Tras notar cómo le rodeaban las cálidas aunque amables llamas del Cáliz dejó de darse cuenta de lo que ocurría, volvió a ser consciente de lo que pasaba a su alrededor cuando se encontraba bajando de un tren fantasma de la mano de Bellatrix Lestrange. Le dedicó una sonrisa amable cuando esta le dio la bienvenida, pero tan pronto como pisó aquel lugar, sintió la necesidad apremiante de separarse de la Slytherin.
Una mueca de horror comenzó a mostrarse en su rostro mientras retrocedía. Los recuerdos de todo lo que había hecho y sentido hasta el momento se volvían más claros por momentos.
¡Por Merlín!
Me supongo que al romperse el vínculo ellas vuelven a su estado de no-enamoramiento D:
Pues la verdad es que no tengo ni idea. Pero por mí chachi, tengo ganas de volver a llamarte sangre sucia :D.
Uh, uh... problemas en el paraiso... esto se pone bueno. :p
El tren viaja veloz en la oscuridad de los túneles, tan sólo salpicados por algunas pequeñas luces amarillentas de vez en cuando, hasta que se detiene en seco en una estación. La puerta del vagón, que había permanecido cerrada hasta ese momento, se abre con un chirrido y unos escalones descienden hasta el andén.
Es un lugar oscuro y silencioso el que se presenta ante la mirada del recién llegado. Cuesta reconocer a simple vista la estación de King's Cross, pero se trata sin duda de ella. O de una versión anclada en el pasado, retorcida y apagada de sí misma. Se diría que los colores son más tenues en este lugar y la luz de la luna se cuela por el enrejado de las ventanas, dibujando intrincadas sombras en el suelo.
Pegados a las paredes se pueden ver algunos bancos metálicos, forjados de barras negras que forman un dibujo ensortijado. Y en uno de ellos, se puede ver una figura sentada que, de alguna manera, parece estar en sintonía perfecta con el lugar. Como si fuese tan sólo una extensión de su desquiciada, retorcida y perturbada mente. Vestida de negro y con los cabellos despeinados, demacrada y perdida, tan abandonada en el tiempo como parece estarlo la estación entera. No es el lugar más que un reflejo de lo que los ojos de la mujer permiten vislumbrar en su fondo.
- ¿Vicent? - Draco se levantó del banco donde se había recluido desde su llegada con el ímpetu propio de quien ve desmoronarse su castillo de napies - ¿Por qué estás aquí? - preguntó por el motivo esperando que le respondiera también por su estado anímico.
Nos están aniquilando, somos el mal superior, el más numeroso, una amenaza real empezó a reír internamente por la ironía y siguió manifestando esa broma que le parecía el modo en que los vivos solucionaban la situación.
Bellatrix levantó la mirada y enarcó una ceja al ver descender del tren a tres personas. - Bienvenidos a la última estación. - Dijo con el tono aburrido de quien ha repetido una frase demasiadas veces. Sus ojos esquivaban a Hermione al recorrer la estación y una mueca de profundo asco se dibujaba en su boca cuando pensaba en la sangre sucia por la que se había delatado ante todos.
Y entonces analizó a los recién llegados y una risita salió de su garganta. - Vaya, ninguna águila nos honra con su visita. ¿Todavía siguen creyendo en la niñata esa ahí fuera? - Preguntó a Rita y Vicent, ignorando la presencia de la profesora McGonagall. - Contadnos, ¿qué ha pasado esta noche? - Su mirada se detuvo finalmente en Vicent. - Espero que hayas dejado un legado interesante, chico.
- Han muerto tres personas más ¿Hasta cuando piensa permitir esta matanza Dumbledore? - Lamentó Argus, luego dirigió la mirada la profesora Trelawney. - ¿La señorita Lovegood nos llevará de vuelta verdad? Todavía albergo esperanza, quiero regresar y sé que nos ayudarán.
Argus comenzó a negar en un movimiento lento. - Es una lástima que no podáis volver a morir bruja, cuando regrese me aseguraré de quemar vuestro cadáver. - Dijo a Bellatrix con rabia. - Pagaréis caro lo que me habéis hecho.
Cada vez eran más en la estación y el celador seguía sin entender nada, solo que alguien le había matado por accidente. ¿Estaría su asesino entre los presentes?
- ¡Profesora! -Exclamó, realmente sorprendida al ver a la profesora McGonagall allí. Se aproximó a ella rápidamente, sin saber qué decir, mientras otros no perdían tiempo el tiempo y soltaban todo lo que pasaba por su mente, que todo sea dicho, esos pensamientos no carecían de verdad. Ningún Ravenclaw había caído, a pesar de que allí también había maldad. Miró a Bellatrix de reojo, pero rápidamente volvió a centrarse en la jefa de su casa. - ¿Qué ha ocurrido?
Los recién llegados le generaban una pequeña sonrisa a la desatalajada maga. - ¿Fuiste un niño obediente y convertiste a esa pequeña de luna como te ordenaron?- Preguntó la maga mirando al rechoncho alumno de la casa de las serpientes.
Luego escucha al celador hablar y se gira para contestarle.
-La verdad no creo que esa pequeña me lleve de regreso.- Se encoge de hombros. -Ignoro si te va a llamar o no. aunque juzgando lo avanzado del juego al que decidieron jugar dudo que te llamen.- Luego volvió a revisar su bola de cristal no sin antes sonreir abiertamente ante la actitud de las antiguas enamoradas.
Vicent no comprendía nada, ¿Que hacia allí? ¿Y como es que había dos mas con él si en la noche se supone que solo había 3 asesinos y uno no pudo actuar? Pero al escuchar una voz conocida se cara se ilumino y se acerco corriendo hasta su amigo, hasta ponerle las manos encima del hombro.
-¡Malfoy!-Dijo simplemente pues sabia que ambos estaban "muertos" pero curiosamente estaba feliz.
Después llegaron la preguntas y el gordo Crabbe aun no tenia muy claro que estaba pasando pero contesto de la mejor manera posible.
-Salí de madrugada a comer algo y... han debido de matarme Cho o el profesor Flitwick, la china es el cazador Malfoy, y ambos son de Ravenclaw y ahora solo queda ese medio duende como mortifago.-Lo dijo alarmado, esa casa con esa niña estaban ganando terreno a todo el mundo.
-Y ahora que esta la vieja Minerva con nosotros, tampoco los Gryffindor pueden usar el cuervo. Mas le vale que Slytherin y Gryffindor se pongan de acuerdo o ellos ganaran, esos mentirosos, tramposos. No me dejaron acabar con el ultimo mortifago, no conseguí convencer al estúpido de Gilderoy, esta claro que no quieren que nadie de su casa muera.-Termino agachando la cabeza.
-¿La noche? Pues han estado mas o menos callados, al saber todo el mundo quien es quien, no hablan mucho, de echo algunos esta noche ni han hablado.-Contesto a Bellatrix con un tono cansado.
-¿A Luna? No, ahora los Gryffindor tiene un miembro entre los inquisidores.-Contesto con odio a la loca vidente, al menos tenia la satisfaccion de tener entre su haber el acabar con su vida.
El tren viaja veloz en la oscuridad de los túneles, tan sólo salpicados por algunas pequeñas luces amarillentas de vez en cuando, hasta que se detiene en seco en una estación. La puerta del vagón, que había permanecido cerrada hasta ese momento, se abre con un chirrido y unos escalones descienden hasta el andén.
Es un lugar oscuro y silencioso el que se presenta ante la mirada del recién llegado. Cuesta reconocer a simple vista la estación de King's Cross, pero se trata sin duda de ella. O de una versión anclada en el pasado, retorcida y apagada de sí misma. Se diría que los colores son más tenues en este lugar y la luz de la luna se cuela por el enrejado de las ventanas, dibujando intrincadas sombras en el suelo.
Pegados a las paredes se pueden ver algunos bancos metálicos, forjados de barras negras que forman un dibujo ensortijado. Y en uno de ellos, se puede ver una figura sentada que, de alguna manera, parece estar en sintonía perfecta con el lugar. Como si fuese tan sólo una extensión de su desquiciada, retorcida y perturbada mente. Vestida de negro y con los cabellos despeinados, demacrada y perdida, tan abandonada en el tiempo como parece estarlo la estación entera. No es el lugar más que un reflejo de lo que los ojos de la mujer permiten vislumbrar en su fondo.
Bellatrix empezó a soltar una carcajada tras otra al escuchar a Argus y durante algunos segundos tan sólo el eco de sus risas resonaba por el lugar. - ¿Quemar mi cadáver? Ya se encargó el cáliz de eso, escoria repugnante. ¿Y realmente crees que te van a llevar de vuelta? Eres más estúpido de lo que pensaba. - Espetó antes de volver a reír con su voz aguda y estridente.
Y no dejó de reírse hasta que el tren llegó y de él bajó el nuevo visitante. Entonces carraspeó y su expresión se puso seria, aunque la comisura de sus labios se estiraba en una sonrisa desquiciada. - Bienvenido a la última estación, medio duende. - Saludó a Flitwick antes de dejarse caer en el banco de nuevo. - ¿Qué nuevas traes del exterior?
El tren viaja veloz en la oscuridad de los túneles, tan sólo salpicados por algunas pequeñas luces amarillentas de vez en cuando, hasta que se detiene en seco en una estación. La puerta del vagón, que había permanecido cerrada hasta ese momento, se abre con un chirrido y unos escalones descienden hasta el andén.
Es un lugar oscuro y silencioso el que se presenta ante la mirada del recién llegado. Cuesta reconocer a simple vista la estación de King's Cross, pero se trata sin duda de ella. O de una versión anclada en el pasado, retorcida y apagada de sí misma. Se diría que los colores son más tenues en este lugar y la luz de la luna se cuela por el enrejado de las ventanas, dibujando intrincadas sombras en el suelo.
Pegados a las paredes se pueden ver algunos bancos metálicos, forjados de barras negras que forman un dibujo ensortijado. Y en uno de ellos, se puede ver una figura sentada que, de alguna manera, parece estar en sintonía perfecta con el lugar. Como si fuese tan sólo una extensión de su desquiciada, retorcida y perturbada mente. Vestida de negro y con los cabellos despeinados, demacrada y perdida, tan abandonada en el tiempo como parece estarlo la estación entera. No es el lugar más que un reflejo de lo que los ojos de la mujer permiten vislumbrar en su fondo.