Partida Rol por web

Otro sectario, más siniestro si cabe, intenta hacer lo propio. En silencio, sin mediar palabra. Al menos eso es lo que podéis percibir desde el otro lado de la telaraña.

Este hombre fracasa de igual manera que lo hiciera su compañera.

Ninguno de los clérigos tiene éxito al zafarse de la telaraña lo que os da cierta ventaja en este lance del enfrentamiento

Talasek, que ve como imposible internarse en la gran estancia y con el ánimo mermado debido al hechizo del sectáreo, se hace a un lado para no perder la total visibilidad de la escena.

En ese momento, con el aliento entrecortado, empieza a orar a San Cuthbert:

¡Padre! ¡Ayúdanos a mí y a mis hermanos en este momento de gran necesidad! Acudo a ti en esta hora sombría para que tu luz guíe a mis semejantes - asiendo con fuerza un colgante con el símbolo de su deidad, el paladín enfoca la mano libre hacia Élise -. Protege a mi hermana y utiliza mi ser como su propio escudo.

Un aura mágica envuelve a la gigantesca mujer y a la vez al propio paladín.

En seguida, centró su atención. El hombre en frente, aquél que la había logrado golpear, era peligroso, pero allí más de uno lo era. Al menos, creía poder bloquear el próximo golpe que fuera directo contra ella; no podía decir lo mismo de la magia. Si querían sobrevivir, iban a tener que ir acabando con todos ellos, uno a uno, y ya que había herido a uno, era el momento de darle el golpe de gracia. 

Su espada, una vez más, realizó un arco cerrado sobre aquél al que ya había herido, buscando una abertura para acabar con él cuanto antes. Una vez lo hiciera, pasaría al siguiente, hasta que no quedara un solo seguidor de Iuz en pie.

La telaraña había inmovilizado a la mayor parte de los objetivos, y Élise representaba un obstáculo para hacer un disparo cómodo.
Raff cargó otro virote y apretó nuevamente el gatillo, en dirección al enemigo libre de ataduras, cercano a Barakanar.*

A pesar de que su enemigo había bajado la guardia para lanzar el hechizo, Élise se encontró con su reluciente armadura metálica.

Segundos más tarde, Raff consiguió apuntar por debajo de las piernas de esta con la suficiente certeza como para alcanzar al hombre que retenía a Élise en la entrada.

La que parece ser una de las sumas sacerdotisas del culto continúa orando, sin prestar demasiada atención a lo que está aconteciendo.

Otro de los acólitos, al otro lado de la estancia, empieza a orar posando las manos sobre la telaraña convocada por Hodrum pero sin llegar a tocarla.

¡Iuz! Termina con este agravio, libra a mis hermanos de tal afrenta.

Un aura mágica aparece en todo el perímetro de la telaraña, disipando la misma y liberando a todos los cultistas en ella.

El sumo sacerdote parece finalizar la convocación. Por un momento se queda callado, ignorando si ha tenido éxito debido a vuestra interrupción.

De repente, un grito agudo y agonizante llena por completo la estancia. Todos, incluídos los cultistas, os lleváis las manos a las orejas casi instintivamente. El sonido es insoportable.

Desde el altar, una pequeña nube de humo se arremolina hacia arriba, ocultando lo que hay tras él.

¡Ha vuelto! - gritan algunos.

¡Está aquí! - otros, con entusiasmo.

Los sumos sacerdotes permanecen callados, expectantes.

Barakanar se zafo del cultista mientras a toda velocidad se giraba y dibujaba un circulo en el suelo, iban a necesitar ayuda. Mucha ayuda !

- Cubridme que traigo refuerzos, le indico a Ser Talasek viendo la proximidad del cultista

Una mujer serpiente emerge de entre el humo y se abre paso a través del círculo de cultistas, retorciéndose, moviéndose lentamente. Después de un breve instante, se gira para mirar a quienes la liberaron. Una calma misteriosa cae sobre la cámara, y una nueva sensación de maldad comienza a impregnarla. Con la voz ronca, la mujer comienza a hablar :

Este día habéis realizado un servicio que no podéis comenzar a comprender. Seréis recompensados por vuestra perseverancia. ¡El reinado del Halcón ha renacido una vez más! Ahora, llevadme a un lugar donde pueda descansar.

Con eso, el tapiz del fondo de la cámara se recoge mientras los líderes del culto ordenan el desalojo de la gran estancia, casi ignorando vuestra presencia.

Sin daros tiempo a reaccionar, alguien aparece por el otro lado de la antecámara, por el mismo lugar que vosotros habéis accedido a la sala del ritual.

Para vuestra sorpresa es Nestor y sus hombres, decididos a poner fin al enfrentamiento.

¡Alto todo el mundo! ¡En nombre de la Ciudad Libre! ¡Estáis detenidos!

Tanto la mujer serpiente como algunos de los sacerdotes de más alto rango se afanan en huír por la otra puerta, pero los hombres de Néstor, guardias de Greyhawk, se adelantan rápidamente para comenzar a apresar a la mayoría de cultistas.

Cuando la situación comienza a estar controlada, Néstor instruye a sus hombres para que os escolten hasta la salida de la guarida, afirmando que es  - Demasiado peligroso para los civiles -. Varios guardias obedecen al oficial y se colocan a vuestro lado, algo sorprendidos por el tamaño de Élise.

Habéis realizado un gran trabajo - dice Néstor -. Sin duda seréis bien recompensados por ello.

Talasek permanece serio, pero finalmente satisfecho a pesar de no poder haber participado activamente en la destrucción del culto, que se había cebado especialmente contra él. Asintiendo a las palabras de Néstor, el paladín se dirige hacia la salida que conocéis.

Hodrum, antes de que se irse habla con Nestor. - Hay dos personas en unas habitaciones, al parecer les han hecho un lavado de cabeza, pero quizás podais sacarles algo de información. Además necesitarán cuidados y habrá que ver si su situación es reversible - Deshizo el hechizo de Élise y sin poder negarse a ser llevados a la salida, siguió al grupo temiendo que Lady Serpiente sea más poderosa que los guardias y logre escapar. Además también estaba molesto por no poder habér podido hacer una barbacoa con los enemigos. - A la próxima me prepararé mejor los conjuros. - se dijo con determinación.

—¡No, no, no! ¡NO! —Gritó, maldijo y a punto estuvo de salir corriendo zafándose de los guardias de la ciudad. Aún imprecaba, con el puño el alto, presa de la ira, cuando el efecto del conjuro que la había agrandado desapareció, terminado por su lanzador. Furiosa, se giró hacia Hodrum, a punto de recriminarle que se hubiera rendido tan pronto, pero en seguida se dio cuenta de que el mago no era culpable de nada. Ni siquiera Néstor y sus soldados lo eran: ellos tan solo hacían su trabajo. No, la rabia que sentía, con quien estaba enfadada de verdad, por no haber hecho lo que debía, era con ella misma.

Había visto aparecer entre el humo a la serpiente. O mujer. Ambas. Y la había dejado escapar. No solo no había podido detener el ritual, sino que había permitido que aquella maldad quedara libre, suelta por la ciudad. Los hombres de Greyhawk no estaban preparados para vencerla, y dudaba siquiera de que fueran a lograr atrapar a alguno de los miembros importantes del culto. No era que fueran ineficientes, sino simplemente que aquello escapaba a su comprensión. Era una labor para guerreros guiados por la mano de los dioses, dirigidos por la fe. Fuera quien fuera el Halcón, ahora era el objetivo de una cruzada.

Con el gesto serio y contraído aún por la cólera, giró sobre sus talones y siguió a Talasek sin dirigir una segunda mirada al allí representante de la Ciudad Libre. La simple sugerencia de una recompensa, como si fuera una simple mercenaria, la había ofendido. No tenía nada que decirle. Al paladín, en cambio, le detuvo en cuanto pudo.

—Lo siento —dijo con un leve rastro de vergüenza, agachando el rostro—. Confiaste en mi, me escribiste con la convicción de que yo podría dar un paso contra esta herejía, y os he fallado. A vos, al templo y a la ciudad. —Con un brillo ardiente en los ojos, alzó de nuevo la cabeza, y miró con decisión al siervo de San Cuthbert—. Pero juro que encontraré a esa criatura. La daré caza y no descansaré hasta haber acabado con ella. Por mi vida y mi honor, lo juro.

Raff bajó la ballesta, estaba totalmente atónito. Mientras ese monstruo se escapaba ¿Había aparecido la guardia de la ciudad? ¿Así, de la nada? La misma guardia que quizo meterlos presos por intentar defenderse en aquella emboscada... y a simple vista no veía ningún miembro de la iglesia, asique no eran clérigos los que habrían dado el aviso mientras ellos recorrían el templo subterraneo.
Tanta coincidencia, que lleguen justo cuando el monstruo se retiraba... todo esto movilizaba demasiadas sospechas en Raff, pero no dijo nada. Suponía que sus compañeros debían compartir su incredulidad, y creyó que era mejor no hacer alboroto hasta haber recibido la mentada recompensa.
¿Habían perdido demasiado tiempo dando vueltas con las puertas secretas y aquel corredor de puertas cerradas? Si hubieran llegado antes, no habrían podido completar el ritual... o quizás si.
Pero de un modo u otro esto había terminado, y él había sobrevivido. Dio un beso a la moneda que le colgaba del cuello y comenzó a dirigirse en silencio hacia la salida.

- !!!PERO IDIOTAS QUE SE ESCAPAN!!!, acierta a gritar Barakanar, pero tiene que detener la invocacion ante las amenazas de los guardias.

Frustrado solo pudo esperar mientras juramentaba en druidico. Hizo el ademan de seguir pero vió que los guardias se interponian y ninguno de sus compañeros hacia ningun gesto de intentarlo, Tranquilizate viejo, se dijo a si mismo, por lo menos podras volver a ver a Findar.

Respirando profundamente se dió la vuelta y fue hacia la salida, al pasar por delante de Nestor no pudo reprimirse Felicidades , Jefe de la Guardia. La criatura más peligrosa que ha hollado la ciudad ha escapado por el fondo de la sala.

- Podeis perseguirla, acabó en tono burlon y sin esperar la respuesta marchó por donde habia entrado

Parecía que el paladín iba a intervenir. De hecho estuvo a punto de hacerlo pero tan solo emitió un leve quejido y se mordió la lengua.

Su rostro era todo un poema. Se leía en él la frustración y el desengaño ante tal desenlace. Tanto había sufrido, tanto había indagado, tanto esfuerzo había puesto... y al final para acabar así.

No confiaba en Néstor y, por muy buenas palabras que ahora os profesara, esta intervención no hacía más que ahondar en ese sentimiento.

Pero no era el momento, Talasek relajó el rostro e intentó calmar los ánimos del resto del grupo, en especial de Élise y Barakanar, cuyo temperamento podría meterles en más problemas.

Tranquila - susurró a la clériga -, llegará nuestro momento.

Vale... - dijo al druida mientras ponía una mano en su hombro - Al menos seguimos vivos, tendremos la oportunidad de acabar con ellos.

Con esto, os dirigís al exterior escoltados por varios guardias.

No habéis sido capaces de detener el ritual que ha liberado al Halcón y tampoco habéis tenido la oportunidad de intentar derrotar al culto. 

Sin embargo, tenéis la promesa de Néstor de detener las actividades del culto. Podéis creer o no en el esfuerzo del suboficial y en las posibilidades de éxito de éste. En cualquier caso, esta es otra historia y será contada en otra ocasión.

--- FIN ---