Partida Rol por web

 ¡A mi mis legiones!. Reagrupence para acabar con estos bárbaros. Que el recuerdo de esta lucha se sume a las de las Galias en su memoria para que sepan que nadie vence a Roma, nadie humilla Roma, sin pagar mil veces su crimen.

Ante los ojos de los valerosos Romanos que luchan por Roma, caen algunos Bárbaros abatidos a flechazos, muchos creen que es obra de los Dioses, pero los más curiosos, pueden ver , que en lo alto de la Mansión que abandonaron, un grupo de personas con arcos y flechas en mano, acaban con el enemigo en la distancia, con sus certeras flechas, entre ellos pueden ver al viejo Porcio Caton, que a pesar de su edad, su destreza con el arco es un Don de los dioses.

Bien, cubriremos la retaguardia de los nuestros desde aqui, que se preocupen solo de mirar adelante, nosotros acabaremos con los de los flancos y los que quieren atacarles a traicion... -dice con una sonrisa el viejo Caton, recordando tiempos más jóvenes -

¡¡Agua, datiles, miel, objetos de coña!! ¡¡trompetillas para vitorear o escuchar mejor el combate!! ¡¡banderines de los contendientes!! ¡¡Piedras para arrojar!! ¡¡SEÑOOOORAA, ESTAMOS QUE LO TIRAMOS!! 

Bruto estaba junto a Pompeyo y estaba seguro de que moriría en aquel lugar cuando escuchó las arengas a su espalda y vio llegar a la Decimotercera con Cesar a la cabeza. – Gracias dioses. Quizá no muera hoy. Ahora es hora de pagar a Marte su ofrenda. ¡MUERTEEEEEEEE! –

Y se lanzó a destripar bárbaros con el orgullo de combatir al lado de tan grandes guerreros.

 Recobrado del susto y viendo cómo poco a poco nuestros héroes van dominando el campo de batalla, me dedico a servir a la gente que aún ocupan la casa de mi amo. Entretanto me deleito con el entrechocar del metal.

-Sé de alguien que va a dormir muy bien esta noche.

Egneo levanta su espada, incluso en la desventajosa situación no se rinde, a pesar de ser un guerrero veterano y un estratega consumado. Y aunque bárbaros caen bajo su hoja, pronto son superados.

-Si este es el destino de los hijos de Roma, entonces lo enfrentaremos con honor y moriremos en su gloria. Hijos de Roma, hasta el último aliento!- dice mientras se lanza quizás en su última batalla...

Pero las saetas llegan pronto para darles un respiro. El gran Egneo toma un respiro para observar a Poncio Caton y los arqueros que han decidido unirse. -Incluso la cobardía huye de nuestras espadas y arcos. ¡Roma no caerá hoy, no mientras haya hombres dispuestos a dar su vida por ella!-

Pronto los aceros chocan, y la sangre cubre el suelo, más caen más bárbaros que romanos, mientras Cesar avanza con la decimotercera, sus gritos estremecen el campo y los bárbaros parecen dudar. Por las calles, se oye el estruendo de otra batalla. Más legionarios avanzan, despejando las calles.

-Los grandes guerreros de Roma vienen revestidos por la misma gracia de Marte. La victoria será nuestra... hijos de Roma, que vuestra furia acabe hasta el último de nuestros enemigos- y diciendo esto, su espada cae sobre otro guerrero, hundiéndose en la carne. Quizás Egneo fuese tildado de viejo y anticuado, pero la sorpresiva salida del grupo de guerreros de la mansión ha dividido los frentes de los infames bárbaros, ha dado el tiempo para llegar a la Decimotercera, ha acortado el camino de la guardia, y ha logrado que hasta el viejo Poncio Caton se sumara a la lucha.

Como parece que las cosas van por buen camino decido retirarme

-Gaia, prepara el baño, me parece que hoy me ire a dormir tempranito, tanto ruido de batalla me da sueño-

Desentendiendome de todo este lio decido que mejor me retiro

Viendo que la cosa va tan bien Marco tullio Ciceron regresa a su villa en el campo y se dedica al cultivo de orquideas y a la escritura de sus memorias.

 -O tempora, o mores! -Exclama mientras coloca una de las plantas en su jardincito.

-Si, voy a buscar las esencias de baño.

Cuando todo esta preparado, sigo investigando por el piso superior, y de vez en cuando se asoma a las ventanas, y observa el campo de batalla. Por ahora Roma parece que gana, pero nunca se sabe.

En casa, Eirene espera la vuelta de su amado. Odiaba estar sola, odiaba que su marido siguiese combatiendo, pero era él quien decidía y ella la que aceptaba sus decisiones.