Partida Rol por web

El golpe me hace caer pero consigo sujetarme antes tocar el suelo y me vuelvo a levantar con el arma en alto,

-¿Quien vive?,buscamos al abate Sforza, ¿sabe donde esta?-

Entrecierro mis rasgados ojos cuando siento que algo pasa por entre nosotros y que casi consigue hacernos caer tanto a mi como a mi fiero compañero, compañero ? Qué diablos me está pasando...

Agarro la espada bastarda con ambas manos y me quedo en posición defensiva, sin avanzar mientras el gangrel (ahora sí...) parece musitar preguntando sobre nuestro objetivo más inmediato, el abad de la cátedra Sforza.

- Dejaos de insolencias y jueguecitos, y responded !! - la última palabra sale de mi boca con fuerza y determinación, quizá algo irritado.

En cuanto Pedro formula su pregunta, la música cesa súbitamente. Una voz estridente se hace oir desde el organo. El acento es italiano, sin duda, y suena demasiado burlona como para dar buena espina:

-¿El abate Sforza? ¿Lo buscáis? Bien, pues aquí me tenéis. Disponéis de muy poco tiempo para explicaros, dos veces nacidos, antes de que Strigoi separe las piezas de vuestro cuerpo y las vuelva a unir, algo en lo que, como habéis podido ver, es un consumado artista.

Una risita aguda sucede a sus palabras, y desde la oscuridad, el siseo se acentúa. Todo parece indicar que Strigoi, sea lo que sea quien responda a tal nombre, es la figura que se interpone entre vosotros y las escaleras, y probablemente la responsable de la agonía insoportable del hombre en el altar.

-¿Y bien? ¿Habéis venido a por el Libro?

Libro ?, me pregunto mientras por el rabillo del ojo intento divisar a la sombra que nos acecha.

- Me temo que os equivocáis abate. - digo con mi acento bohemiano y con calma - No estamos aquí por libro alguno. Esa rebelión... - me muestro pensativo - se han oido rumores, y tan solo venimos por información. -

Se referiran a la reliquia que dicen que robo Alvaro

Guardo mi espada

-Como dice mi compañero solo buscamos información, asi que baje para que podamos hablar-

Otra risita por respuesta.

-No, no bajaré. Y vosotros no subiréis. Esa es la razón por la que Strigoi está vigilando vuestros pasos. Podría deformar vuestra cara o hacer que vuestra columna vertebral se quebrara en mil pedazos con apenas tocaros. O, y en esto es un consumado experto, luxar cada articulación de vuestro cuerpo y agujerear vuestros órganos internos manteniéndoos vivos en el proceso, como temo que le ha pasado al pobre Regidor Espinosa aquí presente. Claro, que el idiota tuvo la escasa inteligencia de votar a favor de los impuestos del nuevo rey en las Cortes, y eso no podemos permitirlo... -Su voz es estridente, y realmente parece divertirse mientras habla. En la sombra, notáis los movimientos silenciosos de Strigoi, que mide probablemente vuestras defensas, listo para atacar- ¿No venís por el Libro? Mejor aún, no lo encontraréis aquí. Su portador partió para el sur, hacia Toledo. Una lástima, habría sido tan hermoso haber conseguido el Libro... pero esa vez Strigoi falló y su portador se escurrió entre sus garras. Algo que no suele suceder muy a menudo, debo decir. En cualquier caso, no importa. No necesitamos el Libro, pronto todo el Reino se alzará. Y vosotros, pobres marionetas, doblemente nacidos, deberéis decidir entre vuestra muerte o la obediencia...

Una sonrisa maliciosa se muestra en mi rostro cuando el abate nos descubre el paradero del cainita. Aún con mi espada en ambas manos, lanzo una ojeada a Pedro Garcés al cual no parece hacerle gracia la amenaza del abate Sforza.

- Entonces vuestro fiero guerrero no parece tan perfecto como mencionáis. Decís que no dseáis obtener el Libro ? No nos interesa su rebelión, tan solo daremos caza al que tantos problemas le causó a su guardaespaldas. -

Mi intención es salir de la catedral sin armar más escándalo, obtenida la información que nos interesa, insto al gangrel a salir de ahí cautelosamente si no tiene más que preguntarle al abate.

Una vez que parece que hemos obtenido la información necesaria para continuar nuestro viaje me doy por satisfecho.

No se han resuelto todas las preguntas pero por lo menos tenemos un camino que seguir

-Pues venga vayámonos, tendremos que dejar esto para otra noche, pero antes tengo que hacer una cosa-

Me encamino hacia el hombre deformado sacando la espada hasta pararme a su espalda

-Que el señor te reciba y proteja-

Y le doy un golpe con la espada para decapitarlo

Cuando Pedro saca su espada, aun habiéndose alejado de la escalera del órgano, Sura puede oir el rápido movimiento de Strigoi, que se agita y sisea en la oscuridad. Inconscientemente, el bohemiano ase el pomo de su espada, preparándose para desenvainar si la tensa figura de la sombra se dispone a atacar. Por fortuna, una vez que Pedro ha cumplido con su piadosa acción, la voz estridente del abate rompe el tenso preámbulo de una tragedia:

-¿Veis? Y por eso seréis derrotados. Vuestra piedad os hace débiles, estúpidamente débiles. No hay nada en el dolor ajeno que sea vergonzoso para nosotros, del mismo modo que el cazador no se interroga por el dolor de la presa que abate. Algo de lo que vosotros deberíais saber, pues sois lo más parecido a unos cazadores que existen en vuestro bando. En cambio, Strigoi... bueno, él no habría dejado que la piedad, algo que apenas conoce, se interpusiera en su camino. Y por eso os matará, si nos volvemos a encontrar en otras circunstancias. Ahora partid -rie-, partid y encontrad el Libro y a su portador. Segovia queda en buenas manos...

El cadáver del Regidor Espinosa cae como un pesado fardo en el suelo. Pedro puede ver a la débil luz que entra por las vidrieras las enormes deformidades que se multiplican en su cuerpo, los huesos desencajados punzando la piel desde el interior de su anatomía, las mil hemorragias cauterizadas, las articulaciones tintineantes y las laceraciones ardientes. El suspiro del hombre al expirar -quizá un efecto auditivo, pues el espadazo ha sido certero y firme-, ha sido sin embargo de paz.

Lo que sucede después es rápido. Sura retrocede, sin dar la espalda a la oscuridad en la que se desliza Strigoi, siempre con la mano en la espada y los músculos tensos. Pedro no se digna a mirar ni al órgano ni a la oscura amenaza: simplemente abandona el lugar, asqueado de tanta crueldad gratuita. Finalmente, Soho se reune con él en el exterior.

Estais fuera. A lo lejos las llamas presagian nuevos incendios, y cerca del Alcázar se escuchan torpes intentos por organizar un asalto condenado al fracaso. Algunos comuneros descienden a toda prisa las cuestas de la ciudad cargando armas y pertrechos.

La guerra ha comenzado. Y es peor de lo que imaginábais.

Me dirijo hacia la salida de la ciudad

-Bueno parece que ya tenemos nuevo destino, abandonemos la ciudad antes de que las cosas empeoren-

Me despido cortésmente del abate inclinándome ligeramente y aparto mis manos del pomo de mi gran espada bastarda.
- Le aseguramos que se hará. - Dice el Ventrue con convicción.

Tras ello, da media vuelta y sigue los pasos del Gangrel a través de la catedral y hasta la puerta de salida. Afuera las cosas no han mejorado, y las masas se agolpan a los pies del alcázar en un inútil intento de asaltarlo, simples peones, el Ventrue siente una punzada de lástima por ellos durante un instante, hasta que Pedro Garcés le comenta algo acerca de su camino.

- Sí, vayamos cuanto antes, aún falta para el amanecer.

Montado en su caballo, el bohemiano se encapucha y cabalga hacia la oscuridad, hacia las afueras del castillo, destino, Toledo.

Abandonáis Segovia cuando ya los fuegos se alzan por encima de los tejados, más allá de los muros. La rebelión sigue en marcha, y si está alentada por tipos como el inclasificable Sforza, teméis que todo pueda empeorar mucho más. Por otro lado, su reacción os intriga de alguna manera, pues os ha dejado marchar libremente, y su interés por ese misterioso Libro, y por su portador (tras cuya pista os ha puesto), es altamente inquietante.

Sin más, vuestros caballos toman camino del sur, hacia la ciudad imperial de Toledo...