Partida Rol por web

El Arcaneum de Gheldaneth, el mayor templo a Thot de todo Mulhorand, era una impresionante mole de piedra sobre la desembocadura del Río de las Lanzas, tallada en toda su superficie con jeroglíficos, versos sagrados y conjuros. Su parte más singular, que dejaba al observador boquiabierto, era, sin duda, la inmensa cabeza de pájaro que coronaba su parte superior y que representaba al Escriba de los Dioses. Solo la magia más poderosa podía conservar aquella estructura de piedra, imposiblemente pesada y afilada, sobrevolar el cauce del río.

Kéfera y Shem-su-namun fueron conducidos por media docena de guerreros con yelmos de pájaro a una estancia dominada por una cantarina fuente de agua. Los esclavos trajeron comida y bebida para saciar su hambre y su sed. Al cabo de un rato, los guardias del templo dieron un golpe con la contera de sus lanzas para anunciar la aparición de una mujer con el cabello afeitado y los tres círculos tatuados en el rostro que la identificaban como miembro del clero. Iba vestida con un kalasiris tradicional de lino blanco y sandalias de junco. Adornaba su frente, brazos y cuello con joyas de oro inscritas con hieroglifos que representaban las enseñanzas de Thot, y de las que colgaban numerosas plumas de ibis. Portaba bajo el brazo varios rollos de papiro y útiles de escritura que manejaba de una forma azarosa. Su acompañante era un hombre moreno y esbelto como una espada, y la miraba de reojo como si se temiera que tuviera que reaccionar en cualquier momento para impedir el desastre inminente.

La sacerdotisa dio un par de enérgicas zancadas y dejó caer más que colocó los bártulos sobre la mesa, con torpeza. Carraspeó tratando de reunir su dignidad, alineando de forma escrupulosa los rollos de papiro frente a sí.

—Mi nombre es Hanofret, bienvenidos al Arcaneum.

Una mera una formalidad. Hanofret era perfectamente consciente de que no era vuestra primera visita al templo, puesto que, para empezar, habíais tratado con ella con anterioridad.

—Shem-su-namun, sacerdote de Thot. Kéfera, una de nuestras más devotas seguidoras —dijo mirándoos alternativamente a uno y a otro y dedicándoos un cabeceo de reconocimiento, antes de extender la mano en dirección al hombre moreno que había entrado con ella—. Os presento a Amuir, asesino juramentado de la Hermandad de Osiris.

»Él nos ha informado de que uno de sus Hermanos ha desaparecido mientras escoltaba en su viaje a una expedición que iba a llevar una reliquia sagrada al templo del Escriba de los Dioses en la ciudad portuaria de Majoor —explicó Hanofret, secándose el sudor de la cabeza afeitada—. Se trata de un cáliz, una reliquia menor de la casa Hatharia con notables poderes curativos. Nuestros oídos en los muelles han escuchado que hay un brote de una virulenta enfermedad en Majoor, llamada La Maldición Escarlata. Creemos que nuestros hermanos querían la reliquia para hacerle frente.

»No hemos recibido noticias al respecto de nuestros colegas de Majoor o del precepto Derlaunt, sino que vamos a actuar a instancias de nuestro precepto divino Thothepi Tholaunt, la Encarnación de Thot. Ha pedido que actuemos con discreción, para que no se sepa que estamos ayudando a su primo —pidió la sacerdotisa—. El cáliz de Hatharia es un artefacto y como tal resiste a cualquier intento de localización por las adivinaciones mágicas habituales. Se os pide, por tanto, que viajéis a Majoor e investiguéis sobre el terreno el presunto hurto, así como la desaparición del hermano de Osiris y el resto de la comitiva que iba a entregar el cáliz al templo local de Thot. Los augurios, aunque no del todo fiables por la naturaleza del cáliz, parecen indicar que el Hermano de Amuir está con vida y que la reliquia aún sigue en la ciudad.

Hanofret se alisó el vestido y volvió a secarse el sudor de la frente. Rebulló un momento en el sitio antes de añadir:

—¿Tenéis alguna pregunta?

Bueno estos posts estaban preparados hace mucho tiempo como podéis comprobar por la fecha. Podéis agradecerle a Vader  que no hayamos empezado antes. Se sentía confuso si empezábamos a jugar sin haber recortado según qué flecos en la mecánica de su PJ.

Amuir se masajeó la sien con los dedos mientras asimilaba la información. Hanofret hablaba mucho y muy deprisa, menos mal que él estaba enterado de lo que estaba sucediendo, pero no sabía si los otros se habría enterado de algo. Con la mano apoyada en una de las espadas cortas que colgaban del cinto, el hermano juramentado de Osiris se dirigió a los demás. Vestía una túnica blanca y tenía la capucha echada hacia atrás para dejar el rostro al descubierto.

-¿Qué enemigos existen en Majoor para los intereses de la casa Hatharia? ¿Quién sabía de los movimientos de este artefacto, la ruta que la comitiva iba a llevar a cabo? ¿Qué se sabe de la enfermedad que asola la ciudad?

Hanofret suspiró.

—Todo lo referente a los intereses de la Casa Hatharia es ahora mismo muy incierto —respondió la sacerdotisa—. Han realizado el ritual Oblaran y tienen una Encarnación Divina por primera vez en ocho centurias. Su Encarnación, Nepthis, es una incógnita aparte de que es una profetisa de Hathor. Todo el mundo se pregunta si reclamará la prefectura divina, o si mantendrá a su Casa al margen de la política como han hecho durante generaciones.

»Pero no actuamos a instancias de la Casa Hatharia, sino de la Casa Tholaunt —recordó Hanofret—. Si la recuperación del Cáliz nos granjea la amistad de la Casa Hatharia, bien. Pero por el momento os invitaría a descartar un movimiento político contra la Casa Hatharia. Centrémonos en las repercusiones que podría tener para la posición de la nuestra. Poco importa si es un acto terrorista contra la población de Majoor o un vulgar robo, lo importante es encontrar el cáliz, utilizarlo para sanar a la población y ajusticiar a los culpables.

»El movimiento del artefacto solo era sabido por los altos cargos de la iglesia de Thot. Pensamos que, simplemente, alguien externo descubrió durante el trayecto que la comitiva transportaba algo valioso y decidió robarlo. Como he dicho antes, mantened los pies en la tierra y no llenéis vuestra mente de conspiraciones y traiciones.

Para responder a la última pregunta de Amuir, Hanofret desenrolló uno de los papiros. Repasó los datos rápidamente y parafraseó alguna de las frases del informe.

—Pese a su nombre, la maldición escarlata no es una maldición, sino una enfermedad. Parece haberse originado en una zona insalubre de la ciudad conocida como El Cenagal. Sus síntomas incluyen llagas y pústulas muy dolorosas. A medida que avanza la enfermedad, las llagas revientan y supuran sangre y pus. Finalmente, el individuo enfermo muere, normalmente en una exhibición macabra que deja al cadáver poco más que un montón de pulpa ensangrentada.

Levantó la vista del papel.

—¿Más preguntas?

Los clérigos no podían dar a basto con el suceso si necesitaban ayuda de una reliquia. Hanofret decía que las repercusiones de la misión no eran políticas, Amuir no iba a tener que matar a nadie y eso siempre era bueno; pero un acto terrorista contra la población siempre era cuestión de política. Amuir se abstuvo de dar su opinión al respecto, se necesitaba un culpable y pruebas, y todavía no tenía ni uno ni lo otro.

-¿Quién podría querer cometer tal atrocidad contra la población de Majoor? El terrorismo contra la población inocente necesita de una causa para enviar un mensaje.

Si solo era un robo, mucho mejor, porque cada grano de arena en el imponente desierto de Mulhorand estaba revestido de política y complejidad.

-¿Tenemos algún contacto en Majoor? Las autoridades locales no nos permitirán entrar en cualquier parte y tampoco podemos preguntarle al precepto si nuestro señor Thothepi Tholaunt no quiere que sepa que estamos ayudando -el por qué no quería que se enterase de la ayuda, Amuir no iba a preguntarlo; no era asunto suyo-. En el caso de que descubran nuestras intenciones, ¿la Iglesia de Thot nos apoyará o estamos solos? -fue una simple pregunta profesional-. ¿Podemos hablar con la Madre Reverenda Nepthis? Si es una profetisa, ¿no vio venir el robo? Quizá pueda preguntarle a Hathor por el destino de su propia reliquia. Una última cuestión, ¿cómo de contagiosa es la enfermdad? ¿Corremos algún peligro? ¿Hay alguna forma de prevenir que  nosotros mismos nos contagiemos?

Así será— Fueron las primeras palabras cuando aún continuaba postrada en el suelo con la frente apoyada en las frías baldosas. Ella no osaría en realizar preguntas porque si le habían hecho llamar al templo era porque solo querían de ella una cosa, soluciones.
Lentamente se fue incorporando sentándose sobre sus talones y mantuvo la mirada sobre los pies de Hanofret. Kéfera no era digna de mirar más arriba — Siempre he encontrado a quien busco, daré mi vida para lograrlo también en esta ocasión, con discreción — Los adornos de su pelo peinado con rastas tintinearon mientras el calor de su cuerpo ascendía por la temperatura y la posición tan incomoda que había mantenido hasta aquel momento. No sabía si tenían mucho tiempo o tenían urgencia, daba lo mismo. Le habían llamado y era una herramienta para ser usada. Se sentía orgullosa de que contasen con ella y sus ojos brillaban de la emoción

Shem había conducido sus paso con cuidadosa ceremonia, aquella que marcaba la reunión con un superior de su orden. Había coincidido con Hanofret en alguna ocasión, si bien no muchas, dado que la mujer tenía unas atribuciones que no se parecían mucho a las que tenía Shem. Él era un protector del conocimiento y sus vertientes arcana y divina; vivía rodeado de pergaminos, vitelas, tablillas, símbolos y el tacto de la magia divina y arcana. Desde luego nunca habría tratado unos escritos de la manera en la que Hanofret lo hacía, si bien supo disimular su desacuerdo desgranando unas uvas del racimo que sostenía.

Shem pertenecía a una casta de nobles que además de ostentar el rango de sacerdote, estaban bendecidos con la propia sangre de Thot. Era algo más alto que los demás, y su cuerpo, pese a no gozar del vigor de alguien dedicado a entrenarlo diariamente estaba bien formado y era hermoso de contemplar. El sacerdote no solía dejar sus obligaciones en el tempo a menudo, si bien ya se contaba con sus dotes de observación desde tiempo ha para dar solución o investigar asuntos que requerían salir del mismo. Era algo que había hecho en varias ocasiones, y si bien prefería estar entre las paredes del templo, su deber estaba para con su dios. No todo el conocimiento se encontraba entre esas cuatro paredes, había mucho que ver y conocer ahí fuera.

Dedicó un somero examen a los otros dos que habían respondido al llamado. Les conocía a ambos, e incluso habían colaborado en algún trabajo en el pasado, si su memoria no le jugaba una mala pasada. Respondió al saludo de la mujer y luego escuchó con atención las palabras de los otros. - Hanofret, gracias por esta cálida bienvenida. Lo cierto es que es un asunto preocupante el que nos presentas, me temo. Saludos a vosotros de nuevo, Amuir y Kéfera.-

Las palabras de la sacerdotisa habían levantado una bandada de preguntas del asesino juramentado, que parecía preocupado por todo menos por su hermano desaparecido, o al menos esa impresión daba. Shem era de carácter meditativo y planificador, a veces se le podía confundir con alguien incluso obtuso, dada la pausa con la que trataba los temas que abordaba. Amuir ya lanzaba preguntas por todos, así que decidió dejar su petición en la mesa. - Quizás necesitaríamos medios para protegernos de la enfermedad de cara a la búsqueda del cáliz. De poco valdrá que entremos en la ciudad con un plan y entusiasmo si caemos enfermos en pocas horas. ¿Crees que sería posible, Hanofret? -

Hanofret se encogió de hombros.

—El único motivo por el que el brote no está controlado aún es porque Kethphron Derlaunt no ha pedido ayuda a su tío, sino que se ha empeñado en encargarse de ello por sus propios medios —respondió la sacerdotisa—. No hace falta ninguna reliquia para hacer frente a una enfermedad con un origen tan mundano como esta, solo una dotación suficiente de clérigos. En mi opinión, esto se acababa en menos de una dekhana enviando un centenar de sacerdotes a Majoor. Pero no nos compete a nosotros discernir las causas o proponer soluciones, sino ejecutar las que nos son ordenadas.

Hizo un ademán elocuente en dirección a Kéfera, cuya actitud le parecía de lo más apropiada... y estimulante.

—En Majoor tendréis acceso a todos los recursos de la Iglesia de Thot. Que seáis discretos con los motivos que os han llevado a la ciudad no hace que dejéis de formar parte del rebaño del Escriba de los Dioses —dijo y señaló con la cabeza a Shem-su-namun—. Por eso formais parte de esta pequeña compañía, Adivino de los Misterios¹. Vuestra presencia abrirá las puertas a todo lo que necesitéis, incluido el tratamiento por medios mágicos si llegarais a enfermar. La mejor manera de la que podéis protegeros del contagio es evitar el contacto físico con un infectado.

Soltó una carcajada cuando Amuir pidió una entrevista con la Encarnación de Hathor. Hanofret tenía una de esas risas nasales, y gruñía como un cochinillo entre un acceso de hilaridad y el siguiente.

—¡Tú y medio Mulhorand quiere hablar con Nepthis Hatharia! Desafortunadamente, la Encarnación de Hathor ha resultado ser bastante esquiva y muy selectiva con las reuniones sociales a las que asiste. Seréis informados por medios mágicos si conseguimos hablar con ella al respecto de vuestra misión, pero no contéis con ello.

1: título por el que alguien culto se referiría a un sacerdote de Thot en público.

Partiremos lo antes posible— No se atrevió a levantarse hasta que la despedida no se produjo. Aún retumbaban en su cabeza las preguntas que sus compañeros habían realizado y que no habían tenido una clara respuesta. Kéfera se llevó las dos manos al pecho cuando escuchó que formaban parte del rebaño del Escriba dando muestra de su férrea devoción.
Encontrar a una persona sería mucho más sencillo que encontrar la reliquia pero estaba segura de que la elección del grupo era la correcta, ellos nunca se equivocaban y además, los conocía. Si eran una gran elección.
Esa noche debería de rezar más, dando las gracias por volver a darle la oportunidad de demostrar su valía

Había algunas charcas en la historia de Hanofret, unas que convendría drenar antes de empezar aquel asunto, o al menos hacerlo con cierto conocimiento de causa. La mujer pedía acciones discretas y directas, a la par que recomendaba no abordar directamente a los de Hathor y de manera asociada al precepto Kethphron Derlaunt. Los intereses de la fe de Thot en todo esto no estaban claros más allá de la voluntad de la Encarnación de Thot.

- El curso de acción a seguir está claro entonces. Hay un par de detalles que me gustaría aclarar:
Primero, el motivo por el cual el cáliz, reliquia de la Casa Hatharia viajaba al templo de Thot en Majoor en lugar de a la propia casa Hatharia. Lo segundo sería una descripción o dibujo del cáliz mismo. Nos sería de gran ayuda en nuestras futuras pesquisas. -

Que alguien hiciera un llamado a dejar a un lado conspiraciones y motivos ocultos en este asunto precisamente apuntaba en la dirección contraria, pero Shem era un servidor de su casa y de su dios, y haría lo que le habían pedido. Sería el enlace de los miembros de aquella expedición para con el templo de Thot en Majoor.

Amuir era un mandado, como todos; solo que él era un mandado con menos importancia, porque era un fiel seguidor de Osiris, no de Thot, y su hermano Habib se había prestado voluntario para escoltar la reliquia para que su incipiente Hermandad pudiera tener los contactos adecuados. La reliquia y Habib habían desaparecido, tenía que saber qué le había pasado a su compañero y tenía que actuar bien ante la iglesia de Thot si quería establecer una relación con ellos.

¿Si hubiese sido él el escolta, habría desaparecido la reliquia también? Sí, seguramente sí. El hermano juramentado no era quién para cuestionar a un sacerdote de Thot en su propio templo, pero una impresión equivocada de la misión podía crear distracciones innecesarias, pensó al escuchar las preguntas de Shem. Quizá el sacerdote no entendía de política. Mejor para él.

-Es posible que en Majoor no exista una iglesia de Hathor -aventuró, mientras cambiaba el peso de una pierna a otra-. El precepto Derlaunt ha querido solucionar el problema de la enfermedad por sus propios medios, pero en lugar de pedir ayuda a su tío, Encarnación de Thot, para que envíe a una dotación de clérigos a desterrar la enfermedad, pidió a la casa Hatharia una reliquia con la que erradicarla -no añadió nada más porque esperaba que entendiera lo que significaba todo eso políticamente.

El precepto de Majoor quería apuntarse el tanto y demostrar que podía controlarlo él solo y que no necesitaba la ayuda de la Encarnación. Probablemente había pagado a la iglesia de Hathor una cuantiosa donación por esa reliquia y durante el transporte de la misma, alguien se había enterado y la había hecho desaparecer. La enfermedad podía tener un origen humano, alguien había esparcido la enfermedad y luego había robado la reliquia para demostrar que el precepto era un inútil, dejando en mal lugar no solo al mandatario sino a la propia iglesia de Thot en la región. La Iglesia de Thot tendría que designar a otro representante en Majoor, con el consiguiente desbarajuste en el poder. A Amuir le parecía un movimiento evidente, resultaba que el precepto era primo de la Encarnación, así que en lugar de destituirlo y solucionar el problema, Thothepi Tholaunt quería ayudar de forma discreta para que el precepto saliera victorioso. Thot tenía intereses en Majoor, no quería perder influencia, era así de sencillo. Política. Pudiera ser que el robo no estuviera relacionado y que solo hubiese sido una simple casualidad, pero aunque lo fuese, podía causar un grave daño a la Iglesia.

-Saldremos de inmediato hacia Majoor. Gracias, Adivina de los Misterios.

—Y así es, Hermano —dijo Hanofret—. El único templo en Majoor es el del Escriba de los Dioses. No es una ciudad muy grande. A decir verdad, Hathor no tiene templos dignos de tal nombre. Es una deidad que tiene mucha más presencia en el mundo rural que en los núcleos urbanos. Como mucho habrá alguna ermita en alguna aldea donde el culto sea especialmente relevante.

La sacerdotisa de Thot extendió uno de los papiros a Shem.

—Ahí tenéis por escrito una descripción pormenorizada del Cáliz. Pero no debería ser difícil reconocerlo, es de bronce, de aspecto humilde, y tiene el símbolo sagrado de Hathor grabado en su superficie. Revelará un aura mágica de transmutación bajo un conjuro de detectar magia —dijo Hanofret—. Ahora, si no tenéis más preguntas, haré llamar al mago que os teleportará. Os llevaremos hasta las cercanías de Majoor para no levantar demasiadas sospechas. No os debería llevar más de media hora de viaje llegar hasta el puerto.

Hanofret alzó la mano a modo de despedida.

—Que Thot os bendiga y tengáis éxito en vuestra misión.

Voy avanzando al próximo capítulo, pero si alguien quiere hacer alguna pregunta más aquí, puede.

Shem tomó el pergamino con delicadeza, más no lo abrió por el momento. Ya habría tiempo para ello más adelante. Por suerte el sacerdote estaba acostumbrado a este tipo de llamados y había venido preparado con su más bien exiguo equipo.

- Tan pronto como obtengamos el cáliz, será llevado al templo de Thot, Adivina de los Misterios.

Confio en encontrar a tu Hermano en buen estado asimismo, Amuir. Partiremos sin más demora entonces. -