Partida Rol por web

Gruñó, dando un paso, poniéndose la primera –o la última, si iban a retroceder– con el escudo frente a ella y preparada para detener a esas criaturas mientras ellos se retiraban.

– Atrás. Protegeré la retaguardia. ¡Vamos! – exclamó mientras soltaba un golpe de su espada hacia uno de los insectos que se acercaban a ella.

El paladín, curtido por los años y la experiencia, sin duda tenía razón. Aquello era una trampa, y por mucho que mataran a aquellas pequeñas criaturas, más salían de bajo las rocas, de las grietas de las paredes, de cada uno de los recovecos a los que la luz de su espada no llegaba a alcanzar. Si continuaban así... Tal vez lograran abrirse camino, o tal vez no, pero si no morían destrozados por las afiladas patas y los agudos dientes de los bichos acabarían en tan malas condiciones que, un par de asesinos como los que se habían encontrado a la entrada valdrían para mandarles con los dioses a quienes cada uno adorara.

– Además... – pensó para sus adentros –. Es buena idea avisar de esto, tal como le pedí a Sir Talasek. Si algo nos ocurre aquí, la ciudad no puede quedar en la oscuridad, no puede perderse este conocimiento con nosotros. Otros deben saberlo y tomar medidas por si fracasamos.

- Estoy de acuerdo, vayamonos y volvamos con refuerzos. dice el Druida, - Findar ! llama a su compañero, veo que te mordieron, ahora te ayudo.

Convoca una magica curativa sobre las heridas del felino, mientras se retira por el tunel.

—¡Sin objeciones!— dice Raff encarando apresurado hacia el tunel que tenían detrás. Lanzando quejidos por lo bajo cada vez que intentaba arrancarse una de las patas de las criaturas.

Haciendo caso a las indicaciones del paladín, retrocedéis tras él hasta llegar de nuevo al almacén. Una vez a salvo, colocáis de nuevo el panel de forma que todo parece en su sitio. Asimismo, procuráis no dejar rastros tras vosotros.

Con la cobertura que os da la oscuridad de la noche, seguís lo más sigilosamente posible a Sir Talasek por las ahora desiertas calles de la Ciudad Libre, tratando de mantener un perfil bajo y aprovechando los callejones de una ruta alternativa, más larga pero aparentemente segura.

Finalmente alcanzáis el templo de San Cutberth que parece estar cerrado al público. Un vigía reconoce rápidamente a Sir Talasek y se dispone a abrir las puertas para permitiros el paso. Éste trata de no llamar la atención, aunque no se priva de saludar sigilosamente al paladín lo más efusivamente que el decoro de la situación le permite.