Vamos… dijo Jack a Frank sabiendo que éste había dado buena cuenta de su trabajo. No había estado mal. Había sido rápido y limpio. Aún recordaba aquella vez en la que uno de esos infieles había sacado de manera sorpresiva una escopeta recortada. La potencia de fuego le había cogido desprevenido. Y casi le cuesta la vida.
Pero el gran Señor me protege. Me libra del Mal…
Fue entonces cuando llegó Frank. El soldado era bueno en su labor. No hacía preguntas. Obedecía y lo mejor de todo, no tenía remordimiento alguno. O eso parecía.
La luz del sol asomaba ya por detrás de las montañas. Las gotas de lluvia habían cesado de caer desde el cielo. Ahora caían pesada y remolonamente desde las hojas de los árboles. Testigos mudos de todos los hechos acaecidos aquí no solo esta noche, sino muchas otras noches desde hace muchos años atrás.
Rubí expira sonoramente, siendo la última en abandonar el mundo terreno. La sangre de Jimmy, Steve, y la propia Rubí corrían como pequeños afluentes, uniéndose uno a otro formando un río rojo que terminaba en el barro. La tierra, saturada de agua, no parecía hacer ascos a la sangre, que era absorbida con fruición.
Limpiemos esto… La misión de cada uno estaba perfectamente establecida. Frank se dirigió al camposanto del Convento. La fosa que debería excavar tenía que dar capacidad a siete cuerpos. Eran muchos… Más de lo habitual. El matón volvió al vehículo, a por la pala y otras herramientas. Mientras Jack registraría a los chicos y al lugar.
Vaya… ¿qué tenemos aquí? El oscuro sacerdote no se equivocaba nunca. Sabía que esta chica era una buena apuesta. Es una lástima.
Saca curioso el diario de la mochila de la joven gótica. Lo hojea por encima… Miroslava… Maldita zorra. Jack nunca conoció a la hermana Miroslava, pero en su cabeza y su corazón quedó etiquetada como una “maldita traidora”. Aún así, el Diario tenía información importante. Y estaba escrito en las fechas en que todo comenzó. Era un buen documento que no merecía ser destruido.
Frank regresa unos minutos después. En el vestíbulo del edificio principal tenemos a otro…
Ocho, por tanto. A los que habrá que sumarle tres más: el enterrador, su mujer y el mocoso de su hijo. Han hecho una buena labor estos años. Pero esta vez no han tenido suerte. No hay de qué preocuparse, la lista para ocupar sus puestos es extensa y deseada. En total son once.- contesta Jack. Y continúa tras unos segundos de reflexión: - Menuda masacre. La madre superiora estará satisfecha…
Es casi mediodía cuando Frank termina de echar la última pala de tierra sobre la fosa común. Fue especialmente complicado encontrar el cuerpo del pequeño. Esos cabrones no se andaban con chiquitas- piensa Jack al observar el estado en que han quedado el enterrador (encontrado en la planta superior del Convento), de su mujer (encontrada en el mismo cementerio) y de su hijo (encontrado en los límites exteriores del Convento). Había sido una noche muy violenta. Frank amaga hacer la señal de la Cruz al terminar su trabajo. Pero lo interrumpe disimulando cuando se da cuenta de que Jack no le quita la vista de encima.
Vámonos de aquí. Tenemos que informar en la Asamblea esta noche.
Días más tarde, en un tablón de corcho de la Comisaría de Policía Local, un oficial cualquiera colgaría las fotos de Rick Fabiano, Rubí Johnson, Gregory Skilton, Jimmy Skilton, Steve Skilton, Mark Spinner, Elizabeth Hutchinson y Marcos Sáenz. Fotos de baja calidad, pixeladas y en blanco y negro. Debajo de cada una de ellas, el siguiente mensaje:
“Desaparecido. Si lo ves o sabes de su paradero, llama al 911”.
Existen muchos manuscritos medievales que son un verdadero enigma para muchos. Sus contenidos, sus ilustraciones y su historia son sinónimo de misterio. El más grande de todos ellos es el conocido como Codex Gigas o “Biblia del diablo”. Mide 92 x 50,5 x 22cm y contiene 624 páginas iluminadas con tintas roja, azul, amarilla, verde y pan de oro y tiene un peso de 75 kg. De su interior faltan algunas páginas, que en algún momento de la historia fueron arrancadas, ignorando el contenido que pudieran tener.
El Codex Gigas está considerado como el último gran manuscrito, ya que en las fechas en las que fue creado comenzaban a aparecer en París las Biblias de pequeño formato y un solo volumen. La ilustración del Diablo entronizado en una de sus páginas fue lo que le valió el famoso apodo de Biblia del Diablo.
En la época medieval el manuscrito figuraba entre las maravillas del mundo y se le atribuía un enorme valor material. La autoría del pliego se le otorga al monje Herman el Recluso del monasterio de Podlažice. Más tarde, éste monasterio empeñaría el manuscrito al monasterio cisterniense de Sedlec. Más tarde, sería comprado de nuevo por los benedictinos, pero esta vez en el monasterio de Břevnov, financiando la compra el arzobispo de Praga. En todos los casos, el manuscrito siempre se encontró en sus orígenes dentro de la provincia de Bohemia, en la República Checa.
Allí estuvo hasta que en 1594, Rodolfo II, gran amante de cualquier obra enigmática, transfirió la obra a su colección personal en el castillo de Praga. Medio siglo más tarde, tras la Guerra de los Treinta Años, el castillo fue expoliado por el ejército sueco y el libro, junto a muchos otros tesoros, pasó a formar parte de la colección de la Reina Cristina de Suecia. Desde entonces se encuentra en ese país, primero en la biblioteca real y más tarde, desde 1877, en la biblioteca nacional de Suecia, en Estocolmo.
Su contenido, sin duda, es lo que hace de este manuscrito un volumen especial, único y enigmático, alejándolo de las biblias típicas manuscritas de la época.
El Codex incluye, entre otros muchos temas:
El Antiguo y Nuevo Testamento.
Traducciones latinas de Flavio Josefo, Antiquitates Iudaicae y De Bello y ss Iudaico, trabajos sobre la historia de los Judios.
Las etimologías enciclopédicas de Sevilla, en veinte libros, de Isidoro.
Ocho libros médicos. Los primeros cinco de origen griego o bizantino, que bajo el título de Ars medicinae fueron lectura obligatoria para estudiantes de medicina en el sur de Italia a partir del siglo XII. Al final estos libros se convirtieron en textos de medicina en toda la Europa medieval.
Los otros tres tratados médicos se dedican a la medicina práctica y fueron escritos por Constantino el Africano, que fue monje benedictino sobre la mitad del siglo XI en Monte Cassino, suponiéndose traducciones de éste de otra serie de escritos médicos árabes.
Tras el final del Nuevo Testamento se encuentran sus famosas ilustraciones, una de la Jerusalén celestial y, enfrente, la del famoso diablo.
En páginas siguientes se encuentra una confesión de los pecados y una serie de conjuros escritos en gran formato.
La Crónica de Bohemia, escrita por Cosmas de Praga.
La Regla de San Benito.
Calendarios.
Listas de nombres, presumiblemente de los miembros o benefactores de la comunidad monástica local.
Santoral y Esquelas.
Todo esto, mezclado con textos cortos de antiguas historias, curas medicinales y encantamientos mágicos. Un peculiar puzle que recogió en su día los textos más importantes en varias materias, junto con fechas y nombres, para convertir el manuscrito en un ejemplar único.
A parte de la ilustración antes mencionada de Satanás en una de sus páginas, la verdadera leyenda que siempre ha acompañado al manuscrito cuenta que el supuesto monje Benedictino al que se le atribuye la obra, fue condenado a ser emparedado vivo por un grave crimen y, para que la pena le fuera condonada, el monje propuso crear una obra monumental y única que todos alabarían y que llenaría de honores al monasterio y, si eso fuera poco, la ciclópea obra sería escrita por él en tan solo una noche.
Los monjes permitieron al atrevido escriba llevar a cabo su imposible tarea que, a la mañana siguiente, presentó su gigantesco libro acabado y reluciente.
Nadie podía creer que tan magna tarea hubiese podido ser realizada en tan corto periodo de tiempo y no se tardó en rumorear que el joven monje, para cumplir su promesa, había solicitado la ayuda del mismísimo Satanás, y que fue éste y no el escriba el que escribió todos y cada uno de los caracteres del manuscrito.
Mito y leyendas, lo cierto es que el Codex Gigas ha conservado su poder de atracción hasta día de hoy. De un precio incalculable, ha sido codiciado por muchos y los intentos de robo se han repetido a lo largo de la historia. Temor y obsesión, quien sabe si con algún mensaje oculto o sobrenatural que todavía permanece allí, esperando a que algún avezado lector se atreva a descifrar las auténticas palabras del Diablo.
Todo el mundo sabio de siglos pasados se había centrado en “El Libro”. Pero lo más importante no estaba allí. Lo verdaderamente relevante, la palabra del Mal, estaba en esas hojas perdidas en la noche de los tiempos.
La fecha exacta es totalmente desconocida, probablemente ocurriera entre los siglos XIV y XV. Un monje benedictino, demasiado amigo de lo oscuro, consiguió entender el mensaje encriptado de esas inquietantes páginas. Mensajes metidos dentro de textos, para pasar desapercibidos a los ojos de los “expertos”.
En total, un conjunto de casi cincuenta páginas fueron arrancadas aquí y allá a lo largo del Códex. El monje las guardó celosamente hasta su muerte, momento a partir del cual comenzó a correr esta leyenda paralela, que pronto quedó eclipsada por el impresionante influjo que ejercía “El Volumen Principal”. La leyenda cayó pronto en el olvido, excepto para algunos iluminados.
Los nazis fueron especialmente famosos por emprender campañas de búsqueda de elementos de poder mitológicos que les dieran secretos únicos que garantizaran su victoria sobre los pueblos. Una de esas campañas tenía como objetivo localizar esas cincuenta páginas supremas. Y lo lograron. En las catacumbas de un castillo en Checoslovaquia dieron con la misteriosa caja que contenía el ansiado tesoro. Ésta fue trasladada bajo el mayor de los secretos al cuartel general del III Reich, donde iba a ser descifrado.
Pero el monje, aunque fue capaz de entender las palabras del Diablo, no dio instrucciones para ello. Y nadie fue capaz de desvelar el secreto durante la guerra.
Cuando los aliados entraron en Berlín, dieron con el objeto, y lo trasladaron a Washington. Pero los americanos no le dieron la importancia que tenía. Así que fue donado como “gran cosa” a un Convento Dominico perdido en las montañas del estado de Washington, al otro lado del país.
La Madre Superiora fue consciente desde el principio de que estaba ante un conocimiento trascendental. La clausura del Convento y lo aislado del lugar había provocado que la Monja no fuera tildada de Bruja tiempo a. Sentía inclinaciones oscuras y atesoraba una importante colección de libros esotéricos guardados en lo más recóndito de la biblioteca del Convento. Una noche, a la luz trémula de las velas, la Santa no daba crédito. Ante sus ojos estaba. Claro y diáfano como la luz del día. Las palabras del mismísimo Demonio. Una prueba irrefutable de que el Príncipe de las Tinieblas existía, y de que había hablado a los humanos.
La Monja actuó como tenía que actuar. El secreto fue compartido con alguna monja muy cercana. La orgía de sangre tuvo su inicio. Pronto determinados curas y altos cargos fueron específicamente informados, y un selecto grupo de personas conformó un círculo de poder. Nació la Congregación, con un único objetivo: proteger el conocimiento hasta que llegara el Día.
El Diablo había regresado, y había tomado como hogar el Convento.
Oh Dios mío, líbranos del Mal – rezaba en su última página el Diario de Miroslava.