Tras salir del Palacio Episcopal tardaron la mayor parte de una hora en llegar a la posada que Navief deseaba, situada extramuros no sólo del círculo interior de la ciudad sino de la ampliación que se había hecho menos de 300 años atrás, el local resultaba apropiado para quienes hacían del camino su negocio, acabando y empezando sus asuntos con la llegada o la salida de la ciudad y el comienzo o final de los desvelos del viaje; pero muy alejado del centro.
Era hora punta, con muchos de los trabajadores terminando su pausa de la comida para volver a sus quehaceres y el inicio del turno de llegada de las caravanas del día que alcanzarían la ciudad en las siguientes dos o tres horas. Puesto que Edgar tuvo que recoger su carrito y hubieron de ir con él hasta allí, sufrieron los rigores del tráfico denso.
La posada estaba a medio llenar, aunque Navief sabía que antes del anochecer estaría abarrotada. No tardaría en llegar su viejo conocido, pero les daba tiempo de tomar una cerveza y hacer planes antes de que ello ocurriera.
Edgar se sentó a un lado, rasgueando su laud y ensayando la voz, mientras esperaban. O eso creía Navief, porque el bardo no tardó en despertar interés y tener a gente preguntando si iba a cantar algo.
Para cuando llegó su conocido, Edgar llevaba un rato cantando y tocando, pero sobre todo charlando con quienes le escuchaban, hábil eligiendo las canciones, estaban escogidas para poder encadenarlas preguntas que le eran útiles, como si hablasen de la canción. También llevaba trasegadas unas cuantas bebidas a cuenta de los parroquianos, de hecho, una cantidad no pequeña, a cuenta de las parroquianas, a pesar de que eran menos.
El conocido de Navief entró en la taberna cuando el sol ya caía tras la línea del horizonte, vestía desgastadas ropas de viaje de calidad aunque sucias con el polvo del camino aún; era un hombre mayor, poco menos de lo que habría sido su padre a éstas alturas, y más parecía por el rostro curtido y moreno, las arrugas de sequedad en la piel y la piel picada por el viento. Le contó que había una caravana de cíngaros que había llegado a la ciudad, pensaban ir hacia el sur, pero las últimas noticias les habían desalentado y ahora se planteaban dirigirse a Calais y cruzar a Inglaterra. Los viajeros hablaban de los pasos de la Selva Negra estaban peligrosos y que soplaban vientos de guerra que covertirían el Sacro Imperio, la Borgoña y el Franco Condado y Flandes en campo de batalla.
Edgar consiguió datos más precisos, la gente hablaba de animales y bestias salvajes abandonando las zonas más remotas de los bosques, por lo que aldeas del sur habían sido atacadas. Nadie había visto elfos al cruzar desde el Sur desde hacia un mes, cuando la gente con la que hablaba pasó por Stuttgart, que distaba varios días de Frankfurt - la ruta más frecuente de Navief - y más de uno decía haber oído a un tipo hablar de otro tipo que oyó que alguien había echado en falta a un viajero que debería haber llegado del Milanesado o de los cantones suizos al Baden.
Motivo: Reunir informacion Edgar
Tirada: 1d20
Resultado: 18(+9)=27
Motivo: Reunir informacion Navief (con bono por situacion)
Tirada: 1d20
Resultado: 11(+7)=18
Como GioRock necesitará un tiempo para ponerse al día y Selene se sentía un poco falta de inspiración, os narro yo la investigación que pensábais llevar a cabo y vosotros podéis limitaros a la interacción entre vosotros y si queréis hacer algo más antes de retiraros a descansar
Luego de llegar al lugar en cuestión, Navief dejó a Edgar por su cuenta, ya que parecía perfectamente capaz de manejarse entre las personas. Por su parte, se encontró con varios conocidos con quienes estuvo platicando amenamente hasta la llegada del personaje que había estado esperando: Don Arthur. El hombre de apariencia jovial y rostro bonachón tenía la apariencia de un cincuentón, aunque Navief se guardaba el hecho de que en realidad ya superaba los sesenta años. La vida en el campo, sin embargo, suele ofrecer ciertos beneficios, entre los que se encuentran poder lucir de una edad menor a la que en realidad se tiene. Ella misma a sus veintiocho años distaba mucho de verse como la mayor parte de las mujeres treintañeras de la ciudad, que a estas alturas ya estarían casadas y con varios hijos encima. El guía la abrazó efusivamente, casi con más cariño que el que le hubiese demostrado en público su propio padre, pero ya que habían sido compañeros de andanzas, Navief lo consideraba como una especie de tío. Ambos se sentaron cómodamente a tomar un poco de cerveza mientras compartían sus últimas experiencias. Escuchó atenta los rumores que el viejo explorador le contó sobre las tierras del sur, y ella misma le explicó que hacía ya casi cuatro meses que no frecuentaba esa ruta, debido a sus últimos viajes al oeste. Las noticias de bestias deambulando en los bosques no eran cosa nueva, de hecho Navief muchas veces había tenido que emplear su arco en medio de la selva para salvar su propia vida y la de sus acompañantes; aunque conocía bien las mejores rutas para esquivar a las alimañas, no había viaje sin infortunio de este tipo en aquellas tierras. Le comentó a su gran amigo que había sido contratada para cierta empresa en dirección a San Ponape y el hombre la miró con notable asombro. "¿Estás segura de querer ir hacía ese lugar?", preguntó con preocupación, a lo que Navief solo pudo responder frunciendo el ceño. Insistió en preguntar más cosas, pero el hombre se limitó a decirle que más allá del camino principal que ella conocía, se escondían secretos misteriosos de los cuales no era tan fácil escapar, pero que aquellos suficientemente gallardos podrían sobrepasar aquellos obstáculos. El repentino comportamiento enigmático de Don Arthur le daba una mala espina a Navief, y por un momento pensó en declinar la oferta de su Ilustrísima, pero por otro lado se sentía comprometida a ayudar, y su espíritu aventurero le pedía a gritos asistir al grupo en su viaje y averiguar de una buena vez cuáles eran los secretos de aquellas tierras. Luego de terminada la cerveza, el hombre pidió permiso para irse a descansar, a lo que Navief asintió sin poner objeciones y pronto volvió donde Edgar para ver qué había logrado averiguar.
- Y bien, Don Edgar. ¿Habéis logrado averiguar algo?
Edgar invitó a Navief a sentarse cuando se le acercó, apartando a un lado su laud y agradeciendo a su audiencia su atención, pero disculpándose por tener que atender asuntos privados. La gente, con algunas protestas lastimeras, se dispersó. Alguna de la chicas lo hizo con suspiros y miradas de rencor para la guía de caravanas.
El bardo, tras despedir a su público con palabras amables y difusas promesas futuras para endulzar la despedida, sonrió a Navief y procedió a contarle con detalle todo lo averiguado. Incidiendo en lo que le pareció más preocupante.
-"Se habla de desaparecidos en el Sur, de bestias salvajes que atacan los pueblos del extremo Baden y los elfos parecen haberse retirado a sus feudos remotos, alejandose de las fronteras exteriores."
pnjtizo a Edgar un poco más en lo que Giorock se pone al día. Para no separar en dos post cortos junto parte de la narración como master (aunque cosas como esas podéis incorporarlas vosotros sin ningún problema cuando sea coherente con los personajes y sus capacidades)
Edgar finalmente tuvo que retirarse temprano, tras obtener aquella información, puesto que el viaje se iniciaría temprano y él aún tenía que empacar, dado que esa mañana cuando salió de la posada no pensaba tener que partir tan pronto otra vez.
Navief, aunque siempre estaba preparada y ya había tenido la previsión de hacer preparativos por si la llamada era urgente, aún tenía que terminar los preparativos y descansar el día previo a partir en un viaje largo y peligroso nunca era mala idea.
Seguimos con pnjtización por ahora para volver a sincronizar a todos.