Partida Rol por web

-¡Punto para Alanís! -anunció el supervisor encargado del combate alzando una bandera a favor de Alanís, provocando que todos los espectadores saltasen de sus asientos haciendo ruido; un combate que terminaba con un forcejeo no era realmente la gran cosa, pero siendo que muchos de los allí presentes eran caballeros novatos o simples soldados... Cualquier demostración era admirada enormemente.

Una vez obtenida su primera victoria, Alanís no tendría razones para seguir sujetando a Baeric, permitiendo que esté se soltase.

-¡La siguiente ronda comenzará de inmediato!

Por supuesto, apenas tendrían tiempo para prepararse para el segundo asalto. Desde sus posiciones podían observar a los príncipes y sus reacciones ante aquel resultado, siendo que Arthas felicitaba a ambos mientras la princesa... Bueno, no parecía precisamente sorprendida.

Ambos volvieron a sus posiciones luego de unas breves preparaciones. Mientras tanto, aunque no fuese algo que destacaba mucho, entre la multitud se podía escuchar a mucha gente hablar a la vez, otros en voz más baja que otros... Unos señalaban descaradamente a Baeric, otros a Alanís... Aunque era solo una pequeña parte de la multitud, pues la mayoría prefería disfrutar de la demostración que les estaban brindando.

-¡El uso de armas propias esta prohibido! ¡Los competidores deberán derribar y dejar arrinconado a su oponente con las armas que se les han dado o con sus propias manos! ¡Gana el mejor de tres! -repitió el anunciador. -. ¡Comiencen!

Una vez fuese soltado por los poderosos brazos de Alanís, no pude evitar soltar una leve risa.

-Bien jugado... -era temible el poder físico que poseía Alanís, aunque no era de extrañar teniendo en cuenta su título y su linaje, y es que aunque no sabía mucho de ella, empezaba a considerar desde ese instante cosas en las que pudiese llegar a superarla... Después de todo, en el combate no todo era fuerza bruta...

¡Comiencen!

De inmediato, y sin esperar el más mínimo movimiento de la caballero, extendí uno de mis pies hacia afuera mientras me agachaba hasta poder tocar el suelo con mi mano, realizando un veloz barrido a mi alrededor, todo con la intención de levantar una cortina de humo lo suficientemente grande para ocultarme momentáneamente de otro ataque devastador de la rubia...

Alanís se protegió el rostro un instante, pero resultó que no llegó ningún ataque sino una cortina de polvo. Dio un manotazo al aire con la intención de obligar el flujo de polvo a moverse de su campo visual, pero no tenía tiempo de ver si resultaba o no, temía perder a Baeric de vista demasiado tiempo. Recogió lo primero que ubicó en el suelo, un mayal doble, y lo giró una sola vez para que ganara impulso, antes de lanzarlo donde había visto a Baeric. Asumió que se levantaría, arrojándolo a la altura general del pecho para tener menos riesgo de fallar.

Alanís suspiró aliviada, secretamente. Podría haber sido bastante peligroso que Sir Baeric detectara su muñeca y explotara la misma como punto débil...delante de medio reino. Por esa misma razón es que se había apresurado a quitarla de su vista, a pesar de no ser la forma más práctica que tenía de combatir. Sencillamente no podía correr ese riesgo.

Sonreí temblorosa ante la afirmación de Alessandro. No estaba sonreir, pero al menos agradecía estar por un momento solamente con gente que me entendiera y no se enfocara solo a ordenes. No obstante al ir avanzando me fui poniendo intranquila, aunque tratando de no perder aquella esencia magica tan debil pero notable. Así estuve hasta que Alessandro habló de nuevo y me fijé en los minerales.

-Puede que si lo sean... Pero son menas muy grandes, podrás tu solo con ellos? - dije preparandome para invocar el portal al castillo. - Dime donde quieres que haga el portal... Oh, por cierto, el portal también emite luz, así que iluminará un poco su alrededor - Posicionarlo mejor era cuestión del que iba a extraer el recurso, más que del propio mago, y al mismo tiempo regresé las luciernagas a mi para dividir, tres y tres, donde las primeras las colocaría, dos como focos de luz desde el techo y otra en el pecho de Alessandro para que iluminara su parte delantera.

-Creo que con esto podrás ver suficiente, yo he encontrado un rastro mágico... - y eso iba a responder a las preguntas que me planteó sobre el otro hada, aunque desviara la mirada de nuevo alicaida. - No sé si estuvo aquí... o por qué... Pero si hay un rastro tengo que seguirlo y... si es el hada de verdad... Tengo que resolverlo - Poco tardé en descender hasta la superficie más cercana por lo que me afectaba el tema siendo que al llegar me encogí en mi misma - No quiero que vuelvan a guerrear contra las hadas... Esa epoca fue... - mis ojos ya estaban cristalizandose a punto de romper a llorar, y la diferencia era que ahora no tenía a Fio para protegerme de ese pensamiento.

-No quiero ver morir a más congeneres. - dije en un último hilo de voz.

Tras que Alessandro respondiera, sea como fuese, consolandome o no, esperaría unos segundos a recuperarme antes de seguir el rastro magico, avisando a Alessandro de ello.

En su momento Romeo se mostró confuso por el apretón de manos de Cytla, pero pronto correspondió aquella sonrisa con una similar; parecía que ambos se habían hecho buenos amigos de pronto...

Más adelante, tras un dedicado trabajo que haría que ni ustedes mismos se pueden reconocer, Muramasa se quejó levemente ante el comentario de Cytla; no parecía tener el mismo sentido del humor de la pelirroja, y es que, al parecer, él si lo preguntaba enserio...

-¡Claro, claro! -exclamó Romeo mostrando una amplia sonrisa a Cytla. -. Haremos muy buenos negocios.

Entonces, el tendedero señaló a Fío un espejo grande donde podría ver el cambio que había sufrido, uno que causaría una mezcla de emociones en el chico...

-Vamos, vamos... -a diferencia de Cytla, que dio unas palmaditas se ánimo en la espalda del hada, Muramasa le dio una palmada que podría derribar incluso a un humano adulto. -. No te queda nada mal, deberías ir así más seguido... -entonces, el samurai prestó atención a las preocupaciones de Cytla, asintiendo a la propuesta de ir a visitar su tienda antes de hacer cualquier otra cosa.

Todos tomaron sus cosas y se prepararon para salir de la tienda, escondiendo todo lo mejor posible para evitar que alguien reconociese vuestro equipamiento.

-Vuelvan cuando quieran -les despidió Romeo con una sonrisa de oreja a oreja, agitando su mano de manera energética.

-Muérete... -respondió Muramasa antes de salir.

Desde allí, Cytla les guiaría a su tienda, un trayecto de lo más normal pero en aquella vez... diferente. Todas las personas que les veían lo hacían con duda, con desconocimiento, con cara de no haberles visto nunca en sus vidas...

-Parece que funciona... -comentó Muramasa ya cuando iban llegando a la tienda, y es que, justo afuera, esperaba una mujer muy especial para la pelirroja.

Encargada de la tienda cuando no estaba su hija, la señora de Calatia estaba terminando de adornar la entrada de la tienda con algunos carteles donde se anunciaban ofertas que sonaban de lo más jugosas, aunque Cytla sabía bien que era un método para que la gente comprase cosa que ni querían ni necesitaban.

Por supuesto, cuando se acercaron, la mujer se dio la vuelta y les estudio momentáneamente antes de dedicarles una amable sonrisa.

-¿Les puedo ayudar en algo, caballeros y señorita? -refiriéndose a Muramasa y Fío como caballeros no por su rango, si no por formalidad, siendo que de por si no les conocía como para saber que eran caballeros...

 -He acabado con cosas más grandes, solo necesito el tiempo suficiente y llenaré el castillo con estos minerales; haz que conecte al patio del castillo, así los guardias podrán recoger todo, no es necesario que sea muy grande, conque pase un poco más de mi puño bastará -aseguró riendo levemente antes de que le abrieses el portal, momento en el que pasaría a meter a través de él los trozos que ya había recolectado, los cuales luego de haber separados del resto perdían ese brillo de su interior y tomaban un color apagado, blanco cenizo. -. Adelante, yo me encargaré de todo. Ten mucho cuidado allá adelante, ¿vale? Si ves algo peligroso, cambia los portales y me lanzaré enseguida para llegar allá.

 Te dejaría ir a investigar tal como querías, no sin antes dejar de hacer lo que estaba haciendo para posar una mano sobre tu cabeza y dedicarte una sonrisa.

 -No volveremos a esa época... -te aseguró.

 Avanzaste entonces hacia las profundidades de aquella cueva, acompañada por la luz de tus luciérnagas que se reflejaban en los cristales que decoraban el camino. Fue así como terminaste llegando a lo que parecía el final del túnel, a unos quince metros de donde habías dejado a Alessandro, encontrando allí otro espacio amplio repleto de menas de minerales. A diferencia de donde estaba Alessandro, donde las menas y los cristales salían prácticamente de cualquier parte de manera natural y sin orden alguno, en esta "sala" los pilares de cristal salían desde el suelo muy apegados a las paredes, formando un espacio circular completamente rodeado por aquellas menas de mineral brillante que reflejaban las luces de tus luciérnagas, un lugar donde solo podías ver roca en el techo y el suelo. En el centro de aquel esplendido lugar, un único cristal salía justo en el centro de todo tomando la forma de un tipo de diamante, rodeado por pequeños fragmentos del mismo mineral que escalaban alrededor de él. De entre todos los minerales que habías visto hasta ahora, este cristal era el que más brillaba, mostrando una única sombra en su interior que te hacía pensar que había algo encerrado dentro de él, una figura pequeña de cabello corto... ¿Se trataba de una persona? Fuese lo que fuese, a diferencia del resto de cristales que desprendían un brillo azulado o blanquecino, esté desprendía un tono rojizo que palpitaba cada ciertos segundos...

Por supuesto, no esperaba que eso funcionase de inmediato... Tendría que intentar ese tipo de tácticas varias veces si quería conseguir algo, pero tampoco podía pasarme todo el combate dando vueltas en el suelo...

-¡Muy cerca! -dije cuando al levantarme, tuve que rodar a un lado casi al instante para evitar ser golpeado por aquel arma por muy, muy poco, siendo que logre alcanzar una espada que había en el suelo, y manteniendome arrodillado la arrojé hacia mi oponente con fuerza: era mejor usándolas cuerpo a cuerpo que arrojándolas, pero igualmente servían.

Alanís escuchó la voz de Baeric y estuvo atenta un momento antes de que terminara de disiparse la nube de polvo, pudiendo responder a la espada que venía. Se cubrió con ambos brazos, e incluso antes de que impactara comenzó a moverse siguiendo el sonido. Realmente fue un poco descuidada, pero pudo soportar el impacto, y solo consideró después que podía haber tenido peores consecuencias si hubiese sido otro tipo de ataque.

Respiró hondo una, dos y tres veces coordinando con las veces que sus pies tocaron el suelo, impulsándose hacia adelante. Bajó el brazo izquierdo y cerró el puño cuando finalmente entró en visual con Baeric, y aprovechando lo bajo que estaba, dio un gancho ascendente trazando un barrido desde casi el suelo hasta la barbilla.

A saber que cosas raras haría Romeo... pero mira, no nos había hecho nada, así que no se porque se molesta ese poquito. Yo por mi parte simplemente sonreí cuando dijo lo de los negocios -Cuando esto termine, te traeré unas cuantas prendas... a ver si puedes arreglarlas- le dije con una sonrisa pícara al sastre... seguro que a través de él puedo vender la ropa que suelo afanar... solo espero que no le de cosa limpiar alguna gota de sangre y coser alguna raja de hacha... Aunque saqueando tumbas tampoco me lo veo con muchos remilgos.

Después de intentar animar a Fío, guardamos nuestras cosas y nos fuimos de la tienda, despidiéndonos de Romeo mientras que Muramasa pedía que se muriera -No lo hagas... que tenemos negocios pendientes. Nos vemos pronto- le pedí a Romeo despidiéndome de él y yéndome con los demás.

Mientras andábamos iba notando que la gente nos miraba, pero no porque nos reconocieran sino justamente por lo contrario, lo cual era bastante buena señal -Si, lo parece...- le dije a Muramasa... pero yo, hasta hacer la prueba definitiva no me iba a convencer lo suficiente para meternos en los bajos fondos. Mi madre como siempre estaba trabajando y preparando la tienda par atraer a los incautos... quiero decir, a los clientes al interior para que malgasten el dinero... quiero decir, compren productos de calidad a precios competitivos. Mi madre nos empezó a mirar -Ahí esta... su estudio del mercado- pensé mientras la observaba, viendo como nos estaba analizando lo difícil o fácil que sería vendernos objetos, lo duro o blando que seríamos con los regateos y la cantidad de dinero que estamos dispuestos a gastarnos y en los productos que compraremos. Vamos, lo que ella me enseñó a hacer hace ya tiempo.

Y de momento, todo era correcto, por un momento parecía que no nos había reconocido, lo cual era perfecto... aunque al igual que conmigo, con mi madre nunca se sabe lo que pasa por su cabeza -Buenas... nos han informado preguntando que esta tienda cuenta con servicio de consigna... ¿esta disponible? Nos gustaría dejar nuestros enseres aquí un rato- le hablé a mi madre con educación como si no la conociera de nada... Sería mejor asegurarnos.

-Gracias... Sonrió a Cytla, sonrojándose un poco con las palmadas antes de recomponerse, al lado de Muramasa pues Romeo le daba bastantes escalofríos, tanto que no fue capaz de decirle nada antes, cuando le palmeo la espalda provocando un leve vibrar de sus alas. 

Por fin se marcharon del lugar y se dirigieron a la tienda familiar de Cytla en donde una bella mujer les atendió, sin reconocer una pizca de su propia hija al parecer.

-Saludos señora. Se quedó rezagado mientras Cytla se encargaba de todo. En esos momentos no podía hacer nada a excepción de recolocarse los pantalones, no estaba acostumbrado a llevarlos y era una sensación muy extraña para el. Comenzaba poco a poco a echar de menos su traje femenino solo por la libertad que eso daba, ya que se sentía más pesado con tanta ropa y tanta tela no elástica en sus piernas. 

Al verla venir de frente, me puse de pie lo más rápido que pude para intentar bloquear el ataque, pero aún poniendo los brazos en medio termine recibiendo el golpe de mala manera, elevándome unos centímetros del suelo mientras retrocedía.

-Ay, ay, ay... -me quejé agitando los brazos antes de mostrar una leve sonrisa. Aquel combate... Estaba duro.

Pero no podía perder... ¿Verdad? Había sido elegido, la princesa por fin depositaba su confianza en mi, ¿como podría cumplir mis objetivos si fallaba en aquel entrenamiento sin siquiera una victoria? Yo era Baeric Griffith, y tenía un sueño, un destino que cumplir...

-¡Aaahh! -corrí velozmente hacia Alanís, con las manos desnudas, y me propuse a llamar su atención hacia mi puño izquierdo, fingiendo que atacaría con ese... Pero en el momento justo, me movería a un lado y atacaría con el puño derecho directo hacia su rosto.

Sonreí ante la buena fe y positivismo de Alessandro siendo que parecía estar recuperandose, aunque siempre quede algo por detrás escondido. Al menos su intención parecía buena intentando hacerme sonreir ante las situaciones negras que ponía... Por un momento dejé de ser un ser tan de luz, para que los demás quisieran mantenerla encendida.

Y así fue sobre todo antes de irme al decirme que no volvería aquella epoca... Ojalá fuera cierto.

Invoqué los portales tal y como me pidió y le asentí ante su consejo - Lo haré Alessandro. Gracias - dije finalmente con un deje esperanzador antes de seguir explorando por mi cuenta.

Según entraba más y más al fondo de la cueva, más tetrica parecía el lugar, siendo que hasta el final del rastro magico, encontré aquel enorme cristal con una sillueta en su interior. Por un momento me resultó maravilloso y precioso, pero... Algo en mi interior quería saber la naturaleza de lo que había allí encerrado. Llamar a Alessandro para que me ayudara sería un estorbo, así que busqué todas las formas posibles para que mi luz entrara en ese cristal y me dejara ver su interior

Comenzaste intentando simplemente introducir tu magia en el cristal para iluminarlo con un brillo puro y que te permitiese ver su interior, más aquel mineral tan peculiar consumía tu luz más rápido de lo que esta llegaba a entrar: si querías llegar a iluminar el interior de aquel cristal deberías consumir tanta magia que no fuese capaz de absorberlo, la pregunta era, ¿que tanta magia tendrías que gastar...?

Muramasa se limitó a saludar con un gesto de cabeza, dejando que Cytla se encargase de todo con la señora de la tienda, la cual se les quedaría viendo nuevamente con curiosidad mientras escuchaba lo que decía la pelirroja.

-Esta disponible, si, pero debéis saber que con esto del ataque de dragón el precio por articulo ha aumentado, y todas las joyas serán cobradas según su peso -informó la mujer con una amplia sonrisa en el rostro, invitándoles a pasar.

Mientras entraban, el espadachín y sacerdote se acercó a Cytla para ponerle una mano en el hombro y hacerle una expresión de "no digas nada"; parecía que el samurai sabía que la madre aprovecharía que no parecían conocerla para sacarles todo el dinero, pero si Cytla hacía algo para evitarlo su disfraz se perdería casi de inmediato.

-Por favor, dejad sus cosas aquí -les indicó la madre de Cytla, señalando la barra.

Muramasa seria el primero en dejar su su medallon con la foto de la sacerdotisa y su emblema de diamante, llamando enormemente la atención de la madre de Cytla.

-¿Sois caballeros? Nunca antes los había visto por aquí... Deben haber vuelto de una larga misión y buscan alearse un poco del trabajo, ¿no? -comentó la mujer. -. En ese caso, no os preocupéis por el pago. No le digáis a mi hija, pero... No le cobró a los caballeros que dedican su vida a proteger a la ciudad y a todo el reino. Bueno, al menos no les cobro por este tipo de cosas... -añadió antes de que pensasen que podían tomar cualquier cosa sin pagar. -. Si necesitáis algo, estaré encantada de ofrecerles mis servicios.

Así pues, Muramasa terminó por dejar también algunos de sus cinturones, su ropa, y...

-Espere... -destapó la calabaza para tomar un laaaargo sorbo, todo mientras iba hacia Fío para tomarle de detrás del cuello de la camisa para arrastrarle hacia el otro lado de la tienda, dejando a Cytla con su madre. Una vez un poco apartado de las mujeres, Muramasa dejaría unicamente un par de tragos en la calabaza, la cual acercaría a Fío. -. Bebe... Te ayudará a acostumbrarte a la ropa -a pesar de que sus palabras sonaban como si quisiese ayudarle a sentirse menos incomodo, la mirada de Muramasa era fría y penetrante, era claro que no aceptaría un "no" por respuesta.

Cuando dijo que estaba disponible, sonreí levemente asintendo -Estupendo. Y no se preocupe por el precio, entiendo que sea así- le dije a mi madre con una reverencia, antes de entrar... Aunque noté la mano del samurái en mi hombro, mirándome como si me fuera a molestar... pero yo no estaba molesta, para nada. De hecho... lo miré con mi clásica sonrisa pícara, que nunca indicaba nada bueno para los bolsillos ajenos -Si pago algo aquí, solo estoy dejando dinero en mi casa... vosotros engordando mis bolsillos- pensé con mi astucia de mercader.

En la barra, asentí cuando dijo que fuéramos dejando las cosas en la barra... a lo cual, Muramasa no quiso esconder su emblema de caballero y decidió enseñarlo para que se guardase... pues vaya forma de querer mantener en secreto quienes somos. En fin, nada que no pueda remediar -Si, así es... recibimos la noticia de lo que había pasado... Se hace agradable volver; aunque no sean las circunstancias y todo haya cambiado bastante... Ha sido un viaje largo, así que intentaremos descansar hoy antes de ponernos a trabajar mañana- le dije a mi madre siguiéndole la conversación de forma amable y tranquila.

Entonces, cuando dijo aquello de lo que hacía con los caballeros... me sorprendí, a la vez que me mostraba un poco confusa -¿Su hija?- pregunté, mirando a mi alrededor, hasta darme cuenta -¿Esta es la tienda del Buitre Mercartil? Vaya... entonces no se preocupe, mantendremos el secreto... No seré yo quien le diga que usamos gratuitamente sus servicios, y se lo agradecemos enormemente- le terminé diciendo, comprometiéndome a guardar el secreto... aunque una vez puse mi cargada bolsa sobre la barra y Muramasa, saqué también algunas monedas -Aunque me sienta un poco mal aprovecharme de vos de esa forma, al menos acepte que le paguemos un pequeño porcentaje, para que se invierta en reconstruir la ciudad- le dije a mi madre con una sonrisa cándida -De aquí no sale nadie habiendo recibido algo gratis... aunque lo gasten en buenas acciones- pensaba realmente por dentro... pensando que tendría que hablar con mi madre una vez la operación termine -Y si no le importa... ¿podría mostrarme que cosas tienen a la venta? Ya que puedo permitírmelo, me gustaría aprovechar y comprar algún equipo raro e interesante si tiene algo disponible- terminé diciendo... así podría conseguir algo que llame la atención en el mercado negro e infiltrarnos mejor.

Alanís siguió la finta de manera redonda, aunque a último momento tuvo esta sospecha fugaz de que algo iba mal...pero no terminó de formular su pensamiento antes de que el puñetazo le acomodara las ideas...literalmente.

-Ugh...

Atajó de alguna forma el caerse del impacto con uno de los pies luego de tastabillar, con la nariz sangrando y la cabeza algo ligera por la sacudida del impacto.

No es bueno...Sir Baeric es demasiado rápido, si lo dejo va a seguir jugandomela, no puedo dejar que tenga oportunidad de recuperarse.

Lo único que estaba claro es que ambos estaban esforzándose de más ante la mirada pública y de sus Señores. En lo único que podía pensar ahora mismo es en devolverle el favor. El golpe directo al rostro le dejó un poco viendo rojo, no por nada en especial fuera de que probablemente a cualquiera le enfadaría que le golpearan la cara con bastante fuerza. Levantó la vista al instante, decidida.

-¡¡Baeric...!!

No iba a dejarle retroceder, recoger ninguna herramienta o pensar en una nueva forma de ataque. Entrelazó los dedos de ambas manos y levantó la unión para dejarla caer sobre el caballero. Buscaba idealmente la cabeza, pero estaría satisfecha sencillamente si conectaba.

Tras un gran esfuerzo, logré finalmente acertar un golpe directo en el rostro de Alanís; con eso le devolvería todo lo que había recibido hasta ahora... Pero eso lo era el inicio: era una estupidez pensar que alguien como ella caería con un único golpe, debía actuar y aprovechar la ventaja que tenía...

Aquel era mi momento de contraatacar, de dar la vuelta al marcador, de saltar contra ella y demostrar a todos que tengo mi puesto merecido más que por simplemente tener un rostro bonito.

-¡¡Alanís...!!

Cruzaría velozmente los brazos sobre mi cabeza, separando las piernas y agachándome un poco para absorber el impacto y evitar ser aplastado por aquel ataque, siendo que igualmente pude sentir como mi cuerpo se hundía muy levemente en el suelo a causa de la fuerza de Alanís, pero no era momento de preocuparme por cosas como esa: una vez hubiese detenido su ataque, aprovecharía la posición para meter mis brazos entre los suyos y separarlos, dejándonos con los brazos al aire durante un breve segundo, un breve segundo en el que aprovecharía para tomar impulso y dirigir un cabezazo al rostro de mi oponente. Era simple: si no podía atravesar esa armadura, atacaría el único lugar que no era protegido por ella...

Decidida a descubrir que ocultaba en su interior aquel peculiar cristal, empezaste a invocar tantas luces como pudieses, deseando introducirlas en aquel mineral para que se terminase iluminando por dentro... Pero la verdad era que, por más que lo intentases, el cristal consumía tu luz más rápido de lo que está se acumulaba en su interior. Empezabas a considerar que podías pasar allí horas y no serias capaz de "alimentar" tu sola a ese cristal a menos que utilizases de golpe absolutamente todo tu mana...

-¡FAITH! -escuchaste a Alessandro gritar desde donde le dejaste, siendo que entonces sentiste que el aire cambiaba rápidamente, llenándose de una intensa magia... ¿Que estaría sucediendo? Fuese lo que fuese, no sonaba bien...