Kéfera se quedó algo más tranquila al ver que Shem la apoyaba y relajaba, pues la tensión que tenía en esos momentos podría haber salido por cualquier lado, y haber acabado con la vida de aquel mendigo que la parecía que se estaba riendo de Nathifa.
Por suerte para todos, se quedó mirando la situación, intentando aprender de ella y observando como los expertos en esta materia se manejaban en ella.
Tras varias intentonas, finalmente el mendigo convaleciente de mil dolores se aceptó el trato, y parecía que nos iba a indicar algún camino a lo que buscábamos. Era totalmente normal que lo conociese a si que Kéfera comenzó a seguirlo.
- Vamos, - indicó al resto con un poco de recelo - a qué esperáis.
El sacerdote de Toth asintió a la fiel Kéfera, satisfecho por ver cómo se había solucionado todo y asintiendo a Amuir por su buen hacer. Después de todo, el mendigo sólo quería asegurarse de recibir su pago por la información. No parecía que tuviera malas intenciones.
Se dispuso a seguir a aquel tipo a través del Cenagal, no sin antes prestar atención a los alrededores*. Igual la Mano Serpentina había seguido a Amuir... o igual volvían a ser atosigados por otro grupo de pobres mendigos. En cualquier caso, aquella zona de la ciudad había demostrado no ser segura.
*No se si se requerirá una tirada de observación, pero vaya, Shem va a alerta por lo que pueda pasar.
Edito: Elijo 10, ya que me das la oportunidad.
Madsul sonrió satisfecho cuando el mendigo se ofreció a mostrarles el lugar (o al menos uno de los lugares) desde el que se podía acceder a la ciudad subterránea. Sin embargo, pensó que quizá era hora de tomar alguna precaución.
- Buen mendigo, si podéis mostradnos este lugar, pero hacedlo desde donde aquellos que en él moran no puedan vernos con facilidad, pues no deseamos ser avistados por ellos. - sonrió, y miró a sus compañeros - Uno piensa que tal vez deberíamos acercarnos con cautela, y no llamar la atención en demasía. Quizá que alguien de nosotros camine junto al mendigo, mientras el resto os seguimos a cierta distancia.
Madsul pensaba que el poder de su incansable huesped quizá les ayudaría allí, y pronto oyó su voz.
Sí, invócame. Yo puedo hacerte llegar a ese lugar sin ser visto por nadie.
Se estremeció, aunque sospechaba que pronto volvería a caer en sus garras.
Nathifa se dispuso a seguir junto al grupo, y tras el mendigo que los guiaría. Si efectivamente conocía la entrada habitual, ya tendrían una de las partes que necesitaban. La otra, y probablemente la más difícil, sería entrar sin ser atacados.