El resto de tu guardia transcurrió en calma. El tiempo parecía no pasar. Y era difícil no dormirse dentro del túmulo.
Tu guardia transcurrió en calma. El tiempo parecía no pasar. Y era difícil no dormirse dentro del túmulo.
Tu guardia transcurrió en calma. El tiempo parecía no pasar. Y era difícil no dormirse dentro del túmulo.
Cuando Ojos despertó pudo ver mi dulce rostro mientras tenía mi mano sobre el dorso de la suya.
- Shhh... Ya pasó... ¿Estás bien? ¿Necesitas algo?
Mi voz era cálida y serena, buscando reconfortarle.
Es el silencio, la calma de la tormenta y la extraña paz que sentía al escuchar la lluvia y los truenos, sentado en el suelo mientras las llamas bailoteaban a sus espaldas, por la rendija de la losa, mirando el cielo que relampagueaba, pero el no estaba cansado después de relevar a Ojos, su amigo estaba durmiendo ahora mientras se perdía en sus pensamientos, recordando el ser niño, el ver las brumosas tormentas pasar en los brazos de su madre, confortando su pequeño ser de entonces con calidez, ahora solo reconfortaba el recuerdo, extrañaba a su hermano y madre, pero era todo, ni siquiera extrañaba a su familia o parientes extendidos, y de repente a su mente vino la imagen de Rocío Verde, y los puños apretó en enojo, solo para ver después en sus pensamientos a Cazadora, y más rabia sintió, haciendo que sus puños crujieran.
Ya no o era el hombre que fue antes de los lobos, o podría haberse cargado a ambas, una por ser una molestia pretenciosa, y a la otra por romper su corazón, más a su memoria recordó a Ojos siendo casi asesinado, y lo vió ahí, descansando, tranquilamente, y volvió a estar en paz, solo quedan los residuos del dolor en su memoria, y no el dolor físico que a veces le atormenta, si no de algo más profundo, los residuos de la tristeza, y una soledad que a veces se hace insoportable, y le vuelve a hacer incurrir en la ira.
Un trueno sonó, y de sus pensamientos funestos alejó, solo Ojos le queda, los demás son apenas meros acompañantes.
Mi mente seguía activa, pero la temperatura que se recogía en el interior y el crepitar de la hoguera eran un arrullo demasiado tentador para mis maltrechas extremidades. Empecé a sentir el peso de la carrera, del picor de las heridas... Quería resistirme porque sabía que tendría pesadillas sobre lo sucedido, y sólo si de veras Ataecina no estaba molesta conmigo sucedería que estaría demasiado cansada para soñar.
Levanté la mirada hacia Cazadora. Se habían repartido los turnos dejándome última y no era como su pudiera rebatirlo. Suspiré y acabé echándome como los demás, tratando de hacerme pequeñita bajo mi ropa para guardar aún más calor. Intentando de verdad no pensar en nada...
Me incorporé de golpe con un suspiro, y mis ojos se abrieron a la oscuridad. Instintivamente, me llevé una mano al cuello, sentía que me ahogaba. Entonces vi los rescoldos de la fogata y el rostro preocupado de Cazadora, y en aquellos momentos me pareció la visión más reconfortante del mundo, como un ancla que me apuntalase a la tierra.
—Un sueño que no era un sueño… —musité con la voz de un ratón, y sentí un escalofrío que me hizo abrazarme a mí mismo—. Los dioses me envían visiones, pero no sé qué quieren decirme, no sé… Tengo miedo.
Me arrepentí inmediatamente de haberlo dicho. Claro que tenía miedo, todos lo teníamos. ¿Qué era para comportarme así? ¿Un niño?
—Lo siento —dije al momento—. He soñado, tan claramente como si volviera a estar allí, el derrumbe del peñasco, cuando me caí y casi quedé sepultado. De repente me ahogaba. La… sensación era real. Me estaba ahogando, Cazadora. Entonces alguien tiraba de mí y me liberaba, pero era uno de los Lobos. Me… —Volví a poner mi mano sobre mi cuello, rodeándolo, como si fuese un collar—. Me degollaba, y yo gritaba, pero lo que salía de mi garganta no era un grito, sino el mugido de una res. Un trueno, centenares de pájaros volando. Y entonces caía. Caía hacia una luz cegadora como Sol…
Me froté la parte trasera del cuello, resignado. Sabía que no dormiría más, no después de haber visto aquello. Ojalá hubiese sabido lo que significaba.
—No te preocupes, estoy bien. Tú debes de estar cansada. Ve ya a acostarte, te aseguro que estoy muy despierto. Yo haré la guardia ahora.
Asentí con calma a sus palabras, manteniendo un contacto visual que buscaba transmitirle paz y entendimiento. Había pasado tiempo con él y aunque de eso ya hacía muchas estaciones podía llegar a comprender que necesitase su espacio y su tiempo y, al mismo tiempo, hacía que no me asustase pues sus palabras y visiones bien podrían darnos respuestas.
- Todos tenemos miedo ojos... Todos... - Miré al resto que aún dormían - Nada que sentir - Dije mientras negaba con una cálida sonrisa - Seguro que esas imágenes tienen un significado que aún no podemos discernir pero que en cuanto descansemos y nos centremos seguro que nos ayudan a continuar adelante...
Suspiré algo cansada al tiempo que asentía con una sonrisa.
- Gracias.
Me acerqué y deposité un cálido y dulce beso en su frente, uno cargado de agradecimiento y ternura, después de todo le debía la vida a Ojos y esa deuda jamás podría ser saldada.
- Despiértame si sucede algo. ¿Bien?
Tras acomodarme entre las escasas pieles que yo misma llevaba fui cerrando poco a poco los ojos.
La noche transcurrió en calma en aquel refugio entre dos mundos.
Fin de la escena