La guerra de de los espíritus había finalizado hacía seis meses, y el aire que se respiraba en Ansalon parecía ser diferente. Relativa paz era lo que sentía este mundo asolado por años de guerras y enfrentamientos.
Kairi llegó a Pashin, una ciudad que ha sufrido cada una de las sucesivas guerras. A pesar de esto, se mantuvo siempre como un importante centro comercial. La ciudad se encontraba en la región Mikku de Khur, a unas 35 millas al norte de la frontera con el bosque de Silvanesti, cerca del río Thon-Talas. Con las antiguas tierras élficas al sur y el reino ogro de Blöde al Oeste, Pashin es una extraña amalgama de culturas. Si alguien buscaba algo, seguro lo encontraba en esta inusual ciudad. (tirada oculta de saber local).
10 a 15: La villa está a dos millas de donde el río Thon-Talas se divide en dos afluentes, uno que serpentea hacia el interior del reino ogro de Blöde y otro que sigue hacia el norte hacia las yermas tierra de Khur. X Solo conocía un poco de su historia, y sabía que tras el cataclismo la villa se convirtió en una ciudad fantasma frecuentada por proscriptos y criminales. Con el tiempo, éstos fueron amalgamando el poder en la ciudad. Pero luego cuando los dragones verdes invadieron Ansalon, la ciudad fue entregada sin resistencia. Mucho más no sabía.
Kairi se encontraba en el gran bazar de Pashin, en la parte sur de la villa, justo al exterior de la Puerta Sur. En él se podían conseguir gran variedad de artículos de todo Ansalon. Se podía observar tiendas de todos colores y tamaños. A pesar del frío invernal, se obsevaba mucho movimiento, sobretodo el ir y venir de hermosos caballos. Había humanos por todas partes, aunque algunos elfos, minotauros, ogros, enanos y hasta kenders daban vueltas por el bazar.
Pero lo que más llamaba la atención, era ver cada tanto un grupo de tres o cuatro hombres, vestidos de negros, conocidos como los "caballeros negros". Sin importar cómo se los mire, éstos sujetos prepotean contra todos, y parece que nadie se anima a responderles. Al parecer son quienes tienen el control de Pashin.
Kairi había arriba a Pashin casi por descarte. Desolada y enojada con su padre, su frustración la llevó a buscar aquella ciudad abandonada a su suerte. Los últimos vestigios de bondad estaban ausentes en aquel lugar. Si quería poner a prueba su fé en su diosa, aquel era donde debía empezar. En algún lugar debía de haber algún clérigo, algún templo o señal. Tenía que mantener su cabeza ocupada en otra cosa que no fuera su decepción familiar...
Motivo: Saber Historia
Tirada: 1d20
Resultado: 8(+5)=13
Fecha 11 de Aelmont (Invierno).
Durante días, la fría brisa del invierno fue toda mi compañía. En otras circunstancias, esto me hubiera hecho más pesado el viaje, pero en aquellos momentos deseaba estar sola. Me costaba dejar que mis labios formaran una sonrisa, y no quería tener que fingir que me encontraba bien, ni preocupar a nadie que ya tenía que lidiar con sus propios pesares. Por fortuna, el paso del tiempo fue ofreciéndome algo de paz, pudiendo volver a disfrutar de los paisajes que atravesaba; a pesar de la devastación que me iba topando en ocasiones.
Esta aumentaba a medida que me acercaba a Pashin, el lugar que había elegido para empezar aquel nuevo camino. La villa había sido muy castigada por las sucesivas guerras y estaba convencida de que allí requerirían de mi ayuda. Aquella idea se acrecentó cuando me sumergí en sus calles, invadiéndome una desagradable sensación de precariedad y peligro, y es que la bondad debía escasear en aquel lugar tan castigado. La presencia de los Caballeros Negros era también inquietante, y es que lejos de asemejarse a guardias de la villa, eran quienes se dedicaban a presionar a los habitantes de esta y a demostrar quién mandaba.
Atravesaba el bazar en busca de algún clérigo o algún templo, queriendo anunciar mi llegada y preguntar en qué podía ayudar a la villa, cuando me decidí a acercarme a uno de los puestos con la intención de preguntar. Se trataba de un puesto donde se vendían jabones, y el aroma de estos en seguida inundó mis fosas nasales, del mismo modo que el recuerdo de mi madre ocupó mi mente; le encantaba curiosear ese tipo de cosas en el mercado.
- Disculpe, estoy buscando el templo más cercano. ¿Podría indicarme en qué dirección se encuentra? – pregunté con amabilidad y una sonrisa.
Una anciana con ojos dulces se dio vuelta lentamente. En su cara podían verse miles de arrugas, de miles de viajes por todo Ansalon. Pero lo que más cautivaba de aquella señora era su sonrisa. A pesar de tener el rostro marcado por el paso del tiempo, aquella sonrisa y esos ojos vivaces le conferían un aspecto fresco y jovial.
- Oh hija mía! ¿Cómo dices? ¿Un templo cercano? - dio una risa corta y musical. - Todos los templos se encuentran dentro de las murallas de la ciudad mi hija! - abrió los ojos y la examinó de arriba a abajo. - Pero que mujer más bella! Me recuerdas mucho a alguien, una mujer que conocí en uno de mis viajes! Tengo buena memoria para las cosas que regocijan la vista! - luego tomó de la mano a Kiari. - Dime hija mía, ¿qué templo buscas exactamente?
Mi sonrisa se amplió ante el rostro de la mujer que se giró para responder a mis palabras. Poseía una radiante sonrisa y unos vivaces ojos llenos de alegría. A buen seguro había vivido muchos malos momentos en su larga vida, y aun así parecía realmente feliz.
Rió ante mi pregunta, antes de alabar mi aspecto, lo cual provocó que mis pálidas mejillas se sonrosaran.
- ¿Una mujer que se encontró en uno de sus viajes? – repetí con interés, justo cuando me tomaba la mano, pidiéndome que le concretara qué buscaba. – Gracias, buena señora. – le dije con una nueva sonrisa. – Busco algún templo dedicado a Mishakal. Soy clérigo y quisiera ayudar en la villa, para lo que debería presentarme allí cuanto antes. – expliqué a la mujer.
La anciana pareció iluminarse con aquella pregunta
- Lo bien que nos vendría la ayuda en esta ciudad abandonada a su suerte! - dijo casi como un lamento. - Hija mía, solo tienes que entrar por la puerta sur y seguir el camino por el barrio textil. Solo ten cuidado cuando camines por esos callejones.- le dijo cambiando su tono.- Las "fuerzas de seguridad" podrían pararte solo por portar un rostro sospechoso... o bello en este caso.- dijo con un guiño de complicidad.- Sea como sea, allí notarás, en ese barrio, el templo de Mishakal, reluciente como siempre.-
La mujer parecía entusiasmada por el motivo de mi presencia en el lugar, no dudando en darme en seguida las indicaciones que necesitaba, pero junto a ellas también sintió la necesidad de advertirme. Al parecer era muy probable que quienes vigilaban aquellas calles terminaran dándome el alto. Volví a sonrojarme ante la nueva referencia de la mujer sobre mi belleza, la cual acompaño con un gesto de complicidad.
- Muchas gracias, señora, creo que podré dar con él sin ningún problema. – le dije con una sonrisa. – Espero poder verla en otra ocasión. – apreté su mano un instante en señal de despedida y me puse rumbo a la puerta sur, dispuesta a adentrarme en aquellos callejones y dar por fin con el templo.
Kairi cruzó la puerta principal sin mayores problemas. Los guardias apenas prestaban atención a la enorme cantidad de gente que entraba y salía. El frío carcomía sus huesos y minaba su humor. Dos perros vagueaban entre la basura de la calle en busca de algún resto con el cual alimentarse. Los caballos pasaban desinteresados por la puerta, en un rutinario y agobiante trabajo diario impuesto por sus dueños.
Al cruzar la puerta, el camino principal seguía derecho y amplio hacia una plaza principal lejana. A su izquierda y a su derecha, Kairi pudo percibir distintos callejones que se abrían entre intricados edificios.
Tirada de reunir información (tirada oculta) Dificultad 10.
Tirada oculta
Motivo: Reunir información
Tirada: 1d20
Dificultad: 10+
Resultado: 13(+2)=15 (Exito)
A Kairi no le tomó demasiado tiempo preguntar y seguir las indicaciones que se le ofrecían. Tomando unos callejones hacia la izquierda del camino principal, encontró rápidamente el barrio textil. Varios talleres de diversos tamaños y de diversas condiciones de prosperidad se podían observar allí. Aunque al principio la escena parecía divertía, con el pasar de los caminos y los talleres, se podía observar que no todo era felicidad en ese aglutinado barrio. Niños y niñas jovenes trabajando, llevando telas de un lugar a otro, para que señoras ancianas trabajaran encorvadas en su pequeño telar. Todo esto supervisado bajo la estricta mirada de hombres enormes de adustas miradas. Casi todos eran humanos, pero se podían observar varios Ogros deambulando y controlando, así como también algún que otro enano. Kairi estaba conociendo el mundo como en realidad era...
Sin dejar que aquellas penurias enturbiaran sus pasos, Kairi llegó sin lugar a dudas al templo de Mishakal. Una hermosa estatua de la Diosa vigilaba la entrada. El rostro era casi perfecto, apenas arañado por el paso del tiempo. Debía tener muchos años ya. El edificio no parecía ser muy grande en cuanto a extensión, era más bien modesto, sencillo. Midiendo unos 8 metros de alto aproximadamente, era todo un ícono en aquel barrio. Algunos enfermos se agrupaban en la puerta, esperando que ésta se abriera para recibirlos. Pero algo no andaba bien en aquel lugar, y Kairi se dio cuenta.
Dos hombres vestidos de negras armaduras cerraban el paso a quien quisiera entrar al templo. Sus rostros serios y despreocupados no dejaban lugar a dudas. Por allí no se podía pasar.
Cruzar la puerta principal no resultó un problema. Era mucha la gente que andaba por allí, además de algunos animales que se entretenían en lo que parecía su rutina, pero los guardias apenas prestaban atención a los transeúntes. El camino que seguía parecía dirigirse hacia una plaza, pero me encontré dos callejones de camino, terminando por decidirme por el de la izquierda tras hacer algunas preguntas a los viandantes.
De aquel modo di en seguida con el barrio textil, adentrándome en este mientras observaba los distintos talleres: Grandes, pequeños, algunos humildes, otros no tanto… Dando una imagen de aparente prosperidad que no tardó en desvanecerse. Niños y ancianos trabajando como mulas era lo que por allí predominada, atentamente controlados por hombres, ogros y enanos, cuyas miradas denotaban una gran dureza.
A pesar de aquel entorno, el cual esperaba ayudar a mejorar pronto, no me detuve en mi camino, llegando pronto al templo. Era un lugar modesto, pero la estatua que lo encabezada resultaba fastuosa, encontrándose impoluta a pesar de su evidente antigüedad. No tardé en darme cuenta de la cola que se formaba a la entrada del templo, interesándome por ver qué sucedía. Pronto vi a dos hombres custodiando la entrada, no dejando entrar a nadie, y me adelanté para averiguar qué pasaba.
- Buenos días, ¿Es que sucede algo en el templo que nos impida el paso? – pregunté a los caballeros con amabilidad. – Vengo desde muy lejos, con la intención de ayudar a la villa, y mi camino ha de comenzar aquí. Si fueran tan amables… Es importante que pueda pasar. – expuse de forma clara pero educada, esperando que fueran razonables.
Motivo: Diplomacia
Tirada: 1d20
Resultado: 13(+5)=18
Uno de los Caballeros Negros se volvió bruscamente ante la pregunta. Los músculos de la mandíbula se tensaron para lanzar un aireado insulto. Pero algo hizo que se contuviera. Quizás fuera la belleza de Kairi, quizás el tono amable y hasta al parecer inocente de la joven, o quizás fuese algo más. Pero el caballero se relajó y exhalando cansinamente le contestó
- Asuntos de estado...- dijo.- ... Al parecer alguien aquí a faltado a la autoridad. Lamentablemente no puedo dejarla pasar.- finalizó con un gesto adusto.
El otro de los guardias había escuchado la respuesta de su compañero y agregó
- Parece que el sacerdote que dirige este lugar tiene un artefacto que no le pertenece. Dicen que...- y se frenó de golpe al ser fulminado con la mirada por su compañero.- No me escuche señorita, son solo chismorreos de barrio.
jaja no vayas a fallar nunca en Diplomacia eh!
Me sobresalté ligeramente cuando uno de los Caballeros Negros se giró de aquel modo, pero por suerte su gesto terminó relajándose y me explicó a groso modo lo que estaba sucediendo. Me extrañó sobremanera que alguien del templo pudiera haber faltado a la autoridad, y sentí deseos de preguntar por ello, pero antes incluso de hacerlo el otro hombre me ofreció más detalles.
No me pasó desapercibida la forma en que su compañero le miró, tratando de rectificar de inmediato queriendo hacerme ver que no se trataba más que de chismorreos del lugar.
- Comprendo… - dije pensativa, llevando una de mis manos hasta mi barbilla mientras miraba hacia arriba. – Creo que podría ayudarles con eso. – dije de pronto, retirando mi mano y volviendo a mirarles. - Si me lo permiten, podría tratar de mediar para que este desafortunado incidente se resuelva cuando antes. Las gentes de Pashin necesitan ayuda, no tiene sentido que esta se demore por un robo, o lo que sea que haya sucedido. - hablé de forma amable y respetuosa, terminando por volverse algo triste mi tono de voz. - Tengan a bien dejarme entrar, por favor, si ese objeto no pertenece al sacerdote de seguro será devuelto.
Motivo: Diplomacia
Tirada: 1d20
Resultado: 18(+5)=23
¿Por qué lo dices? ¿Crees que me he arriesgado mucho o qué? XD
El primero de los guardias se removió en su lugar incómodo. Se estaba jugando mucho con el solo hecho de responderle a la joven.
- Vete muchacha, aquí no encontrarás nada y no podrás entrar.- dijo tajantemente. - Pero puedes buscar más información en la posada... - y se detuvo para mirar a los costados.- ... Los Cinco Dragones.- dijo nerviosamente.
Al segundo guardia, de contextura física más pequeña sonrió ante la actitud de su terco compañero. Sin dudas esta joven había logrado que su actitud fuera inusualmente buena.
- La posada se encuentra cerca de la plaza principal. No pierdas más tiempo, que puede... - y se vio interrumpido por un autoritario grito.
- Geri! Takushy! - un hombre con una armadura negra brillante y tres guardias nuevos se acercaron rápidamente. - ¿Qué creen que están haciendo? No se responden preguntan! 3 Piezas de acero menos para cada uno! Y agradezcan que no los azoto!- miró a Kairi con desprecio - Marchate.- finalizó con destellos de furia en sus ojos.
Aquellos hombres no parecían tener intención alguna de dejarme pasar, con lo que concluí que lo que fuera que sucediera dentro debía ser mucho más grave de lo que me imaginaba. Uno de ellos me instó a que me marchara, ante lo cual estuve a punto de replicar, hasta que el Caballero Negro me dijo dónde podía encontrar respuestas. Pero cuando terminaba de informarme, un grito le detuvo.
- Muchas gracias, buen hombre. Gracias de corazón. – le dije en voz baja, con apuro, mientras el que parecía un alto mando se acercaba con otros guardias.
Este no sólo me miró con desprecio, echándome de allí, sino que dejó claro que castigaría a aquellos Caballeros por mi insistencia, lo cual podría haberles supuesto unos cuantos golpes.
- L-lo siento, señor. Ha sido culpa mía, sólo mía. Ya me voy… - me giré, cerrando mis ojos un instante, con pesadumbre, antes de poner rumbo a aquella posada.
Quizás allí pueda enterarme de qué es lo que sucede...
Kairi se alejó del templo escuchando el grito que recibían los dos guardias. Quizás la próxima vez, éstos no serán tan amables. Pero tenía un nuevo destino, debía dirigirse a "los cinco dragones". Para ello intentó hablar con gente que pasaba por allí. Algunos apenas la miraron, otros respondieron hurañamente. Solo unos poco atinaron a contestarle sus preguntas.
Y así, y luego de bastante tiempo, Kairi encontró la entrada de "Los cinco dragones". Resaltando en la esquina noreste de la plaza mayor de la villa se encontraba el edificio que parecía casi tan viejo y deteriorado como el templo que hay del otro lado (no el mismo de Mishakal). El edificio tiene una planta baja y dos pisos más, está construido en forma de "L" con las dos alas flanqueando la plaza. La entrada a la posada y taberna, parecía estar en el ala norte.
Antes de entrar, Kairi pudo observar que en aquel lugar, la presencia de caballeros negros era más intensa que en otros lugares, inclusive que en el templo que acababa de dejar. Algo allí no encajaba del todo...
Me costó un poco más de lo esperado encontrar la posada, pues las indicaciones del Caballero Negro no habían sido muy extensas, y la mayoría de la gente que me encontraba en el camino no parecía muy dispuesta a responder a mis preguntas; pero algunas almas caritativas sí lo hicieron y finalmente di con el lugar.
Me llamó la presencia de un viejo templo en la plaza, quizás después debiera ir a visitarlo, pero de momento me dedicaría a tratar de recabar más información en “Los Cinco Dragones”. Me dirigí al ala norte de la posada, pues allí parecía encontrarse su entrada principal. De camino me topé con varios Caballeros Negros más, la presencia de estos en el lugar parecía bastante mayor a lo visto hasta el momento, ¿Sería algo habitual?
Decidí echar un vistazo en derredor, por si veía algo que pudiera explicar la presencia de tantos guardias, y de no verlo continuaría hacia el interior de la posada.
Motivo: Avistar
Tirada: 1d20
Resultado: 9(+3)=12
Kairi buscó en los alrededores las posibles causas de la actividad intensa de los Caballeros Negros, pero no consiguió más que miradas hurañas y malhumoradas por parte de éstos. Kairi prefirió no tentar a su suerte, por lo que ingresó a la posada.
A pesar de su nombre, los Cinco Dragones parecía un lugar sorprendentemente acogedor y agradable. Al ingresar por la pequeña puerta norte, Kairi accedió a la sala común. En ella se encontraban tres grandes mesas de madera con bancos a cada lado y dos hogares que mantienen en la habitación el calor y un dulce aroma. El suelo de tierra estaba recubierto de alfombras adecuadamente limpias. Una barra separaba las mesas de la cocina. En ese momento un robusto hombre secaba unas jarras con un paño limpio mientras hablaba con dos hombres.
Además en el interior, Kairi solo vio otro hombre. Un anciano, con mechones blancos y con los ojos completamente en blanco fruto de unas cataratas que nublaban su visión. Éste hombre tomaba una sopa sentado tranquilamente en uno de los bancos de las grandes mesas.
Sin verme capaz de averiguar nada de lo que sucedía en el exterior por el momento, decidí internarme en aquella posada, dándome cuenta de que resultaba mucho más acogedora de lo que cabría esperar.
No estaba muy concurrida, y dos fuegos alimentaban el cálido ambiente de la taberna. Tras la barra, quien debía ser el posadero ejercía sus labores mientras charlaba con dos hombres, dándome cuenta al mirar hacia las mesas que a parte de estos sólo se encontraba un anciano en el lugar. Sus ojos denotaban algún problema en la vista, pero aun así parecía estar degustando una sopa sin dificultad. Sonreí ante su largo y plateado cabello, sin duda testigo de toda una vida, o de gran parte de esta.
Sin saber si acercarme al posadero a pedir algo o tomar asiento, finalmente me decanté por lo segundo, pues el hombre parecía estar ocupado; además, el dueño del local no se alejaría mucho de allí, no así aquel anciano, quien podía ser fuente de la información que buscaba.
- Disculpe, ¿Le importa si tomo asiento frente a usted? Busco un poco de charla y algo de descanso. – dije con una sonrisa, aunque seguramente el anciano no pudiera apreciarla, pero sí la amabilidad en mi voz.