Partida Rol por web

En el pasillo del primer piso, además de la esperables puertas numeradas de las habitaciones hay dos puertas dónde puede leerse "baño", una en cada esquina, y unas puertas vidriadas en el ala sur que dan a un cuarto e juegos.

En esos "baños" comunes hay sendos espacios que ofician de baño sauna junto a ventanales con vista a los cerros, y vestidores.

En cada habitación hay un baño privado, pequeño pero compelto. Es evidente que se trata de adiciones recientes, una construcción moderna que contrasta con el estilo clásico del resto de la construcción y mobiliario.

El mozo va por las habitaciones dejando el equipaje de cada uno junto a la puerta. La mucama está también en el lugar completando los últimos detalles de algunos cuartos. Te señalan tu habitación.

Ambos suben por la escalera y recorren el pasillo hasta hallar cada uno su habitación y entrar en ellas (¿o no?)

Nicolás entró en la habitación que le señalaron, y comprobó que todo el equipaje que le había señalado al mozo seguía allí. También comprobó por encima el contenido de sus maletas, pero en especial comprobó que el informe que había traído consigo del trabajo seguía allí, y pasó un rato leyéndolo y colocando sus cosas en la habitación.

La mucama pasó por las habitaciones informando que unos minutos más tarde se daría un servicio de té en el hall. (Por supuesto, que ya está incluido en la tarifa que pagaron, si es que alguno quería preguntar)

-V-Vale, muchas gracias señorita.- Sonreí de manera amable y cálida antes de cerrar de nuevo la puerta de la habitación. Desde el otro lado le di la espalda a la puerta y di tres largas zancadas hacia la cama, llevando puesto un elegante y muy cómoda bata, cálida para resguardarme un poco del frío de las montañas.

Encima de la cama yacía varios conjuntos de ropa, todos con trajes más o menos formales. Un saco marrón claro, pantalones negros, camisa blanca y una corbata negra delgada. Otra un abrigo largo negro, camisa blanca, pantalones con un patrón de cuadros negro con líneas rojas y sin corbata.

Esas eran las dos opciones, observando detenidamente a cada una mientras tenía los brazos cruzados y con un dedo encima de mis labios. Ambos se veían bien, pero era más que nada cual tenía GANAS de ponerme. -Hmmm... Sí, el negro.- Y finalmente luego de estar poco más de media hora en ese dilema, tomé el otro conjunto y lo puse en el guardarropa. Con ese peso menos encima de mí fui rápidamente al otro lado de la habitación, agarrando una botella de escocés para celebrar.

Luego de unos minutos de arreglarme el pelo y vestirme finalmente faltaban uno o dos minutos (al menos mis cálculos) para la hora del té, y puntual como cualquier buen inglés, estaría pisando el Hall. Salí de la habitación, le puse llave y con una amplia sonrisa y un buen humor fui en dirección del Hall.

Encuentras fácilmente tu habitación y acomodadas tus cosas

Finalmente libre de tener que llevar su disfraz, el Doctor Vino Won deja descansar tanto sus manos como sus ojos que poco a poco recobraban su tamaño y forma habitual. Realmente era complicado llevar esa mentira, pero todo valdría la pena si podía lograr completar su objetivo.

-Muy bien... ahora el siguiente paso de mi plan para conseguir... -Comentó antes de percatarse de lo evidente- Espera un momento... estoy solo, hablar en voz alta tan solo ayudaría a alguien que echara el oído, mejor será que me calle... 

Y en silencio, cerró la puerta con candado, y por si acaso, la bloqueó con la silla. Tras esto, el hombre abrió la maleta y empezó a escribir una carta usando su mano izquierda, pese a no ser zurdo. En ella narraba lo acontecido hasta el momento desde su punto de vista, desde el descaro de aquel hombre barbudo que posteriormente se vería en extrañas circunstancias con la hija del viudo como aquel otro joven que fue a tomar algo con él.

El Dr. Vino Won volvió a la habitación dejando a todos distraídos en el comedor. Su plan avanzaba con éxito.

Quizás eso era un plan, quizás eso era una idea improvisada en el momento, sea lo que fuera que hubiera pasado, el Doctor Vino Won lo tenía claro, este tenía que actuar y lo tenía que hacer rápido. Sacándose la ropa a toda velocidad, o lo más rápido que podía hacerlo un hombre de su edad, este se preparó para la siguiente parte de su plan, luego de limpiarse con la parte limpia de su camisa los restos de vino que pudiera tener en su cuerpo. 

Una vez listo, este usando un bolígrafo y una hoja de papel, escribiendo con su mano no-hábil, dejaría una nota enfrente de su puerta, en el exterior. Para luego volver a cerrarla.

No molestal. Estal tliste pol alunal la cena.

Mi Papa siemple castigalme sin cenal, así que hoy no cenalé.

-Diosito, el de verdad, no el Dios Chino, si estás ahí arriba, dame fuerzas. -Con esta plegaria que no le retrasó, y habiendo cerrado con llave la puerta de la habitación, se preparó para hacer lo imposible; deshaciendo la cama y tras atar las sábanas y las mantas a modo de cuerda, lanzó un extremo por la ventana, mientras el otro lo ataba a la cama.- Pero fuerzas, fuerzas...

Ahora este podía bajar, pero realmente tenía otra idea en mente; mientras se cambiaba a una ropa más mundana y fácil de poner, este ató otro par de zapatos a su nuevo par de zapatos que se hubo puesto, eso sí, los ató al revés, para poder dejar huellas "al revés" de donde este caminara.

-Supongo que está todo... ahora... vamos a ello... -Y con esto, bajó al exterior usando la ropa de cama.

Una línea de huellas marcada en la nieve van desde la ventana de la oficina en la esquina noreste de la casa hasta la pared trasera, justo debajo de la habitación del dr. Won, desde donde cuelga una correa hecha con sábanas, como si alguien la hubiera arrojado desde dentro para ayudar a alguien a subir.

El Doctor Vino Won trataría de abrir la ventana, sin romperla. Logrando abrirla o no, este simplemente pondría cara triste y volvería hacia su habitación, marcha atrás, y continuaría caminando marcha atrás hacia una ventana del primer piso que pudiera abrir levemente. Luego caminaría hacia delante volviendo a pisar por las mismas huellas y escalaría a su habitación ayudándose de aquella cuerda improvisada.

Mientras aún estabas recuperando el aliento escuchas que alguien golpea la puerta.

—Disculpe señor, sé que pidió que no lo molestaran. Pero necesito hablar con usted. Por favor. Deme sólo un minuto.

Era evidente que la situación era compleja de por sí, por lo que el Doctor Vino Won hizo todo lo posible para evitar que le cuestionaran, así que, como un hombre chino que era, se desnudó. Y ya de paso recuperó la evidente soga improvisada con las sábanas y cerró la ventana.

-¡Adelante!. -Comento mientras hacía una pose extraña, incluso para él, eso sí, volviendo a meter sus manos en el rostro para achinarse los ojos, él casi era un actor de método- ¡Estoy placticando un poco de Naginata, pol lo que no debe de avelgonzalse al entlal!. 

Nomás entrar el jardinero giró la cabeza para mirar lo menos posible al hombre desnudo.

—Disculpe señor. Estaba buscando al señor Won. ¿Es esta su habitación o me equivoqué? Creí leer en su nombre en el registro del hotel.

El jardinero era un hombre joven y delgado de rasgos orientales, aunque su acento al hablar oscilaba entre el argentino y el chileno.

El Doctor Vino Won, se levantó exponiendo toda su belleza a aquel jardinero que apartaba la mirada con vergüenza o quizás con respeto. Sea como fuera, el hombre sudoroso por el esfuerzo que había realizado, buscó alguna toalla que poder usar y cubrirse, algo que hizo girándose hacia el Jardinero.

-Ya puede vel. -Comentó, mostrando como su toalla estaba enrollada en su cabeza, parcialmente tapándole los ojos en vez de cubrir sus partes pudientes; y el ahí, de pie, con los brazos en jarras- Aunque me temo que se equivoca, aquí no hay ningún Señol Won, soy el Doctol Won. No me he pasado mis años mozos estudiando medicina pala no sel llamado Doctol.

Al entrar a tu habitación te encuentras con una nota manuscrita que alguien ha echado bajo la puerta. Está escrita con una caligrafía muy prolija y florida.

Señor. Tengo necesidad de exponer una situación y no sé realmente en quién confiar. Aquí no suelo hallar mucha gente con la que hablar, y al verlo a usted me ha parecido una persona buena. Si está dispuesto a escucharme estaré en la biblioteca después de la cena.