Vigesimotercer día de la quinta fase de Orhan. Año 6051 de la Tercera Era.
La gran sala se encontraba en la penumbra. Los enormes muros se levantaban decenas de metros hasta perderse casi en la oscuridad, donde terminaban rematados en hermosos arcos góticos de piedra cubierta por el moho. La habitación, de arquitectura octogonal, no solía estar abierta al público y, de hecho, Quidel había sido invitado como excepcional invitado de honor dadas las circunstancias.
En el centro, varias figuras cubiertas con pesadas túnicas formaban un círculo, situadas según era preciso para que el antiguo ritual surtiera efecto. O eso había explicado Raina la noche anterior, en la seguridad de su domicilio. Los hechiceros canturreaban una melodía siniestra cuyo significado escapaba para los legos en la materia, pero las voces se elevaban desde debajo de sus capuchas dándole un efecto de ultratumba que ponía los pelos de punta al más avezado.
Dentro del círculo, protegido por glifos y otros símbolos arcanos, un diminuto contenedor brillaba en lo alto de un pedestal iluminado. El origen de la luz era incierto, probablemente gracias a la habilidad del arquitecto o quizás por causas mágicas pero de un valor teatral incuestionable.
Quidel, apartado en uno de los laterales, observaba con una mezcla de admiración y repulsión el evento. Por un lado le enorgullecía que su propia hermana estuviera ahí participando en lo que fuera que se llevaba a cabo. Por otro, no podía evitar sentir cierta tensión sexual en el ambiente y se preguntaba hasta qué punto era una percepción subjetiva o realmente había algo detrás de todo ello. Historias y rumores se pasearon, molestos, por el fondo de su consciencia.
La letanía fue aumentando en intensidad, lentamente al principio y acelerando cada vez más hasta explotar en una cacofonía de sonidos. Luego, sin previo aviso, se interrumpieron todos a la vez y uno a uno fueron desapareciendo en silencio por la pesada puerta de roble que daba acceso.
Raina se quedó inmóvil, exhausta ante esta nueva experiencia. Se sentía vacía y carente de vida, como si toda su vida hubiera estado esperando para el momento que acababa de vivir y de repente hubiera terminado. El opresivo silencio volvió a inundarlo todo.
Tindar Umnys se acercó poco a poco a Raina, con el mismo cuidado que si se tratara de un ave asustadiza. Sus manos se posaron en los hombros de la joven en un gesto protector, casi paternal.
-Estoy orgulloso de ti, Raina -dijo el guía espiritual-. Los preparativos están listos prácticamente, solo faltará daros las últimas instrucciones a ti y a tu hermano, pero eso puede esperar hasta mañana. Ahora ya es tarde y debes recuperar fuerzas.
Hizo un gesto hacia Quidel para que se acercara y, acto seguido, tomó el frasco de encima del pedestal y lo guardó dentro de una cajita de madera que colocó, a su vez, en una bolsa de cuero de tamaño mediano.
-Acompaña a tu hermana a su habitación, pero antes salid a tomar el aire unos minutos -explicó a Quidel cuando éste estuvo suficientemente cerca como para no tener que alzar la voz-. Mañana por la mañana os espero a ambos en el presbiterio.
Salieron de la catedral sin prisa, lentamente. Los pasillos, desiertos a esa hora de la noche, resonaban a su paso como el bajo obstinato de alguna orquesta macabra. Las sombras, proyectadas por antorchas cubiertas de brea, se movían danzantes sobre el suelo de mármol ónix.
Cuando llegaron a la zona más transitada de la catedral las cosas no cambiaron demasiado: la congregación descansaba, preparándose para el siguiente día de trabajo, ignorantes de lo que sucedía en otras zonas del edificio. Un escalofrío corrió por la espalda de Quidel mientras ayudaba a una agotada Raina a salir de aquel lugar.
Finalmente cruzaron las puertas y salieron al aire frío de la madrugada. La ciudad dormía, también, a excepción de algunos trasnochadores. La vida nocturna de Haalkitaine era sobradamente conocida en Rhakaan pese a que las bajas temperaturas de noches como aquella trataran de disuadir a los menos valientes.
No aguantarían mucho rato ahí fuera, sobretodo Raina, pero los dos necesitaban despejarse un poco después de lo sucedido. Unos minutos solamente, antes de volver cada uno a su descanso nocturno.
Pocas personas percibían aquel edificio como una gigantesca madre que acunara entre sus brazos a los miembros de la congregación, sin embargo, para Raina, aquel lugar se había convertido en el cálido pecho, acogedor y familiar, que le había sustentado tras su trágica historia vital. La planta octogonal, cubierta completamente por una magnífica mampostería en mármol vibraba ante cada una de las sílabas pronunciadas por los celebrantes. En los muros las sombras jugaban a crear formas imposibles que se fundían y amoldaban a los mosaicos que los decoraban, espejo del insondable mundo al que se abrían las encapuchadas figuras que entonaban el singular cántico. Sobre ellos, en los alto, una enorme bóveda construida en cristal pulido permitía que la luz de la luna se filtrara en la estancia para iluminar con su fantasmagórica luz a cada uno de los integrantes del ritual. La belleza del lugar era tal que las gentes sencillas aseguraban que tan solo la fe y el amor por la diosa a la que servía Raina eran capaces de sostener aquella bella estructura.
Raina se sentía exultante, la vida siempre cobraba un nuevo sentido cuando su cuerpo vibraba en consonancia con sus deidades y se abandonaba a la ola de energía que recorría su cuerpo, una energía que se afanaba en mostrar las dobles realidades del todo y de la nada. La piel de la joven se erizó en el momento en el que Tindar Umnys acompasó su voz de barítono a la de ella, podía sentir el alma del maestro deslizándose sobre la suya, fundiendo en parte su esencia con la de ella para formar un nuevo ente que poco a poco se unía a la del resto de sus compañeros. Un cosquilleo comenzó a recorrer lentamente sus piernas hasta detenerse en su sexo y ascender de nuevo hasta sus pechos, símbolos ambos de la fertilidad y el poder que las almas entrelazadas tenían para atraer un retazo de los dioses, un alma, hasta ellos para crear un nuevo ser. Raina acompasó su respiración y percibió de nuevo otra presencia que se deslizaba poco a poco en sus pulmones hasta llenarlos, su mente no pudo evitar pensar en algún líquido lechoso, denso, viscoso, que se oponía a la anterior energía para equilibrar su gozo con el terror, un terror que pasó a dominar los latidos de su corazón, símbolo de la vida presente.
Las voces se apagaron al unísono y la joven levantó la vista al notar las manos de su mentor sobre sus hombros. Las hermosas esmeraldas de Raina se posaron sobre el rostro de Tindar y asintió levemente ante sus palabras. Despacio, se retiró de la presencia del maestro y entrelazó su brazo con el de su hermano para dejarse conducir hasta la salida de la catedral en silencio. El frío aliento del exterior golpeó su rostro, devolviendo completamente su consciencia al mundo que la rodeaba, el mundo que tanto odiaba por lo que la había hecho -Quidel, gracias por habernos acompañado esta noche. Ha sido algo realmente especial para mi..- susurró con una voz cargada de las fuertes emociones que aun la embargaban.
Quidel contempló el antiguo rito que tenía lugar ante él sintiendo una mezcla de fascinación y repulsa. Su rostro marcado con los signos de una barba incipiente de color rubio era una máscara de cuidadoso respeto y sosegada observación, aunque interiormente su mente bullía llena de pensamientos e ideas. Con los brazos cruzados ante él y ligeramente apoyado en una de las columnas más alejadas en actitud desenfadada, sus ojos sin embargo no perdían detalle de lo que le rodeaban, analizándolo todo rápidamente de la manera que años de entrenamiento le habían enseñado. La cuidada curva de los arcos enmohecidos…el pulido suelo de mármol…las paredes húmedas de la sala octogonal…Todo eso fue analizado en cuestión de minutos, situando de manera inconsciente los puntos donde las sombras más densas, las salidas más cercanas…pero aún así siempre, invariablemente y aunque intentaba mirar hacia otro lado, sus verdes pupilas siempre se centraban en las figuras que había en el centro de la sala octogonal, atraídas por el hipnótico y escalofriante cántico. No había que ser demasiado inteligente para saber que allí estaba ocurriendo mucho más de lo que sus ojos de no iniciado podían captar. La energía, sexual de alguna forma, que se estaba convocando hacía vibrar la atmósfera a su alrededor erizándole los pelos. Informes e indistinguibles bajo las túnicas, aún así el joven no perdía de vista la delgada y estilizada silueta que sabía que era su hermana. Verla en acción, verla participar de aquello que le parecía tan sobrecogedor, tan fascinante, le hacía sentir un orgullo inmenso. E inevitablemente le hacía pensar en el futuro y en lo que el poder que entre los dos poco a poco iban consiguiendo podía lograr.
Finalizando en un crescendo agónico y disonante súbitamente el cántico acabó y como sino hubiera pasado nada una a una los religiosos fueron saliendo hasta que sólo dos quedaron.
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Aún en silencio el joven escuchó las palabras del sacerdote y al ver que le hacía un gesto se acercó con pasos ágiles y seguros.
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Tras inclinar la cabeza en gesto aquiescente, afirmó el ligero brazo que en ese momento su hermana enlazaba con el suyo y echó a andar con pasos firmes pero no demasiado rápidos, consciente de la temblorosa debilidad de Raina a su lado. Si por el fuera, hubiera salido corriendo de aquel lugar, ya había tenido suficiente de secretismo y adoración por una noche, pero sabía que la situación y sobretodo el estado de su hermana requerían que fuese más considerado. Así que acompasó el paso al de su hermana y cuando por fin el frío de la noche le rozó el rostro no pudo evitar dejar escapar un suspiro de alivio. Dejando que el fresco le despejase la mente y alejase las sombras del ritual de sus hombros respiró hondo y desvió la vista hacia Raina pendiente de sus palabras.
-Necesitabas de mi presencia junto a ti, Raina y eres lo más importante para mí en esta vida…-contestó palmeandole la suave mano con una dulzura no propia de él.-Ya sabes que no puedo negarte nada, Ria-añadió usando el apelativo cariñoso con la que le llamaba desde que tenía uso de razón.
Los finos labios de la joven dibujaron una sonrisa ante el cariñoso apelativo de su hermano. Hacía ya varios años que se habían visto obligados a abandonar su añorado hogar y el cariño que sentían el uno por el otro se había incrementado a medida que la vida les iba poniendo a prueba. La indumentaria de pesado terciopelo crujió ligeramente cuando Raina levantó la vista para posar sus ojos sobre los de su hermano. Se detuvo unos instantes en la profundidad de aquella mirada cargada de amor y confianza antes de posar su mano sobre la que su hermano tenía entrelazada con su brazo - Dentro de poco estaremos preparados...- Las mera pronunciación de aquellas palabras y su velado significado la hicieron sentir un escalofrío que le recorrió la espalda -Hemos puesto tantas esperanzas en este día Quidel que casi dudo si esto no se trata de otra pesada broma del mundo de los ensueños- Su voz, aterciopelada y educada para la oratoria acarició ligeramente el cercano rostro de su hermano -Debemos prepararnos- La mano de Raina se deslizó lentamente hasta volver a ocultarse entre los pliegues de su oscura túnica.
Sintiendo la presencia sólida de su hermana junto a él Quidel meditó durante unos segundos sus próximas palabras mientras sus ojos resvalaban sobre la plaza adoquinada que se abría ante ellos, suavemente iluminada por la plateada luz de la luna. En los soportales de los edificios y templos que la circundaban las sombras eran oscuras, densas, e inconscientemente las examinó en busca de movimientos delatores de la presencia de algún indeseable. Si sus expertos ojos detectaron algo no lo reveló y en su lugar volvió el rostro relajado hacia su hermana.
-Estás en lo cierto hermana, cada día estamos más cerca, casi puedo ver nuestro futuro ante nosotros, listo para que lo cojamos...hoy he visto lo mucho que has ganado en poder y sabiduría-susurró con la voz teñida de orgullo- y conmigo a tu lado, nadie logrará detenernos-aseguró vehementemente con la mente destilando visiones de venganza. Luego, volviendo a su espíritu más práctico no pudo evitar formular la pregunta que venía rondando su cabeza desde que el maestro de Raina se había despedido de ellos-Sin embargo, si como dices debemos prepararnos me gustaría saber para qué-girándose para mirar a su hermana a la cara añadió sin poder evitar que cierta impaciencia tiñese su voz-Raina ¿cuáles son las instrucciones de las que hablaba tu maestro? ¿debo quizás preparme para algún tipo de misión o viaje?
te llamas Raina no Riana :P a no ser que et hayas convertido en cantante ^^
Raina dejó escapar un ligero suspiro entre sus labios mientras parecía absorber las palabras que había pronunciado su hermano. Por un instante la oscuridad que rodeaba su rostro, oculto bajo la capucha, se hizo levemente más densa y la sacerdotisa se asemejó a una estatua de alabastro, silenciosa y eterna - La rueda ha dispuesto nuestro designio Quidel y nosotros debemos acudir a su llamada- Dijo mientras comenzaba a girarse de nuevo hacia el templo. El cansancio comenzaba a hacer mella en su espíritu y su cuerpo clamaba el merecido descanso ante su esfuerzo - Descansemos, lo necesitaremos para el futuro que se avecina- Los pasos de la joven, lentos y cadenciosos, la encaminaron hacia el magnífico arco de mármol que configuraba la entrada. A ambos lados, dos gigantescas estatuas labradas en la misma piedra que conformaba la fachada observaba, eternas, el paso del tiempo que ellas mismas representaban Tu siempre estas preparado ante los cambios de tu destino ¿No aseguras siempre que este solo pertenece a aquel que prevé lo que esta por ocurrir? Raina sonrió a recordar el lejano día en que su hermano pronunció aquellas palabras ante ella. La vida les había arrebatado la dulzura y la alegría de la infancia pero ¿Acaso era ella alguien para juzgar a los Dioses?
Ligeramente contrariado por las enigmáticas palabras de Raina, Quidel arrugó levemente el ceño. Desde que comenzó su aprendizaje en este templo no hay quien entienda lo que dice, si es que dice algo..pensó molesto al tiempo que la acompañaba a la entrada del templo. Por supuesto reconocía que la habilidad de hablar sin decir nada en realidad era muy útil en ocasiones, pero detestaba que su hermana lo emplease con el, ya que sabía perfectamente que no era tonto.
-Precisamente por eso tengo que saber...-contestó en su lugar, reacio a admitir que su hermana para variar había esquivado su pregunta. Pero mientras hablaba decidió darse por vencido- Está bien...ve a descansar que debes esta agotada. Mañana por la mañana vendré a buscarte y tendré todo listo por...por si acaso-murmuró claudicando. Poniéndose frente a ella le agarró ambos brazos con las manos y se los estrechó con cariño-Que la gracia de tu Dios te acompañe, Ria.
La joven sonrió con cariño a su hermano mientras este se despedía de ella. Siempre habían estado muy unidos y ambos se habían esforzado por mantenerse juntos frente a todos los imprevistos que la vida había decidido poner frente a ellos. Desde hacía poco Raina pensaba en los sucesos del pasado como pruebas de fe enviadas por su Dios para enseñarle el verdadero camino, la capacidad dinámica del mundo para balancearse entre uno u otro destino - Que descanses hermano...- murmuró entre dientes mientras acariciaba suavemente su rostro a modo de despedida.
La clérigo cruzó el umbral de entrada y atravesó la magnífica antesala del templo para dirigirse al claustro central, donde se encontraban las celdas de novicios e iniciados. Como miembro de la congregación tenía derecho a una habitación en el templo, en el piso inferior dada su posición, y a comida y ropa gratuita. El mundo había cambiado mucho para ella desde que, como novicia, se había adentrado en los secretos de la fe. Todo se había vuelto mas complicado, pero la seguridad y la sensación de pertenecer a un todo le daban fuerza para seguir adelante.
Buenas Neijel, me dirijo a mi celda para orar y descansar. Quedo a tu disposición ;)
Quidel contempló cómo la figura encapuchada de Raina era engullida por las sombras del templo y luego se giró avanzando hacia la escalinata. Desde lo alto de ésta observó la plaza que había a sus pies durante unos segundos mientras sopesaba qué dirección tomar. Aún era relativamente pronto y cualquier otro día sus pasos le hubieran encaminado sin dudarlo hacia El Arpón donde su buen amigo y maestroSendar Un Ojo estaría planeando algo para la noche o sino podría encontrar cierto solaz en los brazos de la bella Kithla. Sin embargo, después de lo vivido aquella noche y más aún sin saber a ciencia cierta qué le esperaba al día siguiente, se sentía más inclinado a volver a lo que se podía considerar como su hogar; por lo que finalmente torció a la izquierda y bajó los escalones de mármol con agilidad. Sus pasos apenas hicieron eco en los soportales cuando, caminando de sombra en sombra como si fuera un gato y sin dejar de vigilar a sus espaldas, avanzó en dirección al barrio de los comerciantes donde el maestro armero Lucan Reisello tenía su tienda. Las calles que circundaban el territorio de los templos era amplias avenidas empedradas, diseñadas para impresionar a los peregrinos, y durante el día sin duda hubieran estado abarrotadas de gente de todos las nacionalidades y razas así como de vendedores ambulantes y puestos de ofrendas. Sin embargo, a esas horas sólo eran tranquilas avenidas por las que apenas circulaba nadie y mientras Quidel se deslizaba de esquina en esquina no pudo reprimir la sensación de estar caminando por una ciudad fantasma.
Neijel quedo a la espera de instrucciones. No se si quieres que vaya directamente a dormir y empezamos al dia siguiente o no...vamos lo que diga el jefe ^^
Oido cocina. Espero a ver que ocurre en el off-topic y, si se tercia, continuamos. Ire preparando el post mientras tanto y editaré más adelante.