Fueron aquellos unos años duros también para nosotros, que estábamos en las sombras.
Y por eso alguna vez, ahora, tan lejos de aquello, imaginamos con cierta avidez que todo habría ocurrido de manera muy distinta si la Mano que barajaba los naipes se hubiera detenido antes. Tan sólo un segundo antes.
Y a veces contemplamos esa posibilidad, nosotros, que estaremos en las sombras, y chasqueamos nuestras lenguas con placer. Y pensamos en cómo podría haber sido todo, tan distinto, si la Mano hubiera escogido de otra manera.
Pero no fue así, y todo sucedió como está escrito, y se vio que era justo que la Mano sólo extrajera ocho naipes de su mazo. Ocho posibilidades de entre las infinitas tramas del azar y el destino. Eso hizo la Mano, y nosotros, que estamos entre las sombras, fuimos testigos.
Ocho naipes, ocho relámpagos en la sombra. Ocho arcanos mayores.
Y ésta, si escucháis, es su historia.
VIII. LA FUERZA.
Y el primero de los naipes fue éste: la fuerza. Los antiguos arcanos muestran a una mujer con guirnaldas de brezo a modo de cinto y corona, vestida de blanco y con cabellos claros, pero es sin duda un arquetipo masculino. La doncella que sujeta la boca del león es sólo el principio femenino que la rige: la paciencia, el control, la seguridad. Porque no alimenta a la bestia, como algunos han querido suponer: la educa, la moldea, la corrige, la controla. La fuerza enseña sobre todo los beneficios de su propio control. Y así ha de ser, si se quiere dominar a la bestia que todos llevamos en nuestro interior.
Y dijo la Mano, cuando sacó la primera carta:
"Un día vendrá uno al que temeréis por sus ojos de animal, y al que odiaréis porque podrá ser vuestro fin. Comprenderéis que sus garras son temibles enemigos en una noche oscura, y os estremeceréis horrorizados ante su cercanía. Un día vendrá éste que os digo, pero no traerá destrucción en su mano enguantada en la sangre de sus adversarios. Una antigua fuerza sujetará en él a la Bestia, y conoceréis la lealtad, y conoceréis el honor, y entonces ya nunca más lo temeréis.
Pero ese será sólo vuestro primer error..."
XIV. LA TEMPLANZA.
Y el segundo de los naipes fue éste: la templanza. Y algunos ven en él el control de las fuerzas de la naturaleza, pues su pie se moja en el río y el agua obedece a sus manos. Pero otros, en las dos copas cuyo contenido intercambia sin derramarlo, han creído ver el dominio absoluto y sereno que garantiza un gobierno justo y honorable. Y por eso el sol, brillante y majestuoso, es una corona, símbolo del poder; y también por eso el hombre tiene los ojos cerrados, pues ve a través de los ojos de su alma, de su corazón triangular -la figura geométrica más simple, pura y perfecta- y de la luz brillante que hermana su frente con la corona del sol.
Y dijo la mano, cuando sacó la segunda carta:
"Esta es la templanza, y sólo a ella le corresponderá el dominio de lo que es bueno, y de lo que es justo. Y vuestros hermanos, los vástagos de la noche, habrán de someterse a él o ser destruídos por su cólera. Pues sólo él habrá dominado los secretos de la luz, enemiga de los de su clase, y sólo él podrá portar el trueno que restaure el órden donde la oscuridad hace tiempo que mora. Y hay algunos que ven en Él un dios ya olvidado, al que veneran en los bosques del norte.
Pero sobre esto no tengo aún una opinión muy clara."
O. EL LOCO.
Y el tercero de los naipes no tenía lugar, pues nunca había existido y todos sabían que no era como los demás. Era el loco. Los antiguos dibujan con él a un joven que está a punto de comenzar un largo viaje, sin saber que entre sus siguientes pasos se encuentra el abismo. Representa el aprendizaje y la irracionalidad que genera el orden desde el caos mismo. Es el contrario de la muerte, del fin. La locura es un comienzo y una bendición; por eso luce el sol cuando el loco se pone en camino, y por eso le acompañan las fuerzas de la naturaleza: el perro y la flor. Pero el loco es también el bufón, el último de los personajes de la corte del Rey, el más insignificante de sus servidores. Y como suele ocurrir, el primer disfraz que elegiría el propio Rey de estar en peligro.
Y dijo la Mano, cuando sacó la tercera carta:
"Este es el loco, al que muchos de vosotros despreciaréis hasta que sea demasiado tarde para rectificar. Pues la locura es sólo la visión del espejo invertido, y marca sus propias reglas, aunque estas las desconoceréis. Éste es el loco, el producto de un crimen aberrante, el objeto más inocente de un caos arbitrario e ignominioso, de un aparente azar, pero que restaurará la naturaleza desde la informidad del cosmos. Pues su tortuoso destino, aunque esto aún no lo sabe, es el de traer orden al caos desde el propio reino de la demencia. Y vendra en lugar de otro, al que algunos creían vencido, a cumplir su voluntad sin saberlo.
Y será sabio en su locura, y loco en su sabiduría, pues está escrito que sabio es el que conoce muchas cosas y loco el que sólo conoce una..."
XVIII. LA LUNA.
Y el cuarto de los naipes fue éste: la luna. Y todos los presentes se congojaron, pues en realidad presagia la tristeza y la soledad. Muchos ven en él la fuerza femenina arrinconada, enmarcada por las dos torres que parecen limitar su expansión. Y por eso está sometida a las torres, y los perros la vigilan, con sus insistentes ladridos, para que nunca se olvide de su naturaleza. Su único poder, en ese estado, es a través del reflejo, de la imagen impuesta en otra superficie, y por eso su figura desciende con calma hasta las aguas de un estanque. Pero el cangrejo que guarda el estanque permanece como aviso a los incautos de que todo el poder de la luna, en definitiva, no es más que una ilusión.
Y dijo la Mano, cuando sacó la cuarta carta:
"Ésta es la luna, y en ella veréis el destino de las mujeres de esta época, y su brillo agónico tras la torre y el vigía. Pero en realidad no se refiere sino a una de todas, una que pudo evadirse. Y era pálida, mucho más que este dibujo que véis, y aunque los perros se pelearon por su alma hasta hacerla pedazos nunca pudieron vencerla del todo, y sobrevivió a los intentos de ser manipulada por unos y por otros. Se alzó contra un enorme mal que pretendía cambiarla de raíz y pudo triunfar donde muchas fracasan.
Por eso su luz inunda hoy el estanque, plena de esperanza."