El interior de la estancia estaba oscuro. La dama no había tenido ocasión de encender ninguna luz. Quizá aquello de alguna forma hacía creer que fuera más seguro el exterior, donde al menos moraba una lejana fuente de luz blanca, que el interior, donde todo eran siluetas negras que jugaban con el parpadeo de luz de las nubes que pasaban, y las aprovechaban para moverse sigilosamente, como si se posicionaran mejor.
También Meridiar podía decir que el pasillo era frío y aún más oscuro. Y que le daba la espalda y sentía que era un error hacerlo, pero había tantas cosas esa noche que parecían moverse, que uno dejaba de creer que algo estuviera inerte y quieto, siquiera una simple silla inocente. Y sin embargo lo estaban. Así eran las cosas cuando el Sol no las iluminaba, se cubrían de un halo incierto, y no era raro que los prestes predicaran que el Woolg prefería la noche para tejer su macabra danza, su chiste sin gracia, y sus acertijos.
Espero impaciente la respuesta de Rhiannon. Ya estoy de vuelta.
¿O acaso creeis que vuestro cuerpo inerte en su lecho no bastarían para iniciar una guerra? sentí mi gesto cambiar a pesar de los esfuerzos…y desvié involuntaria la mirada al suelo un segundo… solo uno para volver a levantarla con más fuerza… Quién podría pensar en una insidia semejante? Verdaderamente, aquella no era una corte de hombres…
Todo empezó a formar un dibujo claro en mi cabeza…y a medida que los trazos se definían, a medida que la tela de araña por la que caminaba de puntillas se concretaba bajo mis pies, me daba cuenta de mi ingenuidad… me daba cuenta de que no sabía andar de puntillas… y pensé que, la araña… ya sabía que yo estaba allí…
Intentaba tirar del hilo buscando el rostro de aquel que tejía… imposible saber… imposible para mí que prestaba más atención a las hormigas del camino que al camino en si… Erguida en el centro de la habitación en penumbra, recortada contra la ventana que apenas iluminaba con plata de luna los contornos, los dedos recorrían los labios pensativa… Y volvió el recuerdo… y la mano abandonó la boca para descender hasta el hombro… y de ahí al brazo herido… Un dolor aterrador… un frío que no era de este mundo… Todo aquello era menos prosaico que una guerra…
- Si me fuese de aquí ahora... ¿estareis a salvo? ¿podreis aguantar con la puerta cerrada hasta que la luz del sol en Colmillo Sur disipe las sombras que se ciernen sobre palacio?
Levante los ojos de un dorado viejo ahora, desdibujado por las sombras del cuarto, de la noche y de la historia… Y el leve bufido escapo entre los labios mientras la media sonrisa se me dibujaba tenue en ellos… Un paso hacia él… dos… tres…
Estaría a salvo si os quedaráis?... la voz suave mientras demasiado cerca, Meridiar con su espalda aún en la madera, avanzaba el cuerpo y el brazo hasta sujetar el pomo con la mano.. tirando suavemente de él…venciendo el peso del cuerpo del hombre y entreabriendo la puerta… No temáis mi señor… puedo gritar incluso más fuerte que vos… el negro de mis pupilas se perdía orgulloso en el de las suyas… y sí… comprendo mi posible papel en este juego… pero sabe que el ataque que sufrí no fue natural… Creedme… no hay hombre en la tierra que posea ese tacto… Ese guardia no es lo que parece… y no me refiero a vuestras conjuras politicas… la mirada buscaba ahora las sombras del pasillo… Estaría mejor si pudieseis otorgarme una espada….Pero estaré bien… con la barbilla alta entornaba de nuevo los ojos a Meridiar… Con la puerta cerrada… e incluso abierta… sabré cuidar de mi misma… no será la primera vez que lo hago….
Y era aquella duda que quedaba en el aire en un primer momento. Quedando allí el aire, entre ellos, constituía el primer enemigo en la estancia y ya se presentaba imbatible. Si Meridiar se quedase, ¿estaría ella a salvo?
No es la primera vez pero sentir la fragilidad que supone su pequeño cuerpo de suaves formas y tenue musculatura le hace sentir algo familiar a su espíritu. Miedo. Y es un miedo que, de tan presente día y noche en su vida, había aprendido a domarlo, conocerlo aceptarlo y quererlo. Quien dice que la ignoracia era la madre del miedo erraba de pleno pues conociéndolo reincidía y él lo dejaba pasar como quien invita a un buen amigo.
No. Pensó Meridiar. No estaría ella a salvo si se quedase pues sólo separándose se pondrían a salvo pues nadie osaría hacer mal a uno a sabiendas de que el otro denunciaría la causa al ser conocedor de los hechos.
- ¿Una espada? - parecía algo contrariado pero sonrió - creedme mi señora que os cedería la mía de llevarla si eso os hiciese sentiros más segura. Pero si bien se puede bailar con espada al cinto y luchar con zapatos de baile reconozco no ser suficiente buen bailarín ni esgrimista como tanto para lo uno como para lo otro. - sonrió con cortesía - Sé que podreis cuidar de vos misma. No obstante trataré de alcanzar a algún otro miembro de la guardia antes de ir a mis aposentos. ¿Un tacto extraño decís?... Interesante.
Diciendo esto abrió la puerta y haciendo una reverencia deliberadamente exagerada se despidió con una sonrisa.
- Buenas noches, mi señora, hasta mañana.
Al cerrar la puerta se olvidó el viento suave y llegó un silencio lleno de susurros. Rhiannon corrió el cerrojo de metal, un seguro de negro metal que le hacía recordar cómo la belleza de un entorno guardaba secretos incómodos.
Al final se enfrentó a su estancia y la sintió fría y tan desamparada como ella. Quizá fuera la lánguida luz de la luna que se asomaba por la ventana. Las contraventanas de madera estaban bajo ella. La mesa portaba alguna vela y quizá un candil, no era fácil de ver en la oscuridad.
Tuvo una sensación extraña, indefinible, algo que la tranquilizó y la alertó a la vez. De forma sencilla, podría definirlo como una caricia, como una despedida de la noche a la durmiente, ahora que ya iba a recorrer el camino del sueño y dejaría que ésta, oscura y misteriosa, hiciera libremente lo que tuviera en gana.
Deshizo la cama, tela y seda de buena calidad y muy limpias. Un esmero que debía agradecerse, y una invitación que ella aceptó. La noche la envolvió como el primer paso de su plan y luego, tras dejarla dormida por agotamiento casi en el acto, se dedicó a otras cosas.
Duermes plácidamente a la espera de la siguiente escena.
El camino se hizo largo y silencioso. Nadie podría decir si eso era o no era bueno. Los sonidos eran roncos e intermitentes, nada raro en un castillo. Una luz aquí y allá, la noche tenía su propio latido, y no había en ello nada de inhabitual.
Meridiar se embarcó en sus propios pensamientos. Recordó que el que había secuestrado a Rhiannon a la oscuridad, antes de que llegase el otro, llevaba más armadura de lo habitual. Guantes de malla, para empezar, fríos al tacto y duros, que brillaban como el resto de su armadura a la luz de la luna. Un gorjal y una capucha de mallas.
En esas llegó a sus aposentos, y abrió la puerta con esmero. Encendió una luz en el interior y pasó el cerrojo. Comprobó con la lumbre dorada de una vela de aroma a fruta que estaba sólo con la habitación, una ventana como la de su compañera, quizá algo más grande, pero menos amiga de la luna, una mesa larga, un par de cofres, un arcón a los pies de la larga cama y paredes de piedra gris. Un buen lugar y una buena vista. Más allá de su habitación podía verse la ciudad con su voz apagada. Seguía habiendo música por ahí...o eran gritos. La distancia miente. Todo miente.
Pero tenía sueño, y eso sonaba a cierto más allá de otras cosas. El día traería novedades y quizá alguna respuesta a la pregunta que le inspiraba el Donner...¿por qué? Un por qué a todo, a cada palabra y cada gesto.
Entretanto, se quedó dormido con la misma ropa de fiesta. Al menos se había quitado las botas.
La próxima escena estará en breve ;)