Conclusión para Navief, Sir Rudoph y Sir Ulrich
El viaje fue mucho más silencioso a la vuelta a Frankfurt que a la ida, no sólo porque no hubiera bardo, sino por el ánimo ensombrecido que los hechos recientes les habían dejado. Era de esperar que sin eventos sobrenaturales acechándoles el camino fuera más sencillo.
Desde luego no parecía haber tanta preocupación ni peligro, al menos al principio. Pronto quedó claro que algo raro pasaba, el comienzo fue un número inusual de viajeros muy cargados, tras los primeros carros se dieron cuenta que era gente que huía, llevando sus enseres consigo. Cuando interrogaron a los siguientes viajeros, les llegaron las malas noticias:
La Reforma había triunfado en muchos de los estados del Sacro Imperio y, en especial, en Flandes. El Rey Philip (Felipe II de España), su católica majestad, había declarado la guerra a todos los enemigos del Papa y las tropas imperiales ya marchaban desde Nápoles, Mallorca y Valencia. El Rey Johan de Suecia había desembarcado en ayuda de los palatinados del norte. La guerra había estallado en Europa entre los fieles al Papa de Roma y los seguidores de Lutero.
Siguieron su camino, esperando que a la llegada a Frankfurt podrían recibir nuevas instrucciones, más cuando aún quedaba varios días para alcanzar su sede, quienes se les cruzaron en el camino fueron los Templarios de su Logia: a sugerencia del Obispo Johann el gobernador se había aliado con los reformadores y se había rebelado contra el Sacro Emperador; pero, por suerte, el Gran Maestre había negociado con enviados de su Católica Majestad y varios capítulos se reasentarían en el Castillo de Calatrava, en España. Ahora acudían al Milanesado, a unirse al ejército de la Monarquía Católica en la ciudad a la espera de la decisión que tomasen los Valois; aunque el rey francés seguía siendo católico, era muy dudoso que se aliase con España y Portugal.
En cualquier caso, volver a casa quedaba descartado a medio plazo.
Conclusión para Denia, Edgar y Lirio
El reino de Lirio, a apenas unas horas de paseo, aunque cuesta arriba, resultó tan hermoso, salvaje, alucinante e incomprensible como había predicho. Plantas y animales parecían hablar con la ninfa y acudir a ella a su paso, criaturas aún más extrañas le rendían pleitesía con lenguas desconocidas y miradas suspicaces con sus invitados: faunos, centauros, duendes y hadas de todo tipo, así como dríadas, nereidas y oréades.
Pronto pudieron evaluar daños, muchas criaturas y gran cantidad de terreno habían sucumbido a la corrupción y, aunque ésta se había detenido, no soltaría su presa sin luchar. Lo que había caído sólo podía ser destruído y pasarían muchas vidas hasta que la tierra volviera a regenerar la vida natural en lugar de la aberrante.
Lirio había esperado poder pasar tiempo con sus invitados, realmente era su deseo. Y también su posibilidad, pero una no exenta de coste. Cuanto más tiempo pasaba encarnada, más terrenal se hacía, más podía influir de forma directa en los lugares por dónde pasaba... pero perdía espiritualidad, su conexión con la totalidad de su cuerpo se hacía más débil y con ella su control sobre todo lo que no estaba al alcance de su vista o de su magia. Ella era la tierra y, si luchaba sólo en cada punto no podía luchar a la vez en todos. Lo recordaba, aunque lo había olvidado, a fin de cuentas no había pasado tanto tiempo en carne desde antes del Jesucristo del que hablaban los caballeros.
Si se quedaba en carne, su reino tardaría mucho más tiempo en cicatrizar y recuperarse, pues no podría extender sus raíces, ni crecer recuperando la zona usurpada, no regaría cada árbol herido, ni esparciría sus semillas por la tierra robada, los gusanos mutados por la Madre Oscura no serían contenidos en la tierra pervertida. Aunque sus dominios sanos estarían más protegidas, puesto que no quedaban criaturas aberrantes capaces de confrontar su poder pleno, y menos con aliados.
Podría estar unos días con sus amigos, o unas estaciones, o unos años, o sus vidas enteras, incluso las de sus descendientes, si los tenían. Pero tanto como alargase su compañía podría alargarse el mal de las tierras que no pudo proteger.
El sueño era reparador. No solo en lo personal, sino sobre todo en Gaia. Era consciente de que estar despierta ralentizaba la curación, pero unos días o unos meses no marcarían una gran diferencia, en cambio el conocimiento de los humanos en esta nueva época si lo sería, estaba casi segura, en su próximo despertar. De algún modo presentía que la siguiente era sería humana, y que su próximo enemigo no sería la expansión de una deidad aberrante, sino de la civilización.
Así que no se dio prisa, ni metió prisa a sus invitados, ni mostró atisbo ninguno de impaciencia. Cada día buscaban algún ser corrupto al que combatir, no habiendo nadie lo bastante poderoso para oponérseles eran combates muy sencillos, y cada día purificaban un trozo de terreno. El avance contra la corrupción era lento, pero inexorable, y solo era cuestión de tiempo restaurar todo el territorio perdido. Mucho tiempo sí, pero no tenía prisa.
Después los llevaba a descansar, a revitalizarse en alguna fuente, o les presentaba a alguno de sus amigos más antiguos, algún viejo ent, o alguna veterana dríada que sabían hablar común. Quería, como les había dicho, que conociesen por qué habían luchado y qué habían contribuido a salvar.
Y mientras tanto, Lirio aprendía también, aprendía la forma de hablar, la forma de pensar, y les preguntaba todo lo que sabían sobre las civilizaciones que rodeaban su reino, y les pedía que le contasen las conversaciones que habían tenido con los caballeros y el obispo.
Y disfrutaba, también, enormemente. Disfrutaba de Denia y sus capacidades únicas, de esa bondad inherente y ese poder concedido por Gaia como no se había visto antes en el mundo. Disfrutaba de Edgar y su enorme repertorio de historias, de su amor platónico por su amiga, disfrutaba de conversaciones miradas y gestos. Disfrutaba como no recordaba haber disfrutado de dos extraños en su reino.
Le habría encantado que Navief hubiese conocido su reino también, pero respetaba su lealtad a la palabra dada. Le habría gustado convencerla de volver tras haber realizado su misión, pero seguramente no vendría. Le habría encantado ver a los caballeros conocer ese otro mundo del que renegaban, y hacerles ver que era imposible que su dios fuese el único y por lo tanto era simplemente absurdo dar muerte a otros seres por negar lo que era evidente que era una realidad falsa. De haberlo conseguido modificaría luego los caminos para que no pudiesen volver ellos solos -al fin y al cabo no se fiaba-, pero seguramente habría sido muy buena idea conseguir enseñarles tantas cosas de su reino, y aprender su forma de pensar pues ellos eran los más... humanos de todos los que habían acompañado a Denia.
No, no tenía prisa por dormir, por motivos razonables y por motivos egoístas. Sus invitados se marcharían tarde o temprano, cuanto más tarde mejor, pero acabarían yéndose porque buscarían la compañía de otros humanos, como era su naturaleza social el hacerlo. Y entonces dormiría, un sueño bien merecido. Y si querían ocultarse en su reino para evitar la persecución, bueno, ahora que habían visto los laberínticos caminos que componían su vasto reino, sin duda tendrían ya muy claro que podían ocultarse en ese reino sin ser encontrados jamás. Era un regalo que podía hacerles. Al fin y al cabo, a sus siervos y amigos más despiertos les habían gustado esos dos humanos, mucho, podrían pasar a formar parte, si así lo deseaban, del reino feérico.
Denia ayudo, sin mucho descanso, a purificar aquella tierra mágica a la que Lirio les había llevado, y sin duda lo era. No imaginó tanta belleza en un lugar tan oculto, pero seguramente era tan bello precisamente por estar oculto y por lo tanto evitar así la mano del hombre, que había visto anteriores veces, todo lo destruía y cambiaba a su antojo. Por lo que haría lo que fuese por preservar aquella tierra, con aquellos seres y aquella magia, lo que hiciese falta.
Sabía que Lirio tarde o temprano debería descansar para que aquella tierra sanara completamente, ella podía purificarla, pero sanarla, era asunto de Lirio. Por su parte ella protegería aquella tierra y a sus seres mágicos, además sabia que ninguno la dañaría, ni a ella ni a Edgar, no sabía si Edgar sería feliz allí, sin duda él era un alma errante y ella no pretendía atarlo a nada, si quería quedarse allí con ella.... por supuesto lo aceptaría, como su eterno amigo y acompañante, más hermano que amigo.
Si en algún momento presentía que los humanos, o cualquier otra criatura fuera de allí, necesitaban ayuda, sin duda saldría en su búsqueda para ayudar, pero jamás revelaría el sitio de aquella tierra a ninguno.
Junto con Lirio, la pareja de humanos se adentró en un nuevo mundo, fresco, de colores vistosos y vitales, plagado de criaturas increíbles sin igual y de paisajes salidos de antiguas leyendas. Edgar estaba atónito, asombrado, patidifuso y mil sinónimos más que no terminarían de describir su profundo embelesamiento.
Tomaba nota en sus cuadernos de todo lo que acontecía, de todo aquello sobre lo que su voraz vista se posaba, de cualquier nimio detalle. Su carreta atrás quedaba, en el ahora desierto monasterio, pero había tomado la precaución de rescatar todos los libros, cuadernos, hojas, pergaminos y material de escritura que llevaba en el carromato. Su mochila pesaba mucho, sí, pero era el peso del conocimiento, y eso a Edgar siempre le había parecido ligero.
Día a día, afrontaban la corrupción que atenazaba un nuevo territorio. Combatían a las grotescas criaturas que allí moraban, Denia purificaba el terreno, y la curación del mismo comenzaba lenta pero segura. Cuando tocaba descansar, Edgar absorbía cual esponja todo lo que Lirio, sus dominios, o aquellos extraños amigos a los que les presentaba tenían para ofrecerle. Todo se convertía bien en notas dibujos o diagramas, o bien directamente en verso, canciones, odas, romances, que Edgar atesoraría para siempre a la espera de poder compartirlas con el mundo.
Tras muchos meses de viajes y purificaciones, tan sólo pequeños resquicios de corrupción quedaban por aquí y por allá. El grueso del trabajo ya estaba hecho. Lirio era reticente, pero Denia, santa ella, consiguió convencer a la misma Naturaleza de que era hora de descansar. Tras una emotiva despedida, Lirio finalmente abandonó su forma corpórea, regresando a ser el todo que protegía esos reinos y recuperando la energía espiritual que permitiría sanar velozmente aquellas tierras ennegrecidas por el paso de la enfermedad. Denia y Edgar, por su parte, prometieron que seguirían viajando, buscando las zonas de última resistencia de la Madre Oscura, aún pugnando por mantener su presencia en ese sagrado reino.
Les llevó mucho tiempo, incluso más del que permanecieron con Lirio, encontrar y eliminar aquellos focos. Porque la corrupción cada vez era más débil, su presencia también se volvía más sutil, menos obvia, más recóndita y difícil de encontrar. Pero lo hicieron. Lo lograron. Una mañana, tras la última purificación, el sol brillaba con un fulgor especial cuando se levantaron. Los animales del bosque se mostraban más abiertos, más alegres. Fue un cambio bastante obvio, así que estaba claro. Su misión allí terminaba, podían descansar, disfrutar.
Pero no pasó mucho (aunque quién podría decirlo, quizá si fue mucho... hacía meses que Edgar había perdido la cuenta del paso del tiempo en aquel mágico reino) antes de Edgar se sintiese inquieto. Aún le quedaba mucho por aprender de allí, pero sentía como si esa información extra no fuera a reportarle nada existencialmente. Edgar necesitaba viajar, de nuevo, por el mundo conocido, y compartir con completos extraños todo aquello que sabía y que había plasmado en bellas melodías. Pues tal era su naturaleza. Intentó convencer a Denia de volver al mundo "real", a las tierras que conocían y les habían visto crecer, pero Denia sonrió y negó. No abandonaría aquel lugar, salvo que alguna señal le indicase que se le necesitaba más allá. No pensaba enfrentarse a los otros humanos que quisieran capturarla o algo peor.
Edgar contó con la bendición de Denia para partir, aunque lo hizo apesadumbrado por haber incumplido su promesa de acompañarla siempre, pero su alma le pedía ahora otros horizontes. Al menos, se fue contento de saber a salvo a la muchacha, oculta en aquel país de fantasía, y con una nueva promesa, la de volver al menos una vez cada dos años para ver a la Santa e informarle de la situación del mundo.
PARTE 1 (Más en camino).
El viaje de vuelta fue, cuando menos, extraño. La mente de sir Rudolph se debatía entre las extrañas palabras de la elfa que decía no serlo y una vida de conocimientos.
Sin el carro de Edgar para llevar sus caballos, el del escudo brillante avanzaba con su escudo embrazado, la lanza empuñada y los cabestros de su tropilla atados al arzón de su silla, sumido en sus pensamientos
La presencia de la guía lo llenaba de asombro. Había discutido muchas de sus instrucciones pero pese a todo parecía que quería cumplir con su contrato y los seguía acompañando, aunque algo en su mirada le daba a entender al caballero que hubiera preferido acompañar al resto del grupo a... a donde fuera que hubieran ido.
- Se que debemos informar al Obispo, aunque espero que no debamos participar en la persecución de Sor Denia - comentó más una vez, con distintas palabras a sus compañeros - Claro que si nos lo ordenan no tendremos muchas alternativas... -
Ante sus propias dudas, de alguna manera el saber que el Obispo se había convertido en un renegado le alegró - Entonces quizás por eso mandó a la novicia a ese lugar - hizo su propia interpretación de los hechos - Y no tenemos porque informarle de que sus planes han fallado - añadió feliz de la situación
- Pese a algunas de vuestras decisiones, nuestra idea era reconoceros la tarea cumplida ante el Obispo, pero creo que no será posible. Si nos acercamos a su señoría, no creo que hablemos, sino que deberemos utilizar las armas. Esta claro que decidido alejarse de los designios de nuestro Señor - le comentó a la guía - Así que quizás deberemos liberaros de vuestra tarea - añadió esperando la decisión final del líder de la ahora reducida expedición
- Quizás deberíamos volver a Franckfurt y acabar con el, pero creo que preferiría alejarme y dirigirme a España - expresó sus pensamientos, dirigiendose a Ulrich - No se porqué, pero la idea de combatir contra los paganos en Milán, no me parece demasiado agradable. Quizás deberíamos informar al Maestre de lo que vimos, y vivimos y escuchar su opinión -
- Tu que opinas? - le preguntó a su Mentor
Tras haber sido informados de la situación apremiante en la ciudad, la avanzada se hizo incierta. Estaba claro, muy claro para Navief, que el resto de sus honorarios podía darlos por perdidos. Sin embargo, continuó su camino hacia el destino de los caballeros, porque, de cierto modo, se le hacía imposible seguir otro camino. Cuando Sir Rudolph se dirigió a ella en aquellas palabras, tardó unos momentos en cavilar su respuesta, hasta que finalmente se decidió a hablar.
- Me parece, Sir Rudolph, que vos aún pensáis que continúo con vosotros dos por obra de un contrato. ¿Tanto tiempo hemos pasado en este viaje, y aún no os percatáis de lo que a mi me resulta lo más importante? Os he acompañado a Sir Ulrich y a vos, no porque estuviese esperando una paga. Os acompaño por los lazos que he creado con vosotros, y porque en ninguna manera os habría dejado a vuestra suerte en medio del camino. También creo que seguís pensando que habría preferido irme con Lirio y los demás, pero no es así.
Mientras dejaba a su fiel corcel llevar la dirección, rebuscó entre su bolsa de cuero un par de papeles bastante raídos ya, y se los extendió a Sir Rudolph. Tal vez, para sorpresa del caballero, no eran otra cosa que unos viejos mapas que ponían en el encabezado "Península Ibérica", y por supuesto, en grandes letras se hallaba remarcado los hombres de España y Portugal.
- Ha mucho tiempo que mi sueño es recorrer el mundo, y ya que habéis mencionado España, os confesaré que siempre quise viajar en esa dirección. -Rió un poco por lo irónico de la situación.- No es que tenga intención de acompañaros a luchar allá, en absoluto. Solo me ha parecido curioso que el designio del tiempo sea tan misterioso. Además, aún si quisiera luchar, dudo mucho que dejasen a una mujer participar de algo semejante. Si ese es vuestro destino, seguir vuestro corazón. Por mi no habéis de preocuparos. Estoy segura de que al llegar a Franckfurt de sobra tendré ofertas de gentes que quieran alejarse lo más posible de las guerras, y me parece a mi que es la misión más noble que puedo emprender.
Sonrió para si misma, y volviendo la mirada al frente, se adelantó un poco más para dejar a los caballeros hablar a solas. Suponía que para ellos, tomar una decisión respecto al futuro era algo mucho más complejo que para ella, después de todo, ella no era ni de aquí, ni de allá. Pertenecía al mundo, y el mundo a ella, y con eso le bastaba para sentirse satisfecha.
La vuelta a Frankfurt fue bastante más silenciosa de lo esperado. Los tres compañeros aún daban vueltas una y otra vez a lo acontecido en aquel lugar y a todo lo que habían visto allí. El veterano caballero aún se preguntaba el motivo por el que no había acabado con aquella bruja elfa y qué era lo que le había frenado. Estaba seguro que en otra ocasión esa furcia estaría muerta ahogada en su propia sangre. Cada paso que daban les acercaba a Francfurt y le alejaba de Denia. Entonces cayó en la cuenta del motivo. Aquella muchacha de bondad infinita había hecho que el caballero no quisiese para nada hacer algo que la entristeciese. Era algo nuevo para Ulrich, acostumbrado a seguir su propio instinto y decidir sus propios actos. Pero no lo había hecho en aquella ocasión y ese motivo era Denia.
La pequeña comitiva comenzó a encontrarse con gente que parecía alejarse de una inminente guerra y de pronto todo cobró sentido. Algo había sospechado Ulrich pero la encomienda que le habían asignado le impidió conocer algo más de lo acontecido en ese palacio. Pero la evidencia dejó las cosas claras. Aquel siervo del diablo no sólo estaba dispuesto a matar a inocentes, sino que se había aliado con el mismísimo demonio y se había revelado contra su Santidad. Aquel perro no merecía otro destino que la muerte y así se la deseó el caballero. Estaba claro que el sacrificio de Denia habría otorgado un poder inmenso al bando traidor.
Las cavilaciones del caballero se vieron interrumpidas ante la pregunta de Rudolph hacia Navief, pero fue la respuesta de la guía la que dejó perplejo al caballero. Ulrich siempre había pensado, y los hechos le confirmaban sus sospechas que era un hombre difícil de tratar, difícil de empatizar y difícil de comprender como para que alguien siquiera sintiese afecto por él. De hecho sus enemigos se contaban por docenas cuando sus amigos se contaban escasamente con los dedos de una mano. La forma directa, sin rodeos ni medias tintas propia del caballero le granjeaba más enemigos que amigos. La imposibilidad de callar lo que él consideraba una injusticia, o el hecho de siempre decir lo que pensaba no atraía a mucha gente. Era un hombre rudo, violento y directo. Todo ello Ulrich lo sabía y lo asumía. Sabía que implicaba, pero nunca en la vida se esperaba que una desconocida y mucho menos una mujer sintiese siquiera lazo alguno con él. Entonces miró a Rudolph y se dio cuenta del motivo. Rudolph era un hombre leal, siempre dispuesto a ayudar a quién lo necesitaba, mucho menos rudo y mucho más diplomático que él. Había una bondad innata en su compañero que le reconfortaba día tras día el saber que una persona como Rudolph aún le consideraba un amigo. Dando una palmada en el hombro a Rudolph le quiso indicar su agradecimiento.
Días después se encontraron con su logia y ahí se enteraron del destino de su compañía. Sin embargo eso implicaba que Navief quedase a la deriva en una guerra que ninguna culpa tenía y aunque había demostrado sobradamente que sabría cuidar de ella misma, y el caballero conocía sin duda alguna, el propio caballero creía que las palabras de la guía días antes eran ciertas en ambos sentidos. No pensaba dejarla a su suerte.
Cuando su compañero le preguntó por el destino a elegir Ulrich asintió a su proposición. Estaba de acuerdo con él. Irían a Castilla y descansarían. La guerra seguramente durase lo suficiente como para en caso de reconsiderarlo de nuevo tuviesen oportunidad de combatir contra los seguidores de la Reforma:
-Doña Navief, habéis cumplido con creces vuestro cometido y aunque el perro sarnoso de Johann no vaya a recompensaros por vuestro trabajo, mal rayo lo parta, si que os ofrecemos nuestra humilde compañía hasta las lejanas tierras de España. Estamos en deuda con vos.