Partida Rol por web

Siempre...si...salvo cuando se lo arrebatan...y te echan de tu Templo acusandote de cosas que no son ciertas... Mi mente viaja hasta aquel aciago dia, hace ya tanto tiempo...

Abrazo el simbolo sagrado cerca de mi corazon y cierro los ojos, pero unos minutos mas tarde me doy cuenta de que no es para nada cortes ni educado mi comportamiento para con el Sacerdote.

-Si fuera posible, me gustaria asearme lo mas rapido posible y ayudarle en lo que le haga falta.

- "De acuerdo, os esperaré aquí mientras preparo el cuerpo del difunto y el ritual de preservación." -

Los sirvientes me indicaron el camino entre los pasillos del Templo. Me llevaron a una pequeña celda, solo una cama y una pequeña mesa de lectura y trabajo. Encima de la cama, una limpia y blanca tunica. Al fondo, una puerta que daba a una pequeña habitacion de aseo, la bañera humeaba llena hasta arriba de agua caliente.

Me tome mas tiempo del debido en tomar ese baño, pero hacia tanto tiempo que no disponia de tanta agua para el aseo, que me parecia mentira. Limpie toda la sangre del gnomo de mi piel, toda la mezcla de sangre y tierra. Solte mi pelo y di las gracias a Moradin por concederme esos momentos en el Templo, en el que no habia tenido problemas para que nos acogiensen, aun viniendo de donde veniamos.

Me puse la tunica, que aunque no tenia ningun simbolo sagrado de Moradin, me parecio calida y perfecta. Pasandome la cadena del medallon por mi cabeza, deje que el simbolo de Moradin brillase en mi pecho. El pelo, libre y limpio, suelto.

Pense en llamar a los sirvientes, pero creia que seria capaz de recordar el camino hasta el lugar en el que me esperaban Varian y el sacerdote. Comence a caminar y pronto llegue hasta alli.

-Cuando querais podemos empezar. Estoy lista.-dije en voz baja al entrar en la habitacion.

TEMPLO DE LOS MIL DIOSES:

- Durante las siguientes horas se lleva a cabo el Rito de Preservación sobre el cadáver de Varian.

- Champiñón, Lagartija, Legionario y Muñón cruzan el Portal entrando así en la ciudad de Detritus.

- Reciben instrucciones de seguir caminando, alejándose de la zona de seguridad.

- Es por la tarde-noche del Segundo Sol de Tiamat. Apenas hay gente en las calles, seguramente no les esperaban tan pronto de regreso.

-Caminemos juntos hasta donde se separen nuestro caminos- propuse. Seguidamente, me puse en marcha.

Las calles estaban vacías, todo cuanto había conocido volvía a estar cerca mía, y ya me sentía protegido y a gusto. 

- De camino hacia el centro de la ciudad, el grupo de cuatro gladiadores recién llegados de Malatea se cruzan con el Portantorchas Hastegaar, que parece venir del Templo de los Mil Dioses.

- Hola, Hastegaar - digo tras reconocer al ex-empleado del gremio -. ¿De paseo tras orar en el Templo? No te hacía tan pío - añado riendo suavemente -. Como ves, hemos vuelto de Malatea hace nada. Dinos, ¿qué novedades se han cocido en Detritus?

Hastegaard abandona sus pensamientos momentaneamente al oir la voz de lagartija. Mi piedad es de sobra conocida para ti viejo gladiador. Echando la vista atras sonríe picaramente. Y de todas formas tampoco es el templo de mis dioses. ¿Novedades? salvo tres o cuatro muertes en la arena, la prohibicion del emperador a seguir con los juegos parece ser la única novedad reseñable. Dime, ¿Que te trae por estos lares para honrarnos con tu presencia?

- Regresamos a casa. Tal y como has mencionado, los combates van a ser prohibidos y la competición entre las ciudades de Detritus y Malatea se ha suspendido. Algo que les ha venido bien, o mis compañeros aquí presentes les hubieran dejado sin nada al cabo de tres semanas. Regresan incólumes y con todos los triunfos, algo que no puedo decir yo de mí mismo.

Por un instante permanezco callado. La referencia a muertes en la arena me ha creado cierto desasosiego. Por un instante, estoy tentado de dar por acabada nuestra conversación, pero el extraño pálpito que sentí hace unos días, regresa con fuerza.

- Hablas de muertes. Rezo y espero porque no cayera sangre de nuestras escuelas.

- "En realidad creo que sólo ha muerto uno, un enano de los Amarillos. Una sacerdotisa enana está ahora velando su cadáver ahí en el Templo." - Señala con un dedo hacia el cercano Templo de los Mil Dioses.

TEMPLO DE LOS MIL DIOSES:

El Padre Solar culmina la Ceremonia de Preservación con la ayuda de Grumcha y de Bannor. La Ceremonia es exitosa, de modo que el cuerpo tardará varios días en empezar a descomponerse.

- "Sacerdotisa, nada más puedo hacer por vos, excepto dejaros a solas con vuestro dolor. Cuando estéis preparada podréis oficiar el funeral, recibiréis cuanta ayuda del Templo os sea precisa." -

El sacerdote de Pelor, dios del Sol, se retira de la estancia, obviamente cansado por la ceremonia.

TEMPLO DE LOS MIL DIOSES:

- "Permaneceré en la estancia contigua, si precisáis de algo no tenéis más que llamarme." -

Con una reverencia el paladín enano de Pelor se retira.

¡Babosa! 

Fugazemente, ese nombre me vino a la cabeza, no podía ser otro, era él. 

Babosa estaba muerto.

No habló mucho conmigo, pero fue siempre un apoyo, no porque él lo quisiera, sino por su forma de ser, que llenaba de espíritu y fortaleza a todos. No puedo ni pensar en lo que debe estar pasando ahora mismo Grumcha, la enana más benévola que podría haber pisado una arena. Dentro de ella su corazón puede estar partido. 

Y Lagartija, su cara se había tornado muerta, este era un duro golpe para él. No tengo, ni tendré nunca ninguna duda sobre la entereza del dracónido, sabrá salir adelante, más aún, el sabe salir adelante mejor que yo. 

Le miro a los ojos, no conozco esa sensación, pues nunca quise tanto a nadie. Mi deber era ir al templo y rendirle homenaje. Asentí con la cabeza a Lagartija, yo me prestaba en ir al templo.

-Gracias a ambos, nunca os podre agradecer todo lo que estais haciendo...-les digo al sacerdote y a Tapón con una reverencia.

Una vez que abandonan la habitacion me vuelvo hacia Varian. Mis pasos me llevan junto a el. Levanto mi mano y lentamente le acaricio el rostro -Tu has sido el primero de nosotros que has conseguido la libertad. Ahora eres libre Varian...

Con lagrimas en los ojos y muy cansada me siento en el suelo y apoyo mi espalda contra el pequeño altar en el que esta tumbado Varian. Escondo mi cabeza entre las rodillas y me dejo llevar por mis sentimientos. He estado muchas veces en ritos como en el que he participado las ultimas horas, he visto esta misma situacion otras tantas veces y he tenido que consolar a familiares y amigos...pero solo hoy, se lo que significa...solo hoy se lo que se siente cuando es alguien a quien quieres quien esta reposando en paz...

Miro a Hastegaard. Es como si el tiempo se hubiera paralizado súbitamente y mi cerebro, repentinamente embotado, parece no querer asimilar lo que acaba de decirme. Pero es solo una sensación, pues sus palabras calan progresiva y profundamente en mí y con ellas la certeza, la angustiosa verdad de lo ocurrido durante mi ausencia. Un enano de la Escuela Amarilla ha muerto. Solo había uno. Varian. Mi amigo.

Una intensa congoja se apodera de mi garganta, incapacitándome para hablar. Mis manos, aferradas a los bastones se cierran con más fuerza aún sobre los mismos, hasta que el crujido de la atormentada madera se escucha de forma perceptible. Son los mismos sonidos de mi alma, que se cuartea por el dolor. Me doblo levemente sobre mí, empujado por un invisible peso, el de la pérdida, al tiempo que una terrible furia despierta en mí junto a una poderosa convicción. Sabré quién fue, quién me lo arrebató y en esta hora oscura, espero que actuara sin deshonor, o lo pagará con su vida. Yo, Heresunge Krugaunn, lo juro. Vuelvo a enderezarme, con un dolor que nada tiene que ver con el ocasionado por mis heridas. Mis pulmones se hinchan, mi garganta se dilata y alzando la cabeza un rugido de pesar, furia y dolor brota inagotable.

Y ella está dentro, Grumcha, velando su cadáver. No puede ser otra. Siento que estoy a punto de derrumbarme. Nadie supo nunca lo que ese enano gruñón y malhablado había supuesto para ella, ni lo que ella representaba para él. Y ahora, todo ha acabado. Su pena será negra, inconmensurable y no habrá consuelo posible. Arrojo los bastones a un lado y comienzo en silencio mi particular peregrinaje. Lenta y agónicamente avanzo paso a paso, ofreciendo a Kord mi dolor físico como pago por su piedad para que acoja el alma del guerrero. No veo, no oigo. Ciego a cuanto me rodea, la puerta del Templo es mi primer destino. Una eternidad me separa de ella, pero la cruzo inexorable, como la muerte misma. Me apoyo contra una columna. Me siento febril, mi garganta está seca y una furia ciega me invade. Grumcha no debe verme así. Cierro los ojos y busco la tranquilidad, un breve instante de serenidad que finalmente hallo.

Mi periplo está a punto de acabar. Veo a la sacerdotisa.

- Grumcha, Grumcha - murmuro en voz baja y ronca. Mi alma llora.

No sabria decir el tiempo que llevo en la sala, sentada en el frio suelo junto al altar en el que Varian descansa en un sueño eterno. De mis ojos aun brotan, incontrolables, miles de lagrimas que surcan mi cara, pegandome el pelo a la cara y manchando la tunica blanca que tan amablemente me han cedido mientras dure mi estancia en el templo. Mi cabeza, hundida entre mis rodillas que abrazo fuertemente con mis brazos, tiembla a causa del llanto.

Ni un solo minuto desde que vi a Varian caer en la Arena me he dejado de preguntar por que ha tenido que suceder esto. El no se lo merecia. No el. El se merecia ser feliz fuera de esta ciudad.... Moradin, porque no me elegiste a mi para acompañarte...¿porque Varian? ¿porque?....

Siento unos pasos aproximarse a la entrada de la sala. Pero no me importa que el sacerdote o Tapón me vean asi. Hoy, no es una sacerdotisa quien vela y llora a un ser que ha abandonado este mundo. Hoy es Grumcha, una simple y pequeña enana, que añora y echa en falta al mejor regalo que Moradin le podia haber dado en este mundo. Varian.

De pronto una voz que no es la esperada resuena en la sala, una voz triste, una voz que hace muchas horas deseo escuchar a mi lado -Heresunge... -susurro levantando la cabeza y dirigiendo mi mirada hacia la puerta. Y alli esta el, el unico ser que puede darme un poco de aliento en estos momentos. El unico al que le confiaria mi vida sin pestañear. Lo unico que me queda -Heresunge... -vuelvo a repetir su nombre mientras no puedo contener el llanto y las piernas me fallan de cansancio cuando intento levantarme para ir en su busca.

 Cogí los apoyos de Herensunge, cuando los dejó caer impulsado por el coraje. Lo seguí lentamente, como el que sigue una procesión de un difunto, callado, sin saber que hacer, y ni tan siquiera sin saber hacia donde mirar.

Seguido por los pasos de Herensunge, entré al templo, me quedé en la entrada, no quería molestar en la escena que se encontraban ambos, y no no tenía nada que ver con lo que ellos debían sentir en este momento. 

La voz trémula de Grumcha me llega clara en el silencio del templo. Es la viva representación del dolor y su pesar es abrumador, llenando el espacio entre ambos con una luz oscura. Todo mi ser se agita ante su pesar y cuando la veo levantarse para derrumbarse de seguido, no puedo evitar que un bronco rugido brote de mis fauces. Renqueante, avanzo cubriendo la distancia que nos separa. El dolor de mis costillas, de mis heridas es abrumador, pero nada comparable con el vacío que siento.

Cuando finalmente llegó a su lado, me dejo caer de rodillas al suelo y hago lo único que puedo hacer. Abrazarla. Con firmeza, pero suavemente. Y con los ojos cerrados, rezo a Kord en silencio, mientras intento viajar con mi mente a mi sagrada Montaña de Fuego y lograr que su fuego y calor me invadan y poderlos transmitir a mi buena amiga.

- Grumcha - alcanzo a decir por fin -. ¿Qué ha ocurrido?

Si, es Heresunge, !al fin ha venido! Me fundo en un abrazo con el cuando llega junto a mi. El silencio llena la sala y solo puedo sentir su corazon latiendo en su pecho. Ese sonido junto su abrazo y su cariño hacen que poco a poco me serene y sea capaz de hablar cuando el pregunta.

-Le desafiaron a muerte, dos veces...dos veces en el mismo dia. Veleta y Follaniños. El publico lo salvo en el primer combate, pero en el segundo...no quisieron. Luchó bien Heresunge y estaba fuerte y con ganas, no estaba preocupado...ni siquiera nos despedimos...y vi como el publico pidio su muerte y como Follaniños levanto su mangual y...no pude mirar eso Heresunge....no pude.... -le cuento entrecortadamente escondiendo mi cabeza mas aun en su pecho y abrazandolo con todas mis fuerzas.