Jayrah titubeó apenas un segundo. Miró al sirviente, y después a su acompañante, el joven noble. Se dirigió a éste con voz amable, casual.
-Disculpad, mi buen Hans. Creo que este muchacho y yo tenemos que hablar un momento en privado. No os vayáis aún, por favor. Desearía presentaros a mi Tutor, y que ambos habláramos con él acerca de lo que deseamos proponerle.
Y con soltura se apartó de la calesa y del Pelóreon, haciéndole un gesto al chico para que la siguiera. Se quedó cerca, casi al lado, pero habló en voz baja, para que el muchacho estuviera seguro de que no podían oirles.
-Antes de avisarle, quiero que me cuentes punto por punto lo que ocurrió. No de pasada, no olvidándote algo. Todo. Sé que ocultas algo, y que no quieres decírmelo. Y lo entiendo. Pero sabes que confié en ti cuando el asunto de la bota de vino. Sabes que he confiado en tí en muchas ocasiones, y que en otras tantas te he sacado de apuros. No sé si puedo sacarte de éste, del castigo imagino que no, pero puedo estar alerta. Dímelo. Dime todo lo que viste, todo lo que pasó. Dime lo que no quieres contarme, Kyssyll.
Pensé que había respondido aquí, Mavros, lo siento. El ritmo me está haciendo daño, normalmente soy puntual, pero las interrupciones me cortan y luego me olvido, fallando yo donde me disgusta que fallen los demás.
Mis disculpas.
El chico se amilanó. Miró hacia uno y otro lado, con los ojos nerviosos y la boca entreabierta.
- Yo - tartamudeó -. Mi señora...si prometéis... - pero se detuvo, consciente de que no podía pedir nada a quien era su señor. Siguió balbuceando un momento, indeciso...luego se decidió, suspiró y habló -. Señora, el joven señor parecía herido. Tenía un ojo cerrado y oscuro, y la nariz torcida de forma extraña. Cuando entré en la habitación él estaba guardando algo. Parecía una jarra pequeña de vino de las que guardamos abajo, en la bodega. Había también un saquito abierto del que asomaba un polvo blanco. Yo no hice nada, mi señora. Todo fue muy rápido y no me di cuenta de nada hasta que me gritó y el señor llegó. Escuchó lo que vuestro hermano dijo. Me acusó de haberle espiado. De espiarle a menudo. Eso es ment...quiero decir, que yo no espío a nadie. Vuestro padre me castigó, pero también hizo que vuestro hermano entrara en su habitación inmediatamente y parecía muy enfadado. No sé qué ha podido suceder, mi señora. Me obligó a guardar silencio sobre lo ocurrido. Por favor - suplicó - no digáis que os lo he contado. Por favor, no soy un espía, no soy tan listo...yo sólo quiero servirles, mis señores, por favor...
El chico se derrumbó y comenzó a llorar desconsoladamente, por más que se tapaba la cara y se golpeaba el rostro desesperado para sofocar las lágrimas.
-Está bien. Está bien. Cálmate. De acuerdo, no me has dicho nada. Ahora enjuaga esas lágrimas, y sigue con tu trabajo. No entres hora con esa cara, sería igual que si confesaras que me has contado todo lo que has visto. Yo misma diré que te he mantenido fuera, limpiando. Y olvídate de todo esto, por ahora. De que me lo has dicho, de que lo has visto.
La mujer se incorporó, con el rostro velado por la preocupación. Las cosas se estaban complicando mucho... y estaban implicando personas de su más próximo círculo, personas de su propia Casa.... si es que sus tutores podían considerarse una familia. Los años vividos allí la habían llevado a considerar que la convivencia creaba lazos. Pero, a todas luces, seguía siendo una rehén.
-Pero, aunque ahora te alejes de todo esto, no dejes de mantener los ojos abiertos y los oídos alerta. Escucha, observa, y calla. Habla sólo conmigo de lo que veas, de lo que oigas. Sólo conmigo, ¿entiendes? Están sucediendo cosas que no puedes llegar a comprender... pero que son peligrosas, más para quien no las entiende. Así que, cuidado! Y mantenme al corriente.
Jayrah se dirigió entonces de nuevo a Hans, que esperaba, paciente, junto al carruaje. Su expresión, como cabía esperar en un noble que ha recibido una educación cuidada, manifestaba haber visto la crisis del muchacho, pero controlaba el deseo de preguntar. Ella asintió con la cabeza, un gesto único para decir mucho: "Luego, ahora no. Sí, están sucediendo cosas...."
-Vamos dentro, mi Señor Peloreon, yo misma os presentaré a mi tutor, y ambos solicitaremos su beneplácito para asistir a esa reunión...
Y tomando su brazo con tranquila familiaridad, la muchacha entró en la Casa como una princesa, sin que nada delatara la inquietud que la corroía...
Hans aceptó con una sonrisa la invitación, aunque sus ojos bicolores, que habían visto la escena, desprendieron un brillo de extrañeza. Kyssyll volvió a sus quehaceres no sin cierta dificultad y ellos atravesaron el umbral de la gran casa.
No vieron a nadie del servicio. No era habitual. Lo común era que pronto llegara alguien y les atendiera. Sin embargo, la casa daba la impresión de que estaba preparándose para algo, como un barco que se balanceaba lentamente antes de salir del puerto. Jayrah se sobrepuso a la sensación y llevó a Hans como si no pasara nada por un pasillo rematado con una hermosa alfombra de lana antigua. Desembocaba en el salón, donde parecía que había cierto movimiento. Al llegar, vieron que Noro Darryyn estaba solo, aunque por poco, porque en ese preciso momento una silueta imprecisa desaparecía por la puerta que llevaba a las habitaciones.
El noble comerciante se volvió. Su rostro denotaba una gran preocupación y seriedad, y sólo a duras penas logró contenerse hasta mostrar un hondo alivio al ver a su pupila.
- ¡Jayrah! - exclamó -. Oh, perdonad, mi señor - corrigió al reparar en Hans -. Estaba preocupado por ella. Estos días son muy inciertos y lo que usualmente me alegra, que es verla disfrutando los vaivenes de la ciudad, ahora me preocupa. Soy Noro Darryynn, señor de esta casa y un humilde comerciante que ha medrado en estas tierras. ¿No os ha recibido la servidumbre? Oh, cada día son más informales.
Jayrah conocía bien a su tutor para saber que estaba fingiendo el enfado. Se dirigió hacia una campanilla de metal que tañó con urgencia. Era una costumbre del exterior de Los Prados que Noro conservaba contra el sentido común, ya que la nobleza, incluso la más baja de esta tierra, consideraba tañer campanas como propio de ganaderos. A pesar de ello, él solía hacerlo con orgullo.
- Señor, lamento mi falta de modales. Los días han traído consecuencias y mañana debo participar en una importante reunión en el palacio. Todo ha sucedido tan rápido y se ha hecho enorme como una tormenta que nace de una pequeña llovizna.
Pnjtizo a Hans. Nadie sabe nada de Caballino desde hace mucho. Espero que esté bien, en fin. Voy a aumentar el ritmo (siempre lo prometo, pero esta vez simplemente voy a hacerlo). Eso sí, me voy de puente al pueblo, así que mi próximo post será el siguiente Martes.
-Mi Señor, estoy bien, gracias. Y... entiendo vuestra preocupación, al igual que el Señor Hans Pelóreon, a quien creo que aún no conocéis. Jayrah hizo un gesto de presentación hacia el noble, pero no esperó a que formalizaran el encuentro, sino que siguió hablando con apremio. -Es de esa reunión de la que queremos hablaros, y de las cosas que están sucediendo en estos días. Ya os hablé ayer de lo ocurrido, sin embargo nada se ha aclarado, al contrario todo parece embrollarse a cada hora que pasa. Pero... ¿os importa que hablemos en un lugar más... discreto, mi Señor Noro? -Comentó al ver que su tutor tañía la campana que haría llegar a algún miembro de la servidumbre, sin duda ninguna. -Quizá podamos tomar tranquilamente una infusión mientras os comentamos algunas cosas... a solas.
La mujer se giró mirando elocuentemente a las habitaciones.
-Creo que acabáis de tener una entrevista, según me ha parecido ver. Así que quizá sea la biblioteca un buen lugar para esa intimidad que la proximidad de los aposentos cercanos puede romper si seguimos aquí...
Pues es cierto, Caballino anda más que desaparecido. No sé nada al respecto, lo siento.
Noro no pareció entender a qué se refería su protegida hasta que miró él mismo el camino que la sombra había seguido hasta perderse. En ese momento, su semblante se puso lívido y su expresión se congeló...un instante, al menos, hasta que tosió como si se hubiera olvidado de respirar y la congestión devolvió el color a su piel.
- Sí, sí, querida. Tienes razón. Mejor será que hablemos en un lugar más agradable. Seguidnos, mi Señor.
Un paseo breve llevó a una estancia de techo alto y estanterías que cubrían las paredes, todas repletas de paquetes de pergamino, tubos e incluso libros. En el centro había una mesa y unas sillas bastante cómodas de buena madera tallada en forma de serpientes enroscadas*. Noro esperó a que tanto Jayrah como Hans se sentaran. En la mesa había una bandeja con una jarra de cristal llena de un licor de color ocre y unos vasos. El hombre ofreció la bebida, que Hans aceptó y luego ofreció también a Jayrah mientras hablaba.
- Bien, decidme. ¿Qué es eso que tenéis que contarme?
*La serpiente representa el conocimiento puro.
-No es ninguna sorpresa para vos, mi Señor, que algo extraño acecha en las calles. Pero hemos estado haciendo averiguaciones el noble Pelóreon y yo misma... -Jayrah se detuvo un momento, para explicar a continuación con un cabeceo y una mirada de disculpa: -No es que lo hayamos hecho por que sí, o por un sentido morboso, sino porque, como sabéis, me he visto envuelta... es decir, ambos nos hemos visto envueltos, en estos terribles hechos, sin desearlo. Bien, pues nuestras averiguaciones nos han llevado, tras muchos pasos intermedios, a la sugerencia o casi ruego, por parte del Principal, Jorgall, de que ambos acudamos a esa Reunión que va a tener lugar mañana, en la Torre. Al parecer tras todo este misterio puede haber la intención de una mano en la sombra para que algo de lo que se va a tratar ahí tome un determinado sentido. Y esa mano puede haber segado la vida de alguien de quien hablamos ayer, de Veeryn de Hyss. Con ello llegamos al punto del que quiero hablaros. Vos mismo estuvísteis a punto de ir a esa reunión, pero el propio de Hyss os pidió que no lo hiciérais, según tengo entendido. Ahora de Hyss está muerto, y temo, tememos, que por causa de las tierras de las que va a hablarse mañana. Y... bien, eso es sólo una intuición por mi parte... de esto que voy a deciros no tengo ninguna evidencia, es sólo una sensación... pero, veréis... tras lo que vos mismo me contásteis ayer acerca de mi verdadera madre... acerca de su litigio con Veeryn... las tierras... bien, creo que yo... debería acudir a esa Reunión. Debería hacerlo. El Principal Jorgall no sabe lo de mi madre, o no por mi, por lo menos. Pero, piensa como yo, que quizá serviría de algo mi presencia allí, ya que él mismo no puede estar presente. Os pido por tanto vuestra autorización para ir a la Reunión. Quizá como vuestra representante, si... no hay otra... explicación más... oficial. Y, al mismo tiempo, que toméis a Hans Pelóreon bajo vuestra tutela, y que él me acompañe. Quizá con la misión de protegerme, aunque eso lo dejo en vuestras manos.
La muchacha miró con ternura a su tutor. Sabía que éste sentía un verdadero cariño paternal hacia ella, a pesar de la triste forma en que Jayrah había llegado a su hogar, como un rehén de guerra, como hija del enemigo al que se ha vencido. Pero que esta dicotomía se decantaba siempre hacia su sentimiento de padre, gracias al corazón generoso del buen hombre.
-Sé que vais a hacer lo mejor para mí, no me cabe duda de eso, y sé que sentís miedo. Pero esto trasciende nuestros sentimientos, porque implica a muchas más personas, mi... querido... Noro. -Había colocado su mano sobre la suya, y su mirada tradujo sinceridad y amor verdaderamente filial cuando pronunció esa palabra. -Sé que suceden además otras cosas, cosas que creo que vais descubriendo, a mi alrededor. Peligrosas, sin duda ninguna. Y que proceden de manos quizá cercanas. Quizá demasiado cercanas. Acepto el riesgo, porque no puedo hacer otra cosa. Sólo intentar evitarlas, intentar escurrirme ante ese peligro. Será lo que tenga que ser. Pero, puesto que no puedo quedarme impasible, ni tampoco vos, me atrevo a solicitaros ese permiso, porque creo que ahí yace la clave de todo cuanto está sucediendo. Vuestro permiso para acudir a la Reunión. Y vuestra bendición...
Noro detuvo el líquido en sus labios, que se negaron a beber. Un ligero temblor en la copa le llevó a depositarla de nuevo, con mucho cuidado, en la mesa.
- Señor de Peloreon, por favor, si fuérais tan amable de dispensarnos un momento, avisaré a mis sirvientes de que os proporcionen lo que deseéis mientras trato de un tema de la máxima importancia con mi protegida.
Hans pareció entender la urgencia de la petición y con una sonrisa aceptó las palabras del comerciante. Éste lo acompañó hacia el exterior de la estancia y regresó como si hubiera envejecido diez años. Se sentó de nuevo y buscó las manos de Jayrah con las suyas.
- Jayrah, sé bien que nunca has ignorado tus orígenes y por esa razón no he logrado llegar plenamente a ti. No ha sido por mi gusto que te he ocultado muchos detalles de mi compromiso de protegerte. Quizá ya haya llegado el momento de descorrer los velos y mostrarte la verdad que una verdadera mujer debe conocer, porque ya has dejado de ser una niña a la que yo debo proteger, eso es evidente.
Comenzaré por una historia que no conoces, pero de la que eres protagonista. Tu padre, Algyrr, de la casa Ydhûn, fue un buen hombre. Tanto que cumplió con su deber y defendió la causa de los Yradûn, sus parientes lejanos, hasta las últimas consecuencias. Ni siquiera cuando se vio claramente perdido cambió de bando, cosa que sí hicieron otros, como el que nombras, Veeryn de Hyss, un mal noble por cuya muerte no siento ninguna pena.
Lo cierto es que Veeryn de Hyss se hizo próspero muy poco después jurando su lealtad a una mano que ya sabía ganadora y se dedicó de forma implacable a vencer a los enemigos del "invasor" como nos llamaba tu padre. Como regalo, el Donner le permitía quedarse con muchas tierras e hizo una inmensa fortuna.
En esa situación, aunque yo fui quien se consideró como artífice de la rendición de tu padre, Veeryn se llevó los honores de la batalla. Lo creas o no, tu padre se encontraba perdido y a punto del patíbulo, y sólo gracias a mi intermediación pudimos salvarlo. Por esa época tu madre no era más que un recuerdo. Tú ya habías nacido y ella había "muerto". No fue así, sino que tu padre se sirvió de mi ofrecimiento para ocultarla. Ella no fue buena huésped. Era la verdadera señora de esa tierra por derecho de nacimiento y pretendía recuperarla o, cuanto menos, venderla bien cara. Se movió en las sombras para entorpecer los movimientos de Veeryn, contrató a hombres de mala vida para que hostigaran a sus tropas de conquista y socavaran su autoridad. Consiguió muchas cosas y tu padre nunca habló del asunto. Las tierras pasaron a ser de Veeryn, pero hay una ley antigua que obliga a que el verdadero propietario las ceda como señal de rendición bajo documento sellado. De no ser así, en época de paz un antiguo propietario puede reclamar sus antiguas tierras por juicio y no es raro que las consiga. Tu madre lo sabía y también sabía que la ambición de Veeryn le haría intentar matarla para poder obligar a tu padre a cedérsela según esa ley. Tu madre ha estado oculta desde entonces.
Esto nos lleva a la reunión de mañana. El motivo de esa reunión es la importancia reciente de otras tierras que Veeryn adquirió durante la guerra de forma similar. Son tierras muy fértiles, llenas de campos y bosques. He de decir que Veeryn siempre ha sido mucho mejor conquistador que administrador, por lo que en los últimos tiempos su capital empobreció ostensiblemente. Ahora el Donner iba a quitarle esa tierra alegando su derecho de señorío. El Donner está interesado en asegurar un paso hacia las montañas para obtener la explotación de una antigua mina, y resulta que sólo puede asegurarse controlando la propiedad de Veeryn. Lo que el Donner hubiera negociado para quedarse esas tierras es algo que desconozco, pero no debía ser buen trato para él, porque creo que se disponía a quejarse con todas las herramientas legales a su alcance. Quizá lo tuviera difícil, pero es posible que sí tuviera algún naipe bajo la manga...nunca lo sabremos ahora que ha muerto.
Yo no debía estar en esa reunión. De hecho, como bien dices, Veeryn en persona me reprobó que avisara de mi asistencia. Pero es que no pensaba ir solo. No lo había dicho a nadie, pero mi presencia allí respondía a una petición directa. Tu madre iba a aprovechar la presencia de la nobleza alta y el mal momento de Veeryn para aparecer por vez primera y reclamar como suya la tierra de los Ydhûn, tu tierra.
Efectivamente, Jayrah, mi querida niña. Tu madre estará mañana en la reunión. Y ya que Veeryn ha muerto, nada le impedirá recuperar su tierra.
Y ahora dime - terminó con una sonrisa - ¿sigues queriendo asistir en mi lugar?
Espero haber explicado bien las cosas. He resumido un montón de cosas en un post. Si tienes cualquier duda...tú o Jayrah, pregunta, pregunta...espero que te haya satisfecho :)
A medida que el noble, que ahora se le aparecía a Jayrah como alguien cansado y atribulado bajo el peso de la responsabilidad y de una verdad que le aplastaba, iba hablando, la mujer fue tomando conciencia de su situación. Y muchas de las piezas del intrincado rompecabezas fueron colocándose solas en su sitio.
Una tensión fruto del esfuerzo de comprender y asumir fue agarrotando su cuerpo, dejándola inmóvil, al borde del espasmo. Por su mente cruzaron panorámicas de guerra, de muerte, de engaño. De traición. Y una figura envuelta en brumas avanzaba hacia ella enmedio de todas esas imágenes, una figura cada vez más clara, más corpórea. Aunque sin rostro. Sin rostro... aún.
Su madre. Su... madre...
La mera idea tomando cuerpo en su cabeza rompió la tensión a la que su cuerpo se había sometido, y se estremeció, casi convulsionó. Levantó la barbilla, temblorosa, y clavó con aún más agudeza, con aún más determinación de la que ya normalmente inundaba sus pupilas, su mirada perturbadoramente trasparente, extraña, en el hombre que durante años había sido lo más parecido a un padre. Y a un enemigo. El hombre al que quería como a un padre... y sin embargo, no había podido dejar de ver como a un enemigo... hasta ahora. Buscó la verdad en esa otra mirada, en esos ojos cansados. Y la vio. Asintió entonces, lentamente.
-Sí... claro. Claro que quiero ir, mi Señor Noro. Por... por fin tengo un lugar... mío. Propio. Por derecho, Mi Señor. Si hay uno el este mundo de traición y de mentira, está en esa Sala mañana. Junto a ella... mi... madre.
Se detuvo, dejando que el silencio cayera sobre ellos como un bálsamo, dejando que se depositara en sus almas doloridas, que las acariciara. Y cuando se hubo asentado en ellas, volvió a hablar. Esta vez su voz llevaba prendida la señal de la inseguridad, de la incerteza. Porque una cosa era lo que ella sentía. Y otra podía ser la que sintiera su madre...
-Y ella... ella... ¿qué sabe de mí...?
Como he dicho antes, soberbia trama, Mavros. Borro el post de espera, pero dejo constancia aquí de mi admiración.
:)
Noro sonrió y acarició las manos de Jayrah.
- Tu madre ha sido puntualmente informada por mí de tu estado. Casi ha podido ver cómo te has convertido en la hermosa y fuerte mujer que ella es y la digna sucesora de su nombre. El amor que te profesa es grande, quiero que lo sepas y sólo por su deber, su obligación para con su tierra y el odio que destila hacia la persona de Veeryn de Hyss ha sido capaz de mantener la distancia contigo.
¿Sabe que os veréis? No estoy seguro, pero lo anhela. No podría hablar con ella antes de ahora y yo mismo tampoco sabía si ibas a ser invitada a esa reunión.
Por otro lado, tengo algo más que añadir - dijo, y apartó las manos de su ahijada -. Quien ha matado a Veeryn, o mucho me equivoco, o quiere algo que él tenía. Si deja de tenerlo y por lo tanto pasa a ser de tu madre o tuyo...tengo motivos para pensar que estáis en peligro. Deja que te cuente mis temores. Soy un noble, menor, pero gracias a ello he crecido a base de aciertos y de contactos, con lo que no estoy en absoluto indefenso de lo que se cuenta por ahí. Ya hay quien ha estado haciendo cábalas sobre las cosas que han ido sucediendo y algunas teorías parecen bastante acertadas. La que más me convence es aquella que dice que hay alguien que también está interesado en eso que el Donner pretende conseguir de los nobles que han llegado del Norte. Una forma de evitar el trato es lograr las tierras donde se domina el acceso hacia las montañas. Si un noble desconocido se hace por la fuerza con lo que es vuestro, puede negar el acceso a los hombres del Donner. Sería un suicidio, seguramente, pero alguien muy interesado en conseguir eso que se negocia podría considerarlo aceptable. Arruinaría vuestra tierra, pero tampoco sería suya para echarla de menos, y ganaría tiempo para sabe la Voz qué calamidad.
No sé si logro explicarme, mi niña. Los asuntos de la política, aún cuando se blanden las espadas en el proceso, son intrincados. Lo que quiero que sepas es que no puedo permitir que ninguno de mis hijos amados, y te tengo entre ellos, se vea en peligro por algo como una tierra. No sé cómo he logrado ser un mercader tan acaudalado, la verdad, cuando mi mayor tesoro no es algo por lo que esté dispuesto a poner precio.
Noro rió su propia ironía. Había verdadera preocupación en sus ojos.
Puede que resulte confuso. En realidad es una simple cuestión de traspaso de tierras. Si alguien que no está de acuerdo con la transacción quiere evitarla, lo más sencillo es hacerse con las tierras a base de reclamarlas matando a los herederos. Un tipo con suficiente poder podría reunir un ejército capaz de tomar las tierras de tu madre en un tiempo récord, porque tu padre, al ser considerado traidor al Donner, perdió derecho a tener tropas propias más allá de las obvias guarniciones necesarias para asegurar la seguridad en su tierra.
Una vez vencedor, el usurpador podría obligar al Donner a usar la fuerza, pero tardaría un tiempo variable en vencer a la fuerza invasora y eso le daría aire suficiente a un malandrín como para llevar a cabo su plan, sea el que sea.
Es obvio que Noro sabe algo más de lo que te explica, porque esa teoría es demasiado peregrina para sostenerse sin ninguna prueba.
El rostro de Jayrah se endureció, a pesar de que sus facciones mostraban cansancio, y de que la preocupación las ensombrecía. Sí, su tutor tenía razón. En muchas cosas. Ya no era una niña, era una mujer, y muy capaz de afrontar sus propios riesgos. Y de asumir sus deberes. Asintió.
-Mi Señor Noro, os voy a hablar como lo que me siento, como una hija. Nadie en mi vida más que vos me ha entregado cariño directamente, y aunque, como bien decís, me siento parte de mi tierra, de mi familia natural, y por tanto me sé rehén en ésta, sé también, y quiero reconocéroslo yo misma de viva voz, que habéis obrado conmigo con honestidad, y aún más, con verdadero amor de padre. Por tanto os debo la sinceridad con la que voy a deciros incluso lo que puede que os hiera.
La muchacha elevó su vista hacia los ojos del que ya parecía un anciano, no ocultando ella, ni tampoco él, que lo que les rodeaba les trascendía, y que ambos eran hojas secas de otoño empujadas por un vendaval. Tomó las manos que él acababa de retirar de las suyas, y sonrió, intentando que la sonrisa dulcificara lo que tenía que decir.
-Vos sabéis que el peligro se cierne sobre mí, incluso en esta casa. Ambos sabemos que una mano enemiga, cercana pero enemiga, ha mediado en mi estar diario, y ha atentado ya contra mi vida. No he sufrido el destino que probablemente quien lo medió buscaba, la muerte, pero he sido envenenada, y la propia Sava me previno, incluso me ayudó dándome un antídoto. Por cómo me siento sé que vos no controláis esa mano, pero estoy segura de que sabéis mucho más de lo que podéis decir, y os entiendo, y lo acepto.
Ladeó la cabeza, la cortina de seda de su cabellera suelta cayó como un telón negro sobre su hombro, intensificando por el contraste la blancura de la piel. Blancura debida en parte a su propia característica, y en parte a algo que los dos sabían muy bien: aún seguía convaleciente.
-No, no estaré ya segura, tanto si acudo a la Reunión junto a mi madre y ambas reclamamos lo que es nuestro, una junto a la otra, como si llena de temor me recluyo entre estas paredes, que quién sabe qué araña ponzoñosa guardan también. No quiero ofenderos... padre... pero me debo a mi apellido, a mi sangre. Soy una Ydhûn, y todo mi ser lo grita. Lo gritará también mañana...
Noro apretó los labios en el momento en el que Jayrah pronunción "veneno" y sus ojos se fueron hacia la puerta un instante traicionero, llenándose inmediatamente de una intensísima pena, tanta como vergüenza. Aunque sólo duró un momento. Recogió fuerzas de algún lugar de su interior y aspiró fuertemente.
- Entonces, hija mía, no seré yo quien ponga impedimentos a tu gran día, que será mañana. Te pediría que cenaras, pero ha habido un problema en la cocina, por eso no has encontrado a los sirvientes, ahora puedo decírtelo a solas, no con nuestro invitado delante, ¡qué imagen daríamos!
Mejor será que aguantes el hambre hasta el desayuno y, si quieres, descansa pronto. La tarde empieza a caer. Por cierto - sacó una pequeña llave del bolsillo - te devuelvo la llave de tu habitación, la que me diste cuando te creíste suficientemente mayor. Te he dicho que a partir de tu decisión temo por tu seguridad más que nunca. Quiero que esta noche duermas con la puerta cerrada.
Las palabras salieron pastosas de la boca reseca de Noro.
-Eso haré, mi buen amigo. Y gracias, gracias por entender, y por vuestro apoyo.
Había cariño y ternura en la voz de Jayrah, pero también melancolía. Ambos sabían que muchas cosas acababan de cambiar, al aceptar el presente, y con él el futuro. Lo que vendría no lo sabían, pero sería difícil y áspero, fuera lo que fuese. Atrás quedaba la tranquilidad de una vida plácida, sin altibajos, y una situación asumida que, a pesar de lo que representaba ser o tener una rehén enemiga en la casa de Noro, no dejaba de ser suave y placentera y sin peligro. Eso acababa de cambiar, y lo había hecho en una espiral iniciada apenas unos días atrás, aunque la chispa de la catástrofe se encendiera mucho antes, años antes.
-¿Habéis pensado qué hacer con respecto al noble Pelóreon? Quisiera que me acompañara mañana, como os he dicho, ni que sea, y ahora con més motivo, para tener su espada a mi lado. No sé si por esa simple razón no está ya justificado que venga conmigo, incluso a los ojos del Donner, o de otros. ElPrincipal está de acuerdo, y eso sin saber, aunque no puedo asegurar que sin intuir, lo que a mí misma me implica la Reunión. Pero es una decisión vuestra, desde luego...
Tenía verdaderas ganas de descansar, de retirarse a solas para poder pensar, recordar, tratar de digerir todo cuanto había sido vertido en su conocimiento en unos minutos. Se encontraba mal, además, aún se sentía débil, el veneno no había desaparecido de su cuerpo por completo. Y lo que había visto, y vivido en propia carne, no ayudaba en absoluto a sentirse segura, o fuerte. Nunca había sido una persona asustadiza, pero tanta muerte, tanta sangre, tanta crueldad a su alrededor, y no sólo a su alrededor, sino rozándola, empujándola, salpicándola, la había arrollado, zarandeado hasta la médula. Para finalmente encontrarse con una madre cercana, viva, que iba a conocer... mañana.
Se estremeció, mientras esperaba una respuesta de su Tutor, y el permiso para retirarse ya, y a solas, en silencio, llorar y rumiar las horas hasta ese momento deseado y temido a partes iguales...
- Lo mandaré llamar ahora mismo. Le hemos hecho esperar demasiado, me temo - sonrió un poco agotado -. Han sido días difíciles que se me han hecho años.
Noro se levantó para avisar al servicio. Estuvo fuera un momento y volvió extrañado, como si no entendiera muy bien lo que le habían dicho.
- Parece que tu noble ha decidido irse. En realidad, me han dicho que ha venido un mensajero a buscarle. Le han dado una nota y se ha despedido ante los sirvientes en su nombre - Noro se encogió de hombros -. En fin, habrá sido sin duda algo importante. Si quieres, me aseguraré de que lo busquen mañana y lo avisen, pero reitero mi interés en que debes descansar. No olvides lo que te he dicho respecto a la llave.
Post para que te acuestes si quieres, o para que comentes alguna última cosa...listos para entrar en un nuevo día.
-Supongo que ya nada más puede sorprenderme hoy. Con todo lo ocurrido, la verdad es que no me extraña que hayan venido a por el joven Pelóreon, es probable que haya sido el propio Principal quien haya mandado recado por él.
Jayrah parecía cansada, y el gesto con el que se levantó tras escuchar a su Tutor, y el tono cn el que pronunció esas escasa palabras así lo confirmaban.
-Sí, me retiro ya, padre, y echaré la llave, os lo aseguro. Espero poder descansar, porque mañana... mañana será un día en el que voy a necesitar todas mis fuerzas, físicas y espirituales. Sólo espero que mañana a estas horas pueda daros las buenas noches con una sonrisa...
A dormir, que mañana será otro día.
;)
Persónese vd. en: "Como de un sueño, despierta...(Nyormel, 4 de Numa de 471 d.T.)