Partida Rol por web

Por unos minutos se hizo un silencio mientras Luisa seguía comiendo. Cerró los ojos hasta que la mujer respondiera, si es que iba a hacerlo. El traqueteo se volvió más suave, como si anduvieran por terreno más llano. Podría haberse acomodado para dormir en esa calma, pero el comentario de Arsa la hizo abrir los ojos nuevamente. De todos modos, su compañera de carro ya parecía haber terminado. Por la respuesta de Luisa, supuso que era como Dorotea en cuanto a mapas.

—De hecho, está a unos kilómetros de Islingfell, desde donde partimos —aclaró—. Imagino que es allí a donde os estábais dirigiendo, por los rumores. La ciudad se encuentra muy cerca de la frontera con Elwold.

Se sonrojó un poco, pensando que quizá el asunto era muy poco interesante para la mujer, y apartó la vista, mirando hacia las paredes como si algo en el camino le hubiera llamado la atención. Así y todo, cuando Luisa habló de su cañón volvió a mirarla, ya con el semblante de siempre. Notaba que le tenía cariño al armatoste. Le recordaba la expresión de Dorotea cuando veía aquel reloj de bolsillo. Emilia no lo entendía, pero a decir verdad se le hacía bastante menos extraño que lo que llevaba la mujer.

—Ahora comprendo a qué se refería con dar leña a los enviados —comentó, a modo de reconocimiento. Había cierta curiosidad en sus ojos—. Pero me imagino que no la habrán dejado en paz tras ello, ¿verdad?

Al escuchar a Arsa, se quedó pensando. Seguro levantando chatarra habría tenido entrenamiento, pero… Habían visto a Luisa levantar un carro sin demasiado esfuerzo. Podía imaginarse la fuerza con la que podría golpear a un par de atacantes considerando el peso del cañón. Ni siquiera tenía que disparar con él.

Tanto las historias de Haxow cómo la mía habían sido duras y aunque claro está la raíz de como cada una había comenzado era diferente al igual de diferentes eran los enfoques que teníamos, a mi de pequeño nada me había faltado y aunque había quienes hablaban a mis espaldas jamás me habían apartado o insultado por ser un monstruo en cambio para Haxow fue al revés no fue hasta encontrar la compasión de los Moralta que su vida había dado un giro y ahora podía ser un hombre alegre aunque cargando una amargura a su espalda. 

Me quedo en silencio hasta que ambos vuelven a hablar y me limito a mirarles fugazmente para decir:

- Gracias, quizá algún día pueda estar cómodo y seguro con lo que hago. De momento prefiero no usarlo si no es necesario.

luego intento levantar los ánimos y disipar la tensión.

- Por lo pronto quizá pueda ser el impulsor de la carrera musical de Haxow.

digo y sonriendo para mirar a ambos a ver su reacción a este intento de broma

Incluso a través del tenso ambiente que se estaba formando en el carro a causa del tema de conversación, la broma de Maddon hace que Haxow se ría en voz alta, a carcajada limpia.
-Tendré que cambiar las cadenas por un laúd -Dice, comenzando de nuevo a cantar, esta vez acertando tanto la melodía como la letra al no estar forzado a hacerlo, demostrando que, anteriormente, había intentado oponerse al poder del cuentacuentos tanto como había podido.

-No nos vendría nada bien que nos estuvieran siguiendo -Dice Arsa antes de que Luisa pueda decir si la dejaron en paz o no -¿Quienes eran? ¿Deberían preocuparnos? -Pregunta con intensidad que nace de un posible peligro imprevisto.

Seraphine que se había sentado después del cambio de ambiente, se había quedado callada. Silencio que rompió cuando no pudo evitar reírse por la broma de Maddon. Lo cierto es que agradeció que el chico dijera aquello, pues después de eso el ambiente ya no era tan tenso ni denso. -Yo iría a todas tus actuaciones musicales.- Dijo la chica alegrándose por ver a ambos menos serios.

Luisa se da cuenta rápidamente de que ha alterado a sus compañeras, por lo que intenta (si, intenta), tranquilizarlas A véh no sus arborotéih. La coza eh que nohotroh eramoh mah niño con podereh d'esos. Entonse po claro, ar fináh se deiron cuenta de que habian unoh chavea por ai sacando perrah. Nos siguieron como doh o treh acorazaus d'esos a la cueba, pero claro, alli eramo munchos. En lo que mataban a argunos poh otroh se defendian, los entretenian o uian. Fue cuando aprovechemoh pa meterleh er zambobamzo. Con respesto a la municion, poh yo le meto lo que pille, clabos, piedrah, una sandia, lo que zea. Totah, que alli matemoh a los que ehtaban y yo ya me fui por patah asta que mencontré con la Rubia. Pero no creo que nos aigan seguido, ya nos abrian de matao. Al concluir se mete un buen mendrugo de pan en la boca.

Ante la historia de Luisa, Arsa se queda pálida, mirandola con los ojos desorbitados.
-¿Acorazados? -Parece nerviosa y mira detrás de ella, poniendose de pie incluso para poder observar el carro siguiente -Tengo que avisar a los Moralta -Murmura, ahora totalmente perdida en algún pensamiento que hay en su cabeza -Deberías haberlo dicho antes, maldita sea... Si llegaron a comunicarse entre ellos sabrán que tienes poderes -Explica rápidamente, antes de tomar aire y producir un silbido largo y constante que dura varios segundos. La señora Moralta se asoma por el ventano de su carro, observando a Arsa.
Mientras sujeta las riendas con una mano, hace un gesto con la otra. Podeis ver desde dentro que forma un puño y golpea ambas. La señora Moralta abre los ojos con sorpresa, asomandose al interior y seguramente gritando algo. Al volver a asomarse, asoma también una mano apresuradamente y forma una equis con sus manos. Arsa la imita, pero usando sus dedos índice.
La señora suspira y asiente. Hace un gesto circular en el aire, apuntando al cielo y Arsa finge comer. La mujer asiente nuevamente y se mete dentro del carro.
-Hablaremos cuando paremos a comer -Os informa, volviendo a tomar ambas riendas con las manos.

Un silbido hace que Haxow preste atención al frente.
-Arsa nos está llamando la atención sobre algo -Os avisa, pero tras un silencio, nada ocurre -Hm... -Parece confundido, así que acelera el carro para colocarse todo detrás justo del carro delantero -Voy a mantenernos todo lo cerca posible por si ocurre algo que no oimos -Avisa, antes de sumergirse en una silenciosa concentración.

Artell y Henewo, que hasta ese momento estaban en silencio, se empiezan a mover cuando oyen el silbido de Arsa. La señora Moralta entra dentro del carro por la portezuela delantera y se asoma al ventanuco. Sus ojos se abren al mirar atrás.
-¿Qué ocurre, querida? -Solo una palabra sale de sus labios. Acorazados. Con un helado silencio y una increíble calma, sin ni un solo cambio en su tono de voz, Henewo carraspea.
-¿Ahora? -Pregunta, haciendo que la señora se asome de nuevo y haga un gesto cruzando sus manos. La respuesta parece tranquilizarla, pero sigue algo asustada.
-Hay poco peligro -Informa, con una sonrisa suave. Su marido le pide que, por favor, pregunte a Arsa si tienen que reunirse, pero la mujer ya estaba asomada haciendo gestos circulares en el aire -No, dice que cuando paremos a comer -Henewo asiente y se relaja.
-Seguramente las damas de las montañas saben algo que será interesante para el grupo, deberíamos detenernos antes a comer para aclararlo.

Cuando Haxow dice eso, Seraphine se queda preocupada. Intenta concentrarse para ver si hay algún espíritu que le pueda decir qué está pasando.

Por más que Seraphine busque en los alrededores de la caravana, tan solo algunos espíritus se ven en la lejanía. Ninguno de ellos está suficientemente cerca para que pueda hablar con ellos ni parecen interesados en el carro o la chica. Incluso si intenta hacerles gestos o llamar su atención, ninguno le hace caso.

Pensar que esa mujer había encontrado otros como ella y se había enfrentado directamente a los acorazados. En cierta forma admiraba esa valentía, el hecho de que hiciera todo lo posible por sobrevivir. Arsa parecía en ese momento más preocupada por la seguridad de la caravana, aunque con buena razón: si seguían tras su pista, podían estar en mayor peligro del que calculaban en un principio.

Por la historia, Emilia entendía que los enviados que la habían visto se encontraban allá, en el otro continente, y coincidía con la mujer en que era poco probable que siguiera allí con vida y sin encontrárselos si la hubieran seguido. Quizá había conseguido perderlos al cruzar el océano. Sin embargo, aquello planteaba otro problema: ellos mismos estaban planeando cruzar las aguas.

—Incluso si no os han seguido a través del océano, si vamos a atravesarlo nosotros, tendremos que ir con cuidado para que no la reconozca alguien que decida ver el espectáculo de los Moralta —le dijo a Luisa.

Dorotea seguía ensimismada en la lectura cuando la pregunta del señor Moralta la distrajo. La mención de los acorazados la hizo estremecerse y de inmediato cerró el cuaderno y puso su atención en la conversación. Sin embargo, buena parte de ella iba más allá de las palabras. La inquietud de la señora Moralta pareció sosegarse al cabo de unos momentos, para confusión de la niña.

—¿Algo interesante sobre los enviados? —preguntó, la sorpresa evidente en sus facciones.

“¿No lo habrían mencionado de inmediato si fuera el caso?”. Se quedó pensativa unos momentos. Artell Moralta no se habría alarmado si fueran buenas las noticias; si las últimas en unirse a la caravana sabían algo preocupante respecto de los acorazados, probablemente tenía que ver con sus movimientos. Hasta allí llegaban sus conjeturas; no había estado prestando atención a lo que pasaba alrededor en todo ese rato y no era particularmente dada a la actividad detectivesca. Asintió ante la sugerencia del señor Moralta, como si las palabras estuvieran dirigidas a ella en lugar de a la esposa de aquel.

⌘ Saliendo de Islingfell ⌘
Parada para comer
Día 1
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El traqueteo y movimiento continuado de la caravana se torna al fin estable y constante. A la derecha se encuentran las cada vez más altas montañas por las que Caertagi es famoso, y a la izquierda unas hermosas praderas plagadas de flores de todos los colores que brillan como gemas con el rocío de primera hora. El sol, tímidamente, va subiendo en el horizonte, iluminando el oscuro cielo nocturno y las praderas con un tono rojizo anaranjado tan hermoso que incluso la dura roca de las montañas encaja en el bello paisaje.

Disfrutando de las vistas, la caravana avanza sin prisa pero sin pausa por los caminos del reino en dirección al norte, buscando la zona de cruce de montañas. Ethium, en el cielo, acompaña a los aventureros en su ascenso por las colinas todavía manejables para los carros, estirando sus rayos en un cielo sin ninguna nube y dejando ver cada vez con mayor facilidad.

Las praderas a su vez van mostrando diferentes juegos de color, mientras que la montaña permanece impasible. En la lejanía, una bandada de pájaros sobrevuela la caravana, surgiendo de algún lugar de los altos picos que bordean el camino, llamando la atención de un pequeño zorro que se deja ver entre las hierbas de la pradera.

Tras tanto tiempo que el sol ya se encuenta en un punto realmente alto, habiendo cambiado su color y dejado paso al cielo más azul de los últimos días, con una agradable temperatura, quizás algo más cálida de lo esperado, y con una brisa de olor húmedo a hierbas, el carro principal se desvía del camino, asentándose en el lateral del mismo. Tras este, el carro almacén y el carro jaula imitan su movimiento, disponiendose en un lugar bien dispuesto para observar cualquier variación en el lugar, y cualquier llegada de personas, las cuales, no han aparecido en todo el viaje.

Tras unas buenas horas de camino, desde la madrugada hasta que el sol se encuentra en un punto alto, Henewo se gira al interior del carro.
-Creo que es un buen momento para parar -Su voz suena suave, como si quisiera despertar a un niño de su sueño y enseguida el carro gira a la izquierda, saliendose del camino y parando en el lateral del mismo. El hombre se levanta, estira sus brazos y baja de la caravana, acercándose a la portezuela para ofrecer su mano a ambas mujeres de forma caballerosa.

El completo silencio del carro se rompe por un sonido que Arsa produce con su boca, como un chasquido de su lengua. Tras un suave pero firme movimiento de riendas, el caballo vira y saca el carro del sendero, disponiendose algo más atrás que el carro principal, con espacio suficiente entre ellos. En cuanto paran, se levanta.
-Vamos, es hora de comer -Informa a sus acompañantes y baja, recolocando sus ropas una vez abajo.

La charla que había ido continuando de forma más o menos regular se anima cuando Haxow, viendo los movimientos de los carros anteriores se ríe.
-Por fin vamos a comer -Exclama encantado y azuza a su caballo para que siga el carro anterior, colocándose detrás de este -¿Vamos? -Dice, tras bajar, esperandoos para unirse al resto.

Cuando Haxow baja de el carro, Seraphine se alegra de por fin poder estirar las piernas y pasear un rato. Además el hambre empezaba a hacerle resonar las tripas.

-¡Claro! - Dijo Seraphine siguiendo a Haxow que ya había bajado del carro. Se bajó tras él. La posición del sol hacía que su pelo brillara y reluciera como el oro y su rostro iluminado remarcaba aún más la belleza de su cara. -La verdad es que ya tenía un poco de hambre- Explicó de forma animada. Luego miró a Maddon sonriente. -¿Vienes, Maddon?

En lo que iba del viaje el semblante se Maddon había ido mutando, en principio muy silencioso y de mirada huidiza se lo notaba mucho más animado tras las charlas que habían ido estrechando lazos ente los tres del carro jaula, así que ante la llamada de Seraphine este se puso de pie rápidamente pues venía haciendo una cabeceada pero el detener de los carros le había despertado.

- Por nada me perdería una buena comida, además que mi estómago está hace horas quejándose.

Su vida había sido suave y amable con el, al menos en cuanto a satisfacer sus necesidades básicas, jamás había conocido el hambre realmente, ni mucho menos el cansancio. Así que está última semana venía siendo algo nuevo para él y por respeto había guardado ser demasiado demandante en cuanto a pedir detenerse, comer algo y cosas por el estilo durante todo este trayecto. Sin embargo su estómago en verdad llevaba un rato gruñendo.

- Quien se encarga de la comida Haxow? En qué podemos ayudar?

Le pregunta al cochero queriendo sentir que podía retribuir de alguna forma todo lo que los Moralta hacían por el y los otros refugiados.

El resto del camino transcurrió en calma y sin más conversación. Incluso pudo dormir unas horas más hasta que la despertó un movimiento inesperado: el carro estaba girando. Notó que ya era de mañana y se preguntó si realmente era buena idea que el señor Moralta, Arsa y Haxow condujeran toda la noche. De por sí, el grupo había dormido poco si había estado viajando sin detenerse desde el día anterior. Quizá la oferta de llevar el carro no fuera desacertada, aunque Arsa parecía muy protectora con su caballo…

Asintió a las palabras de la conductora, que bajó sin prestarles mayor atención. Se sacudió un poco la ropa y se echó la capa de viaje encima. Hacía calor, pero se sentía más segura con la capucha a mano para cubrirse el rostro. Luego, con un suave “Buenos días” a Luisa, bajó del carro. Estaban detenidos ya fuera del camino, pero lo suficientemente cerca como para poder ver quién pasaba. Emilia buscó con la mirada al señor Moralta y se dirigió hacia donde estaba.