Partida Rol por web

Amuir estudió la nota.

-Resulta significativo que no se mencione la reliquia y que hablen de catalogar todo un botín. No sabemos a qué botín se refiere, ni a quién se lo han robado, puede que ni siquiera tenga que ver con lo que buscamos o puede que, directamente, hayan agrupado varios botines. ¿Y si los que se llevaron la reliquia no sabían lo que se llevaban? -comentó Amuir, de pasada-. Entrar en la zona y preguntar directamente por la reliquia puede acelerar que la perdamos de vista. Eso puede ser bueno, porque con las prisas pueden cometer un error, o malo, porque ya no podremos encontrarla. Así que el subterfugio me parece razonable. Por respeto a mi hermano, terminaré lo que él comenzó, pero antes de aplicar cualquier justicia a los implicados en este robo, hay que recuperar el cáliz. Después, averiguaré si fue un robo planeado o solo encontraron el botín por casualidad.

Evaluó al paladín y al sacerdote, los nobles les abrirían unas puertas, pero los demás abrirían otras. Eso siempre había sido así.

-¿Dónde queréis ir primero? ¿Buscamos a la Madre o nos reunimos con Loto Negro en ese Faraón Sonriente? Tal vez podamos entrar en el Faraón y echar un vistazo, a ver qué encontramos. Ni siquiera sabemos quién es Loto Negro y a qué se dedica, puede que incluso sea un intermediario y solo se dedique a mover mercancía, invirtiendo dinero en ello, y no le interese la compra.

-Concuerdo en que quien vaya no debería preguntar por el cáliz. Si no saben lo que es, les alertaríamos de su valor. Si lo saben, nos mirarán con recelo. Pero quizás preguntar por reliquias u objetos mágicos que puedan ayudar, en general, no levantaría tantas sospechas. Muchos en la ciudad estarán asustados y desesperados, y buscarán cualquier cosa que pueda ayudarles. Incluso si no nos llevan a la reliquia en sí, quizás nos lleven a donde guarden las cosas que hayan robado, y a quien comercia con ellas.

Había aún otro problema. Incluso si Xanjahar no era reconocido como un paladín, había alguien que podía identificarlos a él y a Nathifa.

-Hay algo más. De los hombres que atacaron al hermano de Habib ibn Gadour, que llevaban el anillo de la Hermandad Serpentina e iban tatuados con serpientes, uno murió y otro fue gravemente herido y está bajo custodia. Y uno logró escapar. Si ese hombre está por la zona, podría reconocernos a Xanjahar o a mí. Incluso ocultar los tres círculos de su rango podría no ser suficiente. Si vamos, deberíamos disfrazar nuestro rostro para no ser reconocidos. En mi caso, quizás un velo sea suficiente.

Aunque es posible que el hombre ya haya muerto. Tanto él como los demás que atacaron a ibn Gaddour sufrían la misma enfermedad, la maldición de la Mano Escarlata.

Xanjahar parecía mucho más relajado de lo que algunos querrían comprender. Él era un defensor de la verdad, del honor y de la justicia, pero no era un fanático sin cerebro. Entendía que había muchos tipos de personas en el mundo y no todos tenían que actuar como él. Si que era cierto que él evitaba mentir, evitaba el asesinato y no era capaz de atacar a rufianes indefensos, aunque eso supusiera ponerse en peligro. Pero entendía perfectamente que hubiera otros que aprovecharan el momento y, aunque prefería explicarles que morir con honor era mejor que vivir sin él, no se veía capaz de forzar a los demás a actuar como él consideraba. Él no era un dios que tuviera que juzgar las acciones de los demás, para ello ya estaban, precisamente, las deidades.

- Donde mi espada y mi rango sean requeridos, daré un paso al frente. Pero también soy consciente de que sirvo de menos ayuda, si queremos utilizar el engaño para reunir información. Si consideran que es el modo de recuperar el cáliz, me parecerá bien. Pero si, en algún momento, creo que nos estamos desviando de nuestra principal tarea, se lo haré saber. Los crímenes contra la voluntad del faraón no pueden ser tolerados, aunque podría hacer la vista gorda si se hacen con un objetivo tan noble como el que perseguimos. Ahora bien, si es por algún acto de venganza, o algún otro motivo menos noble como la avaricia, tendrán que responder ante la justicia divina o someterse a la voluntad de los dioses -todos sabían que se refería a la voluntad del acero- Espero que puedan entender que, aunque trabajemos juntos, nuestra labor como ciudadanos es servir al faraón y a los dioses, y en concreto mi trabajo es evitar que la gente se desvíe de su noble propósito. E igual que ustedes no pueden negar lo que son, yo tampoco puedo hacerlo.  

Madsul comprendía lo delicado de aquella situación, pues su comitiva estaba formada por gentes de gran nobleza y alcurnia, y por otras no tan bien avenidas, como él mismo. Aunque aquellos detalles de la civilización se le escapaban, él conocía el orgullo de los nobles y de las gentes de bien. No obstante, el de Horus-Re se plegaba a que se hiciesen las cosas con la sutileza del cazador, y eso estaba bien.

- Humildemente sugiero, nobles señores, que quizá queden ustedes fuera de ese lugar, y seamos los de más bajo nacimiento quienes entremos. Si os parece bien, quizá podríais permanecer en las cercanías, por si algo se torciera. Pero tal vez prefiráis otra tarea más digna de vuestra nobleza, que ayude a esta misión tanto como la que vamos a acometer. - dijo Madsul, y luego miró a Nathifa - La excusa que propones me parece buena. Quizá esa Madre de las Serpientes aún no tenga el cáliz en sus manos, pero a buen seguro le agradará tener a un voluntarioso (y adinerado) comprador para el mismo. - después asintió a Amuir - El Faraón Sonriente sin duda será un buen lugar para comenzar nuestra búsqueda.