Partida Rol por web

Os habéis congregado en Desembarco del Rey, la ciudad capital de los Siete Reinos, localizada en la costa este de Poniente, en la bahía del Aguasnegras; la sede del Trono de Hierro en la Fortaleza Roja y por tanto el asentamiento del Rey.

Pero ¿qué rey?

El reinado de Gregory de los Erremartinel ya tiene fecha de caducidad, quizás no exacta pero sí certera. El rey se está muriendo, claramente no se debe a su edad ni a su actividad en combate, de puertas a dentro se dice que ha enfermado. De puertas a fuera se sabe que resbaló con una mierda de caballo y no supo caer como debía, ni dónde debía.

Tiene la cabeza abierta, en un corte desagradable e infectado rodeada por un aro irregular de necrosis que se extiende, curiosamente, por la linea callosa que el roce de una corona demasiado pesada y grande para su cabeza le dibujo en la frente.

Esas noticias han llegado a vosotros y como buenos carroñeros habéis acudido a despedir a vuestro rey, fingiendo completo desinterés y sentimientos nombres con los que asegurarle que cuidaréis de su reino hasta que nazca su heredero. Heredero que ni siquiera está concebido, pero Gregory nunca tuvo muchas luces, y de haberlas tenido no se hubiese interesado por la biología, ni siquiera la más elemental. 

Por desgracia o por fortuna, vuestro papel sonriente no tuvo que extenderse demasiado, el Rey finalmente ha muerto. Esta noche mientras todos y cada uno de vosotros le velaba reunidos en la sala del trono.

Lord Varys subió lentamente los peldaños que alzaban el trono de hierro de la linea rasa común. Carraspeó un par de veces y ese sonido percutor retumbó por toda la sala.

- El rey Gregory de los Erremartinel ha fallecido. - informó con voz pausada y sin emoción emoción alguna como si comentase el tiempo- Esta noche. - puntualizó fijando la vista en vosotros, con un matiz de acusación todavía injustificado- El rey ha muerto, qué viva el rey. - pronunció con desánimo y finalmente alzó la voz para marcar con dureza la siguiente palabra que pronunciaría - ¿QUÉ rey? 

El tener que presentarse en Desembarco del Rey le apetecía tanto como ver una y otra vez cómo las más jovenzuelas de su casa bordaban rosas, mostrándose totalmente orgullosas aún cuando los resultados eran habitualmente nefastos. Tenía el consuelo de que pudo llevarse con ella a su nieto, aunque hubiese preferido a Margaery en su lugar, pero la joven no se dejaba engatusar tan fácilmente. Y Loras tenía ciertos intereses que parecían ser satisfechos allí mejor que en cualquier otro sitio.

Olenna movió lentamente y de forma afirmativa la cabeza al ver que Varys no perdió ni un segundo en situarse cerca del Trono de Hierro. Desde luego no se sentía defraudada.

- La verdad es que cuando se llega a una edad... hay que mirar muy bien dónde se pisa. -Se apoyó en el bastón, acomodándose. Conocía ambas versiones de la muerte, pero esa era sin duda su favorita, y casi la más creíble conociendo al cabeza de familia de los Erremartinel.- Y nunca está de más tener un par de ojos de más que te digan dónde hacerlo. O en mi caso, dos pares. No sé qué sería de mi sin Izquierdo y Derecho.

Oiaba al euneco como odiaba esta podrida ciudad, no importaba cuanto perfume se tirara ensima cualquier con algo de cerebro podia notar las similitudes que tenia con esta ciudad. Suspiro luego de las palabras del ex-hombre y miro a los demas. No deberia estar en este lugar donde reina la intriga, él era un soldado y como buen soldado preferia estar en un campo de batalla donde las espadas fueran quien decidieran la vida de una persona. Pero su hermano le insistio, como siempre, en que ayudara como pudiera a esa alianza que habiamos formado con la casa Tyrell y Targaryen.

Dejo ir una carcajada ante el comentario de Olenna. Si solo tuviera que ver con la edad. Pero el Rey...que los 7 le ofrescan descanzo...nunca fue demasiado perceptivo aun en sus años de juventud.  comento sin verguenza de faltar respeto al difunto Rey.

Hodor se sentía fuera de lugar, rodeado por gente de tan alta cuna.Pero estaba allí para velar por las mujeres Stark, especialmente por la joven Arya, así que intentaba no llamar mucho la atención, lo cual era difícil teniendo en cuenta su tamaño...
-Hodor- fue su lamento por la muerte del rey

Aún tenía el calor de la última mujer en su interior, cuando recibió la noticia. Se tomó una copa de vino en honor a la muerte del rey fallecido, y vertió su contenido sobre el cuerpo de la mujer.

—Lamento la pérdida del rey— dijo Tyrion, sonriendo a los ojos de la prostituta—. No podrá disfrutar de… esto— y no dijo más. No era necesario.

Después de acabar otra jarra de vino, consiguió ponerse en pie, vestirse con la ayuda de la mujer, y partir hacia la Fortaleza Roja, donde le habían citado. Su sorpresa fue cuando encontró a todos allí.

Patizambo, anduvo paso a paso, escuchando sus botas resonar en las paredes de la sala, y chascó la lengua, mirando las caras que le devolvían la mirada. Algunas curiosas, algunas con odio, algunas confusas. El Gnomo era el último que quería estar allí, y podía jurarlo varias veces, como hacía unos instantes, pero no quería enturbiar unas aguas ya de por sí sucias. Fue, y trató de ver.

—Es una lástima que no podamos elegir nuestra forma de morir— comentó el Gnomo, encogiéndose de hombros, tratando de averiguar si habría algo para desayunar. Sediento y hambriento se paseó nadando por entre las demás figuras que inclinaban su cabeza para verlo—. Pero, al final, siempre hay una cosa segura— hizo una pausa, y desistió en su búsqueda de comida—. La Muerte siempre llega. Y será nuestro modo de hacerle frente el cómo muramos. Yo, por mi parte sé cómo me gustaría morir: a los 80 años, con la barriga llena de vino y con mi po…— calló de inmediato al ver a la pequeña loba. Carraspeó la garganta y giró sobre sus talones, volviéndose a pasear por la sala—. ¿No hay algo para comer?

Situado en un segundo plano, pero cerca de Cersei y Jaime Lannister, el Perro pasaba la mirada por los demás invitados a "despedir" al Rey Gregory. Debido a la inexistencia de un heredero directo de los Erremartinel, allí había asistido hasta la última comadreja de los Siete Reinos para ver quién podía pillar su parte de pastel. "O si tienen suerte, el pastel entero", penso el hombre refiriéndose al Trono de Hierro. 

Sandor bajó un poco la cabeza, aburrido. Allí tendrían que estar bastante rato escuchando falsas lamentaciones sobre la dolorosa pérdida del Rey Gregory, cuando en vida no le había importado a nadie. No obstante, las primeras impresiones que se oyeron en la sala del trono fueron más directas de lo que estaba imaginando. "Valiente grupo de hipócritas". 

Él no tenía mucho que opinar, a fin de cuentas era un caballero de una casa menor al servicio de los Lannister. Dejaría que hablasen los leones primero. Le sorprendió ver que el primero en abrir la boca era el enano, en su línea habitual de comentarios mordaces, y el Perro esgrimió media sonrisa ante la falta de tacto de Tyrion . Seguramente, sería el único que hablase claro en aquella sala. En el fondo admiraba (aunque no lo admitiese) la sinceridad de ese engendro: podía pasearse por cualquier lado diciendo lo que le viniese en gana y era intocable. 

El Perro cambió de postura. Ahora que el enano lo había mencionado, él también empezaba a tener un poco de hambre.

Loras llega junto a su abuela, detrás de ella, dándole el protagonismo que se merecía tener. Nunca le ha gustado Desembarco de Rey, olía mal y no tenía para nada la belleza de Altojardín. Arrugando la nariz, entran en la sala del trono y reciben la noticia de que el Rey, finalmente, murió esa noche. Mira a su al rededor, viendo como muchos llegaban a regodearse de eso, otros, simplemente, se mantenían en silencio. Como Loras se encuentra. Mejor deja hablar a la abuela, ella sabe exactamente como tratar a esta gente, tu has venido solo a acompañarla, se repite mentalmente, algo que había estado haciendo todo el camino. 

-¿Quiere que le busque algo con lo que sentarse, abuela? 

Más le vale buscarla, visto la cantidad de gente que ha venido, todos en busca de la corona, obviamente, tienen para un buen rato. Busca con la mirada algo con lo que sentar a su abuela, no vaya a ser que la espera la mate a ella también.

-Yo no debería estar aquí.- Esgrimió con incomodidad en un susurro.

Contemplaba los rostros de todos los congregados, gente sumamente distinguida, y se sintió más incomodo. Algunos no los apreciaba en lo más mínimo, sentimiento, por otro lado, compartido, especialmente a los Lannister, aunque la presencia de su amigo Robert y sus hermanos había hecho de aquellos días tan funestos para el reino (y para sus ánimos) un poco más gratos.

Se rascó el cuello como si el lugar le produjera alergia. El calor de la ciudad y la humedad del río se le pegaban en la piel y le generaban una sensación malsana. Eddard Stark era un hombre del Norte, donde la nieve cubría el suelo en vez de la hierba verde, le gustaba de sentir el viento frío besando sus mejillas, le gustaba pasearse por el bosque de Dioses y la tranquilidad que se respiraba en su castillo, lejos de cortes y adulaciones, le gustaba de encontrarse entre la confianza que le inspiraban sus hombres, cuya lealtad a su señor era incuestionable, pues él, era ya, Señor de Invernalia y Guardián del Norte desde la muerte de su hermano mayor, no lo había pedido y, tampoco, necesitaba de más.

Atrás, había dejado, lejos de ese largo trayecto a sus seres queridos y contaba las jornadas que faltaban para volver a ellos, pretendía que resolver esas cuestiones con la mayor presteza posible y volverse con ellos; con Catelyn, su mujer, y sus hijos; Rob, Sansa, Bran y Rickon. Con él tan solo se había llevado a Arya. Su madre había insistido en que se la llevase, estaba harta de las peleas con su hermana y harta de no conseguir hacer de ella una doncella, los años pasaban y temía de no poder casarla, quizás una temporada en la corte haría lo que no habían conseguido años en el norte. Ned lo dudaba, aún así se la había traído con él, y aunque no lo expresara en el fondo agradecía la compañía de la pequeña.

Esa noche, recibió la noticia de la anunciada muerte del Rey en la soledad del bosque, inmerso en sus plegarias, pero sus Dioses no llegaban allí. Sentía pesada la cabeza por todo lo que estaba por venir y se dirigió a la sala del Trono con hastío por las perspectivas que las inminentes horas y posiblemente los días próximos le deparaban. No podía menos que sentir que se encontraba en medio de un nido de víboras. Allí no pintaba nada ni aspiraba a nada. Él era un hombre de honor, un hombre de espada, un hombre de blandir la verdad por delante, así lo habían educado y se sentía orgulloso de trabajar en serlo, pero en Desembarco del Rey aquello se convertiría en un una batalla de ingenios, traiciones y conspiraciones.

Entró en la sala con su porte natural, sin ostentaciones pero con paso seguro la espalda correctamente erigida.

-Damas, Caballeros... -.  Hizo ademán de saludarles a todos, muchos no tenían tal título y menos lo merecían.  -Seamos razonables. Es, ahora, nuestra obligación la de buscar un digno sucesor. El trono de Hierro debe de ocuparlo quién lo merezca.- No quería que aquello se convirtiera en una sangrienta confrontación entre familias que desgranara el reino. Había despedido a un Rey que había conducido los siete reinos sin pena y menos aún gloria. Gregory de los Erremartinel no había sido un buen Gobernante, y aquello lo pagaban los súbitos, el hambre y el temor a lo que se acercaba podía hacer de ellos una descontrolada marea, había que arreglar los asuntos rápido. -Tenemos que estar preparados. Se acerca el invierno.

- ¡Ay sí, muchacho! -Dejó escapar un suspiro de alivio y esperó paciente a que su nieto hiciese como había dicho.- Mis caderas me están matando, y esto tiene toda la pinta de ir para largo, aunque espero que no demasiado, porque igual yo tampoco lo cuento. -Habló en alto, aunque no se dirigía a nadie en particular.- Y no te olvides de buscar algo para comer, el medio Lannister -y esto no era necesariamente un insulto, al menos para Olenna- tiene razón. ¿Qué pasa con la comida, acaso quieren que discutamos este asunto con el mismo difunto? Por los Siete...

La entrada de Eddard Stark no le pasó desapercibida, y menos tras sus palabras.

- Digno... buena suerte con eso. -Fue lo único que añadió. Al fin y al cabo, ¿cuántos reyes verdaderamente dignos habían sentado sus posaderas en aquel trono? Olenna estaba segura de que se podían contar con los dedos de una mano. Incluso con los de la mano de alguien mutilado.

Como siempre puntual y correcta asiste al lugar acompañada del perro y su hermano Jaime Lannister. Odiaba este tipo de reuniones velando por un rey de los mas estúpidos. Se mantuvo callada durante la mayor parte del tiempo mientras que hacía unos gestos de desaprobación o aburrimiento. Aquí lo único que importaba era quien ocupará este trono vació, no las lamentaciones de los considerados "nobles"  deseosos de poder, tan mentirosos como su propio linaje. 

Al notar la presencia de su hermano gnomo, no puede evitar poner los ojos en blanco. -Una deshonra para los Lannister, aún no comprendo como nuestro padre lo mantuvo con vida, seguramente ha de estar borracho, Ya me imagino de donde viene, desde aquí se le puede oler la mugre de las prostitutas.-Le comenta a su hermano Jaime. Finalmente, el gnomo termina con su ácido discurso totalmente fuera de lugar, como es de esperar, permitiéndole el lugar al lobo (ned stark), el señor del honor. - No basta con escuchar a Tyrion y sus "geniales  comentarios" sino que Ned Stark hace alusión en buscar  a un nuevo sucesor, como siempre haciéndose cargo de lo que no le corresponde porque no se quedará en Invernalia.-el tono de su voz aún en susurros se teñía de odio.

Esperó a que algunos terminaran de hablar, afinó su actitud manteniendo la calma y regalándole una sonrisa a los presentes. - Ante esta terrible situación, nosotros los Lannister ofrecemos nuestro apoyo incondicional colaborando en la búsqueda de un nuevo sucesor.- Al terminar la frase vuelve a su lugar esperando que los demás sigan con su discurso. 

Entra en la estancia palmeando las paredes y apoyado en Jon.

- Vaya, así que es cierto eso de que el frío es bueno para el cuerpo, ya van dos reyes a los que sobrevivo. - Pone una sonrisita esperando no estar hablando sólo y prosigue. - Yo estoy muy mayor para estos trotes, pero es mi deber recordarles que quien está día a día luchando por el bien del reino son los que, allá arriba, detienen el mal que nos acecha cada noche. Por eso creo que habría que tener en consideración a los muchachos del muro.

Estábamos todos reunidos desde la desafortunada muerte Gregory de los Erremartine, no tuve mucho trato con el rey, ya que eso se encargaba, mi querido cuando estaba vivo…  pero ahora me toca encargarme a mí todo sobre mi casa.

 No me sentía cómoda en este lugar, estaban todos de las casas los Lannister, Los Stark, Baratheon, Negras  y Targaryen. Me iba acercado poco a poco hacia donde estaba la multitud de la gente, me acerque hacia los familiares para darle mis condolencias. –Siento la pérdida de vuestro rey. Me aparte para dejar espacio a los familiares, y me puse detrás de la señor Aemon Targaryen. Y escuche a Eddard Stark que dijo que deberíamos de buscar un sucesor digno del trono de hierro.  Observe y algunos ya se les veía como estaban interesados  en estar sentado en el trono de hierro. Por ahora quise permanecer callada y escuchar a lo que decían los demás.

Sus tripas rugían, pero pasaron a preocuparle menos cuando escuchó a su hermana hablar. Frunció el entrecejo. No necesitaban escuchar obviedades. Lo que necesitaban era escuchar pasos en frente, voces que dijeran que querían poner su culo orondo en el Trono de Hierro.

Se sorprendió al escuchar las palabras de Eddard Stark, pero asintió en su interior, pensando que era uno de los más sensatos allí dentro, aunque temía que, en el fondo, su alto concepto del honor le conllevara problemas. Puede que, por ello, tampoco fuera un gran candidato al Trono. Aunque, como decía, no lo quería. Y era sensato.

Fingió alzar una copa en honor de Lady Olenna al darle la razón y se limitó a decir que todos pensarían mejor con el estómago lleno. Quiso añadir algo más, pero estaba la pequeña loba delante, y no quería ser insolente. No más de lo que solía ser.

—Que yo sepa, la Guardia de la Noche no puede aceptar títulos ni honores más allá de los que le corresponden en el Muro— dijo Tyrion, mirando al Maestre Amon, encogiéndose de hombros—. No dudo de vuestra labor, pero temo que podáis encargaros de un Trono que pincha y un Muro que pide ayuda constante.

Fue, entonces, cuando escuchó a la niña y la fulminó con la mirada, evaluándola.

—¿Vuestro?— repetí, sonriendo de lado, haciendo una mueca—. Mi señora, si fuera sólo nuestro, permitidme qué os pregunte, entonces, qué hacéis vos aquí por un Trono que no os corresponde. Ni lo sentís como propio.

- No seas engreído con los mayores. - Le dije al enano sin saber siquiera hacia dónde miraba. - Lo que te falta de estatura te sobra de lengua.  

- Mayordomo Snow, acércame una silla y un plato de gachas anda. Esta gente pagará las deudas que quiera, pero no saben cuidar de los ancianos.   

Se le quedó la boca seca. En el fondo, estimaba y admiraba a la Guardia de la Noche. Más de una vez se le sugirió ir al Muro y vestir el Negro, y, ante las circunstancias personales que vivía, no estaba tan mal. Lo peor era que no podría estar en frío mucho tiempo, y en dique seco menos aún.

—No era mi intención insultaros, Maese Aemon— se disculpó el Gnomo, torciendo el gesto—. Pero hicisteis un juramento. Entiendo que es para toda la vida. ¿O me equivoco?

-Estamos aquí por que se nos ha llamado, Lord Tyrion- Digo Benjen bastante descontento  -Es por que hicimos un juramento de proteger el reino que hemos respondido- Y con un tono muy serio y frio continuo -Según vos no sabemos ni defender un muro, aun no he visto salvajes, gigantes o a los otros por los burdeles de Lannisport- hizo una pequeña pausa y mirando a todos los presentes con desaprobación  -Al menos nosotros no nos dedicamos a desgarrar el reino como buitres solo por conseguir un trozo de carne putrefacto, al que vosotros llamáis riquezas y poder. Pero en una cosa estoy de acuerdo con todos vosotros, los siete reinos necesitan un rey. Un rey que sepa que su reino no se limita a desembarco del rey.

Un rey había muerto. Y no había muerto de forma honrosa, si no que literalmente había tenido una mierda de muerte. Stannis suspiró... nadie digno de ser rey habría muerto de esa forma. Quizá su sacerdotisa tuviese razón cuando habla de los designios de su Dios y quizá este caso fuera un ejemplo de castigo de los cielos por una vida de excesos y pecados, aunque para él aquello sonaba demasiado místico. Para él era más creíble que se cayera por descuidado o borracho que por designio divino.

No obstante miró a Melisandre, era difícil saber lo que pensaba, y si pensaba como él en lo referente al rey muerto. Poco importaba ya, fuera algo divino o mundano había muerto igual. Aún así, Stannis, de naturaleza seria y práctica, se decía a sí mismo que no servía de mucho lamentarse, aún no había visto a nadie resucitar y no creía que las lágrimas hicieran una excepción en este caso. De todas formas, sí expresó sus condolencias a aquella gente, de la que no estaba muy seguro de si sentían lo que querían expresar.

-La muerte de un rey siempre es una tragedia.

Fue entonces cuando habló Eddard Stark. A Stannis le parecía alguien honorable y serio, casi como él, aunque demasiado temperamental y vivaz para su gusto. Dijo lo que muchos pensaban pero nadie se atrevía a decir... que era el momento de la sucesión.

-Lord Stark, entiendo que sea importante lo de la sucesión, y tendrá que salir el tema tarde o temprano. Claro que hacerlo con el muerto aún presente y sin apenas velarlo no sea lo más apropiado. Tiene razón en que un sucesor debe ser elegido- claro que no tenía tanta certeza de si ese era un tema a tratar por ellos o no- pero denos al menos unos minutos.

Stannis, serio y taciturno, también era algo excéptico. Y no creía que el difunto rey les estuviera observando desde ninguna parte... pero por otro lado, además de los calificativos antes mencionados, Stannis también era alguien recto que seguía los protocolos y el respeto a los muertos. Fuera un rey digno de leyendas o no, debía ser al menos sepultado antes de hablar de un "sustituto".

Nunca le había gustado el calor estaba acostumbrada al frío del norte que tanto molestaba a los sureños y que les obligaba a ocultarse bajo miles de capas de ropa cada vez que visitaban las tierras de su familia.

Sin embargo, había recibido la noticia del viaje a Desembarco del rey con infinita alegría. Estaba harta de las clases de costura, de las lecciones de buenos modales y que todo el mundo se empeñara en vestirla y hacerla pasar por una dama. Ella no era así, prefería la espada y el arco antes que las agujas y los vestidos. Por eso no imaginaba peor destino que acabar convertida en un florero cuyo único objetivo en la vida era realzar su belleza para gustar a un hombre y una vez casada darle todos los hijos posibles. También por esa misma razón nunca podría entender como su hermana Sansa dedicaba todos sus esfuerzos a ser la doncella perfecta, pero lo peor era escuchar a su madre repitiéndole constantemente que tenía que ser como su hermana, que se fijara en como andaba, comía, vestía… En un empeño constante por cambiarla y convertirla en una pequeña copia de Sansa.

Todo eso había hecho que no se llevara nada bien con ella, así que cuando su padre le dijo que iba a llevarla con él a la capital se pasó todo el día dando saltos de alegría y metiéndose con su hermana que no dejaba de lamentarse por no poder ir a la corte.

Solo conocía del rey lo que le había contado el maestre de Invernalia durante sus lecciones así que no podía decir que su muerte le hubiese afectado demasiado y aunque todos a su alrededor decían lamentarla tampoco creía que ellos lo estuvieran.

Antes de darse cuenta habían empezado a discutir sobre quién podía o no ocupar el trono mientras el tono de las voces iba subiendo cada vez más se acercó a su padre para preguntar:

- Una vez pasado el funeral y el entierro ¿Cómo se elegirá al nuevo rey? ¿Por votaciones? ¿Cómbate? ¿O cómo?

Tyrion se limitó a callar. No contestó a Benjen. No se molestó. Por mucho que pudiera llegar a decir que entendía los tormentos por los que pasaban la Guardia de la Noche, no le creerían, y prefería gastar su saliva en otros menesteres.

Alzó el cuello de una persona a otra, mirándolos. Terminó por sentir un pinchazo, y dejó de mirar caras para mirar pies. Sin embargo, fue a una de los presentes a la que pudo mirar a los ojos sin tener que molestarse en alzar su cabeza. La pequeña Arya Stark, hija del Señor de Invernalia, hizo la pregunta clave. Y asentí de manera imperceptible, pensando en que había alguien muy despierto en aquella sala.

Esperó a que alguien se atreviera a contestarla.