Partida Rol por web

^{Habitación que conecta de forma secreta con la habitación negra.}

Andras entra en la Habitación Púrpura, donde los destellos del mismo color son la única fuente de luz en toda la sala. Pronto, sus ojos se acostumbran a la oscuridad reinante, lo que le permite distinguir algunos adornos de tenebroso carácter. Agudiza el oído. ¿Qué ha sido eso? Ha oído a alguien detrás de la puerta, ha oído a alguien toser, escupir, arrastrarse. Distingue una voz femenina, que maldice en voz baja. 

-¿Margarita... Sacromonte? ¿Es usted? ¿Está en la Habitación Negra?

Esperando una respuesta, Andras pega su oreja a la fina pared que separa ambas salas.

-¿Margarita... Sacromonte? ¿Es usted? ¿Está en la Habitación Negra?

Se escucha una voz que parece venir del otro lado de la pared.

Margarita no ha contestado al mensaje, pero ahora hay tres integrantes diferentes en la habitación Negra.

¿Hola? ¿Hay alguien más aquí?

Procuren un antídoto para el pobre Reulen, no merezco acabar así.

¿Hola? ¿Hay alguien más aquí?

Procuren un antídoto para el pobre Reulen, no merezco acabar así.

Los minutos pasan angustiosos para Andras. Margarita Sacromonte no contesta a su llamada. ¿La habrá oído siquiera? ¿Estará muerta, o alguien habrá sido capaz de encontrar de nuevo una cura milagrosa? Después de unos instantes que parecen eternos se produce un silencio brutal. Un silencio que precede al temido repicar de las campanas. Una lágrima silenciosa escapa insumisa de los ojos verdes de Andras. Y a pesar de que está sola en la pequeña habitación, de que nadie puede verla ni oirla, contiene los sollozos y se traga las lágrimas. Alguien está atacando de una forma monstruosa a los invitados, y ella no quiere morir. No todavía. 

Las campanas hacen su macabro acto de presencia y tal y como va siendo la norma, los guardias arrestan a algún invitado más, e incluso algún otro cae enfermo, a juzgar por los gritos de horror de alguna de las damas allí presentes en la sala Naranja. Andras distingue con claridad el chirrido del portón que debe de dar paso a la habitación Negra. La sala de la muerte, de los parias enfermos. El impostado acento italiano del doctor Ventura, indignado por el brusco comportamiento de los guardia, le delata. También consigue distinguir la grave voz del Duque del Bastión Carmesí, hablando con una tercera persona. 

Doctor Giovanni Ventura y el Duque. La cosa pinta mal. Parece que se han empezado a formar dos bandos, enfrentados el uno con el otro. Es justamente lo que los asesinos pretenden, enfrentar al grupo para que así se vea débil e inseguro. 

Otra voz. Se sorprende al escuchar a Reulen. Tose, escupe y su tono tembloroso desvela que ha sido él el infectado. 

-Señor Reulen. Soy Andras, la dama de rojo. Mis disculpas por haber desconfiado de usted anteriormente. Me gustaría ayudarle. Sé de alguien que puede, al menos. Pero antes necesito que me diga quien es el vil emponzoñador. ¡Es urgente!

-Señor Reulen. Soy Andras, la dama de rojo. Mis disculpas por haber desconfiado de usted anteriormente. Me gustaría ayudarle. Sé de alguien que puede, al menos. Pero antes necesito que me diga quien es el vil emponzoñador. ¡Es urgente!

Estoy ciego a ese dato, mi señora.

Reulen va a continuar hablando, pero se interrumpe a sí mismo.

¡No se acerque demasiado! - consigue decir con voz ronca y un hilo de voz antes de que sus palabras se conviertan en un fuerte acceso de tos profunda.

Tarda en recuperarse y, al hacerlo, no habla inmediatamente, en su lugar se mueve por la estancia hasta donde se halla un biombo. Toma el mueble y lo transporta donde la dama está estableciendo una pantalla entre ambos.

Discúlpeme. Mientras no sepamos si corre peligro de contagiarse será mejor que hablemos con este biombo de por medio.

Lo que sí puedo decirles es que el doctor y el duque están discutiendo entre ellos, pero ni siquiera sé si uno de los dos es culpable.

La verdad, confiaba en que ustedes pudieran averiguar algo de ellos. Quizás alguien en la fiesta pueda, de lo contrario, estamos ciegos.

Siento no poder aportar nada más. Sencillamente, por instinto, confiaría en el Marques Casati. O es un habil envenenador o parece capaz de crear pócimas. Ha demostrado su habilidad creando un remedio para la borrachera que ha suministrado al señor Cid, no sé si será una demostración casual, pero no me lo pareció. Es todo cuanto sé.

El doctor de la peste no pudo dejar de escuchar las palabras que venían de detrás de la pared, le pareció reconocer la voz y atendió a lo que hablaban.

- ¿Signiora Andras? ¿Cómo e posíbile? Non si acercare o podere infectare usted tambien. Ma, como ha dicho signiore Reulen, el está infectato alora. E mejore que si pueden sacar a uni de nosotros sea a signiore Reulen. Io estoy seguri que il sabrá ayudar a desenmascharar a los infectatos. Y recordare, no confien en niente. - Añadió desde su posición, acercándose a la pared un poco.

En ese momento, viendo que ya estaba en la habitación negra, pensó que no tenía nada que perder y quiso confesarles sus métodos.

- Io e de confesare... Io recibire una adiestrazione en seguir a la gente sin sere visto. Io he seguito a varios invitatos, incluido a signiore Reulen. Ma, solo e visto sospechoso al Duque de Bastión Carmesí y a Niccola de Piamonte. Ambos signiores buscaban a otros, pero no pude identificar a los suos compañieris... ¡Rápido, volvere a la festa y voten entre tutes los invitatos a une mismo infectato para que no vengan due a esta oscura habitazione! - Clamó su última frase.

Gente siguiendo a otra gente. Las máscaras comienzan a caer, y si uno es lo suficentemente hábil, la verdad ha de encontrar. El doctor parece ir por el buen camino aportando algún dato importante, algún cabo que puede seguirse. Por otra parte, Andras no puede evitar un suspiro de desesperación cuando Reulen confiesa no tener la menor idea del presunto atacante. 

¿Gente siguiendo a gente? ¿Qué quiere decir con eso señor Ventura? Empiezo a sospechar que algunos de los invitados tienen como único objetivo hacer desaparecer a otro. Detrás de las máscaras se pueden esconder antiguos enemigos, rivales circunstanciales, esta fiesta es la ocasión ideal para terminar de una forma rápida y discreta con algunas personas incómodas. 

Andras hace una pequeña pausa, consciente de que con sus palabras puede meterse en un buen aprieto, e incluso acabar en la horca. 

Sólo hay una persona que parece ser inmune a las acusaciones. Una persona que conoce la identidad de todos y cada uno de los presentes. Solo una persona que estaría muy interesada en acabar con ciertos invitados, dejando sanos a otros. Otra pausa. Deja que la lógica se abra paso en las cabezas de sus interlocutores. Es el príncipe, señores, a mi ver, el único que tiene el poder de controlar esta situación. El único que puede decidir realmente quien vive y quien muere. No me faltan motivos para pensar que nos invitó a esta fiesta no con el propósito de librarnos de la muerte roja, sino más bien al contrario.

Señor Ventura, si lo que dice usted es cierto y me ha seguido, dígame: ¿Cuál era mi capacidad (permitida por el príncipe) en esta fiesta?

Milady, por favor, no saque conclusiones hasta que el doctor responda a esta pregunta.

-  Estamos todos condenados. Todos no. Hay gente que es inmune a la enfermedad o eso es lo que yo creo. Gente que saldría de este matadero de fiesta en la que nos encontramos. Gente que le interesan nuestras muertes mas que ninguna otra cosa. La realidad de esto es que estamos aquí sin duda por una razón. La mía te la podré explicar Andras cuando estemos a solas sin nadie más ya que esta información puede ser manipulada o usada a provecho de cualquiera.

El duque todo ese tiempo se mantuvo lejos de los demás de la sala. Pero habló lo bastante alto para que la intermediaria pudiese oirlo.

La mano del doctor se desliza bajo su máscara y comienza a acariciarse el mentón, mientras mira hacia arriba y piensa sobre las palabras de Reulen y en su pregunta en particular.

- ¿La sua capacítate? Io lo lamento, signiore Reulen, ma Io no podere saber la sua capacitate ni la de niente. Ma solo conozco la mia y a algunis infectados. Io podere seguire a varios invitatos y vere si se reunin en conjunti con otros, nada mas... - Concluyó.

Andras frunce el ceño, aunque los invitados del otro lado no tienen manera de saberlo. 

-¿Su capacidad? ¿A qué se refiere señor Reulen? ¿Es que sabe algo que los demás desconozcamos?

Andras mira a su alrededor. ¡Dios mío! Es casi es casi la hora, ¿cuánto tiempo lleva metida en la habitación Púrpura? A juzgar por el reloj apenas iluminado del techo, casi sesenta minutos. 

-Disculpen caballeros, tengo que volver a la sala Naranja, donde seguramente el horror vuelva a producirse. -Suelta un suspiro de resignación -Pero sería demasiado sospechoso no estar presente cuando eso suceda. Volveré en unos minutos. Intentaré ayudarles como sea.