Partida Rol por web

Ya no sabían cuanto tiempo llevaban dando vueltas por esas zonas montañosas, pero el agua empezaba a escasearles. Seraphine y Luisa no sabían si estaban más cansadas o enfadadas con el hombre que, en el cruce entre el camino con el río Egion, les había indicado que siguieran un camino equivocado. Eso les había retrasado mucho y donde ellas creían que ya estarían disfrutando de una cena caliente, solo había más y más montaña.
Tras tres días, quizás cuatro, Seraphine, que montaba guardia mientras Luisa se preparaba para descansar, se ve alertada por la presencia de un ser que ya no se encuentra en el mundo de los vivos. Un hombre vestido de forma extremadamente humilde pero con la cabeza llena de sangre se deja ver entre unas rocas. Al parecer, no se encuentran tan lejos del pueblo al que van, ese hombre proviene de allí y aunque lleva años muerto, todavía recuerda vívidamente el camino de vuelta.
Con la ayuda de ese hombre y la confianza de Luisa en las palabra de su compañera, ambas alcanzan a ver las estructuras de un pueblo metido en las montañas, no demasiado lejos de donde han salido. La emoción las embarga, pero antes de que puedan dar un solo paso, el hombre fantasmal advierte a la medium de unos carros que se alejan por el camino.
Con una mirada rápida, en un pequeño giro, el logo del circo Moralta resalta a la luz de la luna. Sus miradas se cruzan y dos segundos después, ambas corren como locas, gritando a los ocupantes que se detengan. Son las personas que buscan y, si no lo son, sabrán dónde encontrarlas.
Varios metros de perseguirles dejan claro que no son capaces de escucharles, así que Luisa, en un último intento, suelta su cañón, causando un gran alboroto y utiliza toda su fuerza para alcanzar el último de los carros, que se eleva en el aire cuando lo levanta de la base. El caballo asustado, relincha tan alto que, por fin, los carros se detienen.
Un hombre se baja del primer carro, a la vez que una mujer se baja del segundo de un salto. En el tercero, alguien grita, el conductor, probablemente.

El hombre se acerca, extendiendo un brazo frente a la mujer que parece más dispuesta  a atacar. Sus ojos parecían alertados, pero ahora observa las hazañas de Luisa con la boca ligeramente abierta.
-Impresionante... -Su mirada pasa del carro a la mujer, de vuelta a las desconocidas -. Soy Henewo Moralta... Voy a aventurarme a decir que nos buscáis -Con una sonrisa, su posición se relaja, aunque esto no se extiende a la mujer tras él, Arsa, que sigue en guardia.
-¿Podría bajar a nuestros amigos? -Pide, señalando el carro que se mantiene en el aire -Los gritos deben estar despertando a medio pueblo...

Luisa luce un semblante imponente mientras se mantiene concentrada, aunque probablemente lo que más influya en esto no sea su corpulenta complexión, sino el hecho de estar cargando con un carromato a pulso. Es una mujer joven de rasgos rudos y recios que porta ropas anchas que cubren su enorme cuerpo parcialmente. Aunque toda esta imagen de tipa peligrosa queda en nada cuando, ante las palabras del hombre, ruborizada deja el carro en el suelo suavemente para separarse un paso hacia atrás y responder entrecortada. L..lo.. lo siento... Llevamos días sin parar y hemos agotado nuestros víveres... Temíamos que no os percatárais de nuestra presencia y continuaseis con vuestro camino... Lamento mucho haber asustado a vuestros caballos... termina tartamudeante mientras cubre su rostro con ambas manos, aunque una de ellas tuviese el tamaño suficiente para tapar la cara de cualquiera de los presentes. Acto seguido y sin dar margen a la respuesta corre hacia atrás con gesto tímido como una niña que huye de una interacción con el chico que le gusta. Se acerca hasta el aparatoso artefacto que había dejado atrás cuando echó a correr para alcanzarlos, y cuando lo levanta los curiosos que estén prestando atención a la escena observan como vuelve al grupo con un cañón cargado al hombro. Un aparato de artillería de puro metal, algo desgastado y con algunas muescas aunque todavía brillante y limpio, salvo por los recientes restos de barro que han quedado adheridos al caer desde el hombro de la muchacha. Cuando regresa continúa con la misma actitud y aunque esta junto al resto trata de agarrar el arma de manera que le cubra, si no parte, toda la cara.

El viaje transcurría en calma, tanto que las niñas se fueron quedando dormidas. Dorotea sucumbió rápidamente, pero incluso Emilia, que temía que algún percance o encuentro indeseado en el camino los obligara a detenerse, resistió poco más. Era un sueño extraño, de esos de los que uno despierta a las horas preguntándose si realmente ha dormido, pero era descanso al fin. El agotamiento de la huida finalmente las había alcanzado.

Sin embargo, así de rápido como se durmieron despertaron al poco tiempo ante aquel grito. Se levantaron como resortes y se miraron mientras intentaban dilucidar lo que ocurría. Iban por el camino y no esperaban encontrarse allí con animales salvajes. ¿Bandidos, entonces? ¿O quizá…? Emilia le hizo una seña a su hermana y bajó del carro. Rodeó sigilosamente el carruaje del medio, que parecía intacto, en dirección a donde escuchaba voces y se quedó oculta detrás cuando vislumbró las figuras entre las sombras.

Lo que veía era nada menos que insólito: una mujer alzaba el carro de ese lado como si de una ramita se tratase. Sin embargo, el señor Moralta parecía tomárselo con calma. Volvió sobre sus pasos y asintió para Dorotea, que la miraba desde el almacén. Sin dudarlo, tras ello se bajó y ambas volvieron a la posición anterior de Emilia, justo a tiempo para ver cómo la mujer depositaba el carro en el suelo. “Por sus palabras, está claro que no es una enviada”, pensó Emilia. De pronto, Dorotea salió del escondite visiblemente nerviosa. Emilia quiso detenerla, pero su hermana fue más rápida, y optó entonces por permanecer oculta unos momentos más.

—¡Mad! —exclamó Dorotea, mientras se dirigía al carro y se asomaba para comprobar el estado de aquel hombre. Si bien no habían hablado demasiado, había sido muy amable con ellas y la niña sentía que era una buena persona—. ¿Se encuentra bien?

Ente el traqueteo y el ruido del pedregal logré rápidamente echar una cabeceada y entrar en un sueño ligero, hasta que de pronto el carromatos jaula da una sacudida que me hace rodar en el piso chocando contra el otro extremo, al tiempo que oigo primero los gritos de Haxow y el tiraje encabritandose, luego mientras me re acomoda y entiendo algo de la situación escucho a Henewo hablar con alguien que al parecer estaba levantando a fuerza el carromatos entero.

Más dones? O se podría tratar de los acorazados que venían a impedir nuestra fuga? No, Henewo está calmado y si fueran estos últimos sus palabras no serían tan empáticas y amables. 

Cuando el carro es devuelto a tierra, me pongo en pie sobándome el hombro que había golpeado contra los barrotes de la jaula al rodar, escucho la voz de Dorotea y le sonrió para responder.

- Si, solo ha sido un susto y unos golpes. 

Luego vuelco mi atención en la imponente figura que acababa de aparecer cargando una estructura de hierro enorme y posiblemente muy pesada. 

Me quedo en silencio viendo cómo se desarrollan los hechos y en qué deparará todo aquello

-Sí, lo sentimos muchísimo. Hace días que estamos en camino y estábamos desesperadas. Dijo Seraphine mientras cogía aire después de haber corrido aquellos metros de agonía.

La chica, aunque ahora enrojecida por el esfuerzo, destacaba por su belleza. Tenía un encanto natural con su rostro dulce y su melena dorada. Sus ojos eran de un azul tan profundo como el océano. Aunque ahora, su mirada estaba perdida, aquellos ojos no mostraban el brillo de la vida como solían hacer.

Seraphine volvió a mirar el logo del circo y posó su mano sobre su pecho. Su corazón latía con rapidez, aunque no estaba segura de si eso se debía a la carrera o a lo que estaba sintiendo. Fijándose en la luna, se quedó absorta. El destino... pensó. Para ella, aquella coincidencia tenía que ser una señal. Aquél era su lugar, lo sabía.

-Lo lamento, hemos tenido noticias de acorazados por la zona y no queríamos arriesgar la caravana entera -Explica Henewo, acercándose a las mujeres mientras la mujer con mirada agresiva, Arsa, va corriendo al conductor del carro jaula, Haxow.
-Es una verdadera suerte que nos hayais alcanzado, quién sabe cuándo habríamos vuelto de este viaje recién empezado... Vamos, subid, os contaremos todo de camino, podéis subir en el carro que querais... ¿eso es un cañón? -Pregunta repentinamente con sus ojos brillando de emoción. Se acerca y comienza a examinarlo. Pero la voz de otra mujer en el primer carro le recuerda que tienen que empezar a avanzar.
-Es cierto, disculpadme... Venga, vamos, nosotros o los chicos os pondremos al día por el camino... Me llamo Henewo Moralta, por cierto. Estos son Arsa -Dice, haciendo un gesto a la mujer feroz de tez oscura de color marrón chocolate intenso, pelo rizado negro y una mirada que parece cortar el alma -, Haxow -De la parte delantera del carro se asoma un chico con facciones similares a un lago seco, con los labios agrietados, la piel pálida y los ojos como dos coágulos de sangre, que sonríe y saluda con la mano amigablemente -, mi esposa Artell -Del primer carro ha bajado una señora entrada en años, con el pelo completamente gris plateado debido a las canas, delgada y elegante, como si un gato hubiera tomado forma -y Maddon, Dorotea y Emilia -Su gesto pasa de uno a otro conforme los menciona, aunque parece dudar un segundo con las gemelas -, que como vosotras están huyendo.

Con las presentaciones hechas, Artell y Arsa se dirigen de vuelta a sus carros, y Henewo vuelve a invitar a las nuevas incorporaciones a subirse en el carro que deseen. Haxow mientras deliberan, está interesandose por Maddon, ya que sin duda su golpe ha sido más grave al estar además dormitando, pero sonrie sin ningún reflejo de rencor si las chicas se acercan para subir.

Seraphine se fijó curiosa, de una en una y detenidamente, en aquellas personas a las que Henewo estaba mencionando. 

- Encantada de conoceros y muchísimas gracias por dejarnos ir con vosotros, estaremos eternamente agradecidas. Yo soy Seraphine y ella es Luisa. - A la par que decía eso, Serpahine se atusaba el cabello que había quedado despeinado por la carrera y se alisaba y recolocaba bien las prendas de ropa. 

- Haremos todo lo posible por seros útiles y colaborar en todo lo que sea posible en agradecimiento a vuestra ayuda. Pero ahora, no quiero entreteneros más con tanto parloteo, entiendo que hay que partir cuanto antes. Tendremos tiempo en el camino para hablar más en profundidad. En cuanto al carro, personalmente, preferiría ir en el de los chicos que, según dices, huyen como nosotras. La verdad es que me gustaría escuchar sus historias, si quieren hablar de ello, claro. 

Dicho esto, Seraphine miró a Luisa, poso cariñosamente su mano sobre el hombro de la chica y le sonrió dulcemente. -¿Te parece bien ir en ese carromato, Luisa? 

Luisa parece relajarse ante el buen ambiente y sobre todo el percatarse de que no había dañado a nadie Poh por mi onde tu quieraj. Si er caballo pué con el cañón.. Cuando se tranquiliza deja completamente de lado la aparente educación que fingía al llegar y deja escapar un más que marcado acento. Era evidente que no era la chica más leída de entre las presentes.

Dorotea le sonrió a Mad, más aliviada al escuchar que respondía sin problemas, y luego volvió la mirada a las recién llegadas. No podían verse más dispares en la luz tenue de la noche. Pero la niña sí alcanzó a ver la melena larga de la segunda mujer y no pudo sino admirarla. Para Dorotea, su cabellera larga y cuidada había sido siempre un motivo de orgullo; no por nada no había querido cortársela. Quizá esperaba de ella cierto refinamiento. Sobre la otra mujer no se la notaba segura: se debatía entre que pudiera haberle hecho daño a Mad y a Haxow y el hecho de que parecía arrepentida por ello. Finalmente, optó por creerla sincera y le dirigió a ambas una reverencia tan teatral como las anteriores, aunque había en su expresión cierta sorpresa.

—A decir verdad, íbamos en carros distintos —explicó la niña con una sonrisa, mirando a Mad y a Haxow y luego devolviéndole una mirada curiosa a las dos viajeras—. Pero si queréis viajar con nosotras, hay espacio suficiente en el carro almacén.

A todo eso, Emilia había ido asomándose al tiempo de las presentaciones. No se le pasó la reacción de su hermana ante la forma de hablar de Luisa. Por su acento, como mínimo podía asumir que no venía de Elwold, que no era mucho decir. En todo caso, supuso que la compañía de aquellas mujeres iba a ser cuanto menos más agradable que la de Arsa, que veía a todos con cara de pocos amigos y poco y nada había querido decir en el transcurso del viaje. Solo esperaba que no tocara ninguna otra interrupción de esa clase el resto del camino. Viajar de noche ya implicaba ciertos riesgos y sabía que le costaría volver a conciliar el sueño después del sobresalto reciente.

Observaba a las fugitivas no con recelo por ellas sino porque no quería que mi presencia inquietara, pero sobre todo porque al ver a Seraphine su belleza me cautivo de una forma que no era del todo agradable para un muchacho como yo. Mi hermana era bella, igual que Dorotea y Emilia, incluso Tady había sido una figura  bella a lo largo de toda mi vida, pero con aquella muchacha era algo que no podía quitarle los ojos de encima y por tanto me quedé arrebujado en el carromato, apenas dando cuenta cuando Henewo hizo las presentaciones para no quedar descortés.

Cuando Haxow se acercó a comprobar cómo estaba le sonreí y le dije.

- Me tomo por sorpresa pero no es más que apenas un moretón que se irá con el tiempo, nada que preocuparse.

Luego el señor Moralta exorto a las nuevas tripulantes a subir rápido para reanudar la marcha, y decidí quedarme al margen. Si bien algo en mi me impulsaba a querer hablarle a las desconocidas y conocer su historia, eso mismo también me daba miedo. Las emociones pueden ser traicionaras para alguien con mi maldición y lo había aprendido por las malas, aquella tarde en el árbol con mi hermana y un puñado de chicos del pueblo la emoción había salido por mi boca y muchos acabaron haciendo cosas que no deseaban como si no pudieran ir contra lo que mis palabras dictaban. Era demasiado joven y junto a mi hermana muy desmedido. Pero entonces ya nada fue lo mismo para mí, no para nadie en el pueblo. Fue el principio del fin aún mucho antes que llegara el eclipse.

La mirada del joven Haxow se entristece un poco cuando las dos mujeres deciden subirse al carro almacén, pero se suaviza al ver la incomodidad de Maddon.
-¿No prefieres tumbarte? -Ofrece con una sonrisa de disculpa -Estarás más cómodo, te despertaré cuando lleguemos -Un sonido sumamente idéntico al de un pájaro cualquiera suena de la parte delante de los carros. Haxow sonrie de nuevo.
-Ya están las chicas subidas -Con esto, el carro de los Moralta comienza a avanzar y tras él el carro almacén. Haxow comprueba a su acompañante y azuza al caballo para que comenzase a andar.
-Si lo prefiers, te dejo conducir -Dice el chico tan alegre como si algo bueno le hubiera sucedido sin ninguna razón aparente.

La mirada del joven Haxow se entristece un poco cuando las dos mujeres deciden subirse al carro almacén, pero se gira a hablar con Maddon y deja de prestar atención a las chicas. Arsa, que ve su carro bastante lleno, resopla.
-Está bien por hoy, por que tenemos prisa, pero tras descansar os separais, no quiero que el caballo sufra por tanto peso -Sin molestarse en ser sutil, hace un gesto hacia el cañón de Luisa -Moveos, os iré contando en el camino -Sin prestaros más atención se sube en la parte del conductor y espera a que el carro se llene. Echa una mirada sobre su hombro y silba, haciendo un sonido sumamente idéntico al de un pájaro cualquiera. Tras ello, el carro de los Moralta comienza a avanzar. Arsa se gira al ventanuco del carro almacén.
-No os movais muy fuerte, no quiero que nos desestabilicemos -Gruñe de mal humor, azuzando al caballo para que emprenda la marcha. No mucho después, escuchais que el carro jaula, con Haxow y Maddon empieza a seguiros.
-A ver, el resumen, estamos yendo a Las Medusas, un archipiélago sin reino -Mira un momento por el ventanuco, como esperando la reacción de las nuevas integrantes -, los Moralta han estado allí, yo solo conozco las leyendas que se cuentan sobre ese sitio, asi que no os puedo ayudar con eso, simplemente vamos a buscar a alguien que os lleve hasta allí, ya sea de forma directa o no. No sé que destino han elegido pero aprovecharemos las funciones del circo para acumular objetos y dineros que intercambiar por el viaje -Sus explicaciones parecen un tanto superficiales, pero como si las tuviera ya bien conocidas, seguramente los Moralta y sus dos acompañantes hayan hablado mucho del tema en el pasado -Por ahí debeis de tener telas para haceros unas ropas para las funciones que obviamente teneis que planeias, bueno... podeis no actuar pero, eso sería de muy mala educación, ya que la recaudación será casi enteramente para vosotras... Tampoco teneis porqué ir hasta Las Medusas, aceptaremos si preferís quedaros por el camino, la verdad es que tan solo están buscando ayudar como sea, así que cualquier buen final es bien recibido -Por un momento se queda callada y aunque parece haber terminado, cuando la mirais, parece estar pensando si ha olvidado alguna parte de su explicación. Aunque duda, parece satisfecha con lo dicho y sonrie ligeramente antes de señalar a las gemelas.
-Ellas estaban cuando han decidido el destino del viaje, así que podrán daros más datos -Con eso, queda claro que ahora sí ha terminado su explicación, pues vuelve a apoyarse en el respaldo de madera, acomodándose a las vibraciones que produce el terreno en el carro a través de las ruedas.

Ya acomodadas nuevamente en su lugar, aunque esta vez con más compañía, las gemelas escucharon el resumen de Arsa. Era la primera vez que la oían decir tantas palabras juntas. Incluso Emilia, que estaba acostumbrada a que la gente no le hablara demasiado, en cierta forma agradecía que la mujer no fuera a irse en barco con ellos. ¿Cuál podía ser el motivo de su reticencia, si los Moralta ya habían ido a Las Medusas y regresado y ella ni siquiera estaba obligada a ir? A pesar de las palabras del señor Moralta, parecía claro que algo más le molestaba a la muchacha, pero no la conocían como para hacer conjeturas. Eso sí, confianza no inspiraba.

—Ahora vamos de camino al puerto en Olhyrst —tomó la palabra Dorotea. No había prestado demasiada atención a los detalles sobre el recorrido cuando su hermana quiso explicárselo, pero sabía lo esencial y, en todo caso, ella estaba si les interesaba el asunto—. Se dice que alguien allí lleva a viajeros a donde sea. No sé si habréis oído hablar sobre Las Medusas, pero los Moralta aseguran que no es tan peligroso como la gente cree. —Miró de reojo hacia el asiento del conductor, pero no hizo ningún comentario. Luego devolvió la atención a las recién llegadas—. En todo caso, esperamos que esté dispuesto a pesar de los rumores. Y si os sentís perdidas con el asunto del circo, me atrevo a decir que la señora Moralta podrá ofreceros ayuda. Creo que os encontraréis a gusto en su compañía.

Hizo un silencio para que las mujeres pudieran procesar toda la información. El viaje había retomado su camino con calma y ya fuera solo se escuchaban las pisadas de los caballos y el traqueteo de los carros al avanzar. Aún así, Emilia prestaba más atención al recorrido que a las explicaciones de sus acompañantes. Sin embargo, se giró cuando Dorotea le hizo una pregunta a Luisa.

—¿No ha sido difícil cargar con un cañón todo este tiempo? Imagino que habrá llamado la atención.

Luisa contempla perpleja la història de Arsa mientras se recoloca torpemente entre algunas cajas. Aún estando dentro del carro sigue sosteniendo el cañón entre los brazos, como si de alguna manera así fuese a pesar menos para el caballo. 

Cuando Dorotea le lanza la pregunta la mira y le muestra una sábana que guardaba en su bolsa. Si, eh un poco cantoso, pero si tenemoh que entráh en argún citio lo ago un xurro con el trapeje ehte y ya no ce nota tanto. Arguna beh emo tenío que infristarnoh y lo e dejao detrá d'una piedra, totah, no ce lo va a llevá naide. Aunque diese una patada a los textos antiguos cada vez que hablaba, Luisa trasmitía cierta sabiduría, a su manera... Tampoco hablaba en abundancia como para mantener una conversación realmente trascendental.

Mientras Luisa hablaba, Seraphine se fijó en el interior del carromato, en todo lo que la rodeaba. Siempre había sido una chica muy curiosa y observadora, prestaba mucha atención a los detalles. Al observar aquel lugar, pensaba en lo lejos de casa que estaba, no podía evitar sentirse como una extraña en aquel sitio. Añoraba su casa, su familia y amigos. Pero estaba decidida, aquel sería un viaje de no retorno. Su nueva vida estaba comenzando y tenía que adaptarse.

Cuando Luisa acabó de hablar, Seraphine le sonrió con la usual dulzura con la que solía hacerlo. Se conocían de hace poco, pero sentía una increíble ternura hacia ella. La buena de Luisa. Después, miró a Arsa manteniendo la sonrisa.

-Sobre lo que has dicho antes, ten por seguro que vamos a colaborar, Arsa. Ya pensaremos en algún espectáculo que podamos hacer.  Todos habéis sido muy amables con nosotras y es lo mínimo que podríamos hacer.- 

Luego, se fijó en las chicas, le resultaban adorables y curiosas a la par. Eran una belleza duplicada. Seraphine siempre había sido muy cariñosa y cercana, había tenido muchos amigos y era muy querida en su pueblo natal, con lo que estaba acostumbrada a tratar a la gente de forma afectuosa.

-Dorotea y Emilia, si no recuerdo mal ¿Verdad? Debéis de estar muy cansadas. Hay muchas preguntas que me gustaría haceros, pero no desearía perturbar vuestro descanso, si lo que deseabais era eso. Entendería también que no quisierais hablar con una desconocida. Por mi parte, si vosotras tenéis cualquier pregunta que me queráis hacer, os la resolveré lo mejor que pueda. Sois una belleza, por cierto.-

Dicho esto, Seraphine hizo un gesto amable a las chicas y trató de acomodarse.

“Bien pensado”, opinaba Emilia. Le daba curiosidad la razón de que llevara semejante peso, más allá de cómo lo ocultaba, pero era una de esas cuestiones que no sabía si correspondía preguntar. Todos allí tenían sus razones para estarse ocultando y viajar con un grupo de extraños hasta destino incierto. Era difícil pedir confianza del otro cuando apenas la tenía uno. De todas formas, era de esperar que fueran a estar juntos por mucho tiempo de ahí en más y, eventualmente, aprenderían a confiar los unos en los otros… o no. Y Seraphine parecía entenderlo igual de bien. Emilia negó con la cabeza.

—Se me ha quitado el sueño, y si las preguntas conciernen a la caravana y sus planes, bueno será que las hagáis ahora que es posible. No en cualquier sitio ni momento se podrá hablar con libertad y es esencial que estemos todos de acuerdo al respecto.

La seriedad de la niña contrastaba con la sonrisa de su hermana, que estaba a todas luces complacida con aquel último halago y tenía mayor interés en conocer más sobre la compañía.

—Es usted muy amable, señorita —agradeció Dorotea—, y permítame le devuelva el cumplido. Si no le molesta, me encantaría escuchar de dónde viene. Ambas, de hecho —se corrigió, vacilante, volviendo la mirada hacia Luisa—, dado que decís que habéis viajado unos cuantos días. Por nuestra parte hemos venido desde el oeste de Elwold. El viaje ha llevado un buen tiempo también, pero ha sido necesario… tomar un camino más largo dadas las circunstancias. Por poco no llegamos a tiempo para reunirnos con los Moralta.

Desde el asiento del conductor, Arsa resopla sarcásticamente cuando los elogios comienzan a pasar de unas a otras dentro del carro. Pese a quees evidente que os escucha, no comenta nada, salvo algún resoplido de vez en cuando, centrada en llevar el carro y no en vosotras.

Seraphine sintió pena por haberle quitado el sueño a las niñas, pero se alegraba de poder conversar y tener la oportunidad de conocerlas un poco más. No obstante, se sentía mal por el chico que estaba en la jaula. Le hubiese gustado compartir aquella conversación también con él y, además, sentía mucha curiosidad sobre el motivo de que fuese en el carro jaula. 

Miró a Emilia de forma afable, le pareció una chica muy inteligente para su edad. -Siento mucho haberos desvelado con nuestra caótica y ruidosa llegada.- Luego sonrió a Dorotea, ésta le había parecido encantadora y dulce. -Yo soy de Styrmilundr. Lo cierto es que me da mucha vergüenza admitirlo pero... el inicio de mi huida no fue por los acorazados.- Las mejillas de Seraphine empezaron a mostrar un cierto rubor, se mordió nerviosamente el labio antes de continuar. - De hecho, no fui realmente consciente de la situación y del peligro que corría hasta que no inicié mi huida y salí de mi tierra natal. Luego Luisa y yo nos encontramos por casualidad del destino y decidimos continuar juntas y ayudarnos mutuamente, hasta que, por suerte, os encontramos a todos vosotros y nos salvasteis.- La mirada de la chica mostraba un agradecimiento sincero porque las hubiesen aceptado a la par que un cierto pudor por no haber sufrido tanto como la mayoría de la gente que había tenido que huir. 

Volvió a pensar en el chico que iba en la jaula y decidió compartir su curiosidad con las chicas. -Por cierto, siento ser tan osada pero, ¿Por qué va el otro chico que huía dentro de la jaula? La verdad es que me ha chocado mucho verlo allí metido. ¿Cómo es que no viajaba con vosotras?- Seraphine ladeó la cabeza intrigada, sentía lástima por el chico. No sabía los motivos pero ir en aquél carro no debía de ser muy agradable.