces lanzó una carcajada. - ¡No sé que diantre he dicho! - Se dio un tarascazo en la cabeza con su propio puño. - Nadja gracias, pero es una cuestión de honor. Se lo debo al capitán Tiberius, se lo debo a mis hermanos caídos y principalmente me lo debo a mi mismo. Tengo que asegurarme que ese condenado elfo deja de respirar y si puedo ser yo mismo quien le arrebate el último aliento... - Apretó los puños y casi hizo rechinar sus dientes. - ¡Qué Manveru y Brook lo vean!
- ¡Así se habla, kronan! - Intervino Tulius. - Conozco a Gorbagog desde hace mucho tiempo. Es un ser testarudo. Cuando se le mete algo en la cabeza... - Chasqueó la lengua. - Si está hoy entre nosotros es por esa Elsabeth. Fue la esperanza de volver a verla lo que consiguió que saliera con vida del submundo de Angarkok. No cesará en su empeño hasta que la vea liberada. Unas pocas heridas no le frenarán. Lo sé... - Hizo una pausa y entonces miró a Daito. - ¿Por lo que dices, la idea es desembarcar en algún sitio y hacernos pasar por soldados preparados para la guerra contra Catán? ¿Dónde piensas desembarcar?
-Para ese tipo de decisiones lo cierto es que espero contar con los consejos de tu buen amigo, puesto que en este tema es sin duda el más versado de los presentes al haber estado allí.
- Habló de una pequeña aldea pesquera... - Respondió Tulius. - ¿Lutus? Creo que dijo eso. Debe tener embarcadero, pero... - Se rascó la cabeza. - No estaba demasiado lejos de la entrada de Anragkok. Me contó que se encontraba en el interior de una pequeña barbacana custodiada por guardias humanos, sauks y en el interior del túnel que conducía a la ciudad subterránea había infinidad de guardias trasgos. - Hizo una breve pausa que aprovechó para voltear la cabeza hacia un lado. Era evidente que veía la encomienda bastante complicada. - Eso si logramos desembarcar... Piensa que se habrán redoblado los esfuerzos por mantener el control de la costa. Si estamos en preparativos de guerra... - Dio una palmada. - ¡No sé, tú eres el marinero! ¡Tú eres el matatrasgos! ¿No?
-Que la noche sea el manto para nuestra nave. Anclemos a una distancia prudencial y desembarquemos en pequeños botes de remo. Si evitamos la playa no debería ser especialmente dificil llegar sin que nos viesen-expuso el rubio mientras se mesaba la barba.
- Bastará un solo bote... - Dijo entonces Nadja. - Tengo entendido que sólo seremos cinco los que llegaremos hasta el final... - Aquello dejó helado al rubio norteño.
¿Se estaba incluyendo de nuevo la capitana en aquella arriesgadísima misión? Habían quedado en que ella se quedaría abordo, mientras él junto con Tulius, Kronan y Gorbagog, siempre que su estado de salud se lo permitiera, serían los que descenderían a tierra firme y acabarían lo que habían empezado.
- Bueno... - Dudó un instante la capitana. - Siempre y cuando Gorbagog esté en condiciones...
- Tenía entendido... - Carraspeó. - Señorita... - El enano parecía confundido. - Que usted no iba a acompañarnos. En su estado no creo que sea conveniente que haga esfuerzos...
De repente algo hizo callar a Kronan. Posiblemente fuera la sutil pero amenazadora mirada de aquella mujer. Sin duda alguna las leyendas que hablaban de ella le hacían justicia, pues con un simple gesto, había logrado estremecer a un fornido enano que había vivido muchas más batallas de las que le hubiera gustado.
- Está todo dicho entonces. - Intervino Tulius. - A falta de saber si Gorbagog nos acompañara o no... - Pero no estaba todo dicho.
En esta ocasión fue la mirada que Daito clavó sobre la pelirroja la que interrumpió el resumen final que aquel joven humano iba a hacer sobre sus más inmediatos planes. Sin duda alguna Daito no estaba de acuerdo en que su amada asumiera más riesgo por su estúpida cruzada. Aunque ahora tuviera más sentido que nunca, pues sabía que Elsabeth estaba viva y sabía además dónde encontrarla, ya no la amaba y aunque le debía seguir su pista hasta sus últimas consecuencias, había hecho mal desde el principio involucrando a Nadja en aquello.
- Quedamos en otra cosa, mi capitana... - Dijo Daito con tono de reproche. - Estas a punto de dar a luz, cualquier cosa que te pasara... - Meneó la cabeza. - ¡No me la perdonaría! Es nuestro hijo. El fruto de nuestro amor. No puedes ponerlo en riesgo... - Resopló. - No te lo permitiré... - Y con aquello creyó zanjada la conversación.
- ¿Tú me vas a decir lo que tengo o no tengo que hacer? - Nadja se recostó sobre la silla y soltó una risotada con la mirada perdida en el techo. - ¿Desde cuando mandas y ordenas? - Le preguntó poniéndose de pie e improviso. - ¿No sabes quien soy, Daithoborgh? - Le preguntó. - ¿Tengo que explicártelo? ¡Porque parece que sí! - Dio un golpe de puño sobre la mesa. - ¡Soy Nadja, a la que llaman la Roja! ¡Mi nombre es conocido desde el mar del lagarto hasta el océano Oriental! ¡Me han perseguido imperianos, norteños, trasgos, piratas tan reconocidos como Hassan el Grande, Tuk el Hermoso o el propio Patrick han pasado por mi espada! - Hizo una pausa para tomar aire. - ¿Me vas a decir tú ahora lo que yo tengo que hacer? - Se acercó al rostro de Daito y posó dos de sus dedos bajo su mentón sembrado de una frondosa barba amarilla. - No cariño... - Le besó. - A mi nadie me dice que debo hacer... - Sonrió. - Además, alguien tiene que cuidar de ti, mi rubio...
- ¿Qué es esta escandalera? - De pronto irrumpió en la sala de mando el maltrecho Gorbagog. Tras apenas unos días de descanso parecía del todo recuperado. Su tono de piel volvía a ser oscuro y las prominentes ojeras que nada bueno indicaban habían desaparecido. - Han avistado tierra... - Desveló. - En unas horas podremos pisar el continente de nuevo. Odio los barcos y odio el mar, así que nadie me impedirá que muera en tierra firme tratando de salvar a Elsabeth. ¿Estamos todos de acuerdo? - Y soltó una risotada. Se le veía contento y esperanzado. Eso era lo que necesitaban, esperanza.