Partida Rol por web

La sala era pequeña, un par de sillones de cuero de extrema calidad, una mesa baja dónde aguardaban dos copas y una jarra de vino bueno pero suave y una bandeja de plata con pastas de miel y almedra, su alfombra para evitar el frío del suelo de mármol y un reclinatorio dónde la hermana se sentó a orar - y a carabinar la reunión -

Entro en la sala a la que la guiaba la hermana, salas como esas había visto muchas y la verdad la incomodaba uno poco tanto lujo, una sala podía ser igual de bonita, incluso más acogedora que esa sin tanto lujo. Habían pasado muchas cosas y muy rápido desde que la llevaron allí, la muerte de su maestra que supuestamente era una bruja, incluso lo que vio con sus propios ojos le negaban que esa mujer tuviese malas intenciones para ella, siempre la trato muy bien y lo de la "purificación" no sonada del todo bien, no sabía que sería pero... no sonaba bien. Además, nadie se había preocupado por ella mas que su maestra y.... ¡¡Edgar!!

Por fin lo veía, por fin estaba delante de ella, quiso correr a abrazarlo, pero se freno en seco, sabía que la hermana estaba ahí más para cotillear que para orar, así que en vez de abrazarlo, como quería hacer, se acerco despacio y le sonrió -¡¡Me alegro muchisimo de verte!! ¿como estas?- y le invito a sentarse, mientras llenaba las dos copas de vino.

La mente se me quedó en blanco en un instante, una parálisis, un shock, un rayo caido desde los cielos me fulminó en aquel instante: "Denia está bien, pero hay tantas cosas mal...".

Aquel lujo enrededor de Denia era distorsionante, casi supranatural, como un pastel recién hecho en medio de un campo de batalla o un halcón encerrado en una jaula demasiado pequeña colgando un salón de trofeos. "¿Cómo puede ocurrir una blasfemia tal en un lugar sagrado como este?".

La voz de Denia, no obstante, calma mi enervación momentánea dando una vuelta a mis humores. Me daban ganas de reir de alegría, de cantar, de saltar y abrazarla por saber que estaba bien. "Pero no puedo", más bien, "no debo"; mis ojos se desvían un instante hacia hermana.

Inspiro profundamente y marco mi mejor sonrisa fraternal.

- Denia, gracias a Dios por escuchar mis plegarias - miento mientras ejecuto la invitación Denia-, estás bien. El goce de verte sana y salva eleva mi espíritu, largo tiempo llevo dando vueltas por tierras lejanas promulgando con mis notas y mi voz la palabra del Señor -guiño, disimuladamente un ojo a Denia -. Doy gracias que ha querido tenerme en cuenta y manteneros a salvo y bajo la protección de los suyos.

Realizo una pequeña pausa, miro a la hermana y con voz cálida le hablo¹:

- Hermana, sé que es indebida mi petición pero desearía poder disfrutar de una pequeña e intima charla con quien es la única familia que tengo. Ruego, en su piedad, no me tenga rencor por mi petición, si nuestro Señor me ha permitido llegar a este punto quién soy yo para saber si no desea concederme, aunque brevemente, una conversación casta y honrada con mi querida Denia, como las que tenemos desde nuestra más pura infancia.

Mostrandoselo a la hermana lanzo a Denia una mirada como la de un padre, de corazón tierno, temeroso por la casi pérdida de su mayor aprecio.

La monja dejó sus oraciones, no sin acabar primero su Ave María sin prisa ni aceleración. Se incorporó con gestos recatados, sin mirar al varón a los ojos y con las manos asidas y bajas para contestar.

-“Me temo que no las órdenes de mi mandato no cubren esa posibilidad” – resultaba difícil evaluar sus sentimientos sin poder ver su cara oculta no sólo por la modesta postura sino por la voluminosa cofia de su orden – “es mi encomienda permanecer al servicio y custodia de la excelsa novicia y preservarla de sus propias carencias formativas hasta que éstas puedan ser subsanadas”.

"Lastima, esta es de las buenas" pensé frustrado.

Me doy cuenta de las copas de vino, cojo una y la levantando, ligeramente, en dirección a Denia como signo de agradecimiento.

- Te he extrañado mucho, Denia; cuéntame, ¿cómo estás tú?, me asusté cuando vi los restos de vuestro hogar al llegar -me incomoda utilizar un lenguaje tan correcto pero con la presencia de la hermana me cuesta relajarme.

Se sentó, en vez de frente de él, a su lado, intentando tener un trato algo más cercano, pero sin perturba los rezos de su "captora".

Negó sonriendo, desde que llego allí, el había sido el primer trato cariñoso que tenia y lo más parecido a una familia, así que la alegría al verse era mutua, ya sabia que por mucho que él insistiese, esa monja no los dejaría a solas aunque no pocas veces había visto al pícaro muchacho embaucar.

-Bueno, estoy bien, me tratan bien, aunque he de decir que tanto aislamiento del mundo me abruma un poco, me siento sola y el poco contacto con la naturaleza y el sobrecargado lujo de aquí... no es lo que yo habría elegido, aunque creo que no tengo opción para elegir- suspiro mirando hacia una de las ventanas -si, supongo que te llegaron las noticias de que quemaron a mi maestra por bruja, pues parece que en un tiempo partiré para que me purifiquen, no sea que ella me hubiese... contagiado- lo miro algo más preocupada -no se en que consiste esa purificación, pero no me hace mucha gracia- volvió a intentar sonreír, su amigo estaba allí y no quería preocuparlo más de la cuenta, su presencia le alegraba el alma.

La preocupación en los ojos de Denia me encoje el corazón, siento el impuslo de cogerle la mano, de abrazarla, atraerla contra mi pecho para que sienta que todo va a ir bien. "¿Qué es la purificación?" escudriño mi mente en busca de respuesta. La proximidad de aquel embriagador olor vuelve a reclamar mi atención, como siempre, "me es imposible pensar a tú lado", pienso para mi, valga la redundancia.

Hincho mi pecho, como cuando interpreto a gallardo héroes de romance¹, mi diestra se levanta con el puño empuñando una espada de luz imaginaria.

- No te preocupes, si hace falta hablaría con el mismo Emperador o me arrastraré, suplicante, ante el Papa para que me conceda el título de vuestro -evado, conscientemente, el tuteo por la presencia de la monja - paladín, yo os protegeré de cualquier peligro. Soy, y siempre seré vuestro más fiel protector.

 No obstante, mi interpretación tiene un matiz que solo alcanzo en presencia de Denia, y que he cuidado bien que nadie más conozca, que denota el postureo, "a fin de cuentas no soy un verdadero guerrero"; mi único objetivo es hacer que sea consciente de que no la pienso abandonar, pues, pese a la falsedad de mi postura, las palabras son extrañamente sinceras.

- Si es necesario dejaré todos mis bienes y costumbres para entrar al servicio de Dios si con ello puedo permanecer a vuestro lado en estos momentos difíciles -mi mirada se centra en los ojos de Denia sonriendo, siento angustia por la situación pero su compañía es más que suficiente para que la sonrisa sea sincera.

"Tú eres tonto y te falta medio cerebro. ¿Qué te pasa? ¡Razona! No existirá tal posibilidad y lo sabes. Más vale que te vayas haciendo a la idea de que quizá sea la últi...", niego aquel último pensamiento, "alguna forma habrá, siempre la hay".

Mi mano, incoscientemente, trata de tocar la mano de Denia, pero la desvio hacia la copa, así como mi mirada hacia la ventana. "Edgar, eres un bardo loco, si sigues así acabarás muerto". Nada hay en el exterior que capture mi atención y mis ojos vuelven a los de la bendita. "Pero qué es un poeta sin su musa", contra todo argumento que la razón pudiese ofrecerme la determinación ya había sido tomada.

Edgar pensó en qué podía ser purificación para la Iglesia, compartiendo sus pensamientos en susurros cuando eran poco apropiados. No tenía una respuesta clara y directa, no tenía ninguna historia que hablase de ello y estaba seguro que entre los rituales principales de la fe no había, como tal, un "ritual de purificación". Así que exploraron juntos otras ideas:

La primera idea, obviamente, era la hoguera: las brujas eran purificadas con el fuego; pero dado que Denia había sido tratada bien, con respeto y cuidados, además de que podían haberla quemado junto a su vieja maestra sin mayores consecuencias que la furia de Edgar - que dudaban preocupase lo más mínimo al obispo - no parecía ser la idea. Sobre todo porque, a diferencia de la anciana, nadie se había referido a ella como bruja, siempre como novicia o incluso como hermana.

El siguiente hilo era el bautismo, un ritual de purificación que Denia ya había pasado. Pero su concepto parecía mucho más interesante para dar una idea. A través del bautismo los paganos se hacían cristianos. Podrían estar hablando de un ritual desconocido, probablemente de magia sagrada avanzada que convirtiera los poderes de Denia, naturales e innatos, en los más convencionales de un clérigo o monja. No había oído nunca hablar de algo así, pero tampoco había oído nunca hablar de alguien como su amiga, capaz de invocar de forma innata el poder de Dios, aunque ella le llamase Diosa y pareciera más la Virgen María o Jesucristo que le Dios del Antiguo Testamento*.

-"Oh, Edgar, siempre tan galante" - a veces el bardo no podía dejar de pensar si aquella chica no sería capaz de atravesar su fachada y ver sus dudas, pero siempre mantenía aquella sonrisa inocente que desbordaba - "No espero tener que necesitar un paladín, quiero decir que los padres y hermanas" - no se la veía cómoda hablando en términos eclesiásticos - "hablan del ritual como algo inócuo que me devolverá a la Gracia" - ahí si no pudo reprimir un suspiro - "Sea lo que sea eso." - era obvio que la chica estaba preocupada, pero no parecía temer nada en concreto.

-"Me han convocado con el obispo en diez minutos, no tenemos mucho tiempo y creo que sé para qué es la reunión. El ritual será en breve, seguro. ¿Qué va a pasar?" - resultaba difícil si la inseguridad superaba la curiosidad, pero obviamente lo que destacaba era el anhelo por descubrir su futuro inmediato, tal vez por retomar el control de su vida.

- No os preocupeis, no será nada -cogí las dos copas de vino y le ofrecí una a mi acompañante -, bebamos por la buena fortuna.

No sabía muy bien que pensar sobre que podría pasar... "pero no se tomarían tantas molestias si fuesen a deshacerse de ella..."

Denia apenas probó el vino. Edgar sabía que era extremadamente comedida, no parecía sacar ningún placer de los excesos y, a veces, tenía la impresión de que cuando estaban juntos comía y bebía por mero compromiso.

-"Realmente tengo muchas ganas de que todo termine, de poder seguir con mi vida. Esta espera es... desesperante" - le miró pensativa, antes de cambiar de tema - "Y ¿te vas a quedar mucho en Frankfurt? En teoría cuando todo acabe podré elegir orden, podría volver a la ciudad, aunque supongo que puede llevar algún tiempo. Creo que tendré que viajar."

Medito levemente: "¿Tengo algún plan? Sí, bueno, podría quedarme un tiempo aquí. Tal vez acompañar un tiempo a Denia". Cierto recelo me carcome, "el mundo es un lugar peligroso".

Entonces una luz apareció en mi espíritu que me enardeció: "¿Por qué no?".

- Sí, no, bueno, no lo sé

Aguardé un segundo ordenando mis pensamientos.

"¿Cuánto? Con todo el lío no lo había meditado"

- Creo me quedaré un tiempo aquí. Al menos lo mínimo para saber donde tendré que empezar a visitarte -sonrío, fraternal. Dejo la copa en la mesa y entrelazo los dedos pensando en todas las veces que Denia me había esperado en su casita para escuchar alguna de mis historias. Pero ya no había una casita-. Creo que, por una vez me toca a mi esperarte para que me cuentes tu aventura. Por mi no te preocupes, ¡mi talento me mantendrá el estomago lleno y el lecho cómodo! -añado sonriente y pavoneando.

La charla continuó unos minutos más, mientras se ponían al día de los últimos acontecimientos, invariablemente, se tornó más ligera y alegre, pues parecía que la alegría y dicha fluían cuando estaban juntos. En realidad para Denia, fluían siempre que estaba rodeada de gente buena.

La hermana, que parecía haber aprovechado su rosario y su oración para llevar cuenta del tiempo, interrumpió la conversación, aprovechando el momento de silencio mientras encontraban un nuevo tema.

-"Hermana, vuestra reunión con el su Reverencia Ilustrísima el señor obispo será en breve. Vuestro amigo puede esperar fuera mientras habláis con su Reverencia Ilustrísima, después podréis seguir con vuestra charla. Hasta la liturgia de la nona, claro." - para Denia era otra cosa chocante, el hecho de que hubiera momentos concentros para la alabanza de la... de Dios, o de la Virgen. Era mucho más cómodo referirse a la Virgen, pues le resultaba tan parecida a su Diosa antigua; o a Jesucristo en su defecto, pues sus enseñanzas le resultaban fáciles de entender y aceptar. Pero los rezos a las horas parecía ser algo fundamental de la idiosincrasia de la Iglesia y ahora mismo su futuro parecía ligado a ella si o si, para bien o para mal.

La hermana guió a la pareja por los pasillos del Palacio, escasamente decorados pero con elementos de la máxima calidad: una alfombra persa para acolchar el paso, dos estatuas en mármol de carrara en todo el pasillo y un único tapiz en la escalera pero de gran tamaño tejido por excelentes artistas flamencos.

Sólo descendieron un piso y se dirigieron al primer despacho del ala izquierda, según bajaban. Tuvieron algo de tiempo para seguir comentando, pero no demasiado.

Tras pasar la alta y robusta puerta adornada sólo con molduras de esquisita talla, accedieron a una antecámara, una especie de sala de espera en la que únicamente había dos sillones, de cuero y aspecto muy cómodo, para las visitas. En el cuarto había cuatro personas conversando, lo que causaba cierta sensación de aglomeración cuando se incorporaron ellos tres, a pesar de que en realidad había espacio de sobra.

Las personas presentes eran tres nobles y una chica plebeya, que destacaba en aquella reunión, pues parecía la nota discordante. Dos de los varones eran caballeros templarios, aunque no iban completamente equipados, sí tenían parte de la armadura y las espadas, pero sobre todo tenían los tabardos con la característica cruz y, uno de ellos, un escudo que brillaba con una luz sacra. El tercero era un hombre que Denia ya conocía, vestía una elegante sotana sacerdotal, con cuidado corte de cabello: era el Vicario del obispo. La mujer tenía ropas de montaraz, de calidad, pero que la identificaban como parte del pueblo llano, llevaba el pelo suelto y si cubrir, con una apostura poco habitual en su género; aunque estaba morena y curtida por el viento, sus manos no parecían callosas y dañadas por el trabajo duro.

Parecían haber estado hablando, aunque lógicamente callaron al oírles llegar para prestar atención. El agudo oído de Edgar había llegado a percibir que hablaban de preparativos de viaje, pero no mucho más.