La escala en Frankfurt, dentro de sus periplos por toda la región, siempre era especial. Las reuniones con Denia, una joven local que vivía con un ama anciana y extraña, aún no siendo, ni de lejos, las más tórridas, ni siquiera las más románticas - incluso se podría decir que nada románticas – eran sus favoritas.
No había una chica más dulce y gentil en todo el imperio germánico - y pocas tan guapas -, y una tarde de charla intrascendente con ella era más agradable que una hablando de amor con la mayoría. Y un vaso de agua fresca traído del arroyo por su mano resultaba más refrescante y estimulante que un trago de vino bueno bebido de la boca de cualquier otra moza.
Pero esa visita había de ser la excepción, cuando se acercó a la vivienda, escondida en los bosques cercanos a la ciudad, a medio día de viaje de ella.
Se aproximó a la chabola destartalada que Denia compartía con la vieja ama, sigiloso y acechador, pues la anciana no veía con buenos ojos sus escarceos, por más que no hubiera tenido reuniones más inocentes que esas desde que era un crío.
Había signos de pelea, cosas rotas y la cabaña había ardido. Por ningún lado se veía a nadie, aunque encontró restos de sangre y trozos de hueso en el claro dónde estaba ubicada la cabaña.
Partió, tembloroso y temiendo lo peor, a hablar con los vecinos; aunque desconfiados y suspicaces, su labia les cameló y pudo enterarse que el obispo en persona había acudido con soldados a prender a las mujeres, acusando a la anciana de brujería. Tras una pelea horrible – si había de creer a los campesinos, con rayos, truenos, fuego, esqueletos animados y demonios – en la que murieron algunos soldados la vieja fue prendida y ejecutada en la hoguera en la plaza del patíbulo de la ciudad.
La muchacha, que era lo que le preocupaba a él en realidad, había sido llevada al Palacio Episcopal, bajo custodia del propio obispo. Por lo que allí estaba ahora, ante el impresionante edificio amurallado, con un único acceso dónde varios guardias con alabardas charlaban con un par de caballeros templarios antes de darles acceso.
El corazón en un puño. La ansiedad me puede. Todavía notod el regusto a ácido en la lengua. Miro de nuevo los restos del humilde hogar de mi Doncella del arroyo, de mi Flor de noche, de mi Musa inocente. Siento la humedad correr por mis mejillas sin que pueda controlarlo. Una nueva nausea, pero ya no queda nada en el estomago, me arde, me arde mucho.
¡No! ¡No! No es su sangre, no son sus huesos, me conciencio pero las lágrimas siguen manando. Me palmeo la cara. ¡Serénate! Un pinchazo en el corazón, vuelvo a palmear más fuerte. ¡Serénate! Estoy respirando de más, empiezo a marearme. Mejor, así no pienso.
Ando sintiendo el camino hacia el arroyo, sin pensar, concentrandome en cada paso. Cuando llego trato de no recordar, solo me mojo la cara una vez, dos veces, tres veces y con cada vez una bofetada. Al final consigo serenarme.
Me dejo caer al lado del a corriente. Al menos ahora no se si lloro.
Tiene que haber una explicación y la vas a encontrar, necesito creerlo.
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El Palacio Episcopal se eleva ante mi. Jamás tendré claro que pensar sobre estos sitios. Tantos conceptos cruzados encontrados aquí... Me mareo solo de pensarlo, me acuerdo de Denia y el corazón vuelve a pesarme en todo el cuerpo. Pienso en el obispo, en lo que podría hacerle... ¿Y la anciana la ha iniciado en las artes oscuras? Entonces el destino que le esperaba a aquellos cabellos de azabache sería mucho peor. Serénate, siendo evisceral no se consigue nada... al menos fuera de la poética y el amor me rectifiqué a mi mismo consciente de la utilidad puntual de la evisceralidad.
Vuelvo a la realidad y la situación en la entrada. ¿Escucho disimuladamente o entro en ariete? No lo tenía claro, la primera opción es siempre más segura para saber como adentrarse en la conversación con propiedad y ganando la simpatía del público, pero si se percataban de mi presencia antes sería más difícil. El ariete es más arriesgado, podía entrar en un mal momento y llevarse una furia que todavía no había encontrado salida, pero eres un genio y un habilidoso retórico, no debería ser problema. Y siempre estaba la opción segura, la improvisación.
Olvidándome del debate mi propio ego decide por el ariete y me dirijo directo a la conversación. Por un momento un nuevo tema surge: ¿por qué hago esto? ¿Tan importante era Denia? Hay muchas mujeres en el mundo, eso es una realidad. ¿Pero como Denia? Podía encontrar una nueva musa, quizá mejor que ella. ¿Pero como Denia? El nombre se me repetía en la cabeza, por un momento me entró la confusión, pero no podía ser, no es el estilo de Edgar Elric atarse a un solo ritmo. A fin de cuentas ella no es más que inspiración. ¡Eso es! Necesito saber como acaba, nada más. Quiero saber el destino de ¿una amiga? Noto que empiezo a confundirme, aparto todo ello, ahora hay un objetivo: ¿cuál?
Ya da igual, estoy llegando.
Sin saber muy bien que maldecir de mi mismo por ceder a lo evisceral pongo la mejor de mis sonrisas y me inclino ligeramente antes de empezar a hablar.
-Ruego, por favor, me disculpen ustedes pero me veo en un relativo apuro -sin llegar al dramatismo "encojo" ligeramente la voz marcando mi preocupación pero sin que se llegue a notar miedo -. Vengo de viaje a Frankfurt esperando encontra a cierta persona -bajo el tono con la última palabra haciendo una mínima pausa, pero notable, tratando de dar una sensación de perdida y dolor -, pero no estaba en su hogar -en mi papel me recompongo para dar entender mi determinación en encontrar, en este caso, a Denia.
"Esta persona vivía con otra, de la que nunca he pensado nada bueno, y temo que la haya visto implicada en malos problemas, ¿podría hacerles unas preguntas? -miro a mi "público" con pizcas de admiración y respeto, queriendo dar a entender que los considero la mejor consulta que podría encontrar para mi búsqueda.
"¿Podría hacerles unas preguntas?" ¿Y con eso qué quieres conseguir? ¡Ya sabes que está dentro! ¡Lo que tienes que conseguir es entrar, haragán! Si consigues entrar tienes una flor donde el viento siempre corre caliente, amigo.
Cualquier tipo de error o cosa a corregir en el post o en mi forma de hacerlos coméntamela y será corregida y aprendido para el futuro.
Siendo un bardo espero que no haya problemas en que lo haga "actor".
Un joven guardia se adelantó para interceptarle, por lo que él tuvo que ser le objeto de su verbo. No llegó a tiempo de interrumpir la conversación de los caballeros, pues éstos estaban ya en proceso de ser despachados. Llegó a oír, eso sí, que ambos eran dirigidos, guiados por un paje, a ver al propio vicario del obispo, pues tenían cita con él.
-"¿La santa?" - preguntó, con cara de pánfilo y gesto torcido, en una mueca en la que sólo le faltó hurgarse la nariz tras interpretar lo que se le había preguntado, con cierta dificultad. Inmediatamente el guardia portero, que se había desocupado ya tras dirigir a los templarios, se apresuró a cambiarle el interlocutor. No sin antes dar una sonora colleja al joven recluta y dirigirle una mirada envenenada.
-"Pudierais hablar, se diría de vuestras alocuciones, de la invitada especial de su Reverencia Ilustrísima, que ahora reside en el Palacio hasta que Dios nuestro Señor así lo decida."-
En lo alto del Palacio, en una de las grandes ventanas pudo distinguir una figura. Su imaginación dibujó la silueta de Denia allí, pues nada se distinguía, en verdad.
-"No alcanzo a vislumbrar qué podría un plebeyo como vos tener que preguntar de tan excelsa persona, tocada por la mano de Dios, pero adelante, pues nada cuesta escuchar preguntas. Pero pensad bien, pues a veces, sí cuesta formularlas."
Edgar se había quedado un poco cortado e intimidado con la actitud del hidalgo y su velada amenaza. Por suerte para él una muchacha, muy poco habitual pues estaba vestida con una armadura de cuero con refuerzos de piel de una factura tan soberbia que dudaba haber visto otra igual incluso entre nobles, interrumpió - con respeto pero falta de protocolo - mostrando un documento que le acreditaba para entrar.
Tras franquearle el acceso, que ella tomó rauda llegando a adelantar a los caballeros que entraron antes que ella, Sir Erryn se giró a él con mirada divertida, listo para continuar.
Pero en ese momento, uno de los caballeros, el que llevaba un escudo que brillaba con una luz azulada, se giró:
Tengo que avanzarte un poco porque tu situación se cruza con otros jugadores que, si no te avanzo, no pueden cumplir su ritmo.
-"Después de todo, si aquella tocada por la Mano de Dios..." - repitió las palabras del Portero, pronunciándolas con la suficiente seriedad como para evitar que pareciesen una falta de respeto - "... está alojada en el castillo, suena razonable suponer que todas las autoridades quieran visitarla" -
- Incluso, quizás, el pueblo llano - añadió
Los caballeros siguieron avanzando después de que el Portero Mayor le dirigiera al caballero una mirada envarada y una sonrisa falsa, pero aceptando la sugerencia le volvió a mirar, con gesto serio pero más amabilidad.
-"Adelante, joven, qué asunto os trae a preguntar por la invitada del Obispo."
No me gusta mucho la condescendencia de los caballeros, el concepto de pueblo llano es tan extenso que puede definir muchos tipos de conceptos... pero bueno, a "tragar toca" con este tipo de personas.
No obstante, algo consigue aliviarme el peso: ¡SANTA!. No la habían juzgado de bruja, por lo que tal vez podría tener alguna oportunidad de saber algo o, tal vez, incluso verla y hablar con ella.
-"Soy, de ella, compañero de largo recorrido en la vida; amigos de siempre, como hermanos, para mi, si me lo permite, es de verdad como una hermanita" -tratando de llegar un poco a la compasión -. "No sé, exactamente, que ha pasado y me gustaría tener constancia de los hechos, aquella vieja nunca me gustó" -me siento un poco estúpido, en verdad, quería hablar con ella; me rasco el brazo, incoscientemente, y la mirada se me vuelve un poco más ausente -. "Suelo viajar mucho pero siempre que vengo es obligada la visita a la santa" -se me hace extraño llamarla así -, "ha sido así desde hace muchos años..."
Mea culpa, ya lo siento.
El Portero Mayor le miró ceñudo, pensativo. Era obvio que quería mandarle con viento fresco, pero sentía que no era muy recomendable. Al final, con envaramiento, tomó una decisión que sin gustarle del todo, tampoco sonaba a claudicación.
-"Haré informar a la invitada. ¿Quién debo decir que la busca?" - tras esperar su respuesta y despachar un paje para informar le dijo:
-"Vuelve en un rato, a ver qué me han contestado."
Motivo: Diplomacia
Tirada: 1d20
Resultado: 12
La tirada da un poco igual el valor exacto, podemos asumir que tendrás un mínimo de diplomacia, así que más de 20.
Esta estrategia requiere respuesta de Denia, por eso el turno es corto. Eso no quita que si quieres intentes otra cosa.
Edgar tuvo que esperar un buen rato atnes de que el paje llegara otra vez corriendo hasta el Portero Mayor. Tuvo buenas sensaciones cuando le vio torcer el gesto en desagrado.
El dirigirse a él y ver su sonrisa, fue suficiente para que decidiera que no era necesario que hablase se limitó a asentir fríamente y señalar al doncel, que fue el peor parado de la conversación y no pareció enterarse de qué iba la cosa hasta que el propio Edgar llegó a su altura y le hizo por entender.
Acompañado del paje accedió al Palacio por una entrada lateral, recorrió pasillos estrechos y serpeantes y escaleras empinadas hasta salir por una portezuela disimulada - sin llegar a ser secreta - a un gran pasillo decorado con sólo tres cuadros y una alfombra pero absolutamente sensacionales. Los lienzos, si no se equivocaba eran obra de Rubens o, al menos, salidos de un aprendiz de su taller.
Entraron por una de las puertas de ese pasillo, a una sala de estar coqueta dónde esperó cinco minutos hasta que llegó Denia, acompañada de una monja vestida de gris.
Tirada oculta
Motivo: Tocar el laud
Tirada: 1d20
Resultado: 14(+10)=24
Mientras espero me dedico a tocar el laud, me fuerzo a un ritmo lento y profundo para mantener la calma. Me evado del exterior y me centro en cada nota que suena y en como cada una da más forma a la historia sin palabras del deambular de un héroe perdido en la derrota. Solo estamos yo y la música.
En cuanto me dejan pasar por fin consigo serenarme, no obstante en mi cabeza sigue sonando la misma melodía.
Finalmente me llaman a presencia de Denia, en mi mente surgen muchas preguntas pero simplemente avanzo.
Edgar ni siquiera se fijó que un pequeño grupo de gente se había congregado, atraída por su interpretación personal. Aún menos notó su extrañeza y descoloco cuando no encontraron platillo en el que contribuir a su arte. La distracción desesperada de la guarda por la respuesta y la prisa ante la noticia de que vería a Denia lo impidieron. Cuando llegó el momento, nada más que el paje importó.