Bien - asintió el caballero con la cabeza -. ¿Y tú? - añadió dirigiéndose a Robehr - ¿Acompañas a tu compañero o le dejas solo con hombres en quienes no confías?
- Iré, pero no porque Nibias necesite mi guía, ni que le cubra las espaldas. Iré por ver si hay de verdad hombres en quien confiar, que no os falte valor ni buenas intenciones cuando volvamos a la sombra.
Pues solo los hombres tropiezan de nuevo en la misma piedra. -
- Fantástico - aplaudió el caballero -. Pues ya está decidido. Vayamos a dormir ahora, que la noche nos va a terminar por coger aprecio. Mañana mismo y cuando el Sol esté más alto, entraremos en la cueva y veremos qué tienen que enseñarnos los demonios.
El caballero hizo una señal a su escudero para que preparase un jergón y se despidió de los batidores.
Níbias, Robehr y Trevor entran en "Días de música y sombra (Nyormel, 4 de Numa del 471 d.T.)