Edgar y Lirio viajan en el carro, pequeño y por tanto cercanos, tanto como la elfa desee. He aquí las conversaciones de interés que puedan haberse producido.
Y decidme, Doña Lirio, ¿debo trataros como doña?, ¿a qué reino élfico pertenecéis?
Yo la verdad es que ya había tenido trato con algunos elfos, pero fue hace bastante tiempo, en los Pirineos, territorios de la Corona de Aragón, cuando tuve que viajar a Zaragoza por unos asuntos.
Perdona que haya tardado tanto, pero andaba liado y solo podía atender lo "principal".
- No, no me llames Doña, soy simplemente Lirio. El reino donde habito está en lo profundo de la Selva Negra, un poco más allá del monasterio al que nos dirigimos. A decir verdad, somos un reino bastante independiente y tenemos poco contacto, incluso con los reinos élficos vecinos. Ignoro cual es la imagen que tienes de nuestro pueblo, pero sin duda no se aplicaría a mi persona.
Lirio sonrió al muchacho, le caía bien, al menos le parecía más limpio de intenciones que los caballeros.
- Me preocupa el destino de Denia, al parecer las órdenes son escoltarla, pero ella no sabe muy bien para qué, ni como será la ceremonia que le tienen reservada. Sin duda Dios es amor, pero sus representantes no siempre lo son, y algunos han hecho muchas cosas horribles en su nombre... Me preocupa. ¿Tú sabes algo de qué le harán una vez lleguemos?
Me encuentro tan a oscuras como vos en cuanto a esas disquisiciones, Lirio. Para mí Denia era una muchacha normal hasta hace apenas unos días... dejando de lado su inigualable belleza y la inspiración que supone para mi lírica, claro. Me refiero a que pese a ser mi musa, y yo considerarla por tanto, muy especial, nunca pensé que nadie más lo haría, y mucho menos todos los creyentes.
Llegué, y me enfrenté a la terrible desazón de ver la casucha, que tantos recuerdos me evocaba, hecha un puñado de rescoldos. A la entrañable anciana que la había criado, convertida en bruja y condenada a la hoguera. A mi amada Denia, desaparecida, prácticamente secuestrada por la Iglesia, llamada santa pero obligada a realizar un ritual sobre el qué no sabe ni sabemos nada, que bien podría ser un intento subrepticio de dominarla o acabar con ella.
No reniego de la existencia de un ser superior, aunque tampoco lo acepto como una verdad absoluta. Estas palabras rápidamente me tildarían como hereje en cualquier ciudad cristiana, pero es que mi visión del mundo y de nuestro supuesto Dios Todopoderoso difieren bastante de la de esta, nuestra Santa Iglesia. Nunca he confiado plenamente ni en sus actos ni en los de sus representantes, y el tiempo sólo me ha dado la razón en mi desconfianza.
Por esto, no pienso abandonarla en estos momentos tan críticos. Me mantendré a su lado y haré lo que deba hacer... Tened en cuenta mis palabras...
- Lo tengo en cuenta. Pero dentro del monasterio poco podremos hacer si lo que quieren hacerle es algo... desagradable.
De eso ya nos ocuparemos a su debido tiempo... Soy un hombre de recursos.
Pero cambiemos a temas más provechosos ahora mismo. Contadme más cosas sobre los elfos, por favor, siempre estoy ávido de conocimientos.
Si te apetece, te inventas algo, si no, lo dejamos así como en stand by mientras me cuentas fábulas y cosas hasta que se nos ocurra otra cosa de la que hablar. El máster también puede aportar, si le place.