-Hey Brochetaa-saludó Sam levantando su botella por el infante chocando de nuevo los vidrios con un tintineo que invitaba a sentarse y beber con ellos. Ethan estaba hablando algo sobre la validez de su palabra y sobre su tartamudeo acabando con un guiño.
A ver si se le cambia un tic por otro y cuando está tranquilo se le cierra un ojo...
Aun así Sam le sacó la lengua y bebió de su botella, intentaba recordar a qué se refería Ethan con tanto descaro pero por mucho que se concentrara, la voz del hombre le seguía sonando como dentro de una pecera y no sacaba nada en claro de ese recuerdo. La cerveza no era una gran cerveza pero después de la bajada, de los bichos y de los médicos le parecía pura ambrosía, néctar ambarino sólo reservado a los dioses... unos dioses un poco cobardes que no tenía lo que hay que tener para bajar a un pedrusco repleto de bichos hijos de puta.
-Pues nada, vamos a tener que investigar que te pone nervioso para saber dónde está el interruptor, chico-le contestó en el instante en que un infante de otro escuadrón pasaba cerca de la mesa y les dedicaba un saludo a modo de cabeceo que la chica respondió alzando la barbilla un instante al tiempo que su cerveza. No tenía ni idea de quien era, pero estaba vivo y era un mérito a reconocer a todas luces.
estoy aprendiendo a usar un comunicador y, créeme, lo lanzaba por ahí a tomar viento... cuanto botoncito y demás.
Sam se atragantó con la cerveza, echándose hacia delante tosiendo y arrastrando hacia atrás su silla haciendo un ruido sordo.
-¿consejero Brocheta?-dijo pasándose el canto de la mano por una de las comisuras de los labios- tío, cuando te den el equipo... pide unos rulos y te los pegamos al casco... y hablando de cosas que aprendemos-carraspeó un poco y se enderezó poniendo la espalda recta y echando los hombros hacia atrás- me complace anunciar que una servidora... si la admiten, que esa es otra... va a representar a los pobres, pobres médicos que tan majamente se han ocupado de nuestros heridos-señaló descaradamente a Ethan con la mano en la que sostenía la botella por el cuello como si ella hubiera salido entera- que han salido heridos porque son así de chungos y si no tienen heridas pues no molan, las cosas como son.-se echó a reir de nuevo sacudiendo los hombros- va va, es broma, que un hombre no es un hombre de verdad si no tiene cicatrices... y la del apendicitis no cuenta, que os veo venir.
tal vez no conocimos al Sargento Brown lo Suficiente, pero tal vez lo conocimos demasiado en ese pequeño espacio de tiempo, mas de lo que tal vez hubiéramos podido hacerlo en buenos momentos como este… Salud
Sabias palabras Bell, brindo por eso, y aprovecho para sumar algo. No nos conoceremos desde la infancia, pero aquellos que conoces por unas semanas en el campo de batalla, se convierten en tus hermanos hasta el final de los dias....hermanos de armas - levanto la copa para unirme a Bell
Si, se que no estuvimos semanas haya abajo, pero asumo que nos conocemos de antes ¿no?
Un funeral apenas se diferencia en algo de otro. Soldados en perfecta formación, unas veces hay más y otras menos, un oficial al mando que dice unas palabras de aliento para la tropa. También féretros, puede ser sólo uno, una docena o medio centenar. Cuando hay más de una veintena, la ceremonia se alarga demasiado y los oficiales permiten a la tropa ponerse en posición de descanso aunque muchos no lo hacen.
En esta ocasión yo he combatido con algunos de los que viajan hacia el espacio, pero no siento diferencia alguna, simplemente dejo que pase otra ceremonia más ¿cuántas he visto?; demasiadas, sin duda alguna, la gente se muere y punto.
Todo termina y me dirijo con el resto hacia la cantina. Es un trayecto extraño para mi, mi brazo se eleva automáticamente cada vez que me cruzo con un oficial, con un suboficial, pero parece que le cuesta levantarse frente a alguno de los cabos con los que me cruzo.- gilipollas- pienso cuando me cruzo con Anders- te borraría esa mierda de sonrisa de la cara con mucho gusto...
Aprieto los dientes con fuerza, se que no es un pensamiento normal en mi, solo es la situación. Me aseguro de que estén bien colocados mis nuevos galones y continúo hacia mi destino.
El ambiente está muy animado, todos se liberan de la muerte con bromas, chanzas y apuestas absurdas que mezclan alcohol, puntería y algo de picardía. Yo por mi parte, pido una cerveza que dejan fresquita al alcance de mis manos.
Me cuesta olvidar que no estoy armado. Siempre tenía un arma en mi cintura y ahora parece que estoy descompensado y no se si quiero acostumbrarme a ese hecho.
-Ponme mejor algo que no tenga alcohol -digo sin apenas mirar al chico que sirve tras la barra aunque se que tampoco pienso tomarme lo que me ponga, solo necesito estas allí, en el ambiente que conozco, como si todo siguiera igual que antes, como si no hubieran pasado los últimos días y mi vida aún siguiera en su sitio.
Tras el corto funeral y las palabras de sus superiores que no hacían más que hacer querer olvidar el porque de su alistamiento, Becerra entra en el bar y vea sus camaradas reunidos y se dirige a ellos para continuar un nuevo brindis antes de la nueva batalla.
Camaradas, brindemos de nuevo por los caídos y el derecho de ser ciudadanos ganado con nuestra sangre y la de nuestros compañeros.
Allí sentado junto al sargento los infantes poco a poco iban llegando, en general con bastante buen humor. Miro alrededor muchos de los demás siguen con sus conversaciones, sus risas, a pesar de lo ocurrido, a pesar de lo que perdimos, pero que diablos así es esto, y cada uno hace lo que quiere quien soy yo para decir a nadie como se tiene que comportar en su tiempo libre.
Pienso mientras sigo los brindis de los demás, por los que no regresaron, aunque no consigo que mi cara no diga que todavía tengo presente lo que pasó hace unos días.
Me quedo un momento, mirando el vaso de vodka, ese que todavía sigue entero, el que debía haber sido para el Teniente Brown, quizá fuera una estupidez pero es lo único que recordaba de él fuera de esa roca helada.
Alguna cosa me saca de mi trance no se exactamente el qué, pero miro a los infantes riendo en la mesa, y vuelvo a ver los demás con buen humor, como hace un instante. Vuelvo a brindar pero esta vez brindo por los que hemos vuelto.
-¿consejero Brocheta? tío, cuando te den el equipo... pide unos rulos y te los pegamos al casco... y hablando de cosas que aprendemos, me complace anunciar que una servidora... si la admiten, que esa es otra... va a representar a los pobres, pobres médicos que tan majamente se han ocupado de nuestros heridos, que han salido heridos porque son así de chungos y si no tienen heridas pues no molan, las cosas como son, va va, es broma, que un hombre no es un hombre de verdad si no tiene cicatrices... y la del apendicitis no cuenta, que os veo venir.
Mientras Sam habla, un infante pasa y nos dedica un saludo. Se lo devuelvo mientras pienso en lo que decían de la infantería ligera....y en cómo en unos breves minutos que hemos estado ahí abajo ha cambiado la opinión de todos estos hombres y mujeres con respecto a nosotros. Doy otro trago para que el nudo que tengo en la garganta, al recordar los gritos de los moribundos, pase.
Parpadeo cuando soy consciente de la frase ocurrente de Sam sobre mis nervios....y le sonrío con calidez, como aceptando la broma.
"Vaya, vaya.....así que tenemos a un futuro consejero técnico y a una bonita médica....." dice Ethan haciendo un nuevo brindis y chocando la mano con Alistaire...."parece ser que para lo único que sirvo yo es para disparar y correr mucho. Alguien de arriba ha decidido que tengo buena puntería, así que me han asignado uno de esos maravillosos "Hawkeye" para que vaya practicando, y la verdad, no se me da mal." levanta la mano y pide 3 cervezas más.
"Segunda ronda chicos.......sobre cicatrices...yo tengo una muy bonita en el hombro que cuando nos acabemos las cervezas estoy más que dispuesto a enseñarte, por si quieres hacer prácticas Sam..." Ethan parece más decidido que nunca. Su voz no tiembla, su semblante tampoco. Mira con sus ojos azul oscuro a Sam, muy intensamente. "¿Sabeis? Me he dado cuenta de una cosa....la vida hay que vivirla ahora....mañana quizás sea tarde." dice con un deje de amargura.....
La Cantina de la Sirius Beta es un lugar un tanto extraño. En ella se mezcla la felicidad de la celebración con la tristeza del desahogo formando una suerte de atmósfera donde se bebe por ambos motivos a la vez sin una distinción demasiado clara. Es difícil no entristecerse por los compañeros caídos, pero a la vez siempre se está feliz de volver con vida y poder celebrarlo. Es parte de las dicotomias propias de la profesión de soldado, de lo cual nadie sabe más que la Infantería Móvil.
Camino por entre sus mesas abarrotadas de soldados vociferando y divirtiéndose como si fuese su última noche con vida, lo que es una conducta sumamente apropiada pues cualquiera de estas noches podría serlo. Me muevo tranquilamente, de manera parsimoniosa y llego finalmente a la barra mientras aun escucho a mis espaldas las celebraciones de los más bulliciosos o veo el beber silencioso de los más reflexivos y contempladores de entre los soldados. En Galdonia VI se han perdido muchas vidas y no son pocos los que prefieren honrar a los perdidos en silencio y con un respeto mayor.
El tipo de la barra me sirve mi orden: Un whisky doble en las rocas. Tomo el vaso y jugueteo un momento con mis dedos sobre él al ritmo de una canción robada de mi mente por el tiempo pero que algún retazo ha dejado tras de sí. Finalmente y, en un impulso completamente espontáneo, me bebo su contenido completamente. Los hielos bailan en el fondo del vaso mientras lo dejo suavemente en la mesa. Su contenido ha entrado en mí y pronto debería comenzar a hacer efecto, brindándome las características de alguien bajo los efectos de alcohol, pero no le permito hacerlo solo y acompaño al primer trago con un segundo que bebo directamente de la mano del barman, sin siquiera tocar la barra.
Un tercer trago es servido y le miro mientras reposa en el cristal. Sus reflejos me recuerdan a como el metal de nuestros vehículos reflejaba el sol de la mañana en la que llegamos a Galdonia VI. El hielo del vaso no puede recordarme a nada más que a ese planeta y si vivo hasta viejo no veré un solo hielo sin pensar en bichos y muerte. Los tanques en los que debíamos movernos desde el punto de desembarco hasta el Fuerte Helado eran resistentes vehículos armados, pero la invasión de bichos que nos recibió fue capaz de superarnos, superar a los Marauders que nos defendían e incluso capaz de acabar con varios tanques, disminuyendo desde el inicio nuestras fuerzas en esa roca.
El Escuadrón tuvo que armar un perímetro y defender la retirada de los vehículos hacía el Fuerte Helado. Desde el comienzo mi unidad ha tenido que resistir los oleajes más peligrosos y detener hordas inmensas de bichos. Es un trabajo feo y desgastante pues siempre alguien queda atrás y siempre ves a los tuyos ponerse en riesgo a segundos de morir. No es gratificante, pero es necesario pues alguien debe hacerlo. En esa ocasión logramos tomar el último vehículo y huir en la dirección señalada.
Lamentablemente nuestro vehículo tuvo fallas y no pudimos llegar hasta el objetivo, por lo que nos desviamos a una señal en medio de la nada donde esperábamos encontrar algo de utilidad. Resultó ser una colina con una pequeña instalación en la cima, algo así como una cabaña para científicos. Había un árbol y alimentos, lo necesario para quedarse, pero sabíamos que no podíamos abandonar a los nuestros y debíamos seguir hasta el Fuerte. No fue mucho tiempo antes de que se nos revelase los motivos más urgentes para irnos.
Escucho el choque de unos vasos en una mesa cercana y eso me saca de mis recuerdos. Meto mi mano en el recipiente que contiene el maní y saco unos cuantos para comer. Mientras mastico pienso en que el desempeño que llevamos a cabo en esa colina fue la antesala de lo que viviríamos en el Fuerte, pues solo un escuadrón rodeado por todos lados de arácnidos y esperando una extracción de la Flota que quizás nunca llegaría fue algo muy similar a lo último que hicimos en ese planeta. Nuestra supervivencia en esa colina se debió al trabajo en equipo y la optimización de los recursos y el terreno disponible, brindándonos una ventaja táctica que al ser explotada satisfactoriamente nos permitió subir a la lanzadera con solo un herido de muerte: El artillero Hendel Levine, a quien cargué moribundo sobre mis hombros hasta el final.
Lamentablemente la retirada casi nunca es tan fácil y la lanzadera fue derribada por bichos voladores, sufriendo un aterrizaje forzoso que casi nos costó la vida. Llegamos al Fuerte Helado solo porque nos vinieron a recoger en blindado. De otra forma lo más probable es que hubiésemos muerto todos. En el Fuerte nos esperaba un Capitán desmoralizado y tropas machacadas, todo lo que pudimos hacer fue aguantar con ellos hasta que la Flota se pronunciase.
Luego vinieron días oscuros donde nuestros compañeros caían, se retiraban desertando o simplemente desaparecían. Jake murió así y fue doloroso ver como su desesperación calaba en un hombre que estaba destinado a ser un héroe y quizás un oficial, pero la vergüenza de nuestra propia debilidad no le permitió dejar de luchar y murió defendiendo su propio honor por encima de su deber.
Finalmente los últimos acontecimientos: Mantener el Fuerte de los ataques incesantes de los bichos y resistir en el muro sur, acabando con Obreros, Guerreros, Tanques, Infiltradores, Gusanos de mierda excavadores, Hoopers, Ripplers, Guerreros Tiger y un puto Overseer que escapó de nosotros para caer con el fuego de la nave. Si no fuese por la Sirius Beta y las armas montadas que nos trajeron, no lo habríamos logrado. Fue una misión exitosa, aunque yo creo que nadie de toda la I.M. sabe realmente los objetivos de la misión, pues luchamos y nos retiramos con la cola entre las piernas para que la Flota se retirase. Sea como sea, nos sentimos orgullosos de haber sobrevivido, aunque apenados por aquellos que no lo lograron.
Raynor era un buen muchacho, valiente. Medio distraído pero siempre dispuesto a dar una mano sin vacilar. Murió como muchos han hecho en esta guerra, murió pues el combate no perdona a quien se retrasa. Los arácnidos son criaturas de una letalidad sin igual y es muy fácil caer en sus fauces para morir inevitablemente. El mejor aliado en su contra es la distancia, lo que Raynor no respetó y por ello cayó.
Nos fuimos y aquí estamos. Valientes hombres se perdieron, pero nosotros les reemplazamos con orgullo. Ahora soy el Sargento Mayor y estoy seguro de no estar a la altura de mi predecesor, pero debo intentarlo y debo honrar en cargo que heredé de tan valiente hombre.
Tanto en lo que pensar y tanto que agradecer. Tanto de lo que entristecerse y tanto de lo que alegrarse. La noche se me haría corta si comenzase a recordar desde antes de ser Sargento, pero esa etapa ya pasó por este proceso y es Galdonia VI el lugar que debe ser recordado ahora pues es en este sitio donde he mostrado mi valor y he perdido a mis hombres. Es en este planeta donde las vidas de muchos valientes han sido robadas y donde hemos conocido el miedo como nunca antes. Este lugar de la Galaxia me ha enseñado que no es necesario estar en la Gran K solo era un planeta más infestado por los arácnidos y que aun hay mucho trabajo para los Guardianes de Sirius por aquí.
Bebo mi trago y mientras comienzo a retirarme veo a un hombre entrar en el bar. Es un Teniente vestido de la Flota. Le conozco, no sé de donde. Le veo ser transportado herido junto a mis hombres. Estaba herido de gravedad pero vivo, aunque a su alrededor varios habían muerto, incluyendo Hendel... Le recuerdo. Es el piloto que nos sacó de la Colina. Le grito de inmediato:
- "¡Hey Teniente! ¿Me recuerda? Le debo un trago, venga a cobrarlo de inmediato."
El barman sirve dos tragos más de los que serán muchos pues hay harto que conversar y hay muchas cosas que Gary Focker puede hacer a lo largo de una vida, pero una que nunca hará es dejar una deuda impaga.
Este es mi post final. Saludos a todos y un honor compartir la partida con ustedes. XD
Con paso vacilante me adentro en la cantina a tomar mi primer trago en un buen tiempo. Había estado demasiado en cuidados médicos y a pesar de que ahora me sentía fenomenal, creo que había estado evitando algo más este
momento.
Se me hace extraño visitar la cantina. Antes de descender en Galdonia VI era uno de los muchos infantes de la ligera que esperaban con ansia su primer combate real para luego fardar de experiencia, honor y valentía.
La mayoría de historias de los veteranos eran divertidas, alucinantes, duras y explicaban como fácilmente se perdían los nervios ante una pequeña reyerta.
Risas en una mesa tapizada de cartas regadas en cerveza a causa de como un tiro certero a tiempo salvaba a un compañero que no dejó de chillar como una niña hasta que lo pusieron de pie entre todos y le limpiaron el moco.
Pero ahora conocía los malos momentos. Días en que el primer combate no era contra tan pocos bichos ni ese tiro era tan certero ni ponían en pie a nadie para que dejase de chillar. Personalmente no tenía ganas de contar historias ni fardar de nada aunque los psicólogos insistieron en que eso regula el estrés postraláctico ese.
Casas, Romeo, Winters, Cunnigan, Campbell, Brassard...me había obligado a recordar incluso los nombres de los infantes fallecidos en la ligera que ni siquiera había llegado a conocer. También me alegra ver a Graves, Ethan o la nueva cara de García. Ellos recuerdan el frio, el dolor y el miedo que pasamos en el fuerte y también comparten la pena de las bajas y nuestra retirada. Sin necesidad de hablar directamente con ellos me siento comprendido y recomfortado.
Aunque debiera presentarme por cortesía ante los recién compañeros de la Heat, busco en solitario en primer lugar a Sony. No me cuesta mucho encontrarle bebiendo con sus compañeros de la Fox.
-Dos cervezas aquí, por favor- Digo al tiempo que me acerco para llamar su atención.
Aunque me presento serio y taimado me doy cuenta de que se debe a mi falta de experiencia o costumbre para transmitir en palabras lo que siento. Tratando de hacer algo de memoria en los libros, los pocos que he leído, de Mary en los que hablaba de esas cosas decido desecharlo para ser claro, directo y sincero, pues somos infantes y así es como hacemos las cosas nosotros.
-Me salvaste la vida- Digo súbitamente como si no lo supiera -Me sacaste de ahí cuando era más fiambre que persona. No debiste habértela jugado. -Entonces le acerco una de las dos cervezas y bebo un largo trago de la mía ignorando lo mucho que me hacía falta hasta ahora. Soy un tipo duro por fuera y tímido por dentro de pocas palabras así que dejo pasar unos instantes más en los que obviamente repaso los últimos acontecimientos y lo cerca que estuve de dejar viuda y huérfano a una familia que aún no merezco de no ser por este tio. -Gracias-
Mientras examino las cicatrices considerándolas auténticas medallas compongo una sonrisa afable que no surgía de forma natural en lo que creo mucho tiempo. Entonces vuelvo a dirigirme al grandullón.
-¿Algún consejo para un zapador novato?-