Partida Rol por web

¡¿Cenicienta?! - Joe, ¡menuda obsesión tiene la tía con las espaditas! O una de dos: o ya la conocía o es que no le ha faltado el tiempo para ponerle un nombre ¡como si fuera su mascota! - Ejem… ¿la conoces? La espada digo… La has llamado cenicienta… - Con ese pretexto me acerco hasta ella y compruebo de un rápido vistazo que nada ha desaparecido o que uno de sus bolsillos haya crecido en el último minuto. No es que no me fíe es que… Bueno, si… Pero es que con esas historias de ladrones que cuenta ¿Qué imagen se esperaba dar? – Entonces esas cosas… - Bueno, de momento todo parece estar en órden. Te has ganado una tregua… - Si, toma el arco que Rakas te ofrece… Cuanto menos nos movamos de aquí para allá tanto mejor… Dejadme que compruebe que no queda nada maligno o mágico por aquí y prosigamos… Aún tenemos que encontrar al tal Thazar y darle un recado de parte de Pelor.

Concentrado en detectar las auras (mágicas o malignas) del lugar, el paladín se acercó a la cuerva de donde había salido el extraño ser de cuatro brazos. Evidentemente era donde dormía, aunque, para su sorpresa descubrio tres lechos en el lugar, parecía que el charlatán no estaba solo. Donde estarían sus compañeros? o los habría preparado para sus famosas "crías"?

Al mirarlos con cuidado observaron que solo uno de los lechos parecía haber sido usado recientemente, los otros dos parecían intactos.

¡Eh, mirad! - Digo señalando la cueva. - Parece que la sabandija esta esperaba que un día viniera alguien a visitarle. Pobre desgraciado, seguramente no era consciente de su propio olor...

-jajaja, me parece que no es el único que olía mal- dijo levantando el brazo y moviendo la mano bajo el sobaco a modo de aireo, -a mas de uno no nos vendría mal un bañito, umm, ahora que recuerdo tu ya te has dado un par de ellos en el río, jajaja-

Menzo pensativo se había acuclillado al lado del “cuatromiembros” observándolo con curiosidad. El hocico mojado de la Sra. Restos en su mano le sacó de su ensimismamiento. Orcos pustulentos, perros infernales y ahora semejante criatura multibrazo; Menzo había conocido aberraciones de la naturaleza de diferente índole…pero aquello no era natural…no era de aquí. ¿Dónde se estaban metiendo? Quizás al final de este maldito laberinto de rocas se topaban de frente con las puertas del mismísimo infierno y un perro gigante de tres cabezas apostado en la entrada, esperándoles, enfadado y enrabietado porque habían matado buena parte de las criaturas que por ella salían.

Rakas arengaba para que el grupo continuara, escuchó su voz desde el fondo del estrecho paso. Se dio cuenta entonces, del dolor que recorría todas sus articulaciones. El agotamiento se hacía manifiesto y necesitaba descansar. Además, los oscuros pensamientos que le habían venido a la cabeza, no reconfortaban en absoluto su estado físico. Pero el bárbaro tenía razón: había que seguir un poco más…debían de llegar a ver si las puertas del infierno les esperaban con los brazos abiertos o no.
Se acordó de los viejos bosques, de la brisa fresca matinal con olor a rocío, los verdes helechos bajo las hayas, los jabatos en fila india tras su madre olisqueando el terreno en busca de trufas negras con las que alimentarse. ¡Qué lejos en el tiempo parecía aquello! Aquella oscura caverna llena de maldad manifiesta le hizo pensar en Ehlonna … nada de lo que allí había era producto de su fuente de divinidad y si lo era, todo había quedado corrupto. El explorador sintió una punzada aún mayor de desesperanza, miró desorientado y con la vista mareada a su alrededor…hasta que sus ojos se clavaron en Gliadel. Su dios Pelor sí que estaba con ellos pues su fuerza divina así se había manifestado a través de su paladín.

Con paso taciturno se acercó a Gliadel. Éste permanecía de espaldas a él. El mediano tiró de su jubón para llamar su atención : ¿Está Pelor con nosotros? ¿Lo sientes aquí? ¿Podrá ayudarnos si caemos tras las puertas del infierno?... Tengo un mal presentimiento sobre este lugar…Gliadel…necesito bendición.

Pues ni os cuento cuan harta estoy yo... bromeó, continuando con las palabras del bárbaro, que señalaba su hartazgo ante la estancia en el lugar, entonces le sorprendió que éste le ofreciera su arco, lo tomó con las cejas alzadas y añadió, ¿a puñetazos, eh?... Se rió, dudo que pudiera con vos… y menos después de lo que acababa de ver, tensó el arco, tanteándolo, y asintió, le iba bien, pero no dudéis que os lo pondría lo más complicado de lo que fuera capaz… se rió aún más. Gracias, me encaja a la perfección… se calzó el arco a la espalda y se giró hacia el clérigo.

¿Conocerla?... Una pregunta retórica, estiró el brazo con la susodicha arma en ristre, adelantó su pierna derecha y la esgrimió contra el aire, pues la verdad… respondía a aquel hombre de fe, no tengo el gusto… acarició su filo con la mirada, recogió el otro pie y por último la sopesó, encantada, Cenicienta… susurró en voz baja y la dejó apoyada sobre la pared de la cueva, por si cualquiera la quería tentar, es sólo que tengo la extraña costumbre de ponerle nombre a algunas cosas… así le era más cómodo relacionarse con ellas, si es que éstas resultaban ser interesantes, como bien era el caso.

Por otra parte, no tenía ni idea de si aquel arma tenía alguna propiedad: ¿Alguien sabe de qué va… se refería a Cenicienta, o directamente se la ensartamos al siguiente y lo vemos?... Sonrió. Claro que espero que con semejante color, no esté maldita… frunció el ceño, ya que ciertamente aquella espada corta tenía una apariencia bien triste, es que parece como si quisiera pasar desapercibida...

De cualquier forma… aprovechó que tenía a Gliadel al lado, si vamos a seguir con las labores de limpieza, yo la verdad es que agradecería un remiendo… se señaló la herida que había recibido escasos minutos antes y aún le seguía molestando, si es que vamos a presentarnos a Thazar Rho, como bien es menester…

El hechicero deambulaba de un lado de la sala a otro, simplemente, observando, tratando de adivinar como podría haber llegado el "cuatrobrazos" hasta allí.

¿Tu que crees?
Que ese tal Thazar Rho le invoco, debe ser un mago poderoso. Habrá que tener cuidado
Dudo que sea para tanto, mira lo que nos ha durado su mascota.
Pero puede haber mas, no te confíes, o nos mataras.
Tranquilo, esta todo controlado, ademas, siento que me estoy haciendo mucho mas fuerte.
Eso es por que nos estamos haciendo mas fuertes
Eso me gusta. Por cierto, sabes algo de esas armas y de la poción.
No lo se, tendremos que cogerlas para ver, vamos.

El hechicero se acerco lentamente hacia el grupo

¿Me dejáis ver esas armas? Y la poción también

Pone cara de niño bueno.

Es que me ha entrado curiosidad...

Tras tomar las armas y la poción en sus manos comienza a mirarlas con detenimiento.

¿Sabes que es lo que hacen?

Como en otras ocasiones el grandullón no se percató del estado de sus compañeros, daba por sentado que todos podían seguir su ritmo y una vez recuperado estaba dispuesto a terminar con todo lo que pudiera encontrar en aquellas cavernas. Sin embargo las palabras de la espadachina y de su pequeño amigo Menzo le hicieron detenerse y observar con más calma la situación. Algunos de sus compañeros habían recibido heridas considerables y se encontraban cansados, no sabía el estado de los lanza conjuros, aunque el que peor aspecto daba era el explorador, no por las heridas que pudiera haber sufrido, sino que parecía ser sobre el que mayor efecto estaba haciendo su estancia en aquel lugar. Rakas también ansiaba salir al exterior, poder estirarse y sacudirse aquella carga que parecían llevar encima desde que hace días entraran, sin embargo él encontraba otras motivaciones para poder continuar, por contra parecía que el mediano estaba llegando al límite, quizás debieran descansar un tiempo y tratar de levantar el alicaído ánimo de Menzo.

Acercándose a él el bárbaro realizó el gesto habitual sobre el pelo revuelto del explorador antes de incar una rodilla para ponerse a su nivel. - Vamos a descansar unas horas, algunos haremos guardia para vigilar ese túnel y después lo revisaremos. Cuando terminemos cogeremos las barcas y ya no nos detendremos hasta salir de este endiablado y agobiante lugar. No creo que queden muchos orcos más, además debemos informar al maestro de Gliadel de lo que hemos encontrado. En el peor de los casos podemos regresar y terminar de revisar el lugar si es que nos dejamos algo atrás. A fin de cuentas la cueva no va a moverse de este lugar y los orcos no van a reaparecer en dos días.

Miró de frente al bárbaro y con un gesto amigable hizo un amago de gancho con su puño sobre la mandíbula de Rakas, un golpe suave y lleno de afecto. -¿Estás insinuando que estoy cansado musculitos? Sabes perfectamente que podría encargarme yo sólo de los orcos que restan en esta maldita madriguera, pero mi estómago comienza a rugir con fuerza y pondría en grave peligro nuestro sigilo. -Menzo volvió a sonreir -Que los dioses te oigan y salgamos pronto de aquí y a ser posible de una sola pieza. Sí, descansemos unas horas...a todos nos vendrá bien. Aquel lugar de los camastros pudiera ser un buen sitio...yo haré la primera guardia ¿os parece bien? Preguntó sacando un trozo de sebo y comenzó a untarlo en el cuero de su honda.
Quizás en el paso superior, podamos poner algún tipo de trampa o de aviso...con cuerdas y toda esta chatarra -dijo señalando las armas y armaduras de los orcos fallecidos- podriamos intentar crear un sistema de alarma...una cuerda que si se pasa por ella haga que el metal suene y pueda servirnos de aviso en la noche. ¿Crees que podrías hacer algo similiar Arza El? Pregunto Menzo al pícaro.

El pícaro asintió a las palabras del pequeño explorador y revisó la ubicación que este le proponía - Si, puedo hacerlo justo atrás de la cortina y nos aseguramos que no la vean, si alguien pasa a traves de ella tirará esas cosas - comentó - solo necesito que me ayuden a llevar estos trastos hacia allí -

Mirando las hogueras que puntuaban la cueva donde se encontraban agregó - Es más, podemos aprovechar estas hogueras para dejar iluminado el lugar y dormir en la cueva del cuatro brazos, así, si viene alguien nos dará tiempo a despertarnos y estar preparados para quienes puedan venir -

Mientras buscaba objetos para colocar en la trampa, el semielfo revió, con algo más de cuidado al que parecía el jefe de los orcos, solo habían tomado sus armas, pero quizas... - Vengan a ver, parece que este estaba bien equipado - terminó llamando a sus compañeros... quizás algo de esto es mágico, quieren revisarlo ? -

Ayudó a los demás a llevarle las cosas al pícaropara que preparase la trampa, luego se acercó a este lleno de curiosidad -Menos mal que te has acordado tu, a mi se me había vuelto a pasar, a ver deja que le eche un vistazo-, tras la revisión no acabó demasiado convencido de las sensaciones que le habían producido los objetos, -ummm, no se deja que lo piense un rato-, sin mas se fué hacia los camastros y se tumbó en el que parecía mas limpio, -si os parece bien yo me apunto a la última guardia, así,aprovecho que ya estoy descansado y le doy un repaso a los conjuros-, miró durante un rato al techo buscando en su mente algo que le pudiese indicar las propiedades de las pertenecias del jefe de los orcos....

Un número considerable de armas, objetos, botes y botecitos curiosos iban apareciendo por doquier gracias al tesón que el pícaro ponía en ello y la muchacha no pudo por menos de acercarse a comprobar como mínimo el color de los mejunjes y demás potingues diversos, así como las características de los objetos que se amontonaban y que iban generando en ella cierta expectación.

Frunció el ceño observándolos, mientras fisgoneaba con suma franqueza. Si os parece bien, Menzo podría despertarme cuando acabe su guardia y yo haría la siguiente… colaborar también en aquello era lo menos que podía hacer. Entonces hizo una pausa con alguno de aquellos objetos en la mano, alzó ambas cejas y echó la cabeza ligeramente hacia atrás.

Después los dejó de nuevo junto al resto y observó el morral de Cuatrobrazos, algunos dicen que la curiosidad es la principal enfermedad del hombre… sentenció, encogiéndose de hombros, pues yo estoy convencida que debí nacer fruto de un contagio de la misma… con la punta de la espada corta que portaba en su mano torpe, levantó la solapa y separó los bordes de aquella bolsa de cuero pesada que colgaba de la cuerda que hacía las veces de cinturón, procurando no acercarse demasiado por si acaso, ¿creéis que este bicho pondrá huevos? ¿Aquí no cabrán, verdad? Es que... veréis, el hecho de que mencionará con tanto tesón la alimentación de sus hijos me ha dado en qué pensar… solo les faltaba que los descendientes del recién difunto, rompiesen el cascaron mientras dormían. Echó un vistazo con suma precaución al interior.