Negué con la cabeza al ver como se llevaban al doctor. Tenía razón en sus afirmaciones. - Creo que queda claro que, efectivamente, cuando alguien es una amenaza para ellos, seais quienes seais esos ellos... os centráis en votarle y hacerle callar. Por lo tanto, creo que el doctor estaba en lo cierto y que no sería descabellado pensar que incluso acertó con los nombres que dio.

- Esta claro que, ahora mismo, solo podemos fiarnos de nosotros mismos pero creo que podemos desconfiar de uno más en concreto. - Mi mano señaló a Cid Ruy Díaz. - Hace nada estabas en tu mundo, aislado del resto... molenstándonos a las mujeres para que te diésemos de comer y ahora, ¿recuerdas todo a la perfección? Un borracho no tiene tan buena memoria, señor mío... salvo que esté fingiendo que bebe y disfrutando del revuelo que se está montando en el lugar. - Le dije al hombre seria y desafiante. Aún quedaban más con actitudes extrañas, pero desde luego que aquel hombre, se llevaba la palma.

Alessandro intervino en las deducciones de la Marquesa y Cid.

—Ahora que lo decís, señora Marquesa, veo que tiene sentido. Me avergüenza haber desconfiado del buen Dottore Ventura. Me sentiré muy aliviado si la guardia le libera y le considera inocente. En estos momentos necesitamos gente en la que poder confiar. 
»Y respecto a su acusación hacia Cid, ¿creé que su embriaguez ha sido una artimaña? Hablé con él antes de la primera campanada y habría jurado que se trataba de un simpático beodo, aunque ahora que lo dice… ¿Cómo es posible que se encuentre ahora tan lúcido? O el remedio del Marqués Casati y Reulen es milagroso o todo esto ha sido una vil pantomima.

-Déjense de preocuparse si esto terminara o no. Y preocúpense de encontrar a quien esta haciendo esto para que termine. Y para ello debemos hablar y consolidar opiniones. Ayer el Doctor fue acusado, por acusar él a dos de nosotros, ¿VerdaD? Bueno, al menos el tenia sospechosos. ¿Alguien mas tiene algo que decir contra alguien? Debemos empezar a mojarnos caballeros y damas.

Los primeros nombres salieron a la palestra y entre ellos estaba ese tal Cid. -Es un comienzo supongo... ademas de Cid, el Doctore menciono a Duque de Bastión Carmesí ¿Y cual fue el segundo nombre?

- Niccola del Piamonte - Respondí tras pensar durante unos instantes. - Ese fue el otro nombre que dio Ventura como posible enfermo o causante de este caos.

Me giré hacia Viatore a continuación. - A mi me escama más que recuerde con tanta lucidez lo de la noche anterior, si es que realmente había estado borracho y no haciendo el payaso, ocultando sus verdaderas intenciones con esa pantomima. - Miré a Cid, que seguía con su juego con una botella de vino en cada mano.

-Esta bien, que beba no quiere decir que no sea consiente de lo que sucede, y fueron otras mujeres* las que me acompañaban. Pero supongo que tiene algo mejor en mi contra para tal ensañamiento, beber es mi costumbre en las fiestas como cualquiera, creo.- siguió tomando a una y otra mano, se ponía animada la fiesta, y le gustaba ser el centro de atencion, aunque la situacion era preocupante, tenia licor sufieciente en las venas para no estar en sus cabales... Pero no dejaba de ser consiente de lo que sucedia. -Puede tomar a mi par si desconfia de mi. Y le aseguro que no se enfermará, se lo aseguro. Bueno, he llegado sano. Eso no me libra de me contagien aquí, claro está...-

Viendo la situación, y escuchando los comentarios de la Marquesa E. Auditore, creo que podría ser una próxima víctima. Aunque me asuste, considero que todos somos víctimas, no debo tener más miedo que las personas que me rodean, si pudiera ver sus rostros bajo esas máscaras, seguro que expresan el mismo terror que recorre mi cuerpo.

Me uno a la conversación.

- Tanto el doctor Ventura como el Duque de Bastión Carmesí han sido llevados con los guardias. Yo mismo propuse al duque que se entregara él mismo para así mostrar su inocencia. Confío plenamente en que el doctor Ventura volverá, y con él podremos descubrir más sobre los acontecimientos. No obstante, no podemos quedarnos de brazos cruzados esperando su llegada. Mirando hacía Cid Ruy Díaz, tras escucharlo hablar y ver que tiene grandes dotes para analizar la situación - Disculpe Cid Ruy, no quisiera ofenderle, pero creo que las bebidas son para las fiestas y esto, para nuestra desgracia, lo ha dejado de ser. Creo que tiene usted una capacidad deductiva que nos podría ser muy útil, le ruego deje de beber para que sus sentidos estén más finos que nunca. - Digo con voz tranquila y convincente.

-Gracias Marquesa. Pues si debo elegir entre esos tres nombres, creo que me quedare con el del Doctor. Recuerden amigos que debemos conversar todos nosotros y poner en orden las cosas, porque de no hacerlo, me temo que caeremos poco a poco, uno a uno. -Dicho esto busco con la mirada a Niccola del Piamonte, pues no recordaba siquiera su mascara.

Toscán escucha lo que dice Petro sobre él y opina.-Espero no tener esa capacidad, sino los que estan haciendo esto iran contra mí Sr. Petro. Pero ahora estamos todos confundidos y es dificil saber quien es quien. Pero si es cierto que se han llevado a los mas participativos. Como el Duque, la Marquesa. Nos puede tocar a cualquiera. Y por ahora nadie lleva la voz cantante con algunas luces para dirigir el barco hasta que este todo un poco mas claro.-

-Bueno, ya estoy hablando demasiado. Dejeme tomar que la vida es una sola y se pasa rapido...- dice para seguir tomando...

Permanezco en silencio en un discreto segundo plano mientras intercambian opiniones y acusaciones, mientras se llevan a enfermos y acusados. Miro mi copa vacía y alzo los ojos hacia el resto de los presentes.

Hace un rato le dimos, en la habitación Verde, un remedio que entregué nada más llegar, más no recuerdo que tuviese ningún efecto sobre la memoria. Tal vez no estaba tan mal como aparentaba.

Comento con un aire distraído, no obstante mis ojos se desvían hacia donde se han marchado los guardias. Niego lentamente y camino un poco para tomar una copa llena de líquido carmesí y vierto en ella un poco de uno de los frascos que he traído.

Esencia de ajo, una vieja receta familiar -bebo un trago y miro alrededor, con cierto aire desinteresado-. Si alguien desea probar, que me lo indique, es un poco fuerte pero despeja los sentidos.

Tomo aire antes de dirigirme hacia los presentes.

Lamento no tener información que ofrecer o con la que poder guiar esto. Más no dejaré de luchar por ello.

Tres campanadas

Esta vez, cuando se escucha el sonido del reloj dando la hora, el Príncipe ni siquiera se levanta, sólo hace un gesto a los guardias para que se acerquen.

- Esta vez han votado por Cid Ruy Díaz, Magestad.

- ¡Pues lleváoslo! - Dice el Príncipe. - ¡Y a esa que sangra, también!

El Príncipe señala a la Marquesa E. Auditore, que ha comenzado a sangrar por nariz y boca, atacada de una fuerte tos.

Estaba justo hablando con Cid Ruy Díaz cuando de repente los guardas se apresuran a llevárselo por votación. Anteriormente el doctor Viatore es arrestado cuando le daba la razón, y ahora intentando que Cid Ruy Díaz esté en sus cabales y pueda arrojar información, pues creo que es alguien que sabe suficiente como para ayudar en esta causa, es también arrestado. 

Me veo cada vez más cerca de ser el próximo en ser atacado o arrestado, me parece que la persona tras esto tiene todo más controlado de lo que lo tenemos nosotros.

No puedo ni moverme ante tales pensamientos...

-¡Señores, señoras! Debemos empezar a colaborar de verdad y hablar entre nosotros. ¿No ven que seguir callados no nos ayuda a nadie? El tiempo del miedo a pasado, porque de no sobreponernos acabaremos todos en la sala negra. Si alguien tiene conocimiento oculto, seria este un momento genial, para poder sacar cosas en claro. -Entendía el miedo reinante y el efecto mutismo que eso provocaba, pero como no empezaran pronto a poner opiniones en grupo, todo acabaría mal para ellos.

-Piensen como lo hizo el doctore. Tal vez el tuviera la respuesta y ahora alguien mas la tenga. ¿Porque han podido querer a la Marquesa fuera de esta sala? ¿Señoras tal vez dijo algo en su habitación?

—Tiene toda la razón, Gran Duque. A partir de ahora debemos actuar como una legión de la antigua roma si queremos acabar con nuestros enemigos. Por separado solo seremos un blanco fácil como todos los que han ido cayendo. No obstante, me preocupa que ni Reulen, el Barón o el Dottore hayan regresado todavía. ¿Acaso tanto Ventura como el Barón eran culpables? —preguntó Alessandro, obligándose a permanecer sereno.

-Puede que sea otra razón, puede que al igual que algunos provocan la enfermedad otro pueda librarnos de ella mientras sea pronto y esa fuera la razón del regreso de otros y no ellos.

Al parecer no era el día de la Marquesa, primero se la culpo a ella y ahora sufre las trágicas consecuencias de la enfermedad. Pobre… ¿Por qué ella y no otro? Reflexione, pero no conocería nunca esa respuesta.

-Los dos se habían acusado entre ellos y los dos han acabado encerrados, quizás alguno fuera culpable, no lo podremos saber hasta que consigamos aislar la enfermedad. Aunque esta vez nadie ha regresado… ha sido diferente a otras veces.-

Puntualizo en ese detalle, siempre había vuelto alguien de la habitación Negra. -Algo ha cambiado…-

Por un lado el Marqués Casati, Niccola de Piamonte, Petro Lombardi, el señor Viatore, el lord de Cavendish, Cesar Vinsmoke y el Gran Duque.

Por otro, Violet, la condesa Lidell, Margarita Sacromonte y la señorita Arcangeli.

Hizo un notable esfuerzo para recitar el listado de memoria. En medio de todos ellos, Andras. Doce, y con el Príncipe Próspero hacían los trece; el número maldito. Trece personas, entre las cuales había uno, o quizá más, asesinos que usaban la muerte roja para causar el terror y la desazón entre los presentes. ¿O quizá castigo divino?

No, el hombre demostraba ser capaz de tamaña crueldad, lo llevaba demostrando eones. Al menos a mí no me cogerán viva.

-La muerte Roja tiene cura. -Hizo una breve pausa para captar la atención de los presentes. -Al menos en algunos casos, y sólo si el enfermo es tratado en la etapa primera de la enfermedad, lo que corresponde a los diez primeros minutos después de que los síntomas hagan su aparición. También es cierto que en esta sala hay personas con esa capacidad de curación. Si nadie ha vuelto esta vez quizá sea porque los que tenían esta capacidad no pudieron hacer nada... - Andras miró, una por una, las máscaras de todos los presentes. o no quisieron.

Andras da un paso hacia Alessandro Viatore. Señor... Orfeo. Usted acaba de decir que debemos actuar como una Legión. Legión seremos, entonces. Pero tengo la sensación de que aquí cada uno guarda un secreto. Quizá compartiendo esa información podamos usarla entre todos para encontrar a los culpables...

-Perfecto, empecemos pues. -Las palabras de Andras, eran algo que ya suponía de antemano y que alguien mas pensara igual no hacia mas que avivar ese pensamiento. -Empecemos entonces por algo sencillo. Quien estaría tan loco como para querer envenenarnos. Algunos ya se conocían de antes. Eso supongo que también ayudara a conocer al de nuestra derecha. -Era una forma de hablar. -Así que los culpables deben caer por sus propias acciones. Por ejemplo. ¿Tenemos constancia de los que no hablan? Igual si lo hacen después en sus respectivas habitaciones, sembrando aun mas la duda. -Era un ejemplo, pero como no empezáramos a movernos pronto, todo iría en nuestra contra, mas todavia que como hasta ahora.

Aunque debajo de la máscara nadie lo percibe, pero una expresión de alivio al escuchar las palabras de Andras se muestra en mi cara.

- Que gran noticia Andras. Son unas palabras que aportan luz, al mismo tiempo que optimismo a esta situación tan desagradable. Pero como bien decís, aquellos que pueden evitar dicha enfermedad, o no han querido actuar o lo por desgracia, ha caído la muerte sobre ellos - Termino con un tono seco y apenado.

- Lo que no acabo de entender es que motivos le trae a alguien para realizar semejante barbarie...

Observo a Andras hablar y me alivio un poco, lo que dice aclara muchas dudas y por supuesto, da que pensar, aun así no dejo que preocuparme, desconozco mucho de este tema, mis manos van al colgando de mi cuello y me pregunto si ha de ser buena idea hablar, hasta que oigo lo que dice Petro Lombardi y me pongo a pensar. 

-Es también posible que ya no puedan actuar señor Lombardi -susurro suavemente, observándole -incluso para curar a un enfermo habría que tener contacto con él, imagine usted si alguno fuera atrapado acercándose a la sala negra, aun con tan buenas intenciones, o bien es posible que la enfermedad estuviera en algunos casos demasiado lejos de sus capacidades, es solo una opinión -me encojo de hombros -o bien es también posible lo que ha dicho, que la enfermedad haya caído sobre aquellos que pueden sanarla, no podemos estar seguros-suspiro 

Pienso un poco más y vuelvo a hablar.

-no conozco, o no creo reconocer, a ninguno en esta fiesta de anterior ocasión, sin embargo es muy posible que algunos se conozcan, y las razones para actuar así... mi amado padre dice que para hacer cosas malvadas el hombre no necesita excusa ni razón, algunos lo hacen por simple y llana maldad -digo, y mi tono baja unas décimas, sintiendo que hace frío en la habitación ¿Quién se ocupa de mantener encendidas las chimeneas hoy? 

-Caballeros, Damas... esto esta muy bien, pero como no empecemos a poner nombres en la palestra, hoy posiblemente votemos en desparejo a otro inocente y poco despues seremos un sano menos. Yo voto por Nicola, el segundo nombre que dijo el Doctore, si nadie mas dice nada. Hace tiempo que no le escucho decir una sola palabra y parece que ninguno de los presentes tenemos otro nombre.