Partida Rol por web

La ruina del Hombre

La flor de la luz (Nyormel, 4 de Numa del 471 d.T.)

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22/03/2009, 22:05
Director

El jardín de las flores de verano estaba algo alejado de la habitación de Unnysia, y muy alto. Las flores blancas, estrelladas, necesitaban la luz del Sol desde el principio del día para crecer sanas, por eso sólo se encontraban en abundancia en las alturas de las colinas que rodeaban las más altas montañas de los Prados. El resto se cultivaba en otras tierras, pero no eran tan brillantes y olorosas, ni provocaban la sonrisa sincera de los labios de quienes las contemplaban. Rhiannon no pudo evitarla, al menos, cuando la fragancia de la mañana se llenó de la dulzura del olor de los miles de pequeños puntos blancos que asomaban de los amplios paseos de tierra, abiertos a la luz, sin más vegetación que simple césped y con los caminos sembrados con piedras blancas, redondeadas. El sonido lejano de una fuente trajo el anuncio de la llegada de alguien. En aquel lugar, sin duda, nadie podía permanecer oculto, a menos que por magia supiera volverse invisible, y este hombre, Mydoyrn de Nyrr evidentemente no sabía, ni tampoco parecía pretenderlo.

Nadie más parecía haber de momento en el jardín, ya que verdaderamente era pronto.

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22/03/2009, 22:14
Mydôyrn de Nyrr

El hombre vestía de blanco y negro, como correspondía a su casa, aunque con un atuendo más propio de ceremonia que de paseo, recargado y poco cómodo. Se movía con él con cierto fastidio, aunque sonreía ampliamente con los ojos clavados en Rhiannon. Cuando llegó a su altura, le cogió las manos sin reparo y la saludó con una inclinación de cabeza.

- Mi señora, ¡qué gran placer veros aquí, la más luminosa de las flores! Veo que habéis decidido confiar en la palabra de un extraño, y acompañarme en este espléndido paseo matutino...y veo que también otros nos acompañan ahora.

Sus palabras se dirigieron, junto con su mirada, a la presencia repentina de un par de mujeres que asomaban por el camino opuesto. Rhiannon las reconoció en seguida. Kattya, la morena, era una de ellas, de vestido exagerado como siempre, y Tryyta, la rubia, era la otra. Rhiannon contempló a ambas, que parecían hablar con prisa. Kattya tenía un aire despechado y molesto y tardó en ver a la pareja, mientras que Tryyta se las tenía por muy felices, o eso parecía, hasta que les vio, o al menos, hasta que posó los ojos en Mydôyrn. En ese momento, la mirada se le endureció y el rostro se volvió de piedra. Incluso con la distancia, Rhiannon pudo verlo. Verdaderamente, su silueta parecía haberse estremecido primero y luego detenerse hasta quedar inmóvil. Fue Kattya quien tuvo que despertarla de la ensoñación en la que pudiera haber caído, y ambas se fueron con elegante celeridad por un camino paralelo al que habían usado para entrar en los jardines, sin separarse del borde.

Al mirar al noble, Rhiannon constató que éste sonreía.

- Vaya, sin duda se han llevado una buena sorpresa, querida. No debían esperar compañía en estos lugares. Pero olvidémonos de ellas. Quiero que sepáis que hoy podría ser mi último día en esta ciudad. Voy a cerrar unas palabras con vuestro Donner y unos interesados, y si todo marcha como espero, estaré de camino junto a mi padre y a mi...hermano - dijo, y sus ojos vacilaron, y su voz se quebró un momento -. No tengo intención de aguardar mucho, pero ciertamente sí quiero aprovechar el tiempo que me quede aquí. Tenía curiosidad, entre otras cosas, por saber de vos, ya que sois la persona que más me ha intrigado durante este periplo. Cuánto me gustaría saber si verdaderamente sois feliz aquí, y si de alguna manera hay algo que yo pudiera hacer para asegurar esa felicidad que bien merecéis.

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05/04/2009, 17:41
Rhiannon de Curyll

Le sostuve la mirada mientras se acercaba... sencilla y espigada... con el vestido rojo ondeando levemente a la brisa fresca de aquella mañana, con el pelo dorado liberándose obcecado y rebelde de las trenzas que nacían de las sienes e intentaban recogerlo sobre la nuca... Mydôyrn se acercaba, y yo le sostenía la mirada mientras mi sonrisa se dibujaba a la suya... y al tomar sus manos las mías... a lo natural de su gesto... sentí el cuerpo cubrirse del estúpido rubor que me atormentaba, y aún así sonreí... porque a pesar de aquel rojo que me teñía la piel el oro de los ojos se me afilaba, la cabeza se inclinaba leve a un lado, expectante... y el leve movimiento de mi cuerpo, el tenue saludo, fue menos sumiso, menos formal... y mucho más fuerte de lo debido...

Cita:

... y veo que también otros nos acompañan ahora.

Mis pupilas siguieron el camino que recorrían las suyas... y buscaron por encima del hombro para encontrar a aquellas dos damas que aparecían inconfundibles dibujadas por la luz de la mañana... Aún sostenida entre las manos de Mydôyrn la barbilla casi se me apoyaba en el hombro para observarlas... Curioso....

El gesto de Tryttia aguzó el mío... y el cuerpo las buscó ahora sin reparo dejándose ir suave y sin brusquedad del de Nyrr para seguirlas con la mirada mientras se alejaban de allí con una rapidez demasiado reñida con el disimulo...

Cita:

Vaya, sin duda se han llevado una buena sorpresa, querida. No debían esperar compañía en estos lugares. Pero olvidémonos de ellas.

La réplica me abrasaba los labios cuando volví a encarar a un Mydôyrn que siguió hablando... y al continuar de sus palabras, al temblor de su mirada y su voz, callé... callé con el interrogante en el brillo del miel de los ojos, en el gesto... que tras el rubor... seguía escuchándole atenta...

Mi señor... las manos se recogían sobre la falda, y los dedos, que se enredaban entre ellos de nuevo, se ocultaban de las miradas bajo las amplias mangas del vestido que los cubrían casi por compelto... manos que se velaban a la vista, ojos que se mantenían firmes e impropios... porque simplemente no sabía mirar de otra manera... Nada hay en mi intrigante... pero os hablaré de mí si ese es vuestro deseo... había alzado la barbilla y la sonrisa tenue... y el aliento se escapaba entre los labios ahora mientras observaba a mi alrededor casi resignada... En cuanto a la felicidad... bueno... no sé si tal cómo afirmáis merezco tal dicha... Quizá no este destinada para todo el mundo... la mirada,que dibujaba el recuerdo helado del dolor del brazo demasiado intensa, había vuelto a enredarse en la suya mientras seguía hablando... En todo caso os diré que no... no soy feliz aquí, este no es un buen lugar. Aunque para ser sincera dudo llegar a serlo en algún sitio, por lo menos no completamente... pero para mi fortuna y desgracia de mi padre... nací en la condición de aquellos que creen que la felicidad debe pelearse... y buscarse con ahínco...

Vaporosa pero extrañamente fuerte había girado sobre mí misma para iniciar el paso cadenciosa... Caminamos?... el gesto, iluminado y radiante a los primeros rayos de la mañana dibujaba ahora una sonrisa franca y sin disfraces... Entonces... partiréis hoy?...

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18/04/2009, 00:07
Mydôyrn de Nyrr

- Pero vos ilumináis este lugar, mi señora, igual que lo hace este jardín o las blancas flores de verano. Sin vos aquí, mi cometido tendría mucha más importancia, pero sería también más terrible.

Se detuvo un momento, inseguro de qué camino tomar, y eligió al final uno poblado de cantos claros que resonaban como gravilla suave al ser pisados.

- Diría que tenéis la verdad en la palma de la mano. No puedo mentiros. Mi intención es irme pronto, en cuanto acabe con estos asuntos. Vuestro Donner es ambicioso, pero justo, así que imagino que no tardaremos en alcanzar un acuerdo. Al fin y al cabo, ¿qué son unas tierras yermas y una triste cueva en comparación con la amistad de vuestro señor? - rió -. Sin duda no sabéis de qué os hablo, e imagino que es mejor para vos que así sea. No sé bien por qué, pero creo que hay ciertos intereses en que la propiedad en cuestión no cambie de manos. Uno de los mayordomos del Donner, un hombre espigado y oscuro, parece ser muchas cosas menos de fiar, y creo que sirve a otros intereses.

Caminaron por una zona de césped regada de fuentes de agua teñida de un verde esmeralda, cuyo tintineo al golpear los bordes de mármol, también verde, resonaba como el trino de pájaros felices.

- Si os digo algo más, vuestra vida correrá peligro. Verdaderamente me sorprende...no, en fin, dejémoslo. Lo que importa, mi señora, es que entendáis que aquí se mueven hilos complejos, y que estáis obligada a tomar partido. Poco puedo ayudaros, porque excepto ese mayordomo y quizá las mujeres que nos hemos cruzado, no tengo instinto que revele a nadie más que podría estar conspirando, pero han muerto personas, y por lo que sé otros se han vuelto locos de hambre. Eso me recuerda a una antigua maldición de mi pueblo que creía estancada en mi pueblo.

En las montañas, mi señora, cerca de las tierras que vuestro Donner pretende, muchos hombres enloquecían y devoraban a otros, y luego morían de hambre o por el acero de los guardias. Uno pensaría que se ha traído a esos locos aquí, o qué sé yo, pero sin duda hay negras intenciones, y quiero que sepáis que podéis confiar en mi sirvienta, Iluubra, a quien envié para entregaros la carta. Tiene misión de protegeros, y eso hará, así que no le guardéis secretos, si queréis estar segura. Mi presencia, por el contrario, os pone más en peligro que a salvo, y de hecho, ya debería irme. Os acompañaré a vuestros aposentos, si queréis.