Partida Rol por web

El exterior era frío. Un viento oscuro soplaba desde ninguna parte, como un juguetón remolino que se dispersó poco después, dejando sólo una sensación incómoda en los que salieron al exterior, el escudero, Han, Jorgall y todos los demás. La oscuridad reclamaba el reino de la pequeña plaza redonda en cuyo centro se erigía la Fuente Muerta, una antigua fuente de piedra blanca sin agua. Algo después, la enormidad de Irrfall en el Oeste, ya sin rastro de luz que guíe los destinos, sino la luna, detrás de ellos, débil y brumosa, reciente aún en la joven noche.

Sólo quedaba silencio allí, y mucho nobles comenzaron a envainar y a entrar de nuevo en la taberna, susurrando. Los hombres más curtidos en batallas permanecieron algo más, husmeando el aire como sabuesos. Jorgall lo hacía también. También se relajaron, pasado un rato, y comenzaron a entrar de nuevo a por otra bien ganada copa.

Nada más que el silencio y un frío recuerdo quedaba. No había un sólo movimiento en la calle.

- No veo ni oigo nada - dijo Jorgall -...pero eso no significa que algo no se mueva por ahí. No me gusta.

El tabernero hizo ademán de salir con los demás, pero se quedó en la puerta al ser más lento que muchos de ellos, y decidió quedarse allí, intentando ver en el exterior y, al no poder, volvió la vista al interior, pasándola sin fijarse realmente por toda la taberna, un lugar que conocía de memoria, como si buscara algo novedoso, extraño, algo que no debiera estar allí.

No vio a Jorgall, quien estaba bien oculto entre las jarras detrás del mostrador de madera rojiza.

Éste se removió inquieto en su escondite. Desde allí vio la luz tras el mostrador que indicaba el hueco tapado sólo por una tela basta, perfumada, de color verde oscuro. Era la entrada a las cocinas, claro.

Entonces, justo al pasar la vista por allí, escuchó un ruido seco, breve pero fuerte, como un objeto que se rompiera al caer en pocos pedazos pesados. Quizá una jarra vacía...u otra cosa. Los sirvientes no pudieron ser, estaban en las mesas, tan agazapados como el mismo Kerish. Quizá hubiera alguien entre los pucheros, igual que él, el cocinero o cocinera, no tenía ni idea, pero luego escuchó el sonido de un movimiento apresurado, sin palabras, como si alguien estuviera revolviendo.

El joven Hans se lleva el dedo índice a los labios para silenciar cualquier posible susurro del escudero. Aquella risa tenebrosa le había paralizado la respiración y acelerado el corazón....sintiéndolo en su sien. Maldita mi suerte!!! Pensó para sí y las palabras del caballero Jorgal recobraron vida en su mente.

Cita:

Sentimientos contradictorios: por un lado quería huir de ese lugar y refugiarse en el abrazo de su habitación; pero por otro lado sabía que la cobardía no era una buena opción para un futuro caballero, y más estando ese plebeyo a su lado que ya había demostrado con creces su valor o temeridad al exponerse al murmullo de la noche.

El joven Hans apretó los dientes con fuerza intendo provocarse dolor para olvidar sus miedos. Su mirada extraña buscando la del plebeyo...si iban a hacerlo,... lo harían juntos.

Uno debe aprender cuándo y a quién prestar atención. La voz Jorgal latiendo en su sien. El joven Hans se debatía por el sigilo o el estruendo para amedrentar al dueño de esa voz. Ambas le resultaban malas ideas siendo la única buena, al parecer, la de poner pies en polvorosa. Finalmente se decide. Señala su espada y posteriormente la dirección en la que vienen con el deseo de que el plebeyo le haya entendido. Acto seguido, se mueve lo más sigiloso posible hasta apoyar su cuerpo en la pared colindante con la puerta.....sin atravesarla....asegurandose que su sombra no se exponga traicioneramente y afina su oido. El joven Hans desconocía si había más salidas en ese edificio pero si el dueño de esa voz decidía salir por esa puerta......le estaría esperando para sorprenderlo. Que haya otra salida, que haya otra salida.... Quitó el seguro de su vaina para poder extraer la virginal espada si fuese preciso.....esperaba no llegar a tener que darle uso. Los segundos fueron horas....

El escudero se acerca la posición de Hans que lo observa desaprobatoriamente. Con el brazo extendido lo arrima a la pared con suavidad, justo detrás suyo. Ambos ahora pegados a la pared. El joven Hans gira su cuello para comunicarse con el plebeyo. Frente a frente y señalando con su dedo índice los labios remarca dos palabras en ellos con la esperanza de que esta vez lo entienda. Una gota de sudor comienza a surcar su frente....los latidos de su corazón casi le impedían oir con claridad.

El escudero de dom Alessiam lo observa con incredulidad.... Hans, exasperado, se lleva la mano a la frente. Fija de nuevo sus ojos en el escudero unos segundos como si quisiese transmitirle algo mentalmente y luego desvía la mirada fugazmente hacia la dirección por la que habían venido remarcando el gesto con la cabeza.

El escudero se mueve hacia donde cree que Hans le pide. Mientras tanto, hace más frío, y el sudor nervioso que cae por la piel de ambos se enfría y hace que ésta se encrespe. La difícil respiración empieza, en la penumbra a emitir un halo blanco.

Hay una luz de plata que atraviesa el pasillo que separa a ambos de esa puerta entornada. La luna cae en diagonal por los arcos grandes separados por columnas de las paredes, y dibujan de tanto en tanto sombras inquietas, que resuena al moverse como en una pesadilla.

Y luego el silencio. Un silencio de sombras y de frío. Nada...sólo...nada...
Hans permanece pegado a una de las paredes, Trevo ha comenzado a moverse. En ese momento, de forma repentina, la puerta se cierra de golpe haciendo un ruido áspero y grosero en medio del silencio que les atronaba los oídos.

El escudero desapareció en la oscuridad de una esquina, pero Hans no se sentía solo. Había un latido entre las sombras...o era su propio corazón que retumbaba. Atravesó el pasillo de luz de plata con los ojos fijos en el contorno ligeramente brillante de la puerta.

Se acercó a la cerradura. Se habría hacia el interior. Empujó. Nada...empujó más. La puerta se quejó ligeramente, pero no cedió. Estaba cerrada. Debían haber cerrado...con llave.

No todas las puertas de las habitaciones tenían cerradura, de hecho no era nada común. Sólo en casos muy particulares se había concedido licencia para tener una. En los demás casos, aunque alguno lo considerase poco seguro, las estancias eran de acceso libre y sólo podían cerrarse desde dentro con un pestillo, pero no desde fuera. Si había algo de valor, como normalmente ocurría, estaba bien guardado en resistentes cofres o arcones propios.

A pesar de no escuchar nada en el interior, Hans estaba convencido de que allí había alguien...o algo.

El primer intento fue con miedo...nada.... empujó con más fuerza la segunda vez obteniendo un crujido de la madera como respuesta. La puerta estaba cerrada. ¿Cómo?....Por la voz!!...¿Cómo se pudo cerrar con llave si fue la corriente?...a no ser que fuese otra cosa la que cerró la puerta. Tragó saliva. Estar allí sólo no era buena idea. Las sombras...la sensación de soledad....la imaginación viva....todo se aliaba para acrecentar su miedo. Cerró los ojos y apoyó la frente con suavidad en la puerta....la frialdad de su contacto le reconfortó. La espada es su diestra reposando......el joven Hans se concentró en todo lo que le rodeaba. Los segundos son horas. El lobo está conmigo.....el lobo te mira a los ojos directamente....y en ese momento no hay miedo...... Abre los ojos. Un brillo distinto en ellos. Toca la puerta casi acariciándola con la mano libre....buena madera. Presiente la presencia de otro ser al otro lado....casi lo puede tocar...casi lo puede oler.

Se despaga poco a poco de la puerta dándole la espalda.....sus pasos alejándose de la misma...su mente en blanco.....el brillo extraño en su mirada.....el brillo del lobo..... Unos pies más.... De golpe, sin aviso, se gira sobre si mismo y comienza a correr hacia la puerta. Aprieta los dientes y prepara su hombro para el fuerte impacto.....

El vuelo fue corto, y el impacto atroz. Poco acostumbrado a derribar puertas con el hombro, Hans notó cómo sus músculos se deformaban y presionaban la cabeza del húmero, un hueso que desconocía en toda su amplitud hasta ese momento. Inmediatamente después, el lateral de la cabeza golpeó también la superficie de madera al ceder el cuello, y todo ello provocó un sonido feo que no terminó de apreciar en todo su esplendor, ya que el golpe recibido le transladó a un mundo en el que todo estaba más disperso, menos definido. Parpadeó un momento sin enfocar, inseguro de su posición, pero supuestamente aún de pie. Quizá había gritado o algo así, pero no estaba seguro.

Hans movió la cabeza a uno y otro lado. Las sombras jugaban con él, se movían a su alrededor y se burlaban. Sintío una cierta nausea, y dio una ligera arcada...o quizá no. Algo resonó a metal bajo él, mientras daba pasos aquí y allí inseguro de quedarse en un lugar concreto. Al apoyar la mano en la cabeza, sintió un escalofrío cuando notó un líquido pegajoso manchar su palma.

Trevor siente cierta molestia en los músculos, obligados a realizar un trabajo no demasiado pesado, pero sí incómodo.
Debido a los años trabajados en el campo, el escudero saca fuerzas de flaqueza e ignora las quejas de sus articulaciones, que se ven obligadas a tirar del lastre en que se ha convertido el jóven noble.

Lanza una mirada por encima del hombro, evaluando la distancia que le queda aún por descender al tiempo que vigila dónde coloca los pies. Una caída a estas alturas seguro que sería bastante dolorosa además de peligrosa.
Manteniendo un ritmo de respiración pausado, obligándose a no acelerar el ritmo de su descenso, Trevor continúa bajando hasta la puerta que le espera abajo.

Cuando llega hasta ella, apoya a Hans en el suelo, con la espalda sobre sus piernas, y utiliza el brazo libre para intentar abrir la puerta.

La sorpresa de Trevor fue grande cuando atravesaron el patio de armas y el sirviente habló con alguien del edificio de la servidumbre junto a la muralla.

- Sígueme - le dijo otro hombre mientras el primero se despedía.

Recorrieron un pasillo casi a oscuras y se paró de repente, abriendo una puerta y mostrándole una celda, sin ventana y apenas una apertura en la misma puerta...pero con una cama propia, velas, un banco y una jarra de agua para lavarse.

La habitación, en la oscuridad, estaba limpia. Había yesca y fósforo para lumbre, y la cama, al recostarse en ella, no parecía en absoluto incómoda.

El escudero accedió al interior de la celda, en cierto modo sorprendido, pues esperaba algo peor, aunque echaría de menos la brisa nocturna y los rayos del amanecer iluminando la habitación.

Pero de todos modos se encontraba bastante cansado. Su primer día en el castillo del Donner podía calificarse como extraño, al igual que la gente a la que había conocido, sin contar las maravillas que había podido observar, como el atardecer a través de los cristales de "El Ocaso".

Ni siquiera se molestó en encender ninguna de las velas, simplemente se tendió en la cama, y al cabo de unos minutos ya se encontraba profundamente dormido, su mente poblada con sueños que al día siguiente no recordaría.