Partida Rol por web

-¡Estamos de suerte! Estas pociones son de curación.

Trifius se sentó un rato para descansar un poco después de la laboriosa identificación. Quería estar despejado para examinar bien el libro de tapas amarillas.

- ... Maldita casa infernal, que poco ha faltado para irme al lado de mi dios.. - murmura el clérigo

Acto seguido el enano empieza a observar a su alrededor para ver qué compañeros necesitan sanación de manera más urgente. Tras un momento de silencio y observar detenidamente a cada uno de los miembros del grupo, el clérigo llega a la conclusión que los más dañados son el mismo, Triffius y Fionn. Tar-gar conjura su hechizo de Curar heridas para restaurar su salud y luego hace lo mismo con el gnomo y el semielfo. 

Dagult observa la capa mágica con la mirada perdida.

-This cloak must be ours... Veurem. Poc a poc... Damn it! Otherwise let them fight at the forefront... 

—¡Uff!..Gracias a las musas...— pienso mientras noto que respiro, mi pecho se mueve, permanezco allí tumbado, en el suelo, en medio de la habitación, malherido. Oigo a algunos de mis compañeros moverse a mi alrededor —¿estarán todos bien?— me pregunto preocupado.

En ese momento alguien se acerca a mí, es Tar-Gar, tras pronunciar una oración me siento mucho mejor, más aliviado. A duras penas consigo en pie y veo que estamos todos vivos, una pequeña alegría me invade, y a continuación busco mi laúd y mis armas, lo examino y lo guardo todo entre quejidos e improperios.

—Si salimos de esta casa sanos y salvos estad seguros que compondré una canción.., sitio infernal de mil demonios,..— cabreado grito a las paredes y al aire como si pudiese entender lo que digo  —..¡Y LA OIRÁN TODOS LOS LUGAREÑOS ALLÁ DONDE VAYA!...¡PARA QUE NADIE OSE PONER UN PIE EN ESTA VILLA MALDITA!,..¡Ouch!..- sigo dolorido.

-Gracias, maese Tar-GaR.

Trifius se acercó al libro de tapas amarillas y se atusó la barba pensativo. Estaba ansioso por abrirlo y observar sus páginas, pero quiso prevenir por si acaso. Tenía la pinta de un grimorio, pero bien podía ser una trampa. Decidió utilizar de nuevo un Ritual para Identificar, no fuese que aquel tomo escondiera alguna maldición o algo similar. La experiencia con el orbe todavía estaba muy reciente...

Después de comprobar que no habían colocado ninguna trampa mágica en el libro, Trifius se zambulló en sus páginas. Sus ojos se movían con rapidez entre las palabras y runas, sus pequeños dedos se agitaban nerviosos, y su bigote se elevaba en una mueca de satisfacción. Efectivamente, aquel era un grimorio de hechizos. Algunos de ellos ya eran conocidos por el mago, pero otros no, y Trifius estaba deseoso de anotarlos en su propio libro de conjuros.

No obstante, ahora no disponía del tiempo ni los recursos necesarios para hacer la transcripción. Ya llegaría el momento.

-Me quedaré este libro, si no les importa. Guarda en él conjuros que podrían ser útiles cuando tenga la ocasión de estudiarlos y aprenderlos.

Comienzo a tocar para recuperar un poco la cordura..

—esto me relaja..— pienso, mientras veo a Trifius trastear con un viejo libro que ha encontrado. Mi alma se va calmando poco a poco y unos primeros versos comienzan a aparecer en mi mente.

—

Cuidaos gente de bien,

Escuchad lo que os canto,

no os lo digo una sino cien,

evitad la casa del llanto.

En mitad del bosque,

entre arbustos vagos,

permanece un lugar atroz

que encierra maldad y causa estragos..

—

La canción de Fionn encubre los cantos fantasmales que parecen estar atormentándoos desde que descendisteis al sótano de esta peculiar casa.

Tras hacer una valoración de los daños, tenéis que tomar una decisión sobre vuestro próximo paso. El gélido tacto de la muerte ha rozado vuestra piel en las últimas horas y debéis andar con cautela.

Quizá os acabáis de conocer pero, no podéis confiar en nadie más en este extraño lugar.

¿Dónde demonios estoy? Es evidente que este no es nuestro mundo, pero... ¿por qué? Apenas recuerdo qué estaba haciendo ayer y hoy... tan sólo unas horas después... ya no estoy en mi hogar. Siento lejos a los míos... ¿Estarán bien? He de salir de aquí cuanto antes... Odio este lugar, he de volver con los míos... 

Intentando pasar desapercibido, ocultando sus emociones pero perdido en ellas, miró hacia sus forzosos compañeros y hacia todos los oscuros rincones de los túneles en los que estaban. Las siniestras sombras se movían de aquí para allí, creando ilusiones de figuras donde no las habían... ¿o tal vez si?

¿Fantasmas? ¿Ghouls? ¿Apariciones? Esto es demasiado, esto es demasiado hasta para mi... necesito salir de aquí... unas putas horas y en dos ocasiones al borde de la muerte, unas putas horas...

- ¿Qué demonios hacemos aquí? Necesito salir de este lugar de pesadilla... - habló intentando no alterarse, cosa bastante difícil, respiró hondo y continuó - busquemos un lugar en el que descansar, está claro que lo necesitamos.

Como nadie dice nada al respecto, mientras el mago gnomo se pone a repasar los libros arcanos y el trovador los aleja de aquellos terribles sonidos que no cesan, Dagult coge la capa y se la coloca encima. No es que le vaya demasiado bien con el resto del equipo que lleva puesto pero si Trifius está en lo cierto, debería serle de alguna utilidad en este ominoso lugar.

El pequeño descanso me ha sentado de maravilla. Me siento preparado para continuar.

Tras reponerse en la medida de lo posible de los últimos encuentros sufridos, los compañeros decidieron explorar otro de los corredores donde los cantos fantasmales se hacían más plausibles. Así, descendieron una escalera en la intersección donde el día anterior se vieron emboscados por cuatro necrófagos.

Al descender accedieron a un relicario donde Trifius insistió en saquear todos los objetos que se hallaban expuestos en sendos nichos. Bajo una vista normal, estos objetos podrían parecer simple basura pero, para los ojos del gnomo, eran auténticos tesoros.

Una rampa descendía hacia la fuente de los cánticos fantasmales mientras otra salida seguía al mismo nivel del suelo. Decidieron acceder por la rampa con Garrett a la cabeza, donde se vieron sorprendidos por una reja que bloqueaba el paso. Más allá de ésta, un altar macabro se alzaba en el centro de una balsa de agua turbia rodeada por una repisa. Para sorpresa de los compañeros, los cantos cesaron al echar un vistazo al interior. Una sección de la pared al otro lado había sido excavada, dejando una pequeña cueva natural inundada con el agua de la balsa.

En un primer momento decidieron buscar otra posible entrada accediendo por el pasillo anterior, pero sólo encontraron un montón de celdas abandonadas con restos esqueléticos de los prisioneros y un sinfín de grilletes y rejas oxidadas. Así pues, la única opción parecía utilizar la fuerza, y así hicieron. Primero Garrett fracasó en su intento de levantar la reja, aunque a punto estuvo de conseguirlo. Después Dagult fue ayudado inútilmente por Trifius en un vano intento, parecía que el fornido guerrero no tenía su día. Por último, Fionn consiguió con la ayuda de Tar-Gar hacer gala de un execpcional músculo al levantar la reja.

Todos accedieron a la cornisa, temerosos de la profundidad de la balsa. Finalmente Tar-Gar lanzó uno de los "tesoros" que Trifius había tomado prestado en el relicario imbuido con un conjuro de luz. Esto reveló que el agua no cubría más de un metro. Aunque el gnomo discrepó cuando todos dijeron que no cubriría más de la cintura, se aventuró a lanzarse hacia el altar, seguido por Garrett y Tar-Gar. Mientras tanto, Dagult y Fionn examinaron el nicho de la parte posterior de la charca donde un monton de desperdicios les comenzaba a inquietar. 

Al poner un pie en el islote del altar, trece seres fantasmales aparecieron en distintos puntos de la cornisa. Eran prácticamente invisibles, pero su grito unísono era cláramente perceptible: "¡UNO DEBE MORIR!" repetían incesantemente. Garrett abandonó el islote y empezar a resonar de forma más clara en su cabeza las palabras de las apariciones fantasmales. 

Dagult entonces empezó a remover los desperdicios y una criatura que parecía estar compuesta de la mismísima carroña, se alzó amenazante mientras el grito de las apariciones fantasmales cambió por un instante: "¡Lorghoth el Pudridor, álzate, te lo pedimos!". Trifius se percató de que necesitaban sacrificar una criatura viva en el altar para apaciguar a los fantasmas y quizá también al monstruoso ser, pero la idea de encontrar una víctima en este lugar estaba absolutamente descartada. De este modo, decidieron confrontar a la bestia. 

Sus golpes eran letales y parecía que este sería el fin. En primer lugar de Fionn, que recibió un potente golpetazo que le dejó en las últimas haciendo que retrocediera y después con Dagult que a punto estuvo de ser engullido por el engendro. Ambos retrocedieron, dejando a Trifius a merced de su oponente. El mago también recibió un golpetazo al despistarse tratando de recordar uno de sus hechizos, pero también logró retroceder. 

Fue entonces cuando Tar-Gar propuso parapetar a la bestia esquivando sabiamente sus golpes mientras el resto lograron una excelente combinación de magia y golpes a distancia. Garrett tuvo algunos problemas con su arco y Dagult falló unos cuantos tiros ya que no era su especialidad. Pero con su perseverancia y la entereza de Tar-Gar, lograron acabar con la bestia.

En ese momento, el cántico cesó y las apariciones fantasmales se esfumaron. Varios ruidos de golpes, como de puertas cerrándose, empezaron a oírse en toda la casa. Cuando accedieron a la planta baja, se dieron cuenta de por qué. Todas las ventanas habían sido tapiadas, todas las puertas habían desaparecido convirtiéndose en auténticas telarañas de filos de espadas y sus muros empezaban a resquebrajarse. La propia casa estaba furiosa al no haber recibido su sacrificio y no les dejaría marchar tan fácilmente.

Tuvieron la idea de golpear una de las paredes que parecían resquebrajarse para encontrar una salida y así lo hicieron. PAra su sorpresa, nada más abrir un hueco en la pared, un sinfín de ratas invadió la estancia dificultando su salida. Todos esquivaron la plaga uno por uno, excepto Fionn, que se quedó atrás debido a una falta inusitada de reflejos. Finalmente el bardo pudo reunirse fuera con sus compañeros sin mayor problema, dejando atrás la casa encantada. 

En el exterior, parecía que la niebla había escampado un poco y pudieron ver varios edificios destartalados y gentes llenas de tristeza atendiendo a sus quehaceres diarios en un ambiente funesto y desolador. El silencio era inquietante y los ahogados sonidos desconcertantes. Sin duda no se encontraban en su hogar, nada parecía pertenecer a su mundo.