Vaya día tan pesado, el miedo sobrecoge los corazones de los tabulenses, quienes elevan súplicas y plegarias en busca de resistir una noche. Quizás Tonel y Amador les den caza a los lobos, o quizás estos hayan escapado, satisfechos por haberse zampado a medio pueblo. La verdad es que pocos pudieron permanecer tranquilos, mientras la suerte y el infausto destino parecía cernirse sobre ellos como una verdad ineludible. La muerte se escondía entre las sombras.
El nuevo día fue nublado, y un frío aterrador hace que los rostros largos y faltos de esperanzas de los pueblerinos, sean aumentados. La tristeza crece a grandes pasos.
El pueblo se reúne, pero se echan de menos dos personas. Y como una verdad a susurros, parece claro lo que ha sucedido. Al primero que encuentran es a Alfredo, el sastre, está en una mecedora, cubierto con una manta... y todos respiran aliviados, quizás solo se haya quedado dormido... pero al tratar de despertarle, y quitarle su abrigo... tienen que hacer de tripas, corazón. Del pecho del joven queda poco, más que sus entrañas, y nada de sus piernas, parece haber sido dejado así, solo para burlarse de los aldeanos. Medio devorado, literalmente.
Y luego, la voz siseante del último alguacil no se hace sentir, el pueblo da voces y búsquedas, hasta que finalmente, en el cementerio le encuentran. Leonard Cavalis, el enterrador, también ha muerto durante la noche, yace con la cabeza destrozada a golpes, cerca a un enorme agujero. El arma homicida: su propia pala, abollada y ensangrentada, fue usada para partirle la testa sin piedad. Y sin piedad, su cadáver descansa. El asesino impune.
Alguien, valiente e impávido, revisa en sus bolsillos, encontrando una nota final, un testamento en una caligrafía horrible, donde designa a su sucesor, cargo que seguramente, nadie recibirá con agrado... dadas las recientes circunstancias.
Alfredo y Leonard Cavalis, son cosa de ayer, han muerto esta noche.
Leonard tiene derecho a un último post (con lo que quiera decir en su carta, pero designando a su sucesor!).
Los demás, votarán como es común, por el próximo a ser linchado.
-¿Pero que hemos hecho?¿que esta pasando?
Miro a los demás...cada vez somos menos...¿quien sera le próximo? ¿ seré yo?
El viento sopla fuerte y siento mecerse algunas ramas y quebrarse otras. No puedo dormir. La intriga frente a los dos aldeanos que han partido y frente a mi suerte, impiden que concilie el sueño. Tomo un pedazo de papel, recordando lo que Leticella ha hecho. Lo considero razonable, por lo cual comienzo a escribir una suerte de testamento por las dudas.
Mi mano tiembla, presa del miedo que me envuelve. Mis ojos se abren y cierran velozmente, trémulos, casi llorosos. "No debería haber azeptado ezte trabajo... zo zólo cavo tumbaz... éze es mi oficio", pienso con resignación. Empiezo a garabatear unas cosas en el papel, tratando de apurarme al escribir lo que quiero decir, aunque de manera atolondrada. Mi cabeza estalla en miles de pensamientos entrecruzados, necesito salir.
Me levanto de la improvisada cama que tengo y dirijo mis pasos hacia el exterior de la posada, llevando el pedazo de papel a mi bolsillo. Una helada bocanada de aire golpea mi frente haciéndome cerrar mis ojos. Los refriego un poco, pues comienzo a sentir una ligera molestia. Alzo mi rostro y miro a la nada, a un pueblo que ahora se tiñe de muerte y desesperación.
Cadavérica se pone mi cara ante una imagen que observo estupefacto. Una sombra, acobijada por la oscuridad, me observa. La siento mirarme con una fijeza absoluta, e incluso intuyo que se ríe de mi desventura.
Un temor primigenio me absorbe y comienzo a correr desesperado si ninguna dirección clara. "Por favor no, por favor... no quiero morir, por favor... ¡Alguien que me azude Dioz mío!", grito en mi cabeza pues me siento imposibilitado de emitir sonido alguno. Mi rostro se cubre de lágrimas como el de un niño. Corro y corro, y mis músculos se desgarran tratando de esforzarse más que nunca en mi vida.
La pala cae, pero no me detengo para levantarla. Me siento totalmente perdido, sin mi amuleto y solo en la total oscuridad del lugar. Tropiezo y caigo junto a un pequeño pozo. "Ez mi tumba... Dioz mío, ez mi tumba", me digo al verlo. Los gritos ahogados y sollozos comienzan a emanar con fuerza, apagados tan sólo por el suelo que presiona mi boca. Trato de levantarme pero siento flaquear mis brazos. Con una ira que no puede aplastar mi terror, saco fuerzas de donde no tengo.
Unos pasos detrás de mí hacen que me detenga. Giro mi rostro para reconocer con sorpresa y terror la cara de quien se llevará mi vida.
"- Por favor, no me matez- le suplico con lágrimas en mis ojos-. Yo no he hecho nada, no zoy un monztruo, no lo zoy".
Mis palabras se ven interrumpidas por un golpe seco. Siento el frío metálico de mi pala golpearme el rostro. Mi cara nuevamente toca la tierra, húmeda por el clima que se ciñe bajo la noche de Tábula. "Es mi pala, mi pala", pienso y al instante otro golpe comienza a nublarme la vista.
Extiendo uno de mis brazos como si pidiese auxilio a alguien que no está en el lugar. Ya no hay nada para mí, ya es la hora. Una nube de oscuridad cubre mis ojos; en el fondo de ellos una imagen. Fijo mi vista en ella, tratando de buscar la tranquilidad que necesito para afrontar la situación. Creo reconocerle, he visto a esa persona. "¿Papá? ¿Papá, zoz voz? Perdón papi, nunca qui...".
Carta:
Tengo miedo por lo que pueda pazarme y por eso escrivo eta carta que aora estan viendo y me gustaria que no se enogen conmigo porqe siempre trate de alludar lo mas qe e podido al pueblo y por eso yo estoy tranqilo porqe se qe ize bien las cosas por eso tengan cuidado todos porqe los qe sean alguasilez porqe etaran en peligro porqe Leticella ya a muerto y yo seguro qe voy a morir rapido dezpues de convertirme en alguacil yo lo preciento y se qe es asi y por eso escrivo la carta esta qe aora estan biendo y entonses me gustaria qe de todos los que estamos en tabula sea ileana la que sea alguasila aora porqe eya sabe qe pasara porqe habla con fantasmas y cosas y be el futuro y puede alludarlos.
Saludos de Leonard Cavalis los qiero mucho a todos.
Perdónenle a Leonard (y a mi XD) los errores de ortografía jejeje.
Ileana, te toca ^^.
La cosa se habia salido de madre, demasiadas muertes los aldeanos estaban petrificados por el miedo, no confiabamos los unos en los otros y eso era lo ultimo que necesitabamos en este momento...Uno o mas lobos se paseaban libremente con forma humana entre nosotros, traicionandonos y aniquilandonos como simple ganado.
Ileana era el nuevo alguacil, espero no corra la misma suerte que los anteriores en su puesto.
Pensativo recogia los restos del enterrador para darles sepultura dignamente...
Clara no salía de su miedo, nunca pensó que en su humilde aldea ocurrirían tales desastres. Primero la pequeña Stephanie después los demás inocentes... sólo habían dado con un hombre lobo pero ¿cuántos serían? ¿Podrían acabar con ellos antes que ellos con nosotros?
- Oh Dios Misericordioso, apiadaté de estas personas indefensas y ayúdanos a sobrevivir.- rezaba a viva voz para que Dios la escuchara.- Ileana, señorita alguacila, dígmae ¿qué vamos a hacer ahora? ¿Crees que los...- no podía pronunciar la palabra licántropo.- ...están todavía entre nosotros?
Al abrir los ojos, bien tempranito para ir a la panadería, su corazón sintió alivio de seguir viva, sana y salva que se dice. Aunque enseguida reconoció dentro de sí misma, de nuevo, el miedo a que fuese su último día, comenzando a preguntarse quién no habría tenido tanta suerte como ella... No se olvidó de, antes de ir a la panadería, rezar para que las personas destinadas a ir al bosque se encontrasen bien... si es que no eran unos lobos, claro. Después cogió con premura una rebeca de lana negra y se fue a trabajar.
Tras releer una y cien veces, Ileana guardó la manoseada carta del antiguo enterrador entre los pliegues de sus faldas, apretó los labios y se ajustó el chal. A la luz de los nuevos acontecimientos había preparado una gran tetera de tila para los que pudieran necesitarla y tras ayudar en su viaje a los difuntos se sentó en su mesa habitual con la baraja del tarot frente a ella.
Las criaturas habían vuelto a atacar y seguían sin rastro de Tonel o Amador, una mala decisión, ahora estaban aun más indefensos si cabe.
Con cuidado destapó la primera carta y su mirada se fijó en Clara. Asintió con pesadumbre en respuesta a su pregunta.
Destapó la segunda carta.
-Señor Von Wangel, ¿sería tan amable de cerrar la puerta de la taberna? -sugirió antes de volver a destapar la siguiente.
Su mirada fija en la baraja volvió a alzarse hasta los aldeanos, entrelazó sus dedos y dedicó unos instantes a observarlos. Tras ello, volvió a hablar.
-Bien señores, no saldremos de aquí hasta exponer las sospechas de cada uno -sentenció con firmeza.
Los minutos pasaban, el tenso silencio se había adueñado de la sala. Ileana carraspeó, y sacó una nueva carta, tras ello, ladeó la cabeza ligeramente, como si sopesara algo importante -mmmm...-asintió despacio para sí misma.
-votar en un papel sin exponer los casos abiertamente unicamente nos ha llevado a mancharnos las manos de sangre inocente, las nieblas del futuro se ciernen densas y oscuras sobre todos nosotros y no se disiparán hasta que seamos capaces de llegar a un acuerdo -aunque su expresión era compasiva la firmeza de su tono no daba opción a negarse -soy consciente que probablemente este sea mi ultimo dia entre ustedes, pero no me iré de aquí sin llevarme almenos a una de esas criaturas de vuelta al infierno. -su mirada se alzó pasando por cada uno de los aldeanos detenidamente, finalmente, suspiró apesadumbrada -si nadie quiere empezar lo haré yo.-sentenció
-Uriley, querida, si aun se pregunta porqué quise mandarla al bosque, la razón no es otra que lo que tal vez le ronde ya por la cabeza, no la quiero cerca, ¿porqué? verá, noto cierta pauta entre usted y la pequeña y dulce Stephanie, si puede rebatir la razón y las cartas hágalo, convenzame de que no es uno de ellos pero, por favor, no intente hacerse la victima indefensa otra vez pues bien sabemos todos de lo que somos capaces cada uno, 8 vecinos, amigos y compañeros han muerto y 3 bajo nuestras propias antorchas, y usted querida, como todos, ha sido participe en todas ellas. -la gitana hizo una pausa llevandose una mano a sus cientos de estampitas en un acto reflejo de protección de aquellos malos augurios. Tragó saliva y volví a mirar a los aldeanos -¿y bien?
Cerre la puerta como me habia ordenado ileana y me coloque cerca de ella por si la cosa se descontrolaba y alguien intentaba una salida rapida.
Ileana explico sus argumentos contra Uriley y no parecia que nadie mas explicara los suyos.
Yo creo que esto ya ha llegado demasiado lejos, nos estan engañando vilmente y consumiendonos poco a poco en las crueles llamas del infierno.
Nuestra confianza se ha minado con cada muerte, con la muerte de cada uno de nuestros vecinos y seres queridos con los que tanto habiamos compartido...
Sin decir una palabra mas bajo su rostro palido como el marmol y comenzo a recordar a los caidos en especial a Leticella...
Yo?- los ojos se abrieron como platos, desconcertados e indefensos –¿Cómo voy a demostrar yo o nadie que no es una de esas horribles bestias?- Miró a todos lados, improrando con sus ojos castaños apoyo en aquellas personas con las que nunca se había relacionado demasiado, realmente preocupada porque las majaderías de aquella mujer fuesen contagiosas… o peor, una técnica para quitarse a inocentes del medio
Ileana asintió en agradecimiento al gesto de Von Wangel, tras ello, entrelazó sus dedos y volvió a fijar la mirada en Uriley
-efectivamente mi intención no es otra que mandar a la bestia al matadero -asintió con seriedad -Uriley, todos la hemos visto con una antorcha en la mano, como todos, ha participado en la muerte de sus propios vecinos, no, no es inocente, ninguno de nosotros lo somos, pero para cazar a la criatura hay que bajar al infierno -La voz de la gitana sonaba cansada pero firme -querida, a la luz de los acontecimientos, cualquiera vería que no está tan indefensa como quiere hacernos creer. -Ileana suspiró, era inconcebible que aun habiendo participado en tales masacres continuara con aquella farsa de dama en apuros, ni siquiera un niño podría autoengañarse de esa manera -le recuerdo que la suya, es la misma fachada que utilizaba la pequeña Stephanie.
A Uriley no le gustaba que la gitana estuviese tergiversando lo que ella decía para su propio beneficio. Supuso que eso se debía a que no tenía buenos argumentos. Espero a que terminara, ordenando sus pensamientos, intentando aislar el nerviosismo y que no le nublase la razón.
Ileana miraba una de sus cartas, como si fuera realmente importante aunque las palabras de Uriley la desconcentraron bruscamente -¿Azar? ¿juegas con la vida de la gente dejando una decisión tan importante al azar? -respondió la gitana perpleja, ¿quién podría hacer algo semejante?. Suspiró negando con la cabeza, como si estuviera muy cansada -no hablamos de personalidades querida, hablamos de mentiras. -sentenció con serenidad.
Los ojos se abrieron como platos, no entendía que la alguacila se cebara con ella, habiendo como había otras personas bastante más sospechosas según las votaciones que habían estado escuchando todos, oscuros tenían que ser sus intereses para atacarla de aquella manera... Espero sinceramente que los aldeanos no creyeran los embustes de aquella atea.
-Gracias Uriley, eso quería oir -la gitana asintió despacio y entrelazó sus dedos, despues, observó al resto de los presentes con expresión severa ¡ni siquiera se habían atrevido a abrir la boca! -si continuamos votando al azar sin atender a razones la masacre de inocentes no cesará, ¿aun seguiran ustedes ahi sentados sin hacer ni decir nada?-hizo una pequeña pausa esperando algun tipo de respuesta o un pequeño gesto, cuando comprendió que aquello no iba a suceder prosiguió -si continuan escondiendose en el silencio ya no hace falta que vuelvan a votar, la bestia habrá vencido. -la gitana los miró con tristeza, y tras ello, se dispuso a recopilar sus cartas.
Sara, que se había mantenido junto a la pared de la taberna mientras Ileana y Uriley hablaban, se acercó a la mesa de Ileana, y sentándose le dio la razón a la nueva alcaldesa.
- Tiene razón, Ileana. Deberíamos ser capaces de razonar nuestras sospechas. Pero es dificil, pues todos nos conocemos desde hace mucho tiempo, tengamos más o menos contacto los unos con los otros. Pero no debemos dejar, que, como has dicho, la bestia gane. O las bestias... o las bestias y el que las ayude... Nadie, nadie más que nosotros. Necesitamos ganar, nos va la vida en ello.
El discurso de la profesora parece algo confuso, pero tiene su lógica.
- Al pedir al señor Von Wangel que cerrara la puerta, nos pediste que expusieramos nuestras sospechas. Y a ello voy: Aunque dentro del grupo que hemos dormido en la taberna, puede estar el asesino que se está tomando la justicia por su mano, sospecho que las bestias se esconden entre los que no hicieron caso de la petición de Leticella de pasar la noche aquí. Como Uriley, puede tener razón... y como Gabriela.
¿Serán golpes de ciego? ¿Acabaremos con otro peludito?
Ileana asintió ante las afirmaciones de la profesora agradecida de que al menos alguien hubiera entendido la razón de todo aquello.
Entrelazó sus dedos apoyando los codos sobre la mesa -¿que tiene que decir a esto Uriley? ¿Gabriela? -sus profundos ojos negros se fijaron en las presuntas sospechosas
Puff, que cansinas.
Pero Uriley no iba a dormir esa noche en la posada.
La decisión definitiva la toma la alguacila, quien, como una sentencia cantada, parece ser quien condena a Uriley, la aprendiz de panadera como la posible lobo. El pueblo, o lo que queda de él, coincide en los resultados, pues la voz del pueblo es la voz de Dios.
Así que antes de que la chica diga algo, se lanzan sobre ella, la reducen con relativa facilidad, amarran sus manos y la rodean, mientras la dirigen hacia el lago, no muy lejos de allí. Alguno lleva una escopeta y otro una roca enorme. La procesión lanza insultos, esperando lo peor, y así recorren el trecho que hay hasta la masa de agua.
Junto al borde, amarran una cuerda al cuello de Uriley y de allí a la enorme y pesada roca. Todos creen que su parecido con Stephanie es la prueba que necesitan, pero que ésta solo haya hablado y no los haya atacado, pone a dudar a algunos.
"Te lanzaremos al lago con la roca, si eres un lobo, te transformarás y te liberarás, y cuando salgas a tomar aire, te dispararemos desde aquí. Si eres inocente... " y el silencio aprueba la innegable lógica de Tábula. Uriley dice sus últimas palabras, antes de ser empujada con todo y roca.
Todos observan, el tirador apunta, las burbujas de aire salen a raudales, y luego, empiezan a desaparecer, hasta que lentamente se extinguen. Pero por seguridad, todos vigilan la superficie hasta estar seguros.
La noche cae finalmente, y la lividez del rostro de todos, solo confirma lo que muchos se sospechaban...
Uriley era inocente. Otra noche cae sobre Tábula.
Uriley es la linchada, tiene derecho a sus últimas palabras.
Los demás pueden emitir exclamaciones de asombro, etc, etc, etc :P
Comienza el turno nocturno!
Para ella aquella votación no fue una sorpresa. Tenía bastante resquemor, habían muerto muchos inocentes… y ahora le iba a tocar a ella. Muy vano el consuelo de haber hecho todo lo posible por evitarlo… si es que aquel pueblo no la conocía, nunca lo hizo. Igual que su padre.