EUROPA, 1519.
Europa ya lleva más de un siglo despertándose lentamente de la Edad Media. Desde Italia a los Paises Bajos, las ciudades florecen, espoleadas por el comercio y las buenas cosechas. Las universidades definitivamente arrebatan la primacía del saber a los monasterios, y una nueva forma de conocimiento se extiende como la pólvora -otra innovación del momento- en las aulas universitarias: filósofos y filólogos europeos, que se llaman a sí mismos humanistas, rescatan las antiguas formas del saber de los griegos y los romanos y tratan de interpretarlas en una clave que se aleje del férreo control que hasta entonces había impuesto la Iglesia. Un viento secularizador y nuevo recorre el continente y el tráfico de mercancías acorta las distancias entre los pueblos. No es raro que un genovés alterne con un flamenco en una taberna sevillana.
Pero el cambio no es sólo mental: los avances técnicos pronto permiten que el mundo conocido hasta entonces se multiplique por dos. Tras la llegada de Colón a América, los europeos deben enfrentarse a una realidad, la existencia de un continente inmenso y desconocido, que no les había sido anunciada por la sabiduría de sus antecesores. Para bien o para mal, su mundo se ensancha.
Pero la Edad Media dista mucho de haber quedado atrás. Fuera de las ciudades, los vínculos de vasallaje siguen manteniéndose intactos, y la nobleza conserva gran parte de su poder feudal, así como prerrogativas para juzgar y cobrar impuestos entre sus vasallos. Las extensiones de terreno que pertenecen a estos nobles no son nada desdeñables. Tampoco ha perdido su primacía moral e intelectual la Iglesia, que sigue ostentando un poder apabullante en toda la Europa cristiana: incluso una institución medieval, como había sido la Inquisición, es resucitada por los Reyes Católicos para imponer su propósito de unificar los reinos peninsulares en base al catolicismo. Los métodos de esta nueva inquisición, si bien más burocratizados que antes, no tienen nada que envidiar a su precedente del medievo. Roma sigue el ejemplo de los Reyes Católicos, e instituye su propia inquisición. Es la época de la quema de brujas en centroeuropa, y de la persecución religiosa a judíos y moriscos en la península. Por si fuera poco, en 1517, un monje alemán llamado Lutero encabeza un intento de reforma de la iglesia que acaba en enfrentación directa con Roma. Es el comienzo de la reforma Protestante, probablemente el hecho más importante en la historia de la iglesia, y que provocará una lista interminable de sangrientas guerras en Europa. La inquisición tiene un nuevo enemigo en quien fijarse...
Europa, 1519, en la sombra:
Corren malos tiempos para los vástagos. Mientras duró la Edad Oscura, fueron reyes de sus pequeños feudos nocturnos. Pero cuando la Edad Media comenzó a agonizar, los mortales respondieron con una eficacia brutal, y el peso asfixiante de la Inquisición cayó sobre ellos. Por si fuera poco, en el siglo XV algunos de los chiquillos más jóvenes, indignados por que sus señores los usaban como carne de cañón ante la inquisición, se levantaron contra ellos e iniciaron una caza implacable que fue conocida como Revuelta Anarquista. Este tiempo de tumultos diezmó a la comunidad vampírica. Al menos, el antediluviano Lasombra -fundador del clan-, fue diablerizado durante la revuelta, que se prolongó durante todo el siglo. Finalmente, en 1493, en la convención de Thorns, se llegó a un acuerdo para readmitir a los Anarquistas en el seno de una nueva organización de Vampiros, también creada en Thorns. Como bien decían muchos, no bastaba con la paz, sino con encontrar la forma de desviar la atención de la inquisición de los vástagos. La propuesta de Rafael de Corazón, un Toreador, era sencilla: instituir la Mascarada, un conjunto de normas inviolables destinadas a impedir que los mortales tuvieran conocimiento de la existencia de los vástagos. Para velar por el cumplimiento de la Mascarada, los vampiros presentes formaron la Camarilla, una organización formada por los clanes Ventrue, Toreador, Tremere, Nosferatu, Brujah, Gangrel y Malkavian: los anarquistas que lo pidieron fueron readmitidos en la Camarilla, y se procedió a la lenta labor de reestablecer la sociedad vampírica desde los cimientos, basada en los principios de la Mascarada.
Sin embargo, no todos los anarquistas se rindieron a la Camarilla. Los Lasombra, que tienen sus dominios en España, y los Tzimisce, que han gobernado durante siglos despóticamente en el Este de Europa, se reúnen en la Isla de Mallorca. Deciden reunir a sus clanes y a los antitribu de los clanes que forman la Camarilla para seguir combatiendo por su supremacía. Nace el Sabbat, que rechaza de plano la Mascarada: sus principios programáticos serán definidos ese mismo año de 1493 en Milán, feudo Lasombra, en el códice de Milán. Comienzan las guerras entre la Camarilla y el Sabbat.
También hubo vástagos que decidieron no unirse ni a la Camarilla ni al Sabbat. Entre ellos, los más importantes fueron sin duda los Assamitas, que por su destreza fueron usados por ambos bandos como asesinos. En 1496, sin embargo, la Camarilla logra rendir a los Assamitas, que han de prestarse a un ritual Tremere, como condición de paz, que les impide alimentarse de otros vampiros. Los seguidores de Set tampoco se unieron a ninguno de los dos grandes bandos, al igual que la ambiciosa antigua línea de sangre Giovanni, que, a pesar de pertenecer al clan Capadocio, se volvió contra él diablerizando a su Antediluviano y eliminando sistemáticamente al resto de los Capadocios. Los Giovanni llegarán a un acuerdo en 1526 con la Camarilla, que asegurará su neutralidad en el conflicto con el Sabbat y les reconocerá como clan a cambio de que finalice su caza de Capadocios. Todo esto, sin embargo, aún está lejos de ocurrir, y en 1519 los Giovanni no son bien vistos por nadie, y su implacable exterminio de los Capadocios continúa inexorablemente.
CASTILLA Y ARAGÓN.
En 1474, Isabel I llega al trono de Castilla. Su esposo, Fernando II, ocupará el de Aragón cinco años más tarde. Por este enlace, los dos Reinos más importantes de la península pasaron a estar gobernados por un mismo matrimonio. Aunque no se puede hablar de unión efectiva entre los dos Reinos, (ni administrativa, ni fiscal, ni militar, ni territorial...), sí se puede hablar de una política común de los dos monarcas. Castilla aportaba a la unión su peso como el Reino peninsular más extenso y poblado, con una naciente industria lanar. Aragón, por su parte, un Reino tradicionalmente mercantil y orientado hacia el mediterráneo, además del Reino de Sicilia, que los reyes de Aragón poseían desde 1282.
El propósito de los Reyes Católicos fue, principalmente, el de reforzar el poder de la monarquía frente a amenazas internas y externas. Para ello no sólo instituyeron la Inquisición -que pasó a depender de su control, más que del del Vaticano-, y expulsaron a los Judíos en 1492, sino que culminaron también la reconquista con la toma de Granada, momento en el que nominalmente dejó de haber presencia musulmana en la península. Reforzaron así mismo su poder frente a los nobles levantiscos y rebeldes, y aumentaron enormemente su control de las ciudades mediante la creación de la figura del Corregidor: representante del rey en una ciudad determinada. Los éxitos exteriores tampoco se hicieron esperar. Castilla financió la expedición de Colón, quedando así poseedora de un continente inmenso y lleno de riquezas por explotar. Aragón, por su parte, se hizo con el Reino de Nápoles en 1504, empezando con ello una serie de guerras con Francia por el control de la dispersa península Italiana que durarían gran parte de la centuria. Pero también en 1504 moría Isabel I, y en espera de que su joven hija, Juana (llamada más tarde "la loca") estuviera en condiciones de reinar, mantuvo Fernando II de Aragón la regencia de Castilla. El marido de Juana, Felipe el Hermoso, hijo del Emperador de Alemania y de la Duquesa de Borgoña, era realmente la única posibilidad de que Juana actuara realmente como Reina. Por desgracia, su muerte prematura en 1506 dejó a Juana desolada y a su hijo Carlos huérfano, con sólo seis años. Fernando II aprovechó la oportunidad para volver a la Regencia, encerrando a su hija en Tordesillas, dada su incapacidad para reinar y asumiendo el gobierno de Castilla junto al respetado Cardenal Cisneros. Aún le daría tiempo al ambicioso rey aragonés a conquistar el reino de Navarra en 1513, y unirlo desde entonces a la corona de Castilla. Sin embargo, a su muerte, en 1516, el desbarajuste sucesorio se hace aún más grave.
En teoría, con su hija Juana aún viva, ella pasaba a ser la reina nominal tanto de Castilla como de Aragón (y por tanto, de las posesiones de Castilla: Navarra y las Indias, y de las de Aragón: Sicilia y Nápoles). No obstante, nadie puede obviar la incapacidad de Juana para reinar, y mucho menos el sabio Cardenal Cisneros, que gobierna Castilla como bien puede. Enterados del problema, los consejeros de Carlos de Gante, hijo mayor de Juana y Felipe, le conminan a que se autoproclame, junto a su madre, Rey de Castilla y Aragón, cosa que hace en 1516. La jugada coge desprevenidos a castellanos y aragoneses, pero sucesoriamente es impecable, y resuelve el problema de la reina Juana. Muerto Cisneros al año siguiente, es patente que Castilla y Aragón precisan un soberano urgentemente... pero su alternativa es un joven altivo de 17 años al que desconocen, que ni siquiera habla su idioma y que nunca hasta ahora había pisado la península...
La península en la sombra.
Castilla es el feudo más importante del clan Lasombra, debido principalmente a su extensión dentro de los círculos eclesiásticos. Se cree que los Lasombra han visto con buenos ojos la política centralizadora de los Reyes Católicos, por cuanto ésta les ha permitido reforzar su autoridad en Castilla y Aragón. Prueba de ello es la purga que realizaron en la recién conquistada y cristianizada Granada de los elementos Assamitas que ocupaban la ciudad desde varios siglos anteriores. En 1519, con el Sabbat aún en precaria organización, Castilla y Aragón constituyen las bases más fuertes con las que cuenta la secta en todo el mundo, algo que la Camarilla no está dispuesta a consentir. La cabeza visible del clan en la península es, probablemente, el astuto Arzobispo Moncada, que desde su refugio en los sótanos de un monasterio en Madrid regula y dispone a su placer los designios del Sabbat. El norte de Castilla, tradicionalmente ocupado por los Gángrel, está muy despoblado tras el enfrentamiento de estos con los lupinos, que dejó a ambas fuerzas muy diezmadas. La fuertement amenazada presencia de la Camarilla se aglutina en Valladolid, regida por un príncipe Ventrue algo inexperto. Hay rumores sobre la actividad de mortales magos en Toledo, así como de la existencia de un núcleo Nosferatu. En Aragón, la presencia Lasombra tampoco es desdeñable, aunque Barcelona es una ciudad eminentemente tomada por los Toreador y un reducido grupo de Malkavian. En cuanto a Portugal, su naciente imperio comercial está controlado por los Brujah y los Ventrue, aunque, como en el caso de Barcelona, se aprecia el interés creciente de los Giovanni por adquirir su cuota de negocio.
FRANCIA.
Durante la Edad Media, Francia no era ni una sombra de lo que fue en el Renacimiento. En primer lugar, ni siquiera era un reino unido: estaba dominada por poderosos nobles que debían sólo una lealtad nominal al monarca, o que, directamente le hacían la guerra, como fue el caso de los duques de Borgoña. Otros, como los duques de Bretaña, ni siquiera le habían rendido pleitesía. Los reyes franceses, débiles, tuvieron que hacer frente además a una larga serie de guerras con los Ingleses que recibieron el nada exagerado nombre de Guerra de los 100 años y que no acabaron hasta 1453. En varias ocasiones estuvo el país que hoy conocemos como Francia a punto de desaparecer para siempre de los libros de historia. Pero todo eso cambió paulatinamente, y territorio tras territorio los reyes franceses fueron acrecentando sus dominios. Los ingleses cruzaron nuevamente el charco y dejaron sólo un par de guarniciones simbólicas en territorio francés. Sólo Bretaña permanecería independiente hasta 1532. Pero a principios del siglo XVI, Francia ya era una potencia europea de primer orden, capaz de operar en el extranjero. La joven mirada de su rey, Francisco I, se posó entonces en la jugosa Italia y en 1515 conquistó Milán. Francia no se detendría ahí...
Francia en la sombra:
Francia es el bastión Toreador por excelencia en Europa, y su preeminencia en el país es incontestable incluso en París, objeto tradicional de las miradas de los Ventrue. Tradicionalmente, las alianzas francesas con las repúblicas Italianas de Florencia y Venecia han servido a los Toreador franceses como puerta de entrada en los feudos de sus primos italianos; entre ambas comunidades hay una buena relación. Otro clan con notable presencia en Francia son los Gangrel, en los extensos bosques de Auvernia, que rara vez suelen abandonar.
INGLATERRA.
No sólo la guerra de los cien años había sido desastrosa para los franceses, sino que había debilitado enormemente a los ingleses, que además asistieron durante el siglo XV a la más sangrienta guerra civil que probablemente vio un país europeo durante la Alta Edad Media. La guerra de las Rosas enfrentó a las casas de York y de Lancaster por el trono inglés, en una lucha fraticida que acabó por extinguir ambas casas. Finalmente, un candidato de compromiso se alzó desde las ruinas de la agotada y diezmada nobleza inglesa: un joven de la casa Tudor fue coronado con el nombre de Enrique VII. Fue un rey justo y cabal, lo cual evitó nuevos disturbios y permitió a la agotada inglaterra recuperarse de un periodo de guerra tan prolongado. Aún no demasiado interesada en intervenir en el escenario continental, Inglaterra ocupo a inicios del siglo XVI un discreto y sabio segundo plano. El sucesor de Enrique VII, Enrique VIII, en cambio, fue un dirigente algo menos comedido. Probablemente su obsesión por aumentar la grandeza de su Estado y la continuidad de su linaje le llevaran a repudiar a su esposa Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos, y a rechazar el catolicismo, provocando un cisma con la iglesia de Roma que acabaría por instituir la iglesia anglicana en Inglaterra... Pero esto no ocurrirá hasta la década de 1530: en 1519 Enrique VIII sigue casado con Catalina de Aragón, está en tratos para emprender una alianza con los españoles y permanece aún en el seno del catolicismo. Tanto que ha escrito un libro contra las herejías de Lutero que ha hecho que el Papa le otorgue el título de Defensor de la Fe...
Inglaterra en la sombra:
Inglaterra fue, durante la Edad Media, uno de los más perfectos ejemplos de organización política entre vástagos de Europa. Regido férreamente por Ventrue y Brujah, mucha de la experiencia adquirida durante los siglos oscuros está siendo vertida directamente en la creación de la Camarilla. En 1519, el dominio del país sigue estando en manos de ambos clanes, que han revalidado su alianza con la fundación de la Camarilla. En las umbrías y densas zonas boscosas de Escocia y Gales, por supuesto, no es extraño encontrar a miembros del clan Gangrel.
ITALIA.
Italia no será un país unificado hasta el siglo XIX. Hasta entonces, su territorio estuvo formado por una multitud de entidades, desde pequeñas ciudades estado hasta grandes reinos feudales, pasando por repúblicas mercantiles y, por supuesto, por los estados pontificios. Pese a todo, hay un sentimiento nacional latente, que se hará patente cuando los españoles y los franceses posen sus manos aviesas en los territorios de la península itálica. Un veneciano puede odiar a un florentino, pero, al fin y al cabo, lo preferirá al francés o al castellano. Los grandes poderes visibles de Italia son las repúblicas de Génova y Venecia, cada una a un extremo de la península, basadas en el comercio marítimo, se encuentran en un momento de decadencia desde la conquista en 1453 de Constantinopla por los turcos, que liquidó sus vías de acceso a las especias de la India. Desde entonces, languidecen entre lujos y despilfarros, aunque siguen conservando un poder naval nada desdeñable. En el Norte de Italia se encuentra el poderoso ducado de Milán, perteneciente a la familia Sforza, famoso por su poderío militar y su inexpugnabilidad, que sin embargo, poco valió frente a las fuerzas francesas, que ocupan el ducado desde 1515. Un poco más al sur está la prestigiosa República de Florencia, cuna del humanismo y de las artes italianas: gobernada por la familia de los Medici, la ciudad ha de hacer frente a las cada vez más insistentes presiones francesas. Cerca de Florencia, ocupa el centro de la península una extensa red de territorios que se encuentran bajo el dominio del Papa. Los Estados Pontificios son los dominios territoriales del trono de San Pedro, que, como es sabido, tuvo en el siglo XVI a algunos ocupantes nada recomendables, dados a todo tipo de ambiciones e intrigas maquiavélicas. Sin embargo, el actual pontífice, Leon X, pertenece a la familia Medici de Florencia, y como tal, es un hombre refinado e instruído, más dado al patronato artístico y a la extravagancia estética que a la lucha contra la amenaza protestante alemana. El sur de la península itálica, por último, lo ocupa el extenso Reino de Nápoles, un reino feudal, agrícola y atrasado que está desde 1504 en poder de Aragón, como la isla de Sicilia.
Italia en la sombra:
La fragmentación política de Italia también tiene su contraparte en el mundo nocturno, no existiendo ningún clan que ostente la primacía de todo el territorio. Empezando por el norte, los Lasombra controlan férreamente Milán, ciudad en la que se firmó entre este clan y el Tzimistze el famoso códice que dio carta de fundación al Sabbat. La república de Génova, en decadencia comercial pero con un importante poderío marítimo, está regida por una frágil alianza de Brujah y Ventrue. Venecia es, como se sabe, el feudo de los Giovanni, desde donde organizan la caza a gran escala de Capadocios y su infiltración en el resto del territorio italiano. Florencia, cuna de artistas, pertenece plenamente a los Toreador italianos, firmemente apoyados por sus hermanos franceses. Roma es, por el contrario, una ciudad en disputa. Tradicionalmente está regida por los Ventrue, pero la infiltración de los Lasombra en la jerarquía eclesiástica es virulenta y ha amenazado la primacía de los Ventrue en la ciudad. También muestran interés en ella los Toreador y los Giovanni, y sus catacumbas son, según se dice, un nido importante de Nosferatu. Los Brujah, por otro lado, prefieren no pisar la ciudad, y mantienen más o menos el control de Nápoles y Sicilia.
SACRO IMPERIO.
De la misma manera, que Italia, lo que hoy es Alemania presenta en el siglo XVI un aspecto mucho más diverso y disgregado de lo que podríamos imaginar. El Sacro Imperio es, al menos nominalmente, el heredero del Imperio Romano en Occidente. En realidad, se trata de un estado muy disperso, formado por cientos de entidades políticas diversas: repúblicas, ciudades imperiales, principados eclesiásticos, ducados... Geográficamente abarcaría la actual Alemania, Austria, el Norte de Italia, los Paises Bajos... a pesar de que su poder y la autoridad que tiene en estos territorios es muy limitada, el título de Emperador es el más prestigioso de la cristiandad, pues en teoría tiene preeminencia sobre el resto de líderes europeos. Otra particularidad lo hace deseable: no es un título hereditario, sino electivo. Muerto el emperador, los siete electores -siete grandes nobles del imperio: los obispos de Colonia, Tréveris y Maguncia, el duque de Sajonia, el conde Palatino, el Margrave de Brandemburgo y el Rey de Bohemia- eligen a uno nuevo. Con este sistema, en teoría, cualquier monarca de la cristiandad puede llegar a ser Emperador del Sacro Imperio. En la práctica, no obstante, la familia austriaca de los Habsburgo, que obtuvo el título en 1452, está dispuesta a hacer lo que sea -incluyendo la coacción y el soborno- para que el título permanezca en su familia: no es mala idea, por otro lado, pues las numerosas posesiones austriacas, bohemias y húngaras de la familia -que la convierten en la más poderosa del Imperio- hacen que el Emperador pueda demostrar la autoridad de su título con dinero y ejércitos, algo poco frecuente. Y en estos tiempos, en que por los dispersos estados de Alemania se difunde como la polvora la reforma protestante de un monje sajón, Martín Lutero, y en que la amenaza de los turcos en el este crece a pasos agigantados, no son pocos los que consideran urgente que el Emperador sea, en vez de una figura de adorno, un gobernante poderoso. El 12 de Enero de 1519, sin embargo, muere el Emperador Habsburgo, Maximiliano I. Su hijo, Felipe el Hermoso (esposo de Juana la Loca), que habría sido el candidato Habsburgo para suceder a Maximiliano, había muerto 13 años antes. Los electores han de reunirse ahora para decidir quien será el próximo Emperador de una Alemania convulsa, en unas elecciones complicadas para las que ya se ha postulado el soberbio Francisco I, rey de Francia, y el nieto de Maximiliano, el joven Carlos de Gante...
Alemania en la sombra:
La alta política del Imperio ha estado, desde tiempos medievales, en manos de los Ventrue: desde su cuartel general en Viena, además, tienen un lugar privilegiado para dirigir y controlar los movimientos de la dinastía austríaca reinante, los Habsburgo. Sus grandes enemigos en estas tierras, los Tzimisce, aún controlan grandes extensiones de terreno en el este del imperio: Bohemia, Hungría y Transilvania. Debido a la cercanía de estos fabulosos enemigos, el clan Ventrue ha ofrecido a los Tremere albergarlos en Viena, pues los magos vampiro están demasíado cerca del campo de batalla con los demonios. Es de esperar que los Tremere, que mantienen una buena relación con los Ventrue alemanes, acepten. En cuanto a los frondosos bosques de la Selva Negra, son el hogar milenario de Gangrel y Nosferatu. Y, por último, en los Paises Bajos también rigen los Ventrue, fervientemente consagrados al comercio marítimo.
LA REVUELTA DE LAS COMUNIDADES DE CASTILLA.
Como ya sabéis, es el acontecimiento histórico en el que vamos a desarrollar esta partida. El artículo de la wikipedia es muy detallado y explicativo de lo que fue, aunque a medida que vayan sucediendose los acontecimientos iré poniendo un resumen general.
En primer lugar, lo que me parece más importante comentar al principio es que la revuelta de los comuneros fu esencialmente urbana, es decir, que se originó, tuvo lugar y se desarrolló en las ciudades. En el Reino de Castilla, había 18 ciudades que tenían voto en cortes:
Es decir, eran ciudades que tenían el derecho de mandar dos representantes cada vez que el rey mandaba reunirse a las cortes, cosa que los reyes solían hacer cuando necesitaban dinero. Así pues, estamos hablando de ciudades con una cuota importante de poder político, puesto que de ellas dependía -en teoría-, votar los impuestos que pedía el Rey, y por tanto, eran la clave para la financiación de la política real.
DISTRIBUCIÓN GEOGRÁFICA DE ESPAÑA:
Dado que creo que algunos de nuestros compañeros no son españoles, pero la partida va a suceder en España, pongo un mapa del país para que puedan consultarlo y saber la localización de un sitio u otro, las distancias que hay, etc.
OJO, éste es un mapa actual de España, con una división en provincias moderna. En 1519, en lo que hoy es España había dos Reinos: el de Aragón, en el este, (en el mapa, las provincias de Valencia, Alicante, Castellón, Barcelona, Tarragona, Gerona, Lérida, Huesca, Zaragoza y Teruel, además de las Islas Baleares) y el Reino de Castilla, en el oeste, que ocupaba el resto del territorio. Navarra -al norte, entre ambos reinos- acababa de ser conquistada por Castilla.