Tras terminar de armar, con su propio petate, las parihuelas, Romulo se acercó a donde Silvania continuaba con su interrogatorio - Vamos. Ahora es más importante volver al campamento que seguir tortu...interrogando a esta basura -
- Pónganlo aquí y las atamos a uno de los caballos. Yo me mantendré a su lado. Si intenta liberarse me ocuparé de que no lo consiga. Héctor... tu viajas con el mago. Vigila que no se mueva - tras sus indicaciones el familiar del druida reptó hacia su nueva posición, elevando su cabeza y mirando fijamente al nigromante, esperando la orden de Rómulo para morderlo en el rostro.
- Los caminos se habrán vuelto peligrosos, asi que es mejor que salgamos cuanto antes. Quisiera llegar antes de que se haya puesto el sol
Robin estaba sumido en un estado de preocupada reflexión. Nada de lo que acababa de oír le había gustado una pizca, y el franco optimismo con el que solía encarar la mayoría de aquellas aventuras había desaparecido.
Pero, ¿cómo habían llegado hasta aquel punto? ¿Quién sería lo suficientemente astuto como para engañar a los Siete Cielos y a los Nueve Infiernos y no solamente sobrevivir, sinó también lograr escapar con sus más preciados tesoros, la misma esencia de los dioses de la Luz y la Oscuridad? ¿Quién estaría lo suficientemente loco como para tratar de asaltar la Isla de Talin-Enor y quizás, Random no lo quisiera, derribar sus muros?
Aquello sonaba prácticamente imposible, la historia de un loco desesperado... pero el clérigo, quizás imbuído de la sabiduría de Random, creía todas y cada una de las palabras pronunciadas por aquel oscuro mago. Un Liche había conseguido las Joyas de los Dioses, y si sabía cómo usarlas, NADA podría interponerse en su camino.
Y ellos, en aquel momento, eran menos que nada. Robin montó su caballo junto a sus compañeros, listo para partir.
- Amigos... hagamos lo que podamos por salvar a los habitantes del Reino, pero ya nada podemos hacer por esta tierra. Vayamos al campamento, sí, y abandonemos este lugar, pues un Mal más allá de toda nuestra comprensión es, ya, su nuevo Amo y Señor. Busquemos a los mejores y más sabios guerreros que podamos encontrar, recorramos el Mundo Conocido en pos de aquellos que se atreven a enfrentarse a un Semidios, y recemos para que su lucha no sea en vano.
Poco más podían hacer... por ahora
Con la mirada perdida, pensativa, levanta casi sin esfuerzo al mago, colocandolo en la parihuela que el druida preparo. Luego ata esta a su propio caballo, para poder tenerlo cerca en caso de tener que disponer de el de una forma rapida y expeditiva... mucho mas limpia que la que murieron todas esas personas, con esos horribles hellgast, pero muerte al fin.
La expresion del asesino es seria e inescritable. Ha segado vidas y no vidas. Pero la idea de un mundo de muertos nunca atraveso su mente, hasta ahora. Ha comprobado en carne propia de lo que son capaces, de lo que sera, pero solo es un destello de lo que se esta gestando. Pensando en lo que seria lo visto en la ciudad, pero aplicado al mundo entero, espera que todos esten listos para cabalgar, arrastrando al prisionero...
Arthedain monta y se pone al frente del grupo, animando a su caballo sin usar las espuelas, tan solo hablándole al oido.
El pequeño druida monta en su perro y se mantiene al lado de las parihuellas que lleva Gaius. Su rostro demuestra un sin fin de expresiones a medida que se plantea como quedará el mundo si los planes del nigromante se concretan... como parece que pasará.
Sobre el cuerpo el mago atado, Héctor, su víbora se mantiene atenta, lista a clavarle los colmillos en la cara en cuanto intente algún movimiento. Los dientes de Remo, asimismo, se mueven cerca del cuerpo del mago, esperando la orden de su amo para impedir que este haga cualquier cosa que no sea mantenerse quieto
Retroceder al campamento... Pusieron al nigromante en la parihuela, bien amordazado y atado, y deshicieron el camino.
En su regreso vieron los fuegos alzándose en Predemia. La ciudad, a estas alturas, mostraría su peor faz: el combate desesperado de muertos y vivos. Por un momento sintieron nuevamente su sangre aventurera arder pero ahora no podían detenerse. Tenían información valiosa y debían entregarla cuanto antes. Dejando a sus espaldas la que fuera la ciudad más avanzada de su época los aventureros continuaron su camino sabiendo que aquella noche marcaría el antes y el después de una Era... Si es que quedaba alguien vivo para narrar la historia.
Horas más tarde llegaron al borde del campamento, o más bien podía decirse que el campamento había llegado hasta ellos. Alertados por los elfos de Lizara las fuerzas rebeldes se habían puesto ahora en marcha para intentar asediar a los muertos vivientes. En los rostros de los soldados se leía la tensión enmarcada en el desconocimiento de lo que estaba realmente pasando. Estaban acampados a poco menos de dos horas de las murallas de la ciudad y las noticias que estaban recibiendo no eran halagüeñas, pero sin duda no eran tan graves como las que traía el grupo. Si así fuera lo que se vería en el rostro de la soldadesca sería la desesperación, o quizás la congoja de algo inhumanamente poderoso aferrando el cuello de la humanidad. Si así fuera los aventureros probablemente verían su propio reflejo en la mirada de aquellos valientes.
Cerramos la partida en el Epílogo: La última esperanza.