Tras escuchar las severas palabras de Troy me dirijo sin mediar palabra al salón justo después de lanzar una última mirada a la artista y el chico, no por desafiar sino porque mi subconsciente me iba diciendo que ahora tenía que preocuparme no solo por ella sino por el también.
No había mentido, la televisión era extraordinaria y seguro haría las delicias del chaval, dejó que fuera éste el que eligiera que película ver mientras yo me dejaba caer sobre uno de los sofás individuales, había tenido suficiente compañía por esa noche. Quería, aunque solo fuera en el sofá, sentirse un poco arropada.
El calor del tejido, las horas, las conversaciones lejanas y el zumbido de los ruidos que provenían de la televisión estaban haciendo mella, sentía como sus ojos se cerraban.
Solo esperaba que tomaran una decisión, no tenía fuerzas para discutir más y, si tardaban demasiado había altas posibilidades de que se quedara ahí mismo dormida.